miércoles, 29 de abril de 2015

Breve recorrido por Lerma


Hace unos días pudimos disfrutar de un agradable paseo por la bonita villa de Lerma, durante uno de nuestros habituales desplazamientos entre Cantabria y Teruel. Aunque teníamos que desviarnos un poco la elegimos como parada para comer, ya que nos cuadraba bien por la hora de paso y porque José no la conocía. Es una ciudad pequeña pero con mucho encanto, realmente merece la pena hacer una parada, aunque sea breve, para conocerla.




Se trata de una villa de origen celtíbero, cuyo mayor esplendor se produjo entre 1600 y 1617, al ser el lugar de residencia del privado del Rey Felipe II durante esos años, Don Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, conocido comúnmente como el Duque de Lerma.
Cuenta con una web de información turística con planos de la villa, breve descripción de los monumentos e información sobre sus fiestas y servicios.



Tras dejar el coche aparcado en una de las calles periféricas de la villa para no complicarnos demasiado, comenzamos nuestro paseo en busca de un lugar para comer. Sin saberlo habíamos aparcado bastante cerca de la Plaza mayor y tras atravesar la Plaza del Mercado viejo donde había alguna terraza, nos encontramos con ella, una de las plazas más grandes de España con 6.862 metros cuadrados.



Como nuestra prioridad era encontrar un sitio donde comer, no nos detuvimos mucho en contemplarla sino que preferimos dejar el paseo por la villa para después de la comida.

Buscábamos algún bar-restaurante con menú del día para comer algo sin entretenernos mucho y sin gastarnos un pastizal. Tras dar una vuelta por el centro histórico acabamos volviendo a la Plaza Mayor, donde habíamos visto una taberna que resultó ser la única que encontramos con menú, ya que muchos de los sitios o estaban cerrados (quizá por descanso al ser lunes) o tenían carta pero ninguna referencia a menú. Así que finalmente comimos en La taberna del Pícaro, en uno de los laterales de la plaza, un menú de 1 primero y 1 segundo a elegir entre 3 opciones, pan, agua y postre por 11 €. La comida era sencilla pero estaba buena y para estar en el mismo centro poco más se puede pedir.

Tras la comida comenzamos nuestro paseo por Lerma antes de continuar con nuestro viaje hacia Teruel. Ya que nos encontrábamos en la Plaza Mayor comenzamos el recorrido en ella. En uno de sus laterales se encuentra el Palacio Ducal, construido por el Duque de Lerma aprovechando el emplazamiento del antiguo castillo medieval para usarlo como residencia y acoger a la corte y al Rey Felipe II en sus desplazamientos a la villa. Su utilización como cuartel general durante la invasión de Napoleón lo dejó deteriorado, hasta que se decidió rehabilitar como Parador de Turismo, su interior debe ser espectacular.



El resto de la Plaza, de forma rectangular, destaca por sus edificios de ladrillo y sus 75 columnas de cantería muy bien conservados. En el siglo XVII era utilizado como escenario para fiestas, obras de teatro, corridas de toros y un sinfín más de entretenimientos organizados por el Duque.



Otro de los edificios monumentales de la plaza es el Convento de San Blas, junto al Palacio Ducal, del año 1617 y uno de los que mayor orgullo causó al Duque de Lerma por ser destinado a los dominicos de cuya orden ostentaba el patronazgo. A día de hoy lo habitan las monjas Dominicas de clausura que elaboran trabajos de cerámica pintada a mano.



En el lado opuesto al Palacio Ducal cogemos la calle de la Audiencia, en la que se encuentra la Oficina de Turismo. Por desgracia los lunes está cerrada, por lo que continuamos el paseo con la ayuda de algunos pequeños carteles informativos situados junto a los monumentos principales.





















Junto a la Oficina de Turismo hay otros 3 lugares destacados: el monasterio de Santa Teresa, al final de la calle a la derecha, la plaza de Santa Clara con el mirador de los Arcos en un lateral y el monasterio de la Ascensión de Nuestro Señor, de frente según se llega a la plaza.




El Convento de Santa Teresa, construido para los frailes carmelitas, fue inaugurado en 1617 y consta de una iglesia que actualmente se utiliza como parroquia de Lerma entre noviembre y mayo y un claustro contiguo donde se encuentran el Ayuntamiento y la Oficina de Turismo.



La plaza de Santa Clara es para mí una de las más bonitas de la Lerma. Además de los edificios religiosos, el mirador con sus numerosos arcos le da un encanto especial, permitiéndonos además descubrir una vistas fantásticas de la vega del río Arlanza y animándonos a jugar con los encuadres...























El pasadizo ducal que dio origen al mirador de los Arcos se construyó para conectar el Palacio con la Iglesia Colegial. En la actualidad está rehabilitado y se puede visitar.



En el centro de la plaza se encuentran los restos del héroe Don Jerónimo Merino Cob, conocido como el cura Merino, que se enfrentó a los franceses de forma victoriosa en repetidas ocasiones durante la guerra de la Independencia.


Por último, el otro edificio monumental que integra la plaza es el Convento de la Asunción de Nuestro Señor, el más antiguo de los monasterios de Lerma, fundado en 1604. Su iglesia cuenta con una cripta donde se realizaban enterramientos hasta 1891. Las Franciscanas Clarisas que lo habitan realizan labores de repostería que se venden en la zona.



Rodeando el Convento por la calle Santa Clara se llega a la plaza de San Pedro, donde se encuentra la iglesia colegial del mismo nombre. Fue ampliada en el año 1613 a petición del tío del Duque de Lerma, el arzobispo de Sevilla, con el fin de convertirla en una iglesia de grandes dimensiones. Su puerta de madera de pino es original de 1616, con clavos de bronce. Se realizan cultos en ella a diario entre mayo y octubre y para visitarla hay que contactar con la Oficina de Turismo que organiza las visitas guiadas.



Desde ahí bajamos por la calle del Reventón hacia el casco histórico medieval. En la confluencia con la calle Mayor encontramos la antigua plaza de la villa con soportales y edificios muy bien conservados, como este al que una placa identificaba como Escuela de niñas, con la imagen en segundo plano de la iglesia de San Pedro.




Resulta interesante callejear por la zona descubriendo rincones como la paralela calle de José Zorrilla, donde se conserva una casa que perteneció al dramaturgo español.

Muy cerca de aquí se encuentra el Arco de la Cárcel, puerta principal de entrada a la ciudad de las cuatro que tenía a finales del siglo IX cuando se encontraba completamente amurallada. La zona superior de ladrillo fue una ampliación de 1610 para ser usado como cárcel, lo que le dio el nombre al arco.





Al otro lado de la carretera se encuentra el Monasterio de la Madre de Dios, sobrio y austero, construido entre 1608 y 1610 por expreso deseo del Duque de Lerma y habitado hasta la fecha por las Carmelitas Descalzas de clausura.

Ahí se encuentran ya las afueras de la ciudad, mucho más modernas, por lo que continuamos el paseo regresando por el mismo camino, la calle Mayor, que atraviesa el casco antiguo.



Subiendo por esta calle encontramos frente a la casa medieval que vimos anteriormente la antigua iglesia de San Juan, hoy Ermita de la Piedad utilizada como museo.





Continuamos por la calle Mayor hasta la calle del Barquillo, donde giramos a la derecha para dirigirnos hacia la plaza de Santo Domingo, donde se encuentra el monasterio del mismo nombre.







Lo mandó construir el Duque de Lerma para los frailes dominicos y su construcción, que se prolongó durante casi 4 años acabó en 1617. Tras la invasión napoleónica y un grave incendio en el siglo XX, quedó deshabitado por los frailes. Desde entonces ha sufrido numerosas reformas y se ha utilizado como cuartel o instituto. En la actualidad es un complejo de usos múltiples del Ayuntamiento de Lerma y hogar, como muchos de los edificios con campanario, de un nido de cigüeña.



Desde ahí regresamos al coche ya que se nos hacía un poco tarde y más o menos habíamos visto la parte principal de la villa, aunque nos quedaron ganas de volver, ojalá para disfrutar de los interiores del Palacio Ducal...



miércoles, 15 de abril de 2015

Etapa 18 Camí de Cavalls: Binissafúller - Punta prima


La etapa 18 del Camí de Cavalls, con un total de 8,1 km, se realiza tranquilamente en poco más de 2 horas.




El panel de inicio de etapa se encuentra en la urbanización de Cap d'en Font junto a Binissafúller, en el punto donde termina el sendero de la etapa anterior y comienza un tramo por carretera de 500 metros.




El perfil de la etapa se ve en la siguiente imagen, desde la flecha amarilla hasta el final de la gráfica. Al ir prácticamente todo el tiempo junto al mar se trata de una etapa bastante sencilla sin apenas desnivel, con la mayor parte del recorrido por entorno urbano y tan sólo un par de pequeños tramos por camino sin asfaltar.



Frente al lugar de inicio de etapa hay una pequeña explanada donde dejar el coche, junto a Caló Blanc, una pequeña cala de piedra. Sino a lo largo de esa misma calle hay varias plazas de aparcamiento a ambos lados de la calzada.
En transporte público se puede llegar hasta Binibèquer con la línea 93 desde Mahón, aunque ésta sólo está operativa de mayo a octubre.


Los primeros 500 metros transcurren por la Avenida de la playa de Binissafúller, hasta llegar a la desviación junto a la cala del mismo nombre, donde se inicia un corto tramo por camino sin asfaltar.





En invierno esta pequeña cala suele estar desierta, en especial los días de mal tiempo, pero en verano, como el resto de playas y calas del sur de la isla, está muy concurrida, pese a su reducido tamaño y lo escondida que está. Junto a ella la típica casa blanca mediterránea completan la estampa perfecta.



Si seguimos las marcas rojas y blancas que señalan el GR debemos tomar el camino a la izquierda de la playa que sube ligeramente, inicialmente asfaltado para después convertirse en un estrecho sendero con piedras junto a un muro de pìedra seca. 


Desde él podemos divisar la cala desde varias perspectivas, lo que nos permite descubrir aún mejor este rincón con tanto encanto.







El sendero comienza a despejarse de vegetación para después torcer hacia la izquierda y acabar en otra calle asfaltada, donde un cartel nos avisa de que se deben recorrer los siguientes casi 900 metros por carretera.





Esta avenida, conocida como Passeig de la Mar, es una zona eminentemente residencial, con grandes chalets blancos a un lado y acantilados de piedra junto al mar al otro.




Recorriéndola podemos hacernos una idea bastante buena de esta zona de la isla, muy similar hasta Punta Prima. Lo que antaño podía tratarse de una zona de pescadores, en la actualidad son zonas residenciales, fundamentalmente de segundas viviendas, donde se puede disfrutar de la tranquilidad mediterránea. Aún se conserva la afición a la pesca o el mar en muchos casos, por lo que se pueden ver junto a la costa algunas casetas de pescadores o pequeños embarcaderos.





En esta zona apenas hay playas de arena, aunque al haber grandes explanadas de piedra junto al mar en verano la gente se interna a través de diversos caminos en zonas resguardadas para tomar el sol o darse un chapuzón.




Aproximadamente un kilómetro después llegamos al pueblo de Binibèquer Vell, y aunque aún quedan más de 6 para llegar al final de etapa, éste bien merece una parada tranquila para recorrer sus callejuelas. Siguiendo el trazado del Camí debemos atravesar un complejo turístico de apartamentos por un camino de tierra hasta llegar al muelle.






Desde ahí podemos perdernos entre sus estrechas calles blancas, disfrutar de alguna de las terrazas de la calle principal o simplemente quedarnos un rato mirando como las olas chocan contra su pequeño embarcadero.







Este núcleo urbano se construyó en los años 60 intentando plasmar la realidad de los pueblos de pescadores de antaño y como medida de impulso turístico para la zona. De hecho, apenas hay viviendas privadas y gran parte de los edificios que lo forman son comercios o establecimientos hoteleros. Sin embargo esto apenas le resta encanto y en la actualidad es uno de los lugares más visitados de la isla.






Si continuamos el recorrido del Camí de Cavalls, debemos subir junto al pequeño barranco para después girar a la derecha y atravesar el pueblo por su calle principal, donde encontramos las tiendas, cafeterías y otros servicios como cajero automático o supermercado.





Saliendo ya del pueblo hacia el este por esa calle, dirección a Punta Prima, vemos una señal que nos avisa de que los próximos 4,6 kilómetros son por carretera.


Volvemos pues al paisaje que habíamos contemplado anteriormente de carretera flanqueada con casas blancas, esta vez a ambos lados lo que nos impide por desgracia ver el mar.





El siguiente núcleo o urbanización que encontramos es Binibèquer (o Binibeca) Nou, muy próximo al anterior y cuyo principal atractivo es la cala del mismo nombre.






Siguiendo las marcas blancas y rojas del GR llegamos hasta el aparcamiento de la playa. Merece la pena desviarse unos metros por el sendero que baja entre pinos para conocer este pequeño rincón, en invierno cubierto de restos de posidonia y en verano por toallas y sombrillas.




Además de lo bonita que es la playa, con el añadido de contar con un chiringuito junto al mar y estar muy accesible, cuenta con un merendero en el pinar que permite disfrutar de una agradable comida a la sombra en los calurosos días de verano.




Saliendo de nuevo a la carretera continuamos por ella hacia el este. Lo siguiente que encontramos es la urbanización de cala Torret. Se puede bajar hasta el mar si nos desviamos del camino para ver un pequeño embarcadero con cocheras para las barcas y una antigua grúa.





Si seguimos avanzando por el Camí, éste continúa por la carretera principal. Sin embargo, si se dispone de tiempo merece la pena adentrarse en algunos de estos núcleos para recorrerlos y descubrir algunos de sus rincones, como este de Cala Torret, donde bordeándolo junto al mar se disfruta de mejores vistas que siguiendo el GR original.



De esta forma llegamos hasta una pequeña ensenada de piedra y arena, que por desgracia esta llena de restos de posidonia que no le dan muy buen aspecto, ni tampoco buen olor, pero gracias a la cual podemos disfrutar de las aguas turquesas de la isla.





Desde ahí enlazamos de nuevo con la carretera y el Camí a través de un caminillo ascendente a la izquierda de la cala. Al otro lado de la carretera se encuentran unas curiosas escaleras, bastante largas y empinadas que parecen ir a ninguna parte...



Siguiendo las marcas del GR debemos continuar por la carretera, que nos ofrece buenas vistas del núcleo urbano de Cala Torret que acabamos de atravesar.





En esta zona el Camí continúa entre urbanizaciones y casas blancas encaladas, de las que a muchos no nos importaría disfrutar al menos durante una temporada...






En la siguiente bifurcación de la carretera tomamos la opción de la derecha, señalizada con un cartel en el que también nos indican que quedan casi 4 kilómetros para finalizar la etapa. Desde aquí, al liberarnos por unos metros de las casas junto al mar, podemos disfrutar de vistas a la Isla de Aire, que incluye uno de los faros más singulares de Menorca y a la que sólo se puede llegar en barco particular.







En este tramo seguimos transitando por una acera junto a la carretera, pero las casas se encuentran ya únicamente en el lado interior, lo que nos permite disfrutar del mar y sus abruptos acantilados.




Un poco más adelante encontramos junto al Camí una pequeña casita blanca conocida como la Caseta des Panarés. Fue construida en 1914 por varias familias de pescadores y aún conserva la estructura original. Los descendientes de aquellas familias se turnan todavía hoy en día para utilizarla, principalmente en verano.





Continuamos tranquilamente por el Paseo Marítimo, disfrutando de las vistas y envidiando a los propietarios de los chalets de la zona, hasta llegar a la urbanización de Biniancolla.




En este caso el propio Camí atraviesa su parte inicial para después continuar por la carretera. Si como en casos anteriores nos acercamos a su zona más próxima a la costa podemos descubrir rincones que merecen la pena, como una pequeña cala o una casa del siglo XIX.












De vuelta a la carretera, siguiendo las indicaciones que nos sitúan a algo más de 2 kilómetros del final de etapa, bordeamos Biniancolla por el Passeig de sa Marina, disfrutando de otra perspectiva de su cala y comprobando el carácter pesquero que aún persiste en esta parte de la isla.





El Passeig de sa Marina continúa hasta llegar a la urbanización de Son Ganxo, siendo este quizá uno de los tramos de la etapa con menos atractivos al ir algo más alejado del mar.



Sin embargo poco después recuperamos las vistas al mar y a la Isla del Aire, contando también con otra sorpresa, la torre de Son Ganxo, construida entre 1785 y 1787 durante la época de dominación española y que preside el entorno como punto estratégico de vigilancia. Consta de 3 plantas y hace 3 años fue habilitada como casa de colonias, si bien por desgracia no se puede visitar su interior libremente. Se puede llegar hasta ella a pie por un camino de tierra o en coche desde Punta Prima (está señalizado), ya que la carretera por la que vamos no tiene salida.




Puesto que se trata de una carretera cortada, el Camí aquí se desvía hacia el acantilado en un punto perfectamente señalizado, recorriendo ahora uno de los pocos tramos sin asfaltar de la etapa.







Recorremos estos metros junto al mar de color turquesa y unas vistas privilegiadas de la Isla del Aire.





A la izquierda se distingue aún por detrás de las casas la Torre de Son Ganxo.



Continuamos por el camino junto al muro de piedra hasta un quiebro que nos devuelve de nuevo a la carretera.









Nos adentramos ya en el núcleo de Punta Prima, y sólo queda seguir las marcas blancas y rojas del GR para llegar al final de etapa. 



Sin embargo, antes podemos disfrutar de buenas vistas de la Isla del Aire y su faro...


La Isla del Aire, actualmente protegida por su interés natural, es el islote de mayor tamaño de la costa menorquina, con 34 hectáreas de superficie. Apenas tiene vegetación pero en ella se pueden encontrar una lagartija negra endémica y gran cantidad de conejos introducidos hace años. Su principal elemento característico es el faro de 38 metros de altura construido entre 1857 y 1860 y que se trata de la torre levantada con piedra más alta de las Islas Baleares. De hecho hasta 1977 fue el faro de mayor altura.



Las señales nos llevan finalmente a rodear la playa de Punta Prima recorriendo el Paseo del Arenal. Allí encontramos también una oficina de información turística, abierta principalmente en época estival.





La etapa acaba al final del paseo junto al panel de etapa correspondiente, donde se inicia un camino de tierra que recorre los acantilados de la costa sureste.



Echando la vista atrás se puede ver la urbanización de Punta Prima, su playa y la Isla del Aire.




Punta Prima tiene conexión en autobús con Mahón mediante la línea 92, que funciona entre marzo y octubre, con precio del billete sencillo 1,70 €.
Además cuenta con numerosos hoteles, apartamentos y villas donde pasar la noche, como se puede ver en Booking, por lo que no hay problema para encontrar un lugar donde descansar antes de afrontar la etapa final del Camí de Cavalls.