miércoles, 1 de junio de 2016

Ruta por la Rambla Malilla en el Alto Tajo


Seguimos disfrutando los días primaverales para hacer rutas allá donde vamos y en esta ocasión, ya que andábamos por Teruel, le tocó el turno a la Rambla Malilla en el Parque Natural del Alto Tajo. Su nombre viene de que el agua que por ella circula es consecuencia de la afloración de agua subterránea en épocas de lluvia, lo que ocurre de forma repentina en muchas ocasiones, con las negativas consecuencias que esto conlleva. También es conocido como Barranco de los Huecos por los agujeros en las rocas de su parte más encañonada.

Situado en la provincia de Guadalajara, a 27 km de la localidad de Orea, tiene como inconveniente el acceso hasta él pero a su favor que es una ruta relativamente sencilla (quitando algún pequeño paso por piedras) y que el entorno es realmente impresionante, en especial la desembocadura de sus aguas en el río Tajo que nace a unos kilómetros de allí.



En nuestro caso íbamos desde Teruel, por lo que para llegar hasta allí cruzamos la Sierra de Albarracín hasta llegar al pueblo de Frías. Una vez ahí seguimos la carretera (que posteriormente se convierte en pista) acompañando al río Tajo hasta llegar al Puente de las 3 provincias, donde cogiendo la pista de la derecha llegamos a la zona de Sierra Molina. En el cruce que encontramos unos 5 km más adelante cogemos el desvío de la izquierda que nos lleva a nuestro destino a través del omnipresente pinar.

Al llegar al arroyo, atravesado con la pista por un puente, aparcamos junto al propio camino y comenzamos la ruta. Ya desde este punto las vistas son impresionantes, trasladándonos casi a zonas de alta montaña.



A unos metros de allí encontramos el curso de agua al que acompañaremos durante toda la ruta.



Ya desde el principio hacen acto de presencia las escarpadas moles de piedra entre las que discurrirá prácticamente toda el camino.





Sin duda el arroyo de los Huecos es el protagonista del día y siguiendo el sendero aguas abajo, en el que encontramos alguna marca blanca y amarilla de PR y algún hito, nos toca cruzarlo en varias ocasiones.





El sendero discurre bastante tiempo entre árboles, lo que se agradece en días calurosos como es el caso. Además, esto hace que podamos encontrarnos con alguna agradable sorpresa como un grupito de cabras montesas al que no nos dio tiempo de fotografiar.



Tras una media hora caminando comienza la zona de paredes verticales que poco a poco se van estrechando hasta alcanzar en algunos puntos poco más de 6 metros de anchura. En ellas encontramos además numerosas cavidades y huecos que nos recuerdan el porqué de uno de los nombres del barranco.





En algunos casos toca encaramarse a alguna roca o saltar de una a otra evitando mojarse, ya que en estos días el arroyo lleva bastante agua. Pero esto en lugar de molestarnos nos hace disfrutar aún más y dejamos las cámaras echando humo.






Uno de los lugares más impresionantes del cañón es su tramo final, con la pared haciendo curiosas curvas que animan a buscar extraños parecidos.



Aunque si miramos aguas arriba lo que vemos tampoco está nada mal...



Este tramo encajonado no es demasiado largo, apenas tardamos 15 minutos en recorrerlo con numerosas paradas para hacer fotos, pero se le podrían dedicar horas ya que está lleno de rincones con encanto, como los numerosos saltos de agua y pocitas que vamos encontrando.



Una vez salimos del cañón estamos muy cerca ya del final de nuestra ruta, la desembocadura del Arroyo de los Huecos en el río Tajo en una zona conocida como Las Juntas, unas praderas a los pies de escarpados roquedos junto a unas pozas de color esmeralda que invitan a sentarse un rato y disfrutar de este precioso y solitario rincón.





















Aunque la cámara difícilmente refleja la realidad, no podemos parar de hacer fotos para intentar captar el increíble color del agua en la desembocadura del arroyo que, en contraste con los pinos y el gris de las piedras, deja una imagen de postal.



Cruzamos el arroyo para seguir el curso del Tajo unos metros río arriba, aunque el sendero se pierde rápidamente y optamos por sentarnos a reponer fuerzas, valorando lo afortunados que somos por poder disfrutar de lugares y momentos como este. En muchos casos los sitios más increíbles los tenemos mucho más cerca de casa de lo que creemos y hay que hacer lo posible por conservarlos para que nuestros nietos también puedan disfrutar de ellos.






Tras descansar unos minutos reemprendemos la vuelta deshaciendo el camino andado. Pero no habían acabado las sorpresas y, tras escuchar unos extraños chirridos a nuestro alrededor, descubrimos en un árbol junto al camino una graciosa ardilla que al vernos comienza a subir con mucha habilidad hasta las partes más altas.


Y siguiendo con nuestra buena suerte del día, a los pocos pasos encontramos un buitre expectante en uno de los huecos de la pared del cañón.



Contentos por todo lo visto durante la ruta y disfrutando de los últimos momentos y paisajes, llegamos al coche para dar buena cuenta de la comida que habíamos preparado a la sombra de uno de los pinos junto al camino. Qué mejor final para una ruta tan especial.