lunes, 16 de mayo de 2016

Ruta al Salt de Sallent en la Vall d'en Bas, Girona


Igual que el otoño destaca por los colores increíbles de los bosques o el invierno por el manto blanco de nieve, la primavera es el despertar de los sentidos, con la aparición de las primeras flores y el verde intenso de los árboles. Pero hay otras protagonistas en esta estación, las cascadas. Por el deshielo que acompaña el aumento de temperaturas y las habituales lluvias primaverales, es una de las mejores (sino la mejor) época del año para disfrutar de ellas por su abundante caudal.

Tras recorrer la provincia, encontramos gracias a José y su bici de carretera, la que se ha convertido hasta ahora en una de nuestras favoritas, pese a ser bastante más desconocida que muchas otras (o quizá también por eso).

Se trata del Salt de Sallent, en la Vall d'en Bas, un valle bastante salvaje muy cerquita de Olot. Aunque es habitual pasar por ella de camino al Puigsacalm (1.515 m), nosotros optamos por una opción más corta y sencilla, con ella como única protagonista. Hicimos una ruta circular subiendo por les Escales y volviendo por el camí dels Matxos.



La ruta se inicia en el área de picnic de Els Pins, a donde se llega por una pista en buen estado una vez pasado el pueblo de Sant Privat d'en Bas. Allí hay un aparcamiento grande para dejar los coches y mesas de madera para comer y disfrutar de un rato agradable viendo los saltos de agua del río e incluso dándose algún chapuzón.

Comenzamos a andar siguiendo la pista por donde habíamos venido con el coche. Por ella vamos ascendiendo suavemente junto a la riera de Sallent, todo el rato entre árboles y disfrutando de los múltiples saltos de agua que va formando el río.




















En algún claro acertamos a ver las paredes de piedra que se levantan a ambos lados del río y al final de las cuales se encuentra nuestro objetivo del día.


Aunque intentamos no parar mucho para que no se alargue demasiado la ruta, habiendo cascadas y bosque es imposible no hacer unas "pocas" fotos.





Un rato después nos vemos obligados a cruzar el río con la ayuda de unos puentes. Inicialmente parece sencillo...



... pero luego la cosa se complica, parece que el presupuesto se acabó a mitad de la obra :)



Nos detenemos unos minutos a disfrutar de los últimos momentos junto al río y sus gorgues, como se les conoce aquí, ya que a partir de este punto comenzamos a alejarnos de él para iniciar el ascenso más fuerte.









Pero salir del bosque y la ribera del río también tiene sus ventajas, como las primeras vistas sobre la cascada del día.



Aproximadamente a mitad de la subida encontramos un desvío que en 5 minutos nos lleva a los pies de la cascada. Aunque hay que pasar otro pequeño puente de madera y el estrecho sendero suele estar algo embarrado merece la pena la recompensa final.








Desde este mirador disfrutamos de la cascada en su totalidad: la parte de arriba, la más visible y espectacular, una zona intermedia donde el agua cae por la pared hasta una pequeña poza...



... y un último salto inferior que lleva el agua hacia el río que habíamos cruzado minutos antes.



Volviendo a la senda principal continúa el ascenso, en algunos puntos casi vertical, con ayuda de cuerdas o algunas grapas. Pese a esto es bastante sencillo, no hay pasos complicados y el camino no tiene pérdida ya que está bastante pisado.









El ganar altura nos permite disfrutar de cada vez mejores vistas, tanto de la cascada principal como de otra a su izquierda que al llevar mucho menos agua suele pasar más desapercibida.





















Aunque la subida se puede hacer sin problemas, es bastante empinada y nos acaloramos bastante, a pesar de que por suerte va bastante rato entre árboles. Por eso llegar arriba es todo un alivio, y más aún cuando descubrimos las vistas sobre el valle.



Dejando atrás una señal que nos indica el camino a seguir para volver a Sant Privat por el camino de los Machos, avanzamos por esta zona alta de praderías que también tiene muchísimo encanto. Así llegamos en pocos minutos a la parte de arriba del Salt de Sallent, donde aprovechamos unas piedras para parar a comer.



La caída resulta igual de impresionante o más desde aquí, mejor no acercarse mucho por si acaso...



Tras reponer fuerzas seguimos avanzando, perdiendo altura lentamente a partir de este punto, primero por una pista y luego cogiendo un sendero a mano izquierda señalizado. Con lo que no contamos es con la sorpresa final que nos depara la vuelta. Desde varios puntos tenemos vistas de la cascada con un invitado especial, el pequeño arcoiris que se forma gracias a los rayos del sol que nos ha acompañado todo el día.




Siguiendo el descenso volvemos a entrar en zona de bosques, encontrando algunos arroyos y torrentes a nuestro paso.









Sin embargo aún disfrutamos de algunos claros más que nos permiten disfrutar del entorno, aunque la cascada ya queda escondida al fondo.





Son las últimas vistas que tenemos de los alrededores, ya que a partir de ahí vamos perdiendo altura siguiendo un sendero entre árboles cubierto de hojas, aunque no nos importa porque con esto disfrutamos igual o incluso más.








Este paisaje nos acompaña hasta alcanzar la pista que nos lleva de regreso al coche, tristes por acabar una ruta tan bonita que nos ha encantado de principio a fin y con intención de repetir en otra época del año.





martes, 10 de mayo de 2016

Ruta Las Cascadas de Lamiña en Cantabria


Esta bonita ruta de tan sólo 7 kilómetros (catalogada como sendero local SL-R3) se encuentra en el municipio de Ruente, a una media hora de Torrelavega y unos veinte minutos más desde Santander, en pleno Parque Natural Saja-Besaya. Este parque, de 245 kilómetros cuadrados, incluye algunos de los mejores bosques de Cantabria con presencia de corzos, ciervos, jabalíes, lobos, rebecos y diversas rapaces.



Aunque la zona de las cascadas representa únicamente 1,5 km del recorrido y hasta allí se puede llegar por pista, realmente merece la pena hacer la ruta completa a pie, ya que es muy sencilla y se disfruta mucho del entorno.


Al tratarse de una ruta circular se puede iniciar tanto en Barcenillas como en Lamiña, las dos poblaciones por las que pasa. Nosotros lo hicimos en éste último, y tras dejar el coche junto a la Fuente de Arriba, emprendimos el camino dirección a Barcenillas.




Se puede ir hasta allí por la carretera CA-815, que es por la que se llega a Lamiña desde la vía principal (CA-180), aunque lo que se suele hacer en este tramo es seguir la ruta de los Foramontanos para atajar un poco y evitar el asfalto. Para ello hay que dirigirse hacia la iglesia del pueblo y poco después coger un sendero descendente a mano izquierda.





Esta parte de la ruta es uno de sus muchos rincones mágicos. El sendero atraviesa un bosque de hayas y robles con sus troncos cubiertos de musgo y el suelo tapizado por las hojas.


Pocos minutos después alcanzamos la pista que sale de Barcenillas dirección a la Braña de Joces, remontando el arroyo al que da nombre, y que nos llevará hasta la zona de cascadas.
El pueblo se encuentra aproximadamente un kilómetro aguas abajo y merece una visita por su estilo tradicional de casonas montañesas.




Nosotros ya lo conocíamos de otras ocasiones por lo que ponemos rumbo a las cascadas, siguiendo la pista que va ascendiendo lentamente. Por el camino, una parte de él junto al arroyo, encontramos patos, fincas con sus cabañas ganaderas e incluso un puente de madera.







Cruzamos el puente y seguimos disfrutando de los bonitos rincones que nos ofrecen el arroyo y la cultura ganadera de la zona, sin sospechar el plato fuerte que nos espera muy cerca de allí.




En todo momento hay que seguir la pista principal, no tiene pérdida. La única bifurcación que pasamos es otra pista a mano derecha que será por la que regresaremos hacia Lamiña más tarde.



Aproximadamente una hora después de iniciar la ruta llegamos a un paso canadiense junto al que encontramos un panel informativo de la ruta e información de interés sobre flora y fauna de la zona.




A partir de aquí comienza el pequeño recorrido circular entorno a las cascadas y el camino se vuelve de cuento.






Bajamos junto al arroyo, lo cruzamos por unas piedras y lo seguimos bordeando por el otro margen.




Comenzamos a ver pequeños saltos de agua y volvemos a cruzar el arroyo por un puente de madera.




Poco después llegamos a la primera zona de cascadas que nos deja con la boca abierta. Hemos tenido suerte y aunque el día está muy cubierto y lloviznea a ratos hay bastante agua y las cascadas están espectaculares.



Impresiona especialmente la cascada de la izquierda, estrecha y alargada en un rincón semicircular con mucho encanto, y nos quedamos un buen rato cautivados por estos regalos que nos hace la naturaleza.



Pero esto no es más que el comienzo, siguiendo las escaleras de madera encontramos otro "pequeño" tesoro...



Desde aquí el camino sube hasta pasar junto a la cascada anterior, que podemos ver ahora desde arriba.



Y cuando creíamos que ya lo habíamos visto todo encontramos el último de estos maravillosos rincones...



Como además tuvimos la suerte de estar solos todo el tiempo, pudimos disfrutar de la paz y tranquilidad que transmiten estos lugares.



Por desgracia había que regresar y tuvimos que despedirnos de las cascadas, aunque con la determinación de volver sin ninguna duda. El camino va dejando atrás el arroyo tras cruzarlo de nuevo, subiendo hacia la pista que habíamos abandonado antes.




A partir de ahí sólo queda deshacer lo andado hasta la bifurcación, donde cogemos la pista que nos lleva a Lamiña entre pastos verdes y antiguas cabañas.





Pasamos junto a la ermita de San Fructuoso para poco después llegar al pueblo de Lamiña, donde terminamos esta ruta bonita, fácil y entretenida, que se nos ha quedado grabada por sus espectaculares rincones.