sábado, 27 de junio de 2015

3 días en Roma en mayo 2015 - Día 2 (Parte I)


Nuestro segundo día en Roma, el primero completo, lo íbamos a dedicar al Vaticano y a ambos márgenes del río Tíber.



Salimos pronto del apartamento para coger el metro en Termini dirección a los Museos Vaticanos, ya que teníamos la entrada comprada para ellos para las 9.30. En el metro, si no se dispone de Roma pass, se debe comprar el billete sencillo en las máquinas habilitadas. Vale 1,50 € y tiene una duración de 100 minutos durante los cuales se pueden hacer los transbordos que se quieran.

En nuestro caso para llegar hasta el Vaticano teníamos que coger la línea A en dirección a Battistini, pero por despiste mío nos metimos en la B y en la siguiente parada tuvimos que volver a Termini y deshacer el error. A esas horas el metro es una auténtica locura, no corres riesgo de morir atropellado por los coches como en la calle pero empujones y pisotones no te los quita nadie y aunque pasan los trenes cada 3 minutos al haber tanta gente hay que estar rápido si se quiere entrar en el vagón.

Para llegar a los Museos Vaticanos es posible bajarse en la estación de Ottaviano o en la de Cipro, desde ambas hay unos 10 minutos andando, por lo que nosotros nos bajamos en la primera que fue la que encontramos de camino. Cuando se compran las entradas por internet te envían un e-mail con información sobre cómo llegar en distintos medios de transporte, el recorrido por los museos y otros servicios. Su horario de visita es de 9 a 18 horas, aunque el último acceso es a las 16 horas. Los domingos están cerrados salvo el último de cada mes que la visita es gratuita. Además, entre el 24 de abril y el 31 de julio, y del 4 de septiembre al 30 de octubre, existe la posibilidad de hacer la visita nocturna, ya que abren entre las 19 y las 23 horas (último acceso a las 21:30 horas), aunque en este caso es imprescindible comprar las entradas por internet.

El acceso a los Museos está en un lateral de la Ciudad del Vaticano, con 900 habitantes el estado independiente más pequeño del mundo, que se encuentra rodeado casi en su totalidad por murallas. Al llegar allí nos asustamos un poco, ya que nos encontramos una fila enorme que llegaba casi a la plaza San Pedro, aunque nosotros al llevar ya compradas las entradas podíamos ir directos a la puerta principal. Allí hay que hacer una pequeña fila para pasar el control de seguridad pero nada comparado con la que había para comprar las entradas, por lo que, aunque supone un recargo de 4 € por entrada, realmente merece la pena cogerlas por internet, en especial si se dispone de poco tiempo. Aunque no devuelven el dinero sí que se puede modificar la fecha de la visita hasta una hora antes de la misma en caso de necesitarlo. Nosotros compramos las entradas sencillas, sin visita guiada, que tienen un precio de 16 € sin descuento. Al acceder a la web se pueden ver cuántas entradas quedan para las distintas horas, siendo recomendable cogerlo con tiempo. Si hay disponibilidad, es posible modificar la reserva más adelante para concertar la visita guiada pagando la diferencia, que según lo que se quiera visitar varía entre los 32 y 37 € por persona.


Una vez pasado el control de seguridad y el punto de información, donde facilitan mapas con distintos itinerarios (todos pasan por la Capilla Sixtina), hay que acercarse a una ventanilla de "Online y grupos" para recoger los tickets y con eso ya se puede acceder, pasando junto a unos mostradores donde se pueden recoger las audioguías previo pago.  Nosotros continuamos hacia las galerías principales de los Museos, dejando a la derecha la entrada a la Pinacoteca.


Poco después encontramos el Cortile della Pigna o Patio de la Piña que recibe su nombre de la enorme piña de bronce del siglo I, situada en el lateral más próximo al lugar de acceso. Originalmente formaba parte de una fuente situada en Campo de Marte, donde se realizaban los ejercicios militares y en el siglo VIII fue trasladada a la plaza de San Pedro para que los peregrinos pudieran beber, pero en 1608 se llevó a su ubicación actual.



Continuando con el recorrido encontramos otro patio desde el que se puede ver la espectacular cúpula de la Basílica de San Pedro.







Siguiendo las indicaciones se accede propiamente a los Museos. En la información que mandan al comprar las entradas indican que el recorrido básico se tarda en realizar unas 2 horas e incluye el museo de Pío Clementino, la galería de los Candelabros, la galería de los Mapas, la galería de los Tapices, las habitaciones de Rafael y la Capilla Sixtina. En total, los Museos Vaticanos, abiertos al público desde el siglo XVIII, albergan 30 colecciones en unas 1400 salas, por lo que resulta imposible verlo todo en una única visita. A esa hora aunque ya había gente no resultaba agobiante, y como no llevábamos visita guiada íbamos parando sólo en lo que nos interesaba, por lo que iniciamos la visita sin desviarnos al museo Chiaramonti, el Pío-Clementino o los muesos etrusco y egipcio.


Subimos las escaleras para atravesar una serie de corredores decorados, las galerías de los Candelabros, con esculturas de la Roma clásica, la de los Tapices y la de los Mapas. Ya sólo los edificios en sí resultan espectaculares, tan grandes y con sus altos techos ornamentados hasta el límite de la imaginación, y de la ostentación...







Como nosotros no somos mucho de arte, una de las galerías que más nos gustó fue la de los Mapas, encargada por el papa Gregorio XIII en 1580 y basada en la obra del cartógrafo Ignazio Dantique, que incluye lienzos enormes de distintas partes del mundo tal y como se conocían en aquella época.



Continuando hacia las estancias decoradas por Rafael para uso privado del papa Julio II, donde la sala principal es la Stanza della Segnatura o Sala de la Firma, se debe salir por un pasillo exterior que permite ver otro de los patios del recinto, usado en la actualidad como aparcamiento.



Y por último, tras varias vueltas por escaleras y pasillos, se llega a lo que para muchos es casi el único objetivo de la visita, la Capilla Sixtina. Su construcción comenzó en 1475 bajo el papado de Sixto IV y fue decorada por grandes artistas como Botticelli, Chirlandaio o Perugino, si bien destaca el techo obra de Miguel Angel, que cubrió una superficie de 500 metros cuadrados con 9 escenas del Génesis. También de Miguel Angel es el fresco de la pared del altar, representación del Jucio Final.


En la práctica se trata de una sala atestada de gente donde el personal de seguridad manda guardar silencio cada 5 minutos por tratarse de un lugar santo, con lo que pierde un poco de encanto. Por supuesto tanto el techo como las paredes son espectaculares y aunque no está permitido hacer fotos, conseguimos sacar una destrangis...




A partir de ahí se sale atravesando varias salas con colecciones de arte hasta regresar a la zona de la cafetería, junto a otro patio desde donde se ve de nuevo la cúpula de la basílica de San Pedro.





Para salir se atraviesan los museos numismático y filatélico para después bajar por una espectacular escalera de caracol diseñada por Giuseppe Momo en 1932, que nos lleva hasta la entrada principal, por donde salimos de nuevo a la calle, donde descubrimos que la fila para comprar las entradas no ha hecho más que aumentar.










Rodeando las murallas llegamos hasta la plaza de San Pedro, no sin antes hacer una breve parada para comprar unos ricos helados y calmar el calor bajo un sol abrasador.
La plaza de San Pedro, con la basílica de fondo, es la imagen más representativa de este pequeño estado que en 1929 consiguió la independencia política de Italia, convirtiéndose el Papa en el jefe de gobierno y del estado. El Vaticano tiene pasaporte, servicio de correos (dentro de los museos hay una oficina postal desde donde enviar cartas o postales), matrícula, bandera y guardia propios. 



Su nombre es anterior al cristianismo, ya que viene del nombre en latín de la colina sobre la que se asienta, los Mons Vaticanus. Sin embargo, se convierte en el centro de la cristiandad al ser aquí crucificado y enterrado san Pedro. La primera gran basílica la construyó el emperador Constantino en el año 326, pero fue completamente derribada y construida de nuevo a partir de 1506 bajo el mandato del papa de Julio II, prolongándose su construcción durante más de 100 años. 



La enorme plaza, construida en 1656, tiene forma elíptica, de manera que si se mira desde arriba se asemeja al ojo de una cerradura, en representación del papel de San Pedro como guardián de las puertas del cielo. Está delimitada además por una increíble columnata con más de 200 estatuas de santos menores en su parte superior. 



El obelisco egipcio presente en el centro de la plaza lo trajo el emperador Calígula de Alejandría en el año 37 d.C.



Cuando llegamos allí había una fila rodeando la plaza junto a la columnata que llegaba hasta la mitad aproximadamente. Aunque la entrada es gratuita hay que pasar un control de seguridad, situado bajo la columnata norte, que es el que genera la cola, así que si se quiere entrar no hay más remedio que hacerla, aunque hay momentos en los que no es muy grande y avanza bastante rápido. Pasado este control hay un segundo puesto donde supervisan la vestimenta, ya que no se puede entrar con faldas o pantalones cortos, ni con los hombros sin cubrir, como camisetas de tirantes o sin mangas. En temporada alta suele haber gente por la zona que aprovecha la oportunidad para hacer negocio vendiendo pantalones de papel para los turistas despistados.




Ya la zona exterior de la basílica resulta impresionante, con sus pórticos y columnas enormes y los miembros de la Guardia Suiza con sus llamativos colores. Sin embargo al entrar dentro las palabras se quedan cortas para describir la inmensidad del lugar y de su ornamentación. Aunque es inevitable pensar en lo que puede costar todo esto y la reflexión que nos supone, lo mejor es intentar no hacerse mala sangre y recorrerla como si de una obra de arte en 3 dimensiones se tratase. En la primera capilla de la derecha se encuentra, protegida por un cristal, la Pietà de Miguel Ángel, una de sus obras más conocidas realizada en 1499 cuando tenía sólo 25 años. Al fondo de la nave central está la estatua de San Pedro, de Arnolfo di Cambio, del siglo XIII y que se conserva de la basílica primitiva. Es costumbre besar o acariciar sus pies.

Señalando el lugar donde se encuentra la tumba de San Pedro, bajo la espectacular cúpula de Miguel Angel, hay un enorme baldacchino de bronce de más de 20 metros creado por Bernini en 1624. Su construcción, ordenada por el Papa Urbano VII no estuvo exenta de polémica, ya que se necesitó tal cantidad de metal que el propio Papa ordenó fundir los bronces que adornaban el pórtico del Panteón. Otras obras de Bernini en el interior de la basílica son el Trono de San Pedro en la Gloria y la ventana del Espíritu Santo detrás del altar, y el monumento al papa Alejandro VII al final de la nave lateral izquierda.

Otro de los puntos destacados de la basílica es su Cúpula, a la que se puede subir previo pago entre las 8 y las 18 horas de abril a septiembre y hasta las 17 horas el resto del año. Se puede hacer una parte en ascensor y el resto a pie (320 escalones que equivalen a unos 17 pisos), o todo por la escalera en espiral (550 escalones). En el primer caso el precio es de 7 € y en el segundo de 5 €. El acceso varía según la afluencia de gente pero siempre está señalizado al entrar a la basílica. Nosotros no subimos, nos parecía un poco caro y no teníamos demasiado interés, aunque dicen que las vistas son impresionantes, tanto del Vaticano como del resto de Roma.

También se pueden visitar la Sacristía y el Tesoro y las Grutas subterráneas. A lo primero se accede desde la nave lateral izquierda y contiene objetos litúrgicos e históricos de distintos orígenes. Está abierto en invierno de 7 a 18:30 y en verano hasta las 19 horas y su precio es de 6 €. Las Grutas subterráneas por el contrario son gratuitas y contienen tumbas de reyes, reinas y papas a partir del siglo X. Están abiertas de 9 a 17 horas en invierno y hasta las 18 en verano e incluyen también maquetas de la antigua básilica e información sobre las obras que permitieron encontrar la tumba de San Pedro.

Por último, la Necrópolis Vaticana, que contiene la tumba de San Pedro, es otro de los puntos clave. Su visita está restringida a 250 personas al día y su precio es de 12 € con guía incluido. Para reservar las entradas hay que enviar un e-mail a scavi@fsp.va, un fax al +390669873017 o presentarse en el Ufficio Scavi (a la izquierda de la columnata de Bernini).




El Papa concede audiencias todos los miércoles a las 10.30 horas. Es posible solicitarla de forma gratuita escribiendo una carta a la Prefettura della Casa Pontificia o en las propias oficinas un par de días antes, en la puerta de bronce a la derecha de la basílica custodiada por la guardia suiza. Además se le puede ver los domingos a las 12 cuando se asoma al balcón de la biblioteca para el tradicional angelus, congregando a miles de personas en la plaza de San Pedro.





La salida de la basílica se realiza por su lado izquierdo, volviendo de nuevo a la plaza de San Pedro. Como no nos atraían especialmente el resto de lugares visitables del Vaticano y queríamos aprovechar el poco tiempo que teníamos para recorrer la ciudad pusimos rumbo al Castell de Sant Angelo.

El camino más directo es a través de la vía della Conziliazione, una gran avenida con frecuentes atascos y flanqueada por columnas que hacen de marco para la básilica de San Pedro que vamos dejando atrás. Ahí paramos a comprar algo de beber en una cafetería, ya que los puestos junto a la básilica tienen precios prohibitivos, 4 € por una Fanta que además parecía llevar allí bastante tiempo.



Recorriendo la avenida hasta el final llegamos al Castel de Sant'Angelo, junto al cual hay una oficina de turismo que estaba cerrada cuando pasamos por allí.
Este impresionante edificio circular del año 138 d.C., fue construido en el margen izquierdo del río Tíber como mausoleo para el emperador Adriano y su familia. En el siglo V se convirtió en fortaleza y en el año 590 se le dio el nombre actual, utilizándose desde entonces como prisión y refugio de los papas en caso de asedio. A partir de 1270, un corredor secreto les permite desplazarse desde el Vaticano allí sin riesgo.



Hoy día es un museo que acoge artefactos de distintos periodos de la historia de Roma. Se puede visitar de martes a domingo de 9 a 19.30 horas. El precio de la entrada es de 10,50 €, pudiendo variar según exposiciones temporales y se tarda en recorrer aproximadamente 1 hora, destacándose habitualmente las vistas desde su terraza superior.

A sus pies se encuentra el Ponte Sant'Angelo, uno de los puentes peatonales más bonitos de la ciudad y desde el que se tienen buenas vistas, además del propio Castel de Sant'Angelo, de otros puentes de varios siglos de antigüedad como el de Vittorio Emanuelle II de 1911.



Desde allí continuamos hacia la piazza Navona por la vía del Coronari, estrecha calle semipeatonal con mucho encanto donde abundan las pequeñas tiendas y cafeterías. Es habitual ver por allí a jóvenes curas que probablemente asistan a clases por los alrededores.






La vía del Coronari desemboca en la Piazza delle Cinque Lune, desde donde se divisa al fondo el imponente edificio del Palacio de Justicia.



A pocos pasos de ahí está la Piazza Navona, una de las más famosas de Roma. Su forma alargada y redondeada en los extremos se debe a que se encuentra sobre lo que fue el Stadium de Domiciano, construido en el siglo I dC (antes que el Coliseo) para celebrar carreras o agona (competiciones). Ese es también el origen de su nombre, de Piazza in agona fue evolucionando a Piazza Navona. Tenía capacidad para más de 30.000 espectadores y estuvo en uso hasta el siglo V.






El aspecto actual de la plaza data del siglo XVII, destacando en ella sus 3 espectaculares fuentes: la Fontana di Nettuno en el extremo norte, la Fontana del Moro en el sur y la Fontana dei Quattro Fiumi (o de los cuatro ríos) en la parte central. Las dos primeras son de la década de 1570, mientras que la central se inició en 1648. El obelisco del Circo de Majencio que caracteriza ésta última lo soportan cuatro estatuas alegóricas que representan ríos de cada uno de los continentes principales: el Ganges de Asia, El Nilo de África, el de La Plata de América y el Danubio de Europa.








Detrás de esta fuente se encuentra la iglesia de Sant' Agnese in Agone, de acceso gratuito, y dedicada a Santa Inés (Agnese en italiano), una joven devota cristina que se convirtió en mártir en los inicios del cristianismo tras ser ejecutada aquí en el año 304 por negarse a casarse con un alto cargo de la guardia militar romana. Se cuenta que el hombre mandó desnudarla en la plaza para humillarla y su pelo creció milagrosamente para taparla, y que la hoguera donde iba a ser quemada no consiguió ser encendida por lo que finalmente fue decapitada. El Palazzo Pamphili, a la izquierda de la iglesia, fue construido como residencia del papa Inocencio X, albergando en la actualidad la embajada de Brasil.



A pocos metros de allí, saliendo por el extremo suroeste de la plaza se encuentra la Piazza Pasquino, de forma triangular y utilizada como aparcamiento. Sin embargo su fama está en uno de sus extremos, donde se encuentra Pasquino, la única "estatua parlante" de Roma que dura hasta hoy. Hubo un total de 6, conocidas como El congreso de los ingeniosos, que se hicieron populares en el siglo XV por la estricta censura papal. En ellas la gente pegaba papeles anónimos con críticas políticas y eclesiásticas o con sátiras, habitualmente en verso en el dialecto local. A nosotros se nos despistó y no nos acercamos a verlo, aunque seguramente resultará de lo más curioso.


En nuestro caso salimos de la plaza por su extremo sur, dirigiéndonos hacia otro de los puntos importantes de la ciudad, el mercado de Campo de' Fiori o de las Flores. Lo que inicialmente era una pradera se fue transformando hasta convertirse en mercado de carne, lugar de ejecuciones o de mítines políticos. En la actualidad es un mercado de comida y flores por las mañanas, con mucho ambiente y un montón de bares y terrazas en los alrededores.



Hay varios puestos de pasta, fruta y verduras y algunos de especias, que llaman especialmente la atención por la gran variedad de ellas que ofrecen y lo colorido de sus mesas.



En la Edad Media era zona de artesanos y las calles de los alrededores aun conservan los nombres de aquella época, como la Vía dei Cappelari (sombrereros) o dei Chiavari (cerrajeros).

Dejando atrás Campo d' Fiori en dirección al río nos encontramos con dos grandes palacios renacentistas como son el Palazzo Spada y el Farnese.

El Palazzo Spada, con fachada de 1540, es famoso por un trampantojo creado por Borromini, que hace que una pequeña galería de columnas de 9 metros de largo parezca la entrada de un gran jardín que en realidad no existe. Hoy en día una parte alberga oficinas del Tribunal Supremo y otra colecciones de arte de importantes pintores italianos que se puede visitar previo pago de 5 €. Habíamos visto en el blog Un mundo para 3, que era posible acercarse a ver el trampantojo sin pagar la entrada, pero los lunes estaba cerrado por lo que nos fue imposible asomar la cabeza siquiera. Por lo que he visto en su web, ahora el día de cierre ha pasado a ser los martes.





En la misma plaza, la Piazza Capo di Ferro, encontramos una pequeña fuente justo enfrente de la entrada al Palazzo Spada, algo muy típico de las calles romanas, con fuentes o estatuas en cada rincón.









A una calle de allí se sitúa la Piazza Farnese, en el centro de la cual hay dos enormes pilas de agua que proceden de las Termas de Caracalla. El símbolo de esta enorme plaza es el palacio del mismo nombre, Palazzo Farnese, que actualmente aloja la embajada de Francia y cuya construcción se inició en 1514.




Desde aquí nos dirigimos al popular barrio del Trastévere, con mucho ambiente y de donde habíamos leído que se puede comer bien a buen precio. Su nombre significa literalmente "a la otra orilla del Tévere" (el río Tíber en italiano). Para llegar hasta allí cruzamos el río por el ponte Sisto y vamos recorriendo sus callejuelas buscando un lugar apetecible donde degustar la primera comida romana del viaje.

Hay un montón de restaurantes donde elegir, nosotros finalmente nos decantamos por el Grazia Graziella, que tenía terraza fuera a la sombra y esto era un gran punto a su favor con el calor que hacía. La comida resultó estar muy bien, los camareros eran simpáticos y tienen menú en distintos idiomas, incluido español. Pedimos cada uno un plato con bebida y pan y pagamos 45 € entre los 4. Además desde allí podíamos disfrutar de vistas del campanario de la basílica Santa María in Trastevere, a la que nos dirigimos después de comer.


jueves, 11 de junio de 2015

3 días en Roma en mayo 2015 - Día 1


Nuestro viaje a Roma comenzó con un pequeño susto, ya que cuando nos encontrábamos en el aeropuerto de Valencia en la fila para embarcar, descubrimos (ya que nadie nos informó) que el vuelo estaba retrasado. Teníamos prevista la salida a las 10:30 y finalmente salimos sobre las 12, aunque por lo demás todo fue bastante bien.

Una vez en el aeropuerto de Ciampino, como habíamos comprado los billetes de autobús por internet de Terravisión para la hora a la que pensábamos llegar y nos habíamos retrasado, teníamos dudas de si nos los aceptarían. Pregunté en el avión porque creo que antes Ryanair trabajaba con Terravisión, pero ahora lo hacen con otra compañía. Por suerte no hubo ningún problema, de hecho ni nos miraron los billetes. El funcionamiento de Terravisión en Roma no tiene que ver con el de otros sitios como Londres, ya que aquí, como muchas otras cosas, es algo caótico y hay que estar atento para no quedarse fuera, en especial para la vuelta desde Termini a donde conviene ir con tiempo.



El aeropuerto de Ciampino no es muy grande y la salida hacia los autobuses está bien señalizada. Todos ellos se sitúan en una zona de aparcamiento en uno de los laterales de la terminal. En nuestro caso, al llegar a la parada no estaba el autobús y tuvimos que esperar. Suele haber una persona de Terravisión con un chaleco reflectante que repite a quién le pregunta que hay que esperar haciendo fila. Tanto si has comprado el billete por internet, allí, para esa hora o para otra, la fila es la misma, así que conviene estar rápidos. Una vez llegó el autobús fuimos metiendo las maletas y entregando los billetes que apenas miraban hasta que el bus se llenó y pusimos rumbo a Roma.

La conducción en Roma realmente merece un capítulo aparte. Yo de Italia sólo conocía Florencia y Génova y fue hace varios años, pero no recuerdo haber tenido esa sensación de estrés respecto al tráfico como sucede en Roma. Tanto dentro del autobús como después como peatones los sustos son continuos y las pitadas entre conductores también. La impresión que da es que cada uno va a lo suyo y las normas están para saltárselas. Además en nuestro caso el autobús era viejísimo y se apagaba el motor cuando paraba en algún semáforo, lo que no añadía mucha seguridad. Con decir que la ventana del techo estaba sujeta con botellas de agua... Eso sí, aire no nos faltó, en nuestros asientos el panel superior estaba colgando, así que salía bastante como para sobrellevar mejor el calor.

Desde el aeropuerto de Valencia, al conocer el retraso del vuelo, habíamos enviado un e-mail a Marco, el dueño del apartamento que habíamos alquilado, para informarle de la situación y quedar algo más tarde. Tras el vuelo de un par de horas y el autobús de unos 45 minutos llegamos a Termini sobre las 15:15. De ahí al apartamento eran unos 10 minutos y nada más mandarle un sms para avisarle que estábamos en el portal bajó a recogernos. El piso era un 5º con ascensor y por dentro estaba muy bien, limpio, ordenado y bastante grande (ver Roma: Introducción y datos útiles). Marco nos explicó lo necesario sobre el piso y tras dejar las maletas salimos a dar nuestro primer paseo con Roma, con objetivo prioritario comer algo, ya que con el retraso se nos había hecho tarde y ya teníamos bastante hambre.

Nuestra idea era dar un paseo por la parte sur de la ciudad, ya que era la que quedaba algo más alejada del centro y la mayoría de lugares de interés y probablemente no tendríamos tiempo de verla en los 2 días que estaríamos allí. En el mapa se puede ver de forma aproximada el recorrido que hicimos esa tarde.




A unos pocos pasos del apartamento estaba la basílica de Santa María Maggiore, la única de las cuatro patriarcales de Roma dedicada a la Virgen María. A este barrio se le conoce como el Esquilino, de donde toma el nombre la plaza situada en la parte trasera de la iglesia, por donde llegamos a ella.




Allí encontramos uno de los obeliscos egipcios que hay en Roma, procedente del mausoleo de Augusto. Hay además un pequeño mercadillo donde venden golosinas, ropa, joyas y recuerdos turísticos.

La basílica se puede visitar a diario gratuitamente de 7 a 19 horas, pero como pensábamos dedicarla el poco tiempo que teníamos el último día antes de irnos por estar tan cerca del apartamento, seguimos camino buscando un sitio donde comer. La rodeamos hasta alcanzar su fachada frontal, bastante animada a esas horas del día.




Continuamos por la vía Merulana, una larga avenida que conduce hasta otra de las basílicas patriarcales de Roma, San Giovanni in Laterano o San Juan de Letrán. Pero antes teníamos que llenar nuestros estómagos. Mientras íbamos mirando sitios donde comer algo, pasamos junto al Santuario della Madonna del Perpetuo Soccorso. Al ser de las primeras iglesias que veíamos aun nos llamaba la atención, pero con la infinidad de ellas que hay en Roma, aunque empiezas haciendo fotos con ilusión lo tienes que acabar dejando si no quieres morir en el intento...
No queríamos entretenernos mucho tiempo con la comida para aprovechar el rato que teníamos hasta las 8, hora a la que teníamos que estar de vuelta en Termini para recoger a mi madre y mi tía, pero al final el sitio que más nos convenció de los muchos que había fue la pizzeria La Cuccuma, un local haciendo esquina con buffet y pizzas. Sino recuerdo mal pagamos 15 euros entre los dos por un menú para José de pasta y pollo y una porción de focaccia para mi, más las bebidas. La comida estaba bien sin ser ninguna maravilla pero como además tenía wifi, comimos tranquilamente y disfrutamos bastante de nuestra primera comida romana.


Una vez repuestas las fuerzas nos dirigimos a nuestro siguiente objetivo, San Giovanni in Laterano. La vía Merulana desemboca en la plaza del mismo nombre, un gran cruce lleno de vehículos que hay que atravesar y cuyo elemento principal es el mayor obelisco que queda en pie en Roma, procedente del tempo de Amón en Karnak.



El edificio situado a la izquierda del obelisco es el Palacio Laterano, la primera residencia oficial de los Papas, en uso desde el siglo IV hasta la construcción del Vaticano, mientras que la zona de la derecha alberga la Universidad Pontificia Lateranense.

No teníamos muy claro donde estaba el acceso a la basílica, así que, dentro de nuestra incultura en temas eclesiásticos, primero nos acercamos al pequeño edificio de planta octogonal situado en la esquina derecha de la plaza. Resultó ser el baptisterio de la básilica, construido en el siglo V y donde se administraba el bautismo por inmersión en una pequeña piscina. De hecho en ese momento estaba celebrándose uno, aunque había también varios turistas. Nosotros hicimos un par de fotos cerca de la puerta y nos marchamos para no molestar, aunque resulta impactante un lugar tan pequeño lo que puede albergar.





La entrada principal a la basílica se encuentra en el lateral izquierdo de la plaza, hacia el este, junto al palacio Laterano. Su fachada es impresionante, la habíamos visto desde el autobús que nos llevaba a Termini como un gran pórtico sin saber aún lo que era y nos había llamado la atención. Sus puertas de bronce del siglo XVIII procedentes de la Curia en el Foro Romano son originales. 



La entrada es gratuita y está abierta todos los días de 7 a 18:30. Se trata de la primera basílica cristiana y catedral de la diócesis de Roma, cuyo obispo es el Papa. Por ello, al albergar el altar papal, tiene una importancia espiritual mayor aún que la de San Pedro del Vaticano.


Su interior es espectacular, en nuestro caso al ser la primera a la que entrábamos nos impactó aún más, su majestuosidad, los años que lleva en pie y la cantidad de dinero ahí invertido. En esta basílica el artesonado de madera y oro es de 1567.



Frente a la puerta principal de la básilica hay otro pequeño edificio muy visitado ya que alberga la Scala Santa, los 28 escalones que se cree Cristo ascendió para entrar en la casa de Poncio Pilatos, y que fueron una de las primeras reliquias sagradas que se trajeron a Roma.

Está abierto todos los días con horario similar al de la basílica (aunque cierra al mediodía) y el acceso es gratuito. Choca ver como aún hoy en día muchos devotos las suben de rodillas.

Una de las cosas que nos llamaron la atención de la ciudad son sus semáforos, cuyo foco de luz roja es casi el doble de grande que el resto, aunque esto no evita por desgracia que cruzar las calles en ocasiones implique jugarse la vida... De hecho en las 3 horas que llevábamos en Roma ya habíamos visto un accidente de moto y varios que a punto habían estado de serlo...



Continuamos nuestro paseo en dirección a las Termas de Caracalla por la avenida del Amba Aradam, el calor apretaba por lo que íbamos todo el rato buscando la sombra. Por el camino íbamos encontrándonos con vestigios de épocas antiguas por todas partes, algo habitual en Roma.

Al llegar a la zona de las Termas nos encontramos que el acceso a ellas estaba por el lado contrario a donde habíamos llegado así que las rodeamos para llegar allí. Sin embargo lo que veíamos por fuera no nos entusiasmaba mucho, se veían las ruinas de grandes muros, lo que unido a que había que pagar y que José no se encontraba muy bien por la alergia y el cansancio acumulado hizo que nos lo pensáramos mejor y decidiésemos seguir con el paseo tranquilamente.




La entrada a las Termas son 6 euros, tiene una validez de 7 días e incluye el acceso a la Villa dei Quintili y al Mausoleo di Cecilia Metella, aunque nosotros no íbamos a poder aprovecharlo al estar pocos días. Los horarios varían según la época del año, conviene visitar su página web donde también se pueden comprar las entradas por anticipado, aunque no suele haber aglomeraciones de gente, al menos cuando estuvimos nosotros no había nada de cola.





Pusimos rumbo entonces hacia Termini, para recoger a mi madre y mi tía, y mirando el mapa vimos que nos venía de paso el Coliseo así que no nos pudimos resistir y para allá que fuimos. Es uno de los lugares más emblemáticos del mundo, por lo que hace especial ilusión verlo por primera vez. 



Para llegar hasta él recorrimos dos grandes avenidas, Viale delle Terme di Caracalla, con varios carriles para coches flanqueados por árboles y un parque en uno de sus lados, y Vía S. Gregorio, que pasa por debajo de la colina del Palatino, atravesando los restos de un antiguo acueducto, y desemboca en el Arco de Constantino.

El Arco di Constantino construido en el año 315 por el emperador Constantino I el Grande, fue el último gran arco triunfal que se construyó en el Foro romano, justo antes de trasladarse el poder político a Bizancio, actual Estambul, y llamada entonces Constantinopla. Este cambio de capitalidad, consecuencia de la fragmentación del Imperio, su falta de recursos y la diversidad política y religiosa, aceleró la decadencia de Roma que un tiempo después fue saqueada por los bárbaros.








Y a la derecha del arco de Constantino ahí lo teníamos, el archifamoso Coliseo romano. He de decir que mi primera impresión fue un poco de decepción, ya que desde donde íbamos la calle ascendía ligeramente y al estar viendo además la cara de menor altura (ya que en esa parte le falta la fachada exterior) me pareció bastante más pequeño de lo que esperaba. Sin embargo, al acercarnos más, rodearlo y por supuesto al visitar su interior, esta impresión cambia completamente, resultando realmente impresionante.





Estuvimos por allí una media hora rodeándolo y haciendo fotos desde distintos ángulos ya que con la luz que había estaba espectacular, aunque como teníamos entradas para verlo dos días después no nos entretuvimos demasiado.




Había bastante movimiento de gente pero no resultaba para nada agobiante. Lo que si resultaba un poco pesado (y más que lo sería durante el resto del viaje) eran los incansables vendedores ambulantes de palo-selfies, baterías y demás gadgets, que te insistían constantemente para que les comprases algo...





De allí, a través de las escaleras que hay dentro de la estación de metro del Coliseo para no tener que dar toda la vuelta que hace la calle, continuamos rumbo a Termini con intención de pasar por la Basílica de San Pietro in Vincoli. De camino paramos a comprar un helado en una pequeña cafetería que hacía esquina, ya que teníamos ganas de probarlos y el calor llevaba apretando todo el día, y lo comimos tranquilamente en las escaleras de la plaza de la basílica. Cuando llegamos estaban cerrando, y aunque su exterior no resulta nada llamativo, al menos al atardecer tiene un encanto especial. Junto a ella se encuentra la facultad de ingeniería de la Universidad romana de Sapienza.







Además, para acceder desde allí a la Vía Cavour, encontramos un curioso pasadizo digno de la Italia de hace varios siglos secreta y misteriosa.





Bajamos por el pasadizo hasta la vía Cavour, una calle principal con bastante tráfico y ruido y decidimos seguir por la paralela vía Urbana. Esta calle es todo lo contrario a la anterior, semipeatonal, llena de pequeñas tiendas, bares y restaurantes, con bastante ambiente sobre todo al atardecer pero mucho más tranquila. La recorrimos hasta el final, pasando junto a la pequeña Basílica de Santa Pudenziana, de entrada gratuita y abierta hasta las 18 horas. Para acceder a ella hay que bajar unas escaleras ya que se encuentra situada al nivel original de la calle. Según cuenta la leyenda, está dedicada a una de las hijas del senador romano Pudente, quien acogió a San Pedro en su casa y éste les convirtió al cristianismo. La iglesia dedicada a su otra hija, la Basílica di Santa Prassede, está cerca de aquí, en una pequeña callejuela junto a Santa María Maggiore.





Continuamos hacia Termini por la vía del Viminale, pasando  junto al Teatro Nazionale y el Teatro dell'Opera.




Tras recoger a mi madre y mi tía, que llegaban como nosotros en Terravisión a Termini, compramos algunas cosas en un supermercado Despar que hay dentro de la estación y fuimos al apartamento a dejarlo todo. Como ya eran casi las 9 salimos en busca de un lugar donde cenar por allí cerca. Habíamos visto varios restaurantes que no tenían mala pinta en la vía Urbana así que nos dirigimos hacia allí. Pero por desgracia la mayoría estaban llenos y al final entramos en uno bastante normalito, Non c'è trippa pe gatti. La carta era bastante variada y no fue demasiado caro, 51 € los cuatro, aunque en su interior hacía bastante calor.

Para bajar la cena fuimos dando un paseo hasta el Coliseo, para verlo iluminado de noche. Seguía habiendo gente pero mucha menos que durante el día. Realmente merece la pena verlo también por la noche, es uno de los lugares de Roma al que no importa volver todas las veces que hagan falta.



Y junto a él, el Arco de Constantino...



Ya de vuelta hacia el apartamento pasamos junto a Santa María Maggiore, también espectacular de noche y a la que sobrevolaban multitud de pájaros lo que la daba un aspecto todavía más impresionante. Un gran final para nuestro primer día en la capital romana.