domingo, 27 de septiembre de 2015

Eidfjord Hytter, cabaña a las afueras de Eidfjord


Nuestra primera noche en los Fiordos la pasamos en la zona de Eidfjord. Con la idea de hacer el presupuesto lo más ajustado posible, habíamos reservado los alojamientos con bastante antelación, todos ellos cabañas por ser lo más barato que encontramos.

Eidfjord Hytter son 6 cabañas que pertenecen a Eidfjord Gjestgiveri, un bed & breakfast a 6 km de Eidfjord, en la población de Ovre Eidjford. Se trata de un edificio blanco de madera junto a la carretera que cuenta con 8 habitaciones dobles y ofrece desayunos.



Nosotros nos quedamos en una de las cabañas, todas ellas para 2 personas y que se encuentran junto al edificio principal, con un precio de 480 NOK la noche (apox. 54 €). Aparte se puede reservar el desayuno por 90 NOK/persona o alquilar sábanas y toallas por 75 NOK el juego.



Cada cabaña cuenta con dos camas (se pueden juntar) con almohadas y nórdicos, cocina eléctrica de dos placas con fregadero y nevera y una mesa con dos sillas. Además dispone de utensilios de cocina, lo que era importante para nosotros que llevábamos comida para cocinar allí pero nada para hacerlo. Los baños están bajo el edificio principal, con varias duchas y retretes para ambos sexos. No estaban mal aunque tampoco especialmente cuidados.




La recepción está en el edificio principal, un lugar curioso con decoración algo recargada pero que llama la atención. La entrada está indicada entre las 15 y las 21 horas. Hay wifi pero la señal no es muy buena y apenas llega a las cabañas, aunque el dueño nos comentó que podíamos estar en el edificio el tiempo que necesitáramos.



En conjunto la experiencia fue buena para ser la primera noche, a lo largo del viaje encontramos alojamientos mejores y peores. El mayor inconveniente era que los baños estuviesen algo lejos, pero se llevaba bien. Sitio sencillo pero aceptable y de lo más barato de la zona, por lo que probablemente repetiríamos.


martes, 22 de septiembre de 2015

Día 4 en Noruega (17/08): De Bergen a Eidfjord


Este día iniciamos nuestro recorrido por los fiordos, y tras desayunar y dejar el hotel, nos dirigimos a recoger el coche que habíamos alquilado con Hertz. La oficina estaba en las afueras de Bergen (c/ Kanalveien 48) y por lo que habíamos visto en la web de transporte público de la ciudad, la línea 83 de autobús nos dejaba justo allí. La parada de esta línea más cercana al hotel era Torget Q, junto al mercado de pescado. En esa zona hay varias paradas con el mismo nombre, Torget, y en cada una paran distintas líneas, por lo que para diferenciarse unas de otras junto al nombre de la parada va una letra mayúscula, de ahí la letra Q. En cada marquesina hay carteles con los horarios de las líneas que paran allí y un mapa de la zona con los nombres de cada parada.

El autobús de la línea 83 pasaba cada media hora y como teníamos que estar en la oficina para las 10 cogimos el bus de las 9:14. Fuimos con algo de tiempo ya que íbamos cargados con las maletas (a la más grande se le había roto el asa el día anterior y resultaba bastante incómoda de llevar) y además queríamos comprar antes el billete, ya que si se coge en el autobús son 50 NOK/persona en lugar de 35 NOK que cuesta si se coge previamente en una máquina o kiosko.


Nosotros los compramos en una de las máquinas que hay junto a algunas paradas, son fáciles de utilizar y se puede pagar con tarjeta de crédito o monedas (no con billetes). El único problema es que no encontré la forma de sacar dos tickets juntos y tuve que repetir el proceso dos veces para conseguir los dos billetes.



El autobús pasó puntual, al entrar validamos los tickets y sobre las 9.30 estábamos en la oficina de Hertz. En el bus hay una pantalla donde van saliendo los nombres de las siguiente paradas por lo que no tiene pérdida. Inicialmente nos dijeron que como lo habíamos reservado para las 10 aun lo estaban acabando de limpiar y que teníamos que esperar. Poco después nos pusimos con el papeleo y al poco nos entregaron las llaves del coche, un Toyota Auris híbrido. La sorpresa llegó cuando al entrar al coche descubrimos que era automático. Nunca habíamos conducido ninguno y aunque podíamos habernos acabado acostumbrando, al tener especificado en la reserva un coche manual pedimos si nos lo podían cambiar por ir más tranquilos. Nos dijeron que para ello teníamos que esperar porque el que tenían manual también estaban acabando de limpiarlo. Al poco nos entregaron un Hyundai i20 que aunque era de tamaño inferior a lo que teníamos reservado y el precio no nos lo modificaban, preferimos no dar más vueltas para no alargarnos mucho, ya que nos imaginábamos que la respuesta para otro coche iba a ser esperar más y al fin y al cabo para lo que necesitábamos era suficiente.

El día había amanecido cubierto aunque no llovía mucho, algunas gotas a ratos pero poca cosa. Pusimos el GPS para salir de Bergen hacia el sur sin coger peajes, lo que no es del todo sencillo, pero enseguida dejamos atrás los primeros kilómetros de transitadas carreteras interurbanas para meternos de lleno en los espectaculares fiordos. Aunque deberíamos haber empezado a acostumbrarnos, lo cierto es que no podíamos evitar estar los dos con la boca abierta señalando todo a nuestro alrededor: bosques, fiordos, casitas de madera, lagos, cascadas...

De hecho una de éstas fue nuestra primera parada del día, la cascada de Fossenbratte de 80 metros de altura, justo antes del túnel del mismo nombre, a unos 50 kilómetros de Bergen. Poco antes de llegar, el arcén derecho se ensancha bastante haciendo las veces de aparcamiento. Como tantos otros, dejamos el coche y nos acercamos un poco a disfrutar del entorno. Lo malo es que el sol quedaba justo encima de la cascada, por lo que las fotos dejaban bastante que desear.






Se puede seguir un sendero junto a la entrada del túnel que lleva hasta la cascada, pero nosotros optamos por seguir avanzando con el coche para no retrasarnos mucho. Por lo que he visto después, no se tarda mucho en llegar hasta ella, en unos 10 minutos se está en su base o si se sigue la antigua carretera se puede llegar a su parte superior.











Continuamos viaje y atravesamos nuestro primer peaje automático de 43 NOK. En Noruega, o al menos en esta zona, los peajes no son como en España, sino que tras señalarlo con un cartel con el precio, hay un poste en el que al pasar junto a él se enciende una cruz verde, lo que indica que han registrado tu paso para proceder al cargo. El coche llevaba en el parabrisas debajo del espejo retrovisor un pequeño aparato blanco para el Autopass, de manera que tras el viaje Hertz nos enviaba una factura con los gastos totales de peaje y nos los cobraban de la tarjeta de crédito que habíamos utilizado para pagar.



Unos 20 kilómetros más adelante volvimos a parar en otra cascada, la Steinsdalsfossen, muy popular ya que se puede pasar por detrás de ella. Junto a la cascada hay algunas casas, una cafetería y una tienda de recuerdos, pero para dejar el coche hay un gran aparcamiento con baños y oficina de turismo unos metros más adelante.




Subimos al mirador que hay al otro lado de la cascada, el camino está en buenas condiciones y no se tarda mucho en recorrer. Además resulta curioso pasar por detrás de la cascada, algo que ya habíamos vivido en la Seljalandsfoss en Islandia.




Desde el pequeño mirador se tienen buenas vistas del valle con predominio de los distintos tonos de verdes...



... y de la potente cascada que según cómo sople el viento te deja un poco pasado por agua.



Tras las fotos de rigor, emprendimos el regreso hacia el coche. Aunque había gente viendo la cascada no resultaba nada agobiante. Una vez de vuelta en el parking, entramos en la oficina de turismo a preguntar por rutas en la zona, ya que parecía que el día iba mejorando y llevábamos algunas pensadas pero no terminábamos de decidirnos. Nos atendieron muy bien y nos dieron varios folletos con mapas de la zona y distintas opciones.



Además de la ruta de las cuatro cascadas de Husedalen que sale desde Kinsarvik, nos recomendaron varios paseos por la zona de Fykse, o ya pasando Eidfjord,varias rutas más de alta montaña que conectan distintos refugios (ver mapa aquí).

Nosotros nos decantamos por decidir más adelante sobre la marcha y seguimos avanzando bordeando el Hardangerfjord por la carretera 7, que desde este punto es Carretera turística nacional y ofrece unas vistas preciosas. Entre Alvik y Kvanndal hay otro peaje automático de 43 NOK.




Poco antes de llegar a Lussand nos encontramos con un obstáculo: habían cortado la carretera temporalmente por obras y debíamos esperar media hora para poder seguir. Como ya era cerca de la una y media aprovechamos este rato para comer unos bocadillos y hacer alguna foto por la zona. Tuvimos la "suerte" de que junto a donde estábamos parados había una pequeña cascada que pasaba bajo la carretera y gracias a eso nos pudimos entretener algo más.





Una vez pudimos continuar, seguimos por la misma carretera hasta la bifurcación hacia Voss o Eidfjord. De camino nos seguían asombrando las vistas, tanto del fiordo y las altas montañas que lo rodeaban como de los pequeños pueblos que íbamos encontrando junto a la carretera, como el de Eide.






En la bifurcación nosotros teníamos que continuar hacia la derecha por la carretera 7 dirección Eidfjord, lo que implicaba atravesar un túnel, pero justo a la entrada de éste nos volvieron a parar por obras, aunque esta vez no llegó a 10 minutos.






El túnel de Vallavik, de 7,5 kilómetros, nos sorprendió por tener una rotonda en su interior, algo que habíamos visto en fotos pero no sabíamos que era aquí uno de los sitios donde se podían ver.






Pero aún nos quedaban más sorpresas. Esta rotonda permite desviarse hacia Ulvik por la carretera 572 pero nosotros continuamos por la 7 y nos encontramos con el Hardangerbrua o puente de Hardanger, el puente colgante más largo de Noruega con casi 1400 metros de longitud. Se construyó en 2009 para sustituir la conexión en ferry entre Bruravik y Brimnes y su elevado coste explica los altos peajes de la zona, ya que tras atravesarlo se entra obligatoriamente en otro túnel, también con rotonda en su interior, en el que hay que pagar un peaje de 150 NOK (cerca de 20 €), ya que sufragan el 63 % del coste del puente con estas tasas.

La rotonda permite elegir entre seguir por la carretera 7 hacia Eidfjord o coger la 13 dirección Kinsarvik y el PN Hardangervidda. Nosotros, algo cansados ya de obras y peajes, continuamos hacia Eidfjord con idea de aprovechar el tiempo por allí.





Pasado el pueblo de Eidfjord encontramos el Centro de visitantes a unos 7 km, abierto en verano de 9 a 19 horas, con exposiciones en 3 plantas, zonas interactivas y una película panorámica. El precio de la entrada para adultos es de 120 NOK. Nosotros simplemente preguntamos por rutas por la zona y nos dieron el mismo folleto que nos habían dado por la mañana.

Al otro lado de la carretera hay un gran edificio con una tienda de recuerdos, baños y cafetería. Allí vimos las cálidas pieles de reno y una muestra del Bunad, traje típico de Noruega, que varía de una zona a otra y que es una versión reciente del traje folclórico regional.






Continuamos por la carretera 7 a través del valle de Mabodalen hasta la cascada de Voringsfossen. Este valle es bastante estrecho y la carretera con el fin de superar fuertes desniveles atraviesa varios túneles, algunos de ellos con forma de sacacorchos dentro de la propia montaña, lo que se hace realmente curioso. Para visitar la cascada se puede dejar el coche en un aparcamiento cercano un par de kilómetros antes de llegar a ella, o en el parking del Hotel Fossli señalizado algo más adelante.





Nosotros optamos por la primera opción. Se trata de un aparcamiento creado específicamente para las cascadas con cafetería y miradores.








El primero de los miradores se encuentra junto a la carretera, a menos de 5 minutos a pie del parking y desde él tenemos una primera perspectiva espectacular de la cascada, con el Hotel Fossli sobre ella.



Desde ahí nos dirigimos al mirador principal junto a la parte superior de la cascada, a unos 20 - 30 minutos andando del aparcamiento. El camino no está señalizado y aunque de inicio es claro, ya que hay que seguir la pista principal que pasa junto a los baños, tras pasar el puente de piedra bajo el que se encuentra la cascada, hay que tomar un sendero a mano izquierda junto a una piedra que nos indica el nombre del puente, Voringsfos bro, y el año de su construcción, 1915.




A partir de ahí se trata de una senda entre árboles la mayor parte del camino, hasta llegar al mirador. Esos días se encontraban en obras, como medio país, y parte de él estaba vallado. Aún así pudimos disfrutar de unas vistas increíbles tanto de las cascadas como del valle de Mabodalen.







La cascada de Voringsfossen se encuentra en un extremo del Parque Nacional Hardangervidda, en el altiplano del mismo nombre y a unos 10 kilómetros del glaciar Hardangerjokulen. Esta enorme meseta, una de las mayores del norte de Europa con altitudes entre 1000 y 1300 metros, estuvo en sus orígenes cubierta de hielo. Cuando el hielo comenzó a retroceder, los ríos fueron excavando profundas gargantas en las rocas que dieron lugar a cascadas como esta o la cercana de Valurfossen. Tiene 182 metros de altura, 145 de caída libre, lo que no la permite entrar en el ranking de las más altas del país pero si en el de las más espectaculares. El río Bjoreio que la origina se reguló en 1980 para obtener energía hidroeléctrica, lo que provocó una disminución del caudal de la cascada, garantizándose un mínimo de 12 metros cúbicos por segundo en los meses de verano. Durante la primavera aun se alcanzan gracias al deshielo máximos de caudal de 150 metros cúbicos por segundo como en épocas previas al proyecto.





Tras disfrutar un rato de las vistas volvimos hacia el coche ya más ligeros que durante la subida y disfrutando más del entorno. A la base de Voringsfossen se puede acceder andando en una ruta de hora y media (ida y vuelta), a través de una senda que sale de Storegjel, junto a la salida superior del túnel de Mabodalen.




Antes de marcharnos nos acercamos al único de los miradores señalizados que nos quedaba por ver. Desde ahí las vistas son buenas de las cascadas del otro lado del valle pero no de la Voringfossen, de la que sólo se ve su parte inferior, aunque no nos arrepentimos para nada de ir hasta allí ya que el arcoiris hizo acto de presencia y nos dejó unas imágenes preciosas.





















Como ya era algo tarde para hacer una ruta pero pronto para irnos al alojamiento decidimos seguir avanzando por la carretera 7 viendo qué nos deparaba. Llegamos hasta Sysendammen, una de las presas de escollera más largas del país con 1160 metros de longitud, con buenas vistas de las montañas nevadas de alrededor y que cuenta con paneles explicativos sobre su construcción.



Aunque no habíamos hecho muchos kilómetros estábamos algo cansados en nuestro primer día recorriendo los fiordos, por lo que decidimos dar la vuelta y poner rumbo a Eidfjord. Paramos un momento en nuestro alojamiento para esa noche, las cabañas de Eidfjord Gjestgiveri, para hacer el check-in y estar descuidados, ya que nos quedaba de paso.




Después nos dirigimos hasta Eidfjord, donde compramos en el supermercado algunas cosas que nos faltaban y buscamos su iglesia del siglo XIV de piedra, pero no tenía nada de especial, era un edificio blanco encalado que se encuentra próximo la iglesia actual de madera y que destaca por no estar hecho de ese material como la mayoría de iglesias antiguas en Noruega.


Para alargar un poco más la jornada cogimos la carretera Fv103 que recorre el valle de Simadalen durante unos 9 kilómetros hasta que deja de estar asfaltada. Se pasa cerca de la estación hidroeléctrica Sima al final del fiordo de Eifjorden, una de las mayores de Europa y en la que se realizan visitas guiadas en verano y para grupos bajo petición todo el año.













Sobre las 19:30 volvíamos al alojamiento para disfrutar de nuestra pequeña cabaña, hacer la cena y descansar para coger fuerzas para el resto del viaje.



domingo, 6 de septiembre de 2015

Comfort Hotel en Bergen


Nuestra primera noche en Bergen la pasamos en el Comfort Hotel, en Strandgaten 190, a 5 minutos del muelle y el famoso Fisketorget y a unos 15 minutos de la estación. Aunque se puede reservar a través de Booking, nosotros lo hicimos en su propia web ya que en Booking no había disponibilidad para ese día. De hecho, los hoteles que habíamos encontrado en Booking por un precio similar para esa noche o la habitación era con baño compartido o no tenían desayuno, por lo que al encontrar este con ambas cosas nos decidimos enseguida. Además nos ofrecían cancelación gratuita, por lo que no perdíamos esta ventaja que suele ofrecer Booking.

En Noruega en general el alojamiento es bastante caro, salvo en campings o algunas raras excepciones que como es lógico suelen agotarse pronto. Aquí la habitación doble nos costó 749 NOK (85 €), de lo más barato que encontramos por el centro,y la verdad es que fue un gran acierto. El hotel estaba en buen estado, nos atendieron muy bien y la habitación era grande y cómoda.




Habíamos reservado una habitación doble estándar, que resultó estar en una de las plantas superiores, por lo que teníamos buenas vistas de la colina de Floyen, donde sube el famoso funicular Floibanen.




La habitación, de unos 20 metros cuadrados, contaba con una cama doble grande con 2 edredones nórdicos y varios almohadones. Al entrar a  mano izquierda se encontraba el lavabo con las toallas y un pequeño secador de pelo que me vino muy bien, ya que sería uno de los dos únicos alojamientos en todo el viaje donde tuvimos. Al fondo tras una puerta estaban el retrete y la ducha, sencillo pero en buenas condiciones. La habitación disponía además de escritorio, televisión, un pequeño armario y había wifi gratuito.



El precio de la habitación incluía además desayuno buffet entre las 6:30 y las 9:30. Bajamos sobre las 8 y comprobamos que había bastante gente hospedada en el hotel. El comedor está junto a la recepción y hay muchas mesas de distintos tamaños. En un lateral se encuentra la zona del buffet, con distintos tipos de pan, embutido, fruta, yogures, cereales, etc. Para beber hay zumos de un par de sabores, té, leche y café. Lo que no había apenas era bollería, en general escaseaba el dulce. El desayuno en general podría estar mejor o tener más variedad pero lo cierto es que es abundante, están reponiendo constantemente y es raro quedarse con hambre.


Nos había llamado la atención la tarde anterior que el local era por la noche un restaurante méxicano-español, el Chilli Bar & Restaurant, de ahí la decoración y que la carta que había fuera del edificio estuviera en español. De hecho estuvimos tentados de cenar allí, ya que los precios no eran excesivamente caros, pero finalmente nos decantamos por el Fisketorget durante nuestro paseo por Bryggen.



En conjunto, el resultado fue bastante bueno y quedamos muy contentos con el hotel, muy buena relación calidad - precio dentro de lo que habíamos visto por internet en el centro de Bergen.


miércoles, 2 de septiembre de 2015

Día 3 en Noruega (16/08): Últimas horas en Oslo, viaje en tren a Bergen y breve paseo por la ciudad


Nuestro último día en Oslo amaneció algo más nublado que los días anteriores, aunque la temperatura seguía siendo totalmente veraniega.

Como ese día cogíamos el tren con destino a Bergen a las 12 del mediodía no teníamos tiempo de hacer mucho turismo, así que habíamos dejado pendiente la zona de la Ópera, muy cerquita de la estación de tren, para despedirnos de la ciudad.

La Ópera de Oslo es un espectacular edificio modernista de mármol y cristal junto al agua del fiordo, inaugurado en 2008 y ubicado en el barrio de Bjorvika, a pocos metros de la estación central. Se trata del edificio cultural más grande construido en Noruega desde la Catedral de Nidaros en Trondheim en el siglo XIV.




Una de las fachadas del edificio cuenta con paneles solares que le proporcionan la energía que necesita (es el espacio con más paneles solares de Noruega), pero destaca sobre todo el poder caminar durante todo el año sobre parte del techo de piedra inclinado que surgiendo prácticamente desde el agua alcanza la parte superior del edificio. De hecho, la obra ha ganado varios premios internacionales de arquitectura.





Su tamaño es de 38.000 metros cuadrados (equivalente a 4 campos de fútbol) y cuenta con 3 escenarios pudiendo acomodar hasta 2000 personas, además de tratarse de uno de los recintos artísticos más punteros a nivel tecnológico del mundo. En el exterior encontramos además una curiosa escultura con forma de iceberg sobre el agua del fiordo.




Nosotros no pudimos verlo por dentro ya que estaba cerrado, pero organizan visitas guiadas en inglés y noruego de 50 minutos todos los días (hasta 3 veces al día en verano) por 100 NOK, con descuento del 20 % si se tiene la Oslo Pass, aunque hay que reservar con antelación (en su web se puede comprar el ticket).


Con tiempo más que de sobra llegamos a la estación de tren y tras dar un paseo por su interior y buscar el andén nos despedimos de Cris con mucha penita pero con ilusión por ver lo que nos depararían los espectaculares Fiordos Noruegos.


Tal y como habíamos visto en la web al comprar el billete, el tren podía sufrir retrasos ya que a causa de unas obras, varias de las primeras paradas no las realizaba y tenía que esperar en la estación de Honefoss, a unos 50 kilómetros de Oslo, a los pasajeros que llegaban en autobús desde ellas.





Estuvimos esperando más de media hora en la estación, ya que no había mucho que ver a su alrededor. Pese a este retraso, al final llegamos prácticamente en hora ya que el tren fue recuperando tiempo durante el recorrido haciendo muy breves el resto de paradas.





Habíamos escogido hacer el trayecto Oslo - Bergen en tren porque habíamos leído que las vistas merecían la pena, no en vano está entre los más bonitos del mundo y lo cierto es que no defrauda. Casi desde el principio se van alternando lagos, fiordos, bosques y montañas, con casas de madera y cascadas que podrían pertenecer a cualquier postal de cuento. Una pena que al estar el día cubierto y a veces incluso lloviendo no pudiésemos apreciarlo en todo su esplendor.





Quizá el único "pero" es que se hace un poco largo, ya que son un total de 7 horas, en especial la parte final en la que abundan los túneles (en total hay 182), si bien esto es consecuencia de pasar por una de las altiplanicies más altas del norte de Europa, Hardangervidda, lo que también permite disfrutar de paisajes espectaculares.






Finse es la población a mayor altitud del recorrido, a 1.222 metros sobre el nivel del mar, y a la que sólo se puede acceder en tren. Por supuesto está rodeada de un entorno privilegiado junto al lago de su mismo nombre y cumbres nevadas de más de 1800 metros.






La construcción de esta línea se inició en 1875 y tardó 34 años en terminarse, participando en ella alrededor de 15.000 hombres y donde todos los túneles fueron excavados a mano.

Una de sus estaciones más famosa es la de Myrdal, ya que a ésta llega el famoso tren turístico de Flam, una de las líneas más inclinadas del mundo al salvar un desnivel de más de 800 metros en 20 kilómetros. Nosotros teníamos previsto pasar por allí dos días más tarde pero por problemas logísticos al final no pudo ser y tuvimos que conformarnos con lo que vimos desde el tren.




A partir de ahí, el resto del trayecto transcurre en su mayor parte entre túneles, ya que hay que salvar un desnivel próximo a los mil metros en unos 150 km. Lo poco que se puede ver desde la ventanilla cuando se sale a superficie sigue dejándonos con la boca abierta: ríos, nieve, lagos y casas de madera allá donde miramos,  lo que por desgracia no se aprecia para nada en las escasas fotos que logramos hacer.




Si bien se trata de un trayecto totalmente recomendable por sus vistas y la comodidad del tren (que dispone de wifi, vagón restaurante y aseos en casi todos los vagones), dependiendo del precio y el tipo de viaje que se vaya a hacer por el país puede no merecer la pena. Habitualmente la web de ferrocarriles de Noruega, ofrece tarifas descuento para la compra anticipada de billetes que pueden alcanzar el 50 % del precio original. En estos casos y si no se tiene intención de adentrarse en las zonas altas del país, sí resulta muy interesante hacer este recorrido en tren. Sin embargo, si se van a visitar estas u otras zonas de altitud similar por otros medios y no se consigue un precio de oferta, el billete de 845 NOK resulta caro para ver lo que se va a poder ver de otra forma con más calma.



Unos minutos más tarde de las 19 horas llegamos a la estación de Bergen. El cielo estaba muy nublado pero afortunadamente en ese momento no llovía, por lo que pudimos ir andando hasta el hotel sin mojarnos.





Nada más salir de la estación pasamos junto al pequeño parque de Festplassen con un estanque central y un montón de coloridas flores.





Atravesamos la zona comercial de la ciudad hasta llegar a un lateral del puerto y atravesando un par de calles en obras llegamos a nuestro alojamiento, el Comfort Hotel.


Pudimos hacer el check-in bastante rápido y nos sorprendió oír y ver mucho español a nuestro alrededor, tanto en carteles como en turistas alojados o personal del hotel.

Tras dejar el equipaje en la habitación, salimos a dar un paseo por la ciudad y a buscar un sitio para cenar. Por desgracia había comenzado a chispear y tocó sacar el paraguas, no podía faltar en una ciudad como Bergen, famosa por su lluvia frecuente con más de 200 días al año de media.


Nos dirigimos a la zona del puerto de Vagen, muy próxima al hotel, para recorrer el archiconocido muelle de Bryggen, que ya desde la distancia llama la atención con sus fachadas de madera de colores.





De camino hacia allí atravesamos el Mercado de Pescado Fisketorget, o simplemente Torget, donde volvemos a oír español por todas partes y es que muchos jóvenes vienen los meses de verano a trabajar aquí, por lo que es muy sencillo entenderse si se quiere comprar alguno de los "asequibles" productos que venden, como distintas clases de marisco, salmón salvaje, embutidos de reno o ciervo, etc.


Pasada la zona del mercado con algo más de gente llegamos a Bryggen que, quizá por la hora o probablemente por la lluvia, estaba bastante tranquilo. Estos viejos almacenes de madera al norte del puerto se conocieron durante un tiempo como Tyskebryggen o Muelle alemán, ya que durante 400 años, hasta 1754, fueron el centro neurálgico del comercio de la Liga hanseática en Noruega.



Ya muchos años antes este muelle había sido la base del comercio de productos pesqueros de la zona. Por desgracia, varios incendios fueron consumiendo la mayoría de edificios con el paso de los años, salvándose únicamente 10 en el último de 1955. La zona fue reconstruida conservando la esencia original y hoy en día es un barrio muy activo con multitud de restaurantes y que ha sido designado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.



Tras recorrer el muelle por su parte frontal lo bordeamos para ver la parte trasera, encontrándonos la iglesia de Santa María o Mariakirken. Se trata de la más antigua que se conserva en la ciudad, ya que una parte del presbiterio es del siglo XI, aproximadamente de la época en la que el rey Olaf Kyrre concedió a Bergen el rango de ciudad. Los mercaderes germanos la convirtieron en su iglesia particular en tiempos de la Liga Hanseática, embelleciéndola con detalles como el púlpito barroco de 1677. Tras una restauración de 5 años ha sido reabierta al público en junio de este año. Abre de lunes a viernes de 9 a 16 horas y la visita son 50 NOK, salvo con la Bergen Card que es gratis.



De vuelta hacia el puerto vamos recorriendo los distintos callejones interiores de madera de Bryggen, que merecen una visita tanto o más que el paseo junto al mar.






Aunque abundan los pubs y restaurantes también hay curiosos rincones con pequeñas tiendas. Entre Jacobsfjorden y Bellgarden, en una de las primeras callejuelas, se encuentra el Centro de Visitantes, donde tienen información y recuerdos sobre Bryggen. Está abierto en verano de 9 a 17 horas y mayo y septiembre de 10 a 16 horas.



Ya de regreso hacia el hotel escogimos para cenar uno de los puestos dentro de la zona cubierta del Fisketorget, en los bajos del edificio de la Oficina de Turismo (abierta en verano todos los días de 8:30 a 22 horas). Los precios de casi todo estaban por las nubes, así que nos decidimos por dos bandejas de "Fish and chips", en las que el fish eran varias piezas a elegir entre distintos tipos de pescado como gambas, bacalao o salmón rebozado. Pagamos por una bandeja grande y otra pequeña para llevar sin bebida unos 30 €, y excepto la sopa de pescado, era lo más barato que había... Como iríamos confirmando a lo largo del viaje, a Noruega hay que venir con los bolsillos llenos. Lo comimos en unos bancos dentro del mismo edificio, ya que si se pedía para llevar eran 30 NOK menos, y aunque estaba bueno tampoco era nada del otro mundo, seguramente el salmón salvaje que nos habían ofrecido un rato antes a 70 €/kg estaría mucho mejor, pero nos conformamos con verlo tras el cristal.

Ya de vuelta en el hotel terminamos el día disfrutando de las vistas, con el funicular de Floyen iluminado y las nubes enganchadas en alguna de las 7 colinas por las que es famosa Bergen, en semejanza con la ciudad de Roma.