El octavo día de nuestro viaje por Noruega nos levantamos bastante pronto, ya que habíamos reservado una salida en barco por el Geirangefjord a las 11:30 y no queríamos que se nos hiciera tarde. Antes de las 9 salíamos del Stordal Camping, donde habíamos pasado muy buena noche, y poníamos rumbo a Geiranger.
Lo primero que encontramos, antes aún de abandonar el pueblo, fue la Stordal kyrkje, iglesia blanca de madera construida en 1907 para sustituir en el uso diario a la Stordal Gamle Kirkje o "Iglesia de la rosa", de más de 200 años y famosa por su decoración de estilo floral.
En una media hora llegamos al puerto de Linge y allí cogimos el mismo barco del día anterior pero en sentido contrario, con destino Eidsdal. El precio tampoco varía, 99 NOK el coche y nosotros dos (más información en la web de Fjord1).
Deshacemos el camino recorrido el día anterior hasta Geiranger, pasando de nuevo junto al Eidsvatnet o el mirador de la carretera del águila. Al ser por la mañana otra vez, la luz seguía siendo bastante mala para las fotos, aunque el entorno resultaba igual de sobrecogedor.
Volvíamos a tener suerte con el tiempo y disfrutamos mucho del paseo. Dejando atrás el puerto y el supermercado, llegamos hasta el camping, donde tras cruzar el río subimos junto a él hasta unas escaleras con balcones que nos permiten disfrutar de cascadas como la Storfossen, formadas por el río con la ayuda de algunas represas poco antes de desembocar en el fiordo. De ahí el nombre que recibe este paseo: Waterfall Walk o Paseo de las cascadas.
Desde aquí se van teniendo ya buenas vistas del fiordo y las montañas del otro lado, por donde discurre la carretera del águila que ya habíamos recorrido de subida y bajada.
En total el paseo nos llevó menos de una hora y ya de vuelta en el puerto, tras hacernos una foto con uno de los habitantes del lugar, cogimos algo de ropa de abrigo que nos vino muy bien para el barco y nos dirigimos de nuevo a la Oficina de Turismo, que cuenta con wifi gratuito, y detrás de la cual zarpaba nuestra excursión.
Aunque el barco iba bastante lleno, pudimos encontrar un buen lugar a bordo desde el que hacer fotos y disfrutar de las vistas. Aunque había una zona con asientos preferimos quedarnos de pie cerca de la entrada para verlo todo mejor. El barco zarpó puntual y fuimos recorriendo el fiordo mientras por megafonía daban información de los distintos puntos de interés en noruego, inglés, alemán y francés.
El hacer el recorrido en los dos sentidos nos permite verlo todo desde diversos ángulos y tener distintas perspectivas de cada rincón del fiordo, como con esta cascada de las Siete Hermanas que vimos desde abajo y desde el otro lado.
Otra de las cascadas más populares es la de Brudesløret o El Velo Nupcial, que recibe el nombre por cómo cae el agua en su parte superior, como si de un velo se tratara.
El Geirangerfjord es uno de lo fiordos más famosos del país y casi se podría decir del mundo entero, en especial tras ser declarado en 2005 Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO junto al Naerøyfjord. Con forma parecida a una S tiene 16 km de largo, 250 metros de profundidad y una anchura máxima de 1,5 km. Se caracteriza además por sus paredes verticales, algunas con grandes y profundos cortes.
El barco da la vuelta al final del fiordo, donde se encuentra con el Sunnylvsfjorden y desde donde se puede ir hacia Hellesylt al sur o hacia Valldal al norte, ambos trayectos realizados por barcos de línea. De hecho nuestra idea inicial era haber recorrido el fiordo de esta forma, de Geiranger a Hellesylt, para no tener que pasar dos veces por el mismo sitio, pero el precio era casi el doble al tener que llevar el coche (ver horarios y precios aquí) y al final decidimos organizarlo mejor así.
Todo el fiordo en su conjunto es impresionante, desde las altas paredes verticales...
Alrededor de la una llegábamos a puerto, terminando este paseo en barco con muy buen sabor de boca y dejando atrás un fiordo cuya fama es totalmente merecida y que verdaderamente nos cautivó.
Justo antes de pasar el puerto y dejar atrás el Geirangerfjord hicimos una breve parada para disfrutar por última vez del entorno. Sin duda esta zona tiene un encanto especial y no sólo el fiordo sino todo lo que le rodea resulta impresionante.
Una vez pasado el puerto volvimos a encontrar el paisaje de alta montaña del día anterior, con nieve y pequeñas cascadas sobre las lomas de piedra. Seguimos avanzando hasta retomar la carretera 15, pero en lugar de hacerlo en dirección a Stryn hacía donde nos dirigíamos, atravesando las montañas a través de varios túneles, decidimos dar un rodeo por Strynefjellet para disfrutar del paisaje.
De este modo volvimos a rodear el lago Breiddalsvatnet y como ya apretaba el hambre decidimos parar a comer en las mesas de picnic del aparcamiento del Hotel Grotli, justo frente al cruce donde se coge la carretera turística 258 o Gamle Strynefjellsvegen.
Tras reponer fuerzas disfrutando del solecito aunque con algo de frío por la altitud a la que estábamos (más de 900 metros), nos adentramos en Strynefjellet, un lugar que realmente nos impactó y eso que, por lo que hemos visto después, en otoño es aún más espectacular.
Hay que decir que esta carretera no está recomendada para caravanas y se prohíbe la circulación a vehículos de más de 13 metros de longitud. Quizá precisamente por eso tiene un encanto especial, probablemente fue de las zonas más salvajes por las que pasamos y el agua turquesa de sus lagos en contraste con la nieve y las rocas nos enamoró.
La carretera, construida sin apenas maquinaria a finales del siglo XIX con ayuda de emigrantes suecos, apenas ha cambiado, es poco más que una pista, bastante estrecha y con tramos de gravilla, pero se puede circular sin problemas con un coche normal. Además se conservan a los lados de la carretera las grandes piedras de protección e incluso algunos muros de piedra seca.
Uno de los lugares de interés de esta zona es la cascada Videfossen, situada a pocos metros de la carretera, junto al Hotel Videseter. Aunque hay un mirador a unos pasos del hotel, el aparcamiento de éste es de pago y las vistas de la cascada son bastante más espectaculares desde la carretera algo más abajo. Sin embargo como el hotel estaba cerrado nos acercamos hasta el mirador y aprovechamos para disfrutar de la impresionante panorámica sobre el valle Hjelledalen y la montaña Skåla, de 1.848 metros.
Siguiendo la carretera, un par de curvas más abajo, nos sorprende una bonita imagen de Videfossen con arcoiris incluido.
Poco después enlazamos con la carretera 15 y continuamos camino valle abajo. A unos metros del cruce hay un apartadero para los coches desde el que se puede acceder por una senda de unos 200 metros a un mirador sobre la cascada Øvstefossen. Nosotros la confundimos con una estrecha caída de agua que recorre la ladera y que es visible desde la carretera y no nos acercamos al mirador pensando que no aportaba mucho más, pero después descubrimos que Øvstefossen es bastante caudalosa y discurre en realidad por el fondo del valle, por lo que no se ve si no se baja hasta él.
Siguiendo por la carretera 15 se va perdiendo altura, atravesando algún túnel y dejando atrás altas montañas y cascadas hasta llegar casi al nivel del mar junto al lago Oppstrynsvatnet.
La carretera avanza bordeando este precioso lago de 23 kilómetros cuadrados rodeado de cumbres, glaciares y pequeños pueblos.
Seguimos avanzando junto al río Stryneelva hasta llegar al pueblo de Stryn, el más grande de la zona pero sin apenas lugares de interés. Aquí dejamos la carretera 15 para coger la 60 en dirección a Byrkjelo, cruzando el río justo antes de su desembocadura en el fiordo Innvikfjorden.
Vamos bordeando el fiordo hasta llegar a la localidad de Loen, que cuenta con una iglesia octogonal de madera blanca de 1838. Se pasa junto a ella al coger la carretera Fv723 hacia los glaciares Kjenndalsbreen y Bødalsbreen (señalizado), lenguas del gran Jostedalsbreen.
Por desgracia, las montañas que lo rodean no siempre han tenido efectos tan positivos, ya que en dos ocasiones (1905 y 1936) grandes bloques de piedra se desprendieron de la montaña provocando al caer en el lago olas inmensas que destrozaron los pueblos de Nesdal y Bødal, falleciendo 135 personas.
A unos 20 minutos de Loen se llega a la bifurcación entre los dos glaciares, justo antes de cruzar el arroyo Bødalselva, donde una señal informa que a 5 km a mano izquierda, por una carretera de gravilla de peaje, está Bødalseter, desde donde se tarda unos 45 minutos andando al glaciar Bødalsbreen.
Siguiendo de frente y cruzando el arroyo se seguiría hacia Kjenndalsbreen, por otra carretera de peaje de 40 NOK a partir del restaurante Kjenndalstova. Aunque no parece haber mucho control avisan que las multas en caso de impago son de 200 NOK. Desde el parking hay que andar unos 20 minutos para llegar al glaciar, uno de los más accesibles y que se encuentra a tan sólo 160 metros sobre el nivel del mar
Desde Olden se puede ir también por carretera de pago en una media hora hasta un aparcamiento desde el que andando una hora (o alquilando coches eléctricos por 200 NOK por persona) se llega al glaciar Briksdalsbreen, otra de las lenguas del Jostedalsbreen y uno de los más famosos y visitados de la zona, pero que tuvimos que dejar para próximos viajes.
En Utvik la carretera se mete hacia el interior y hay que subir el puerto de Utvikfjellet de 630 metros para ir hacia el sur. Antes de llegar a su punto más alto, en la última curva cerrada, hay un mirador con mesas de picnic donde hacer un descanso y disfrutar de las vistas, aunque los árboles cada vez más altos impiden ver el fiordo del que venimos con claridad.
Bajando hacia Byrkjelo avanzamos entre granjas mientras vemos como el valle se va abriendo ante nosotros,
De hecho la carretera E39 que cogemos en Byrkjelo sentido Bergen recorre este valle, por lo que pasamos a sus pies, aunque desde ahí la vista no es tan espectacular. Poco después llegamos hasta Skei, junto al lago Jølstravatnet, de 30 km de longitud y cuyo punto más profundo se encuentra a unos 200 metros por debajo del nivel del mar. Tiene un brazo hacia el este que recibe el nombre de Kjøsnesfjorden aunque no es un fiordo como tal, y es éste el que bordeamos con la carretera 5 que cogemos en Skei hacia Sogndal.
Atravesando varios túneles llegamos hasta nuestro alojamiento de esa noche, Lunde Turiststasjon, un complejo de cabañas junto al río Lundaelva, el cual desemboca cerca de allí en el lago que acabamos de bordear. El entorno es realmente impresionante y las vistas desde nuestra cabaña de película, no se puede pedir más y nos vamos entusiasmados a dormir porque en este viaje parece que lo espectacular no tiene fin.
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