Este día era uno de los más esperados ya que íbamos a enfrentarnos a una nueva experiencia, la excursión con crampones por un glaciar.
Inicialmente estuvimos dudando entre hacerlo en alguna de las lenguas del Vatnajökull (mayor que todos los glaciares de Europa juntos) o en la lengua Sólheimajökull perteneciente al glaciar Myrdalsjökull, de 600 kilómetros cuadrados, pero al final nos decantamos por este último, ya que la excursión era algo más sencilla y encontramos alguna empresa con precios más bajos que trabajaba allí. Además quedaba más lejos del Bardarbunga y la fisura Holohraun en erupción, lo que aunque no era problema para hacer el trekking nos hacía quedarnos más tranquilos.
De todos modos no lo llevamos reservado desde casa por si al final había cambio de planes y esto hizo que no todo saliera como pensábamos. Habíamos mirado para hacerlo con la empresa Extreme Iceland, que ofertaban 1,5 horas en el hielo por 6990 ISK por persona, y unas semanas antes de ir les envié un e-mail preguntándoles si habría problema en no reservar y presentarnos allí a la hora de la actividad. Me contestaron que no había problema pero que si quería quedarme más tranquila podía reservarlo también el día antes.
Quizá nos confiamos demasiado y ese día fuimos allí sin reserva, pensando que no habría problema. Sin embargo, probablemente al ser ya fuera de la temporada alta, allí no había nadie de Extreme Iceland cuando llegamos, por lo que tuvimos que escoger entre las dos empresas que estaban allí instaladas: Arcanum o Icelandic Mountain Guides.
Como la actividad prevista comenzaba a las 10 y había que estar allí una media hora antes, nos levantamos con tiempo para no llegar con la hora justa. Resultó ser con demasiado tiempo, ya que el móvil de José que usamos de despertador se había vuelto loco sin saber porqué y estaba una hora adelantado, y hasta pasado un buen rato no nos dimos cuenta del madrugón que nos habíamos pegado...
Aprovechamos para despedirnos de Skogafoss y pusimos rumbo al Sólheimajökull, a una media hora de allí. Para llegar hay que volver a la Ring Road y una vez ahí seguir unos kilómetros hasta coger la 221 a mano izquierda. Hay señales indicándolo pero la pista está sin asfaltar por lo que si no se lleva 4x4 es mejor ir con algo de tiempo.
En el parking al que se llega hay una cafetería, pero no estaba abierta, no sabemos si porque sólo abre en temporada alta o porque era demasiado pronto, ya que no tenía horario. Por lo demás, salvo una caravana y una furgoneta estábamos solos y como teníamos bastante tiempo aprovechamos para desayunar de lo que llevábamos y dar una vuelta por la zona.
Desde el mismo parking sale un camino en dirección al glaciar y al inicio de éste hay unos paneles informativos. Ahí indican que con motivo del retroceso del glaciar ya no se puede acceder a él por esa vía, que era la utilizada hasta este verano, ya que se ha formado una gran balsa de agua que impide el paso. Luego durante la excursión el guía nos comentó que el retroceso de la lengua glaciar se había acelerado en los últimos años, probablemente debido al calentamiento global, ya que hace unos 8 años la lengua llegaba prácticamente hasta el parking donde dejamos el coche.
Desde el mismo parking sale un camino en dirección al glaciar y al inicio de éste hay unos paneles informativos. Ahí indican que con motivo del retroceso del glaciar ya no se puede acceder a él por esa vía, que era la utilizada hasta este verano, ya que se ha formado una gran balsa de agua que impide el paso. Luego durante la excursión el guía nos comentó que el retroceso de la lengua glaciar se había acelerado en los últimos años, probablemente debido al calentamiento global, ya que hace unos 8 años la lengua llegaba prácticamente hasta el parking donde dejamos el coche.
Al ver que pasaba el tiempo y no llegaba nadie de Extrem Iceland decidimos preguntar a los chicos de Icelandic Mountain Guides si tenían sitio para la siguiente salida y como tan sólo había una pareja de alemanes nos dijeron que no había problema. Nos explicaron las condiciones: 8900 ISK (unos 60 €) y unas 3 h en total, con 1,5 en el hielo, ya que al tener que acceder al glaciar por otro camino se tardaba más tiempo en llegar hasta él. Algo sorprendente es que, como casi todo en Islandia, se puede pagar con tarjeta de crédito, pese a estar prácticamente en mitad de la nada. Mientras nos iban dando el material necesario, crampones y piolet, llegó otra pareja de Nueva York y a eso de las 10 comenzamos la excursión.
Al principio avanzamos por la pista por la que habíamos llegado al parking para después desviarnos hacia el glaciar. Incluso esa zona sin hielo ya resulta espectacular.
Cuando alcanzamos el borde del glaciar nuestro guía, un chico francés geólogo que llevaba varios años en Islandia, nos enseñó a colocarnos los crampones y nos dio unas lecciones básicas sobre cómo caminar con ellos. El piolet nos dijo que era más para la foto que otra cosa, pero podíamos usarlo para apoyarnos en las zonas con algo de pendiente.
Desde allí las vistas eran ya impresionantes y aun no había empezado en sí el trekking...
Las siguientes casi 2 horas las dedicamos a caminar entre el hielo, primero subiendo hacia la parte alta del glaciar para, tras un paseo y unas cuantas fotos, ir regresando por el otro lado de la lengua. Aunque hubo un momento que cayeron algunas gotas, en general tuvimos suerte ya que aguantó el cielo cubierto e incluso durante algunos minutos llegó casi hasta salir el sol. Nos habíamos abrigado bastante pensando que en el glaciar haría bastante frío pero no fue así y en algún momento pasamos hasta algo de calor.
A ambos lados del glaciar estrechas cascadas recorrían las paredes de piedra que como enormes murallas lo flanqueaban.
Y mientras, en el propio hielo agujeros, fisuras y meandros, hacían que nos costase seguir la recomendación del guía de no usar la cámara mientras andábamos para evitar accidentes...
Durante el recorrido paramos varias veces a hacer fotos y a resolver dudas sobre los glaciares y características del hielo. Entre otras descubrimos que sol en islandés es sol y heima es casa u hogar, por lo que el nombre de esta lengua glaciar, Solhéimajökull, es "Glaciar hogar del sol". También vimos los distintos colores del hielo en función del grado de compactación. El hielo superficial menos compactado se ve más blanco mientras que en las grietas o cuevas con acceso a hielo con menos aire el color que se ve es azul porque es el único color (longitud de onda) que no es absorbido. Además las zonas negras visibles en todo el glaciar tienen como origen las erupciones volcánicas. Las cenizas son desplazadas por el viento y se van acumulando en los huecos del hielo, quedando esa zona protegida de manera que con el tiempo el hielo a su alrededor va desapareciendo y se observan por la superficie del glaciar montañas negras de ceniza.
A mi me encantó la experiencia, se me pasó super rápido, aprendí un montón de cosas y aluciné con las vistas y las formas caprichosas del hielo, creo que mi cara durante el camino de vuelta lo dice todo...
Mientras volvíamos nos cruzamos con otros grupos, bastante más numerosos que el nuestro, tanto de Arcanum como Icelandic Mountain Guides, por lo que ir a primera hora fue un acierto. En algunos folletos disponibles en oficinas de turismo se pueden encontrar vales descuento para un montón de actividades, incluidas algunas empresas de trekking, pero nosotros ya lo vimos después de haberlo hecho.
Desde allí pusimos rumbo de nuevo a la Ring Road, esta vez con destino Vik, a una media hora de donde nos encontrábamos. Pero antes de llegar al pueblo, nos desviamos por la carretera 218, asfaltada aunque con tramos en no muy buenas condiciones, que permite acceder a un aparcamiento en la península de Dyrhoaley, de unos 120 m de altura y famosa por su arco de piedra, desde donde se ve la playa de arena negra Reynisfjara, la más al sur de toda Islandia.
Esta playa, de varios kilómetros, llega hasta casi el pueblo de Vik y cuenta con muchos atractivos. En su lado oeste se encuentra el conocido arco, cuyo nombre coincide con el de la península y que se puede atravesar en barco. Sin embargo desde el parking no se tienen buenas vistas de él, conviene tomar una desviación a mano derecha poco antes de llegar allí, para acceder al faro del mismo nombre, si se quiere ver en todo su esplendor. En agosto anidan en la zona los conocidos frailecillos o puffins, lo que implica también que pueda haber algún periodo de tiempo en el que el acceso esté cerrado por la cría de aves. Nosotros, además de no contar con mucho tiempo, no lo vimos muy claro, ya que la pista de acceso al faro estaba sin asfaltar y con bastante pendiente, por lo que nos conformamos con disfrutar de los alrededores del parking.
Desde el mirador junto al aparcamiento se veían también otro de los elementos característicos de la zona, los 3 bloques de piedra de unos 60 m de altura junto a la costa y que reciben el nombre de Reynisdrangur. Según la leyenda se trata de 2 trolls convertidos en piedra al ser iluminados por el sol cuando intentaban arrastrar un barco de tres mástiles a tierra. Se encuentran junto al acantilado de Reynisfjall, de 340 m de altura y desde el que también se tienen buenas vistas del arco de piedra aunque a mucha distancia. Al otro lado de esta pared se encuentra el pueblo de Vik.
En la zona opuesta del parking se puede bajar junto al mar, aunque las señales advierten del peligro de aproximarse a la orilla, ya que aquí, como en la mayoría de playas del sur, las corrientes son muy fuertes y el mar puede resultar imprevisible.
En esta zona se pueden observar las curiosas formaciones de columnas basálticas que se repiten por toda la isla, consecuencia de la solidificación de la lava al enfriarse, que al reducir su volumen toma formas de prismas, generalmente hexagonales aunque puede haberlos de entre 4 y 8 lados. Su tamaño es mayor cuanto más lento es el proceso de enfriamiento.
Si mirábamos hacia el extremo oeste de la playa podíamos ver la península de Dyrhoaley en la que habíamos estado poco antes e incluso intuir el famoso arco de piedra del mismo nombre, ya que entre la gran distancia y la mala visibilidad por desgracia no se podía conseguir mucho más.
Nos llevó un rato hacer alguna foto en la que no hubiese decenas de personas con ropa de llamativos colores, por lo que aprovechamos para disfrutar un poco del entorno tan increíble en el que estábamos, porque después de todo lo visto a veces puede olvidarse deleitarse con lo maravilloso de cada sitio...
Esta vez sí, pusimos rumbo a Vík í Mýrdal con nuestros estómagos ya quejándose de lo que les estábamos haciendo esperar. Por el camino vimos otra de las imágenes características del país, las pequeñas iglesias protestantes de paredes blancas y tejados rojos, que se encuentran por todas partes, en ocasiones junto a granjas o un par de casas sin pertenecer a un gran núcleo de población.
Una vez en Vik nos acercamos al supermercado, un Kjarval algo más pequeño que los anteriores, y comimos allí cerca en unas mesas junto a la carretera. El pueblo también cuenta con gasolinera, oficina de turismo y una tienda de recuerdos bastante grande a la salida. El tiempo seguía sin mejorar pero al menos no llovía como el día anterior, tan sólo algunas gotas hicieron acto de presencia. No hay mucho que ver en el pueblo y las casas están bastante desperdigadas. Quizá su imagen más famosa sea la iglesia blanca en un alto, aunque es similar a las del resto del país.
Nosotros seguimos la carretera que llegaba hasta la playa y allí contemplamos otra perspectiva de los famosos troles de piedra.
Continuamos el viaje hacia el este, dejando a mano derecha Hjörleifshöfði, una montaña cercana al mar en medio de una llanura enorme.
A partir de ahí comienza la zona de Mýrdalssandur, una planicie desértica consecuencia de las riadas producidas en las sucesivas erupciones del volcán Katla. A ella le sigue otra gran extensión de lava, Eldhraun, cuyo orígen está en la gran erupción en la fisura Laki en 1783, uno de los mayores desastres naturales de la historia que duró 8 meses y tuvo efectos a nivel mundial por la extensión de las nubes tóxicas.
Ambas zonas están prácticamente deshabitadas, con menos de 500 habitantes en toda la región pese a ser la segunda en extensión de todo el país. La sucesión de desastres naturales como riadas o erupciones de lava han ido modelando la fisionomía del lugar. Por ejemplo los puentes son construcciones muy básicas, de un sólo carril y en algunos casos con suelo de madera, ya que se han reconstruido en multitud de ocasiones.
Hacia el final del área de Eldhraun nos encontramos otro sitio como el del primer día camino a Thingvellir, en el que los turistas han ido formando montículos de piedras junto a un mirador. Este lugar recibe el nombre de Laufskálavarða, o los hitos de Laufskálar, en honor a una enorme granja del mismo nombre aquí situada que fue destruida en el año 894 durante la primera erupción que se recuerda del volcán Katla. Todo el mundo que pasaba por este lugar por primera vez debía depositar una piedra para tener suerte durante su viaje. La Administración pública ha llevado hasta allí piedras para que la tradición pueda continuar en la actualidad. Nosotros fuimos fieles a dicha costumbre y colocamos nuestra pequeño montículo, y aunque probablemente no fuese por eso, la suerte nos sonrió el resto del viaje...
Más de una hora después de dejar Vík, a 6 km del pueblo de Kirkjubaerjarklaustur, cogimos la 206 a mano izquierda hacia los cráteres de Laki para ver la garganta de Fjaðrárgljúfur. El inicio está asfaltado pero al poco se convierte en una pista con bastantes socavones, si bien se trata de menos de 2 km y la zona merece mucho la pena. Junto al aparcamiento hay además baños en muy buen estado.
Podéis encontrar información sobre este y otro puntos turísticos de la zona en la web del Katla Geopark.
Fjaðrárgljúfur es un estrecho cañón de unos 100 metros de profundidad y 2 km de largo aproximadamente, formado por el río Fjaðrá, afluente del Skaftá, se cree se formó hace 9000 años. Hoy en día el río no lleva mucha agua normalmente por lo que se puede recorrer el cañón por dentro, aunque suele ser necesario vadear el río en alguna ocasión y la vuelta se debe hacer por el mismo camino ya que río arriba hay numerosas cascadas. La forma más cómoda de recorrerlo es por el camino junto al borde del cañón, desde el que se tienen unas magníficas vistas.
En la parte final del recorrido se pueden ver varias cascadas espectaculares que sirven como colofón a este rincón que a mi personalmente me encantó. Probablemente uno de los lugares que visitamos que más me gustó.
Con el día ya llegando a su fin llegamos a Kirkjubaejarklaustur, o como es llamado abreviadamente "Klaustur", debido a un convento de mojas que hubo entre 1186 y 1550. En este pueblo, que cuenta con varios alojamientos, supermercado y gasolinera, pasaríamos la noche. Antes de llegar se ve a la izquierda de la carretera 1 Systrafoss o Cascada de las hermanas. La guía Rother en su primera edición incluye la ruta 9 de una hora y cuarto por la zona, con la que se sube hasta el lago que se encuentra sobre la colina Systrastapi (Peñón de las hermanas), donde dicen están enterradas 2 monjas que fueron quemadas por entregarse al diablo y blasfemar sobre el Papa.
Nosotros, con la noche ya pisándonos los talones, nos fuimos directos a ver Kirkjugólf, formación basáltica de columnas hexagonales de las que se ve únicamente la parte superior y que recibe su nombre por el parecido con el suelo de una iglesia, aunque nunca ha pertenecido a una según los registros. Las leyendas populares lo asocian a ermitaños irlandeses que habitaron la zona antes del asentamiento islandés. Se encuentra aproximadamente a 1 km de la gasolinera que hay junto a la rotonda de entrada al pueblo, tomando en ésta la carretera 203 (asfaltada).
Y ya por fin, tras otro día bastante largo, nos dirigimos al camping Kirkjubaer II, junto a la carretera de acceso al pueblo, tras pasar la rotonda junto a la gasolinera. En la siguiente entrada contaré un poco sobre este camping, que fue uno de los mejores de los que estuvimos.
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