El séptimo día de viaje amaneció con un tiempo increíble, ni nos creíamos la suerte que teníamos de poder subir al Jungfraujoch con un día azul sin ninguna nube.
El día anterior nos habían arreglado en el camping Jungfrau donde nos quedábamos todo el tema de los billetes de tren y nos habían recomendado subir pronto para evitar aglomeraciones, ya que además viajábamos sin asiento reservado. Así que pusimos el despertador a las 6:30 con la idea de coger el segundo tren del día, el de las 7:37, pero nos preparamos tan rápido que vimos factible llegar al anterior (a las 7:07, ya que son cada media hora). Hicimos el trayecto del camping a la estación deprisa (se tarda andando unos 15-20 minutos) y conseguimos llegar a tiempo.
El recorrido a realizar era el siguiente: para la ida, tren de Lauterbrunnen a Kleine Sheideg donde cambiábamos al tren cremallera que sube hasta Jungfraujoch, y para la vuelta, bajábamos en el tren cremallera hasta la estación de Eigergletscher y de ahí íbamos caminando siguiendo el Eiger Trail hasta Alpiglen, donde cogíamos otro tren hasta Grindelwald. Todo esto con la Half Fare Card nos costó 84,40 CHF cada uno. A eso había que añadir el volver desde Grindelwald hasta Lauterbrunnen en otro tren (con transbordo en Zweilütschinen) por 4,50 CHF por persona (a mitad de precio por la Half Fare Card).
Durante la preparación del viaje habíamos dedicado bastante tiempo a organizar este día, pero no teníamos muy claro cómo hacer el recorrido ni cuánto tendríamos que pagar, pese a toda la información de la web del Jungfrau. Pero gracias al personal tan amable del camping conseguimos la mejor combinación al mejor precio. Además con las explicaciones y folletos que nos dieron conseguimos entender más o menos las opciones que había:
- Si no se cuenta con Half Fare Card, la opción más económica para realizar la vuelta completa es el Good Morning Ticket (disponible entre el 1 de mayo y el 23 de octubre), que implica coger uno de los 2 primeros trenes de la mañana (con salida de Lauterbrunnen a las 7:07 o 7:37) y abandonar Jungfraujoch antes de la 13. Con esto se ahorrarían 50 CHF por persona, ya que en lugar de pagar 195,60 que es el precio normal, se pagarían 145 CHF.
- Si no se quiere hacer la vuelta completa pasando por Grindelwald se puede subir y bajar directos a Lauterbrunnen, con un coste de 135 CHF por persona con el Good Morning Ticket frente a 183,60 del precio convencional.
- Sin embargo, sin duda la opción para este trayecto más económica, siempre y cuando se amortice su coste en otros desplazamientos, es utilizar la Half Fare Card, ya que se puede viajar a cualquier hora por 97,80 CHF para la vuelta completa o por 91.80 CHF si se vuelve directo a Lauterbrunnen.
A nosotros nos salió algo más barato porque un tramo lo hicimos a pie siguiendo el Eiger Trail. Otra opción posible sería comprar el Jungfrau Travel Pass, que permite viajar gratuitamente durante 3, 4, 5 o 6 días por el transporte público del área del Jungfrau (subir a Jungfraujoch se paga aparte, con un 50 % de descuento). Su precio oscila para adultos entre los 135 y los 255 CHF, según los días y si se posee algún pase como la Half Fare Card o la Swiss Travel Pass.
En Kleine Scheideg hay que bajarse del tren y subir al cremallera. Los accesos están divididos entre los que pertenecen a grupos, los que tienen acceso reservado y los que no. Nosotros buscamos la fila de los de sin asiento como nos habían explicado en el camping y entramos casi de los primeros, por lo que no tuvimos ningún problema para encontrar sitio. Como allí se juntan los trenes que suben de Grindelwald y Lauterbrunnen, enseguida se llenó de gente buscando algún hueco libre para coger ese primer tren de las 8:00. Reservar los asientos tiene un coste de 5 CHF por persona y trayecto, pero el número de asientos reservados en cada tren es limitado y cuando nosotros compramos los billetes ya no quedaban. De todas maneras en los primeros trenes de la mañana no hay mucho problema para encontrar sitio.
Después el tren se mete dentro de la montaña, donde para en un par de estaciones más para irse aclimatando a la altura. En ambos casos se puede salir del tren durante los 5 minutos que está parado para ir al servicio o acercarse a los miradores acristalados.
La primera parada es Eigerwand, a 2.865 metros de altitud y desde cuyos ventanales tenemos buenas vistas del valle de Grindelwald.
La segunda y última parada dentro de la montaña es Eismeer o "mar de hielo" a 3.160 metros de altitud.
El nombre de la estación da una idea de lo que nos vamos a encontrar al asomarnos a su mirador, laderas a un paso de nosotros cubiertas de hielo y nieve en cualquier época del año.
En ambas estaciones nos informan del tiempo de la parada por megafonía y a través de las pantallas instaladas en cada uno de los vagones, en las cuales proyectan además varios vídeos durante el viaje mostrando lo que vamos a encontrar arriba, el entorno y las tiendas.
Unas 2 horas después de haber salido de Lauterbrunnen, alrededor de las 9, llegamos a Jungfraujoch Top of Europe, la estación de tren más alta de Europa a 3.454 metros de altitud.
Cuando llegamos descubrimos la gran cantidad de cosas que hay por ver allí y pensamos que el límite de bajar a la 13 no da mucho margen si se quiere recorrer todo. Nosotros seguimos el recorrido señalizado como Tour y que te lleva por cada una de las zonas visitables.
Tras pasar por el Jungfrau Panorama, una proyección cinematográfica de 4 minutos en 360 º, subimos al mirador Sphinx Viewpoint, el punto más alto a 3.571 metros de altitud. Primero hay que subir en un ascensor 108 metros hasta una zona intermedia acristalada (a 6,3 m/s como indica una placa en su interior, lo que le convierte en el más rápido de Suiza con una duración del viaje de medio minuto) y luego por unas escaleras a la terraza superior al aire libre. Las vistas panorámicas desde el mirador son espectaculares y más con el día de buena visibilidad del que disfrutábamos y que nos permitía ver los valles de los que veníamos. En días óptimos es posible incluso ver a lo lejos los Vosgos y la Selva Negra.
El Monch o "Monje" de 4.107 m de altitud |
El glaciar Aletsch, el más largo de los Alpes con 22 km de longitud |
El pico Trugberg, de 3.933 m de altitud |
De izquierda a derecha: Aletschorn (4.193 m), Gletscherhorn (3.983 m) y Rottalhorn (3.972 m) |
Y el protagonista indiscutible, el Jungfrau con 4.158 metros de altitud |
Pese a ser pronto y haber subido en el primer tren del día ya había bastante gente en casi todas las zonas de la estación, incluido el mirador. Hasta ese día no habíamos visto muchos turistas y la mayoría eran occidentales pero estos valles son mucho más turísticos y aquí encontramos gente de casi todos los rincones del mundo. Nosotros nos entretuvimos un rato haciendo alguna foto más y bajamos enseguida a la planta de abajo.
Nos sorprende encontrarnos allí una placa que hace referencia al observatorio meteorológico existente desde 1937 y unos paneles informativos con el tiempo de ese día: temperatura y velocidad del viento actual, mínima y máxima. En esos momentos, pasadas las 9 de la mañana, estábamos a sólo 1,5 ºC. También hay un observatorio astronómico inaugurado en 1931.
A medida que nos alejábamos veíamos cada vez más pequeño el mirador del que veníamos en lo alto de la roca.
En cambio, fuera del camino la capa de nieve es abundante y aventurarnos en ella nos da la impresión de estar viviendo una experiencia "Al filo de lo imposible".
Al estar a tanta altura es muy importante protegerse del sol. Al principio parece que hace frío y vas muy tapado, pero al andar se va entrando en calor y cualquier zona que quede destapada hay que ponerle crema de alta protección.
Mientras avanzamos vemos algunos grupos que se preparan para subir al Mönch. Aunque impresiona un poco verles subir por la arista la verdad es que tiene que ser una experiencia increíble.
Según nos alejamos de Jungfraujoch vamos perdiendo de vista el glaciar Aletschgletscher, aunque lo que nos queda no tiene nada que envidiarle.
Y en estos momentos que lo que dejamos atrás está cada vez más lejos, el teleobjetivo viene muy bien...
El Mönchsjochhütte, con capacidad para dormir 120 personas, cuenta también con restaurante por si se llega con hambre.
Desde allí las vistas son increíbles, vemos el pico Trugberg mucho más cerca y nos quedamos varios minutos callados disfrutando en silencio.
Iniciamos el camino de vuelta sin asimilar todavía todo lo que estamos viendo.
Junto al punto de partida de las ascensiones al Mönch hay una bandera de Suiza que, con el Jungfrau al fondo, forma un marco de lo más representativo.
Prácticamente todas las paredes de las montañas que nos rodean tienen bastante carga de nieve y algunas están sólo a unos pocos metros del camino.
Nos cuesta despedirnos de este lugar y cualquier excusa es buena para demorar el final aunque sea unos minutos...
Al regresar a la estación aún nos quedaban varios sitios por visitar. Seguimos el recorrido recomendado atravesando la zona conocida como Alpine Sensation, un conjunto de salas y galerías con bonitas imágenes de Suiza y en las que se cuenta la historia de la construcción del tren Jungfraubahnen y el presente y pasado de la región.
En uno de los pasillos están representadas pinturas de la zona que parecen fotografías y a las que los juegos de luces dan un añadido especial.
La idea de construir el Jungfraubahnen fue del industrial suizo Adolf Guyer-Zeller, conocido como el "rey de los ferrocarriles". Pensaba que abrir un túnel a través del Eiger y el Mönch para construir un tren cremallera podía convertirse en un impulso económico para la zona y la población local le apoyó.
En 1893 se inicia el proyecto y se solicitan las primeras concesiones, comenzando la construcción 3 años más tarde. En ella trabajaron alrededor de 100 obreros, todos ellos de origen italiano. En 1898 se inaugura el tramo Kleine Scheideg - Eigergletscher y se empieza a dinamitar el túnel. Un año más tarde Adolf muere de neumonía pero sus descendientes continúan la obra. Sin embargo, ese mismo año 6 trabajadores mueren en un accidente con dinamita, lo que inicia una serie de huelgas por las malas condiciones de trabajo y a lo que la dirección reacciona con despidos. Para conseguir el objetivo final se ofrece una recompensa al equipo que consiga llegar al otro lado de la montaña, lográndose esto el 21 de febrero de 1912 e inaugurándose la estación en agosto de ese mismo año. El coste final fue de 16 millones de francos suizos, el doble de lo proyectado.
Pero si esto nos había gustado, la siguiente zona nos encantó al sacarnos nuestro lado más infantil. El Palacio de Hielo se comenzó a cavar en la década de los 30 por dos guías de montaña de la zona y en la actualidad abarca más de 1000 metros cuadrados.
Por el calor irradiado por los visitantes hay que enfriarlo a -3 ºC para su conservación. Aun así, tiene que ser esculpido permanentemente y se mueve en algunos puntos hasta 15 cm al año.
En su interior encontramos multitud de esculturas curiosas, muchas de ellas de animales, como osos o pingüinos, e incluso la ardilla de Ice Age.
Ya sólo nos quedaba visitar la zona conocida como "Plateau" o planicie, a la que salimos directamente desde un acceso de la estación. Para muchas personas este es su primer contacto con la nieve.
También puede ocurrir, como nos pasó a nosotros, encontrar un grupo de adolescentes que tratan de buscar una foto original quitándose la ropa...
Desde allí tenemos unas vistas espectaculares del Jungfrau y sus picos vecinos, incluido uno de los helicópteros habituales en la zona.
También se ve el inmenso glaciar Aletsch y parte de la estación del Jungfraujoch que acabamos de recorrer.
Las vistas son parecidas a las que hay desde el Sphynx, hacia el este vemos también el Mönch.
Nos despedimos de la nieve y las vistas de 3 países (Suiza, Francia y Alemania) haciéndonos las últimas fotos de rigor.
El día anterior nos habían dado en el camping junto con los billetes unos "pasaportes" del Jungfrau que se podían sellar en las máquinas que hay junto a la cafetería para dejar constancia de nuestro paso por allí. Aunque no es personalizado, es un detalle curioso que incluye información y fotos de la estación y los alrededores, lo que lo convierte en un bonito recuerdo.
De allí nos dirigimos a los andenes para coger el primer tren de vuelta. Pero antes, aprovechando que quedaban unos minutos para el siguiente tren, nos hicimos una foto de recuerdo con el bonito panel de fotos de Top of Europe que hay junto a los servicios de la zona de llegada.
A la hora de coger el tren ocurría como en la subida que había dos filas, una preferente para gente con asiento reservado y otra de acceso libre. Aún así pudimos entrar sin problemas y en una media hora llegamos a Eigergletscher. Otra cosa que nos sorprendió fue que en el tren de vuelta reparten pequeñas chocolatinas de Lindt con la imagen del Jungfrau de recuerdo, que aunque no es nada comparado con el coste del billete, queda como un acertado detalle que deja contento al turista.
Entre lo bonito del entorno y que ya iba habiendo algo de hambre por lo pronto que habíamos desayunado, decidimos sentarnos en uno de los prados junto a la estación a comer.
Pese a un pequeño incidente con un pájaro un poco sueltecillo comimos encantados disfrutando del precioso paisaje que nos rodeaba.
Desde allí se ve también Kleine Scheideg y el valle de Grindelwald.
El camino del Eiger Trail está señalizado ya en la propia estación, no tiene pérdida. No está permitida la circulación de bicicletas, ya que es un sendero bastante estrecho y con mucha afluencia de gente. Se tarda en llegar a Alpiglen unas 2 horas (ver track aquí)
Tras abandonar la zona de la estación pasando por detrás del lugar de llegada de un teleférico, comenzamos propiamente el trail por un sendero de piedras que va descendiendo progresivamente bajo la pared norte del Eiger, de ahí su nombre.
El sendero va alternando zonas de piedras y hierba mientras dejamos atrás Kleine Scheideg, a donde vemos llegar el Jungfraubahnen.
En una media hora llegamos a la base de la pared norte del Eiger, de 3.973 metros de altitud.
Allí encontramos unos bancos y un panel con la vía de escalada por la que se subió por primera vez a la cumbre por esta pared en 1938.
Poco después empezamos a encontrar la primera de varias cascadas o saltos de agua, ésta con no demasiada agua pero curiosa por el efecto que el viento hacia sobre ella formando una especie de cortina
A partir de ahí vamos dejando atrás la nieve y continuamos el suave descenso entre prados y flores, alejándonos de las paredes verticales y disfrutando de las espectaculares vistas, con picos de más de 3.000 metros como el Wetterhorn o el Mättenberg.
A partir de este punto el camino empieza a descender de forma más directa hacia nuestro destino, pero sin perder las vistas espectaculares del valle y los alrededores.
Mientras nos alejábamos de la cascada anterior llegamos a una zona en la que el agua baja encañonada entre las rocas con mucha fuerza y hay que cruzar algún puente.
Esta parte, desde donde vemos ya sin problemas Alpiglen, es la de descenso más pronunciado con varios zig-zag y donde empezamos a encontrar árboles en pequeños grupos.
Llegamos a Alpiglen pasadas las 15:30, justo a tiempo de ver pasar un tren hacia Grindelwald que no llegamos a coger.
Pensamos que tardaría un rato en pasar el siguiente tren, por lo que fuimos tranquilamente hacia la estación, pasando junto al único hostal-restaurante de la zona (Bärghuus Alpiglen) y parando a hacer fotos de las cabañas cercanas.
Pasado un rato, y como había ocurrido anteriormente, vinieron 2 trenes seguidos en dirección a Grindelwald, si bien el primero de ellos no paró, no sabemos si porque iba completo o por estar reservado por algún grupo. Estuvimos atentos para subir en el segundo por si no había un tercero y aunque iba bastante lleno entramos sin problemas.
El camino hasta Grindelwald transcurre a los pies de la pared norte del Eiger que veníamos de tocar casi con los dedos, las vistas son espectaculares y aunque no se pueda hacer el recorrido caminando merece la pena hacerlo en el tren.
Ya sólo nos quedaban 10 minutos de tren hasta Lauterbrunnen y el paseo hasta el camping, donde nos esperaba una merecida cena y descansar viendo a lo lejos uno de los trenes protagonistas de este día que tan buen sabor de boca nos había dejado.
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