En septiembre del año pasado, aprovechando una visita a la familia en Teruel, hicimos una escapada de dos días a la Serranía de Cuenca. Como el buen tiempo acompañaba pudimos disfrutar de los sitios y hacer varias rutas sencillitas.
El primer día pusimos rumbo a la Laguna de Uña, junto al pueblo del mismo nombre. Por allí dimos un sencillo paseo de 3,8 km (track aquí) rodeando esta bonito humedal semi-artificial sin apenas desnivel (60 metros en total), apto para toda la familia y que se puede hacer tranquilamente en poco más de una hora.
El coche se puede dejar en un aparcamiento que hay junto a la carretera que atraviesa el pueblo, al lado de la laguna, y desde donde comienza el recorrido. Allí encontramos un parque infantil, una fuente y varios paneles informativos, además de algunos miradores y plataformas de madera para acercarnos al agua. Sin embargo, el mejor balcón lo encontramos unos metros más adelante, una elevación que sirve de mirador y cuenta con bancos para disfrutar de las vistas.
Seguimos avanzando hasta una señal que nos indica que subiendo unos metros encontramos la pequeña ermita rupestre de la Virgen del Espinar, con una talla de madera de dicha virgen muy cuidada y querida por los vecinos.
De vuelta al camino principal, que hasta ahí está asfaltado, continuamos impresionados por las imponentes paredes de piedra caliza que vemos al otro lado de la laguna y hacia cuya base nos dirigimos.
Abandonamos el asfalto unos metros más adelante, en el desvío a la Escuela regional de pesca.
En 1974 se situó aquí una piscifactoría para la cría y posterior repoblación de trucha común en los ríos de la comunidad autónoma. En 1989 se estableció además la Escuela regional de pesca fluvial para promover la pesca como forma de ocio sostenible. Se encuentra en un rincón muy agradable, junto al barranco del Socarrado y comparte sus instalaciones con el Centro de Interpretación del Medio Fluvial. Aparte del edificio principal hay una zona cubierta con mesas de madera que aprovechamos para comer nuestros bocatas y reponer fuerzas.
Así llegamos hasta un pequeño observatorio de aves desde donde se tienen unas vistas estupendas de la laguna y la parte del camino que ya habíamos recorrido. Entre las aves que habitan aquí están el zampullín chico o la cerceta común.
En el tramo final del paseo el camino se va abriendo hasta cruzar un canal de agua, el Canal de la Toba, desde el que en pocos minutos estamos de vuelta en el pueblo de Uña.
Hay posibilidad de hacer un recorrido más largo (9 km), que incluye subir a los farallones rocosos siguiendo el PR-CU 37, y disfrutar de las vistas desde lo alto (información de rutas por el Parque natural aquí). Otra opción es visitar La Ciudad encantada, a muy pocos kilómetros de Uña y que abre todos los días (entrada 5 €). En la web de Turismo Castilla-La Mancha encontramos multitud de alternativas para disfrutar de la Serranía de Cuenca.
Pero nosotros teníamos pensada otra ruta para la tarde, la Senda de los Callejones en Las Majadas, un lugar muy similar a La Ciudad Encantada pero con menos gente y gratuito.
Este espacio lo encontramos a algo más de media hora de Uña, junto a la carretera CM-2105, a escasos 3 km del pueblo de Las Majadas.
Hay un amplio aparcamiento para dejar el coche donde se inicia la senda, además de varias mesas de picnic bajo los árboles, lo que lo convierte en un plan perfecto para pasar el día en familia. Lo que no vimos es ninguna fuente, por lo que conviene llevar agua.
A partir de aquí se trata de disfrutar del entorno y las curiosas formaciones de estas rocas denominadas dolomías y formadas por carbonato cálcico y magnésico, lo que las hace solubles en agua. Esto hace que con el paso del tiempo se vayan disolviendo y las formas pueda alcanzar dimensiones considerables como ocurre aquí.
Los Callejones de las Majadas están situados en el borde noroeste de la Muela de la Madera y constituyen uno de los parajes de mayor interés geomorfológico del Parque Natural de la Serranía de Cuenca, lo que llevó a incluirlo en las zonas de protección prioritaria.
La duración del paseo, de unos 4 km y 100 metros de desnivel, dependerá de lo que queramos entretenernos con la infinidad de formaciones que hay. Nosotros tardamos casi 2 horas, aunque se puede hacer en hora y media sin pararse mucho.
Es inevitable jugar un poco con algunas de las rocas y desde luego puede ser el paraíso de los más pequeños y de los no tan niños...
En algunos casos podemos reconocer setas, puentes o cabezas de perro en las rocas, aunque todo dependerá de nuestra imaginación.
Pero en otros casos aunque no reconozcamos nada, la magnitud de las formaciones impresionan igualmente y sólo pasear entre ellas resulta de lo más entretenido.
También llama la atención cómo la vida se abre paso en los lugares más curiosos y a priori más inhóspitos, como pino grande creciendo entre dos rocas.
En algunos casos la erosión ha producido estrechos pasillos, fisuras u oquedades que resulta divertido atravesar.
El recorrido también tiene una parte de sendero botánico con carteles junto a distintas plantas y árboles que nos enseñan sus nombres común y científico, aunque por desgracia en algunos casos están algo deteriorados y no se leen bien.
Lo cierto es que la zona es totalmente recomendable, en especial para ir con niños a pasar el día. A nosotros nos sorprendió mucho y nos resultó un paseo muy agradable y entretenido (track aquí).
Para pasar la noche improvisamos un poco, es la ventaja que tiene ir con la furgo. Como José conoce la zona teníamos pensados un par de sitios y tras echarles un ojo optamos por el área recreativa que hay a las afueras de Vega del Codorno, en el cruce de la carretera de Las Majadas y a tan sólo 2 km del nacimiento del río Cuervo que ya habíamos visitado hace un par de años (Coordenadas 40º25'07"N 1º54'21"W).
Se trata de una zona con bastante aparcamiento, mesas de piedra para comer, una fuente y un edificio usado como cantina que suponemos abrirá en verano.
El segundo y último día de la escapada amaneció espléndido y pusimos rumbo a nuestro destino muy animados tras haber descansado un montón.
El objetivo era la Hoz de Beteta, seis kilómetros de acantilados con más de 80 metros de altura excavados por el río Guadiela.
Habíamos mirado un sendero botánico (ver track aquí) que partiendo del área recreativa de la Casa de la Pradera permitía recorrer un tramo de la hoz de 3 km de forma sencilla, sin apenas desnivel y disfrutando de este maravilloso entorno.
En el área recreativa hay espacio para dejar los coches, además de fuentes, un refugio y mesas de madera.
El camino se inicia llaneando entre árboles junto al río hasta llegar a una curva en la que un puente conecta con la carretera. En ese punto comienza el único ascenso de la ruta, que nos lleva a la base de las paredes de piedra y nos aleja del cauce del río. En algunos claros vemos las paredes del otro lado de la hoz imponentes destacando sobre el cielo azul.
Una vez a los pies de la pared avanzamos pasando junto a antiguas construcciones y árboles singulares como un tilo de más de 300 años. Lo cierto es que encontramos muchos tilos por la zona y la mayoría muy antiguos.
La altura que hemos ganado nos permite seguir deleitándonos con las impresionantes paredes de la hoz, hogar de muchas aves. De hecho en esta zona podemos ver con suerte ejemplares de algunas especies amenazadas como el Alimoche, el Águila Culebrera, el Martín Pescador, el Mirlo acuático o el Azor.
Poco después se inicia un descenso bastante empinado junto al conocido como "gusano de hierro", una canalización de agua que destaca bastante en este entorno natural. Así llegamos al área recreativa de Fuente de los Tilos, que al igual que la de la Casa de la Pradera cuenta con zona de aparcamiento, mesas y fuente. Desde allí se puede salir a la carretera y volver al inicio por ella, pero nosotros preferimos hacer la vuelta por el mismo camino para evitar el asfalto.
Merece la pena dedicarle tiempo al entorno de este área recreativa junto al río Guadiela, ya que hay rincones preciosos por descubrir.
Si se dispone de tiempo se puede seguir disfrutando de la hoz siguiendo el sendero que avanza paralelo al río y que enlaza con la ruta de La Cueva del Armentero, un recorrido lineal de 1,6 km que nos lleva a visitar la represa de los Tilos y las cuevas de La Ramera y el Armentero, aunque hay que tener en cuenta que el último tramo tiene un fuerte desnivel.
Lo cierto es que la zona es espectacular, aunque no se tenga mucho tiempo se puede avanzar unos metros y dar un pequeño paseo por allí para disfrutar de este entorno impresionante.
Iniciando ya el camino de regreso a casa hicimos una última parada en las Lagunas de El Tobar, a 1 km del pueblo homónimo, al que se llega cogiendo una desviación a las afueras de Beteta. Son un conjunto de 3 lagunas, la Laguna Grande, la Laguna Pequeña y la Laguna Ciega, aunque esta última desapareció por el drenaje de la anterior.
La Laguna Pequeña es difícil de ver porque está rodeada de vegetación pero la Grande, con un perímetro de unos 3 km y profundidades máximas de unos 20 metros, resulta impresionante. Llegamos en la furgoneta hasta ella, la última parte por pista de gravilla. Aunque hay posibilidad de hacer varias rutas sencillas por la zona no teníamos ya mucho tiempo por lo que nos conformamos con dar un pequeño paseo por su orilla más cercana cogiendo algo de altura para tener mejores vistas.
Esta laguna tiene como particularidad que sus aguas más profundas tienen tres veces más sal que el agua del mar, ya que se alimenta, además de por el "Arroyo de la madre", de caudal estacional y muy variable, por manantiales salinos muy profundos. Artificialmente también recibe agua del río Cuervo a través de la presa de La Tosca.
Por desgracia la escapada iba llegando a su fin y tocaba regresar a Bezas, pero nos gustó mucho la zona y nos pareció perfecta para venir con niños, furgoneta o autocaravana y descubrir la gran cantidad de rincones prácticamente desconocidos que ofrecen.
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