miércoles, 25 de noviembre de 2020

Días 1 y 2 Dolomitas (05/07): viaje de ida con paradas en Mónaco, Lago di Garda y Val di Funes


El recorrido de ida hasta Dolomitas lo dividimos en 2 días. El primero fue íntegramente de viaje e hicimos noche en Francia en un mirador cercano al pueblo de La Turbie, junto a la frontera con Mónaco, siguiendo la recomendación de Viajando nuestra vida (coordenadas aquí). 






Uno de los alicientes de dormir aquí son justamente las fantásticas vistas sobre el Principado hacia un lado (aunque entre el sol y la calima no pudimos disfrutarlas del todo) y hacia la ciudad de Niza al otro.



El mirador está al final de la carretera que lleva a un antiguo fuerte, el Fort de la Tête de Chien.



Aunque se puede pernoctar aquí, ya que hay una explanada amplia y de hecho por la mañana encontramos una furgoneta y una autocaravana, nosotros nos quedamos en unos apartaderos que hay junto a la carretera un poco antes y que cuentan con mesas de madera, ya que en el mirador había un grupo haciendo botellón cuando llegamos.

La noche fue tranquila, pudimos disfrutar incluso de fuegos artificiales hacia Niza, aunque hacía mucho calor muy húmedo con 28 ºC cuando nos levantamos a las 8 de la mañana.




No podíamos irnos de allí sin acercarnos al famoso Mónaco, aunque ya en las proximidades nos dimos cuenta que no era nuestro estilo de turismo: muy caótico, mucho tráfico, turístico, con pinta de caro y todo muy concentrado en poco espacio. No en vano es el segundo estado más pequeño del mundo después del Vaticano con tan sólo 2 kilómetros cuadrados y el primero en densidad de población. También es verdad que era hora de entrada al trabajo y suponemos que por tanto la de más tráfico.



El principado surge como de la nada, en una minúscula península entre el mar y las paredes de roca cercanas y para llegar al distrito de Montecarlo tenemos que bajar por una serpenteante carretera.



Una vez allí apenas nos bajamos del coche ya que aparcar parecía que iba a ser misión imposible. Recorrimos la zona del puerto tratando de imaginar lo que pueden sentir los pilotos de Fórmula 1 cuando lo hacen a más de 150 km/h por esas calles y llegamos hasta la Plaza del Casino. Es bastante común encontrar coches deportivos y de lujo por sus calles.



Aquí encontramos hoteles y cafeterías de lujo así como por supuesto el famoso Casino de Montecarlo, construido por Charles Garnier, el arquitecto de la Opera Garnier de París.


Este distrito, sinónimo de lujo y glamour, se originó en 1856 cuando el Príncipe Carlos III de Mónaco autorizó la construcción de un casino con el objetivo de llenar sus arcas tras la pérdida de algunos feudos en territorio francés, convirtiéndose en fuerte referente de la Costa Azul. Por desgracia el boom inmobiliario iniciado en 1970 lo convirtió en una montaña llena de edificios altos que han modificado el paisaje del barrio.



Con esta visita rápida a la zona de Montecarlo tuvimos suficiente y dejamos Mónaco, la parte vieja de la ciudad, para otra ocasión.

Como teníamos que echar gasolina y en Mónaco no vimos ninguna gasolinera seguimos viaje y tras cruzar la frontera con Italia entramos en la primera que encontramos en la autopista. El problema es que pagamos la novatada: si ya de por sí el precio de la gasolina en las autopistas es más caro de lo normal en Italia es habitual que sea distinto en función de si te lo sirven o si te lo echas tu mismo. La gasolinera en la que paramos era una de ellas, no nos dimos cuenta y pagamos 20 céntimos por litro de diferencia!!

Lo positivo de las autopistas italianas es que apenas encontramos estaciones de peaje por lo que no hay que parar cada pocos kilómetros. En nuestro caso cogimos el ticket al entrar al país y no paramos hasta que nos salimos cerca del Lago di Garda (salvo en un área Autogrill para ir al baño y comprar pan), donde tuvimos que pagar un total de 38 €. Esto es sin embargo su lado negativo: son bastante caras y en general peores que en España, con poco arcén y bastantes curvas, lo que añadido a la forma de conducir de los italianos lo vuelve un poco agobiante.

En Peschiera di Garda abandonamos la autopista para seguir hacia el norte por la carretera que bordea el Lago di Garda. Aunque es gratuita y nos ahorramos el peaje, durante el primer tramo no va muy próxima al lago y es muy turístico, hay muchos hoteles, tráfico y hay que ir a 50 km/h por lo que se hace bastante pesado.

A medida que avanzamos hacia el norte la carretera se acerca al agua, el paisaje mejora y el tráfico se vuelve más fluido, aunque está el problema del aparcamiento. No hay mucho y los que hay son de pago. A partir de la localidad de Garda encontramos más zonas para aparcar, la mayoría tipo zona azul con precios que rondan 1.50 €/hora.

Un par de pueblos después de Garda, en Pai, encontramos un aparcamiento gratuito junto al paseo del lago con bancos y aprovechamos para comer allí. El lago di Garda es el mayor lago italiano con 51 km de largo y 17 de ancho, su origen es glaciar y sirve como divisoria entre las provincias de Lombardía y Veneto.




Esta parte final es la más bonita, menos masificada y con vistas impresionantes sobre las moles de piedra del otro lado del lago. Hay algunas pequeñas playas de piedras con gente bañándose y muchos barquitos ya que el día acompaña con alrededor de 30 ºC.




Rodeamos el lago hasta el final, donde desemboca el río Sarca, su principal afluente, y cogemos la carretera que va hacia la autopista cogiendo altura rápido. Por el camino encontramos algún mirador y de nuevo bastante tráfico.

Con la autopista (estrecha y con curvas) pasamos junto a Trento y Bolzano pero no paramos ya que se nos hace tarde, amenaza tormenta y queremos llegar a la Val di Funes antes de anochecer. Este tramo de autopista hasta la salida de Klausen nos cuesta 8,90 €.

El valle, de apenas 25 kilómetros, pertenece a la provincia de Bolzano y se le conoce como el tesoro de los Dolomitas por las panorámicas que ofrece, convirtiéndose en uno de los rincones más fotografiados de la zona.

Una vez allí nos dirigimos primero hasta Sta. Maddalena, a la iglesia del mismo nombre.


Pero para tener las imagen espectacular con la iglesia y las montañas detrás no hay que detenerse en ella. Seguimos por la estrecha carretera hasta una granja donde dejamos el coche como podemos para molestar lo menos posible ya que no hay ningún aparcamiento cercano, no nos queremos ni imaginar como estará esto en algunos días punta del verano...



De camino habíamos visto un banco de madera junto a la carretera, el mirador por excelencia a donde todo el mundo llega para hacer la foto. Muchos vienen caminando desde el pueblo y es la mejor opción, nosotros como venía lluvía y ya estábamos allí nos quedamos un rato y nos fuimos enseguida.




El paisaje es impresionante, lo que tanto habíamos visto en las fotos es aún mejor en la realidad. Así que aunque sin mucho tiempo quisimos disfrutar del momento, saborearlo y buscar la foto perfecta.




A la vuelta paramos junto a la iglesia para verla más de cerca aunque su interior sólo abre por las mañanas. Pese a que ya se la menciona en escritos de 1394 la forma actual es del siglo XVI.




Junto a ella hay un cementerio, todo rodeado de verdes praderas. Desde la iglesia se puede bajar caminando al pueblo por un sendero en lugar de por la carretera, bastante estrecha y transitada.





Muy cerca de allí encontramos otra de las joyas del valle, la iglesia de St. Johann in Ranui o St. Giovanni (al estar cerca de la frontera con Austria muchos nombres en la zona están en italiano y alemán).



La iglesia está junto a un hotel, donde podemos adquirir un folleto informativo sobre ella. Hay un aparcamiento bastante amplio aunque de pago (4€ todo el día, 2 € a partir de la 13:00 y 10 € autocaravanas) pero no hay nadie controlando.








Para llegar a la iglesia hay que pasar junto a una caseta pero no hay que pagar por entrar, sólo hay que seguir el recorrido delimitado y no atravesar el campo.


Quizá la última hora de la tarde sea la mejor para visitar esta zona porque el sol queda al otro lado con la iglesia y las montañas de fondo. Pero cuando nosotros llegamos estaba muy cubierto y se oían truenos. A los pocos minutos comenzaron a caer gotas así que no nos quedó más remedio que aligerar y verla más rápido que la anterior.




Habíamos visto fotos muy chulas de esta iglesia del estilo de las de Sta. Maddalena, con las montañas de fondo y nos fuimos a explorar a la ladera de enfrente a ver si podíamos sacar alguna otra foto.




Aunque no es comparable a la anterior, las vistas también son impresionantes.





Aunque nuestro objetivo era ir a dormir al Lago di Braies nos equivocamos y cogimos una especie de carretera de montaña que acababa en un aparcamiento, suponemos que desde el que se realizan rutas de montaña.




Volviendo a la carretera principal ponemos rumbo al Paso del Erbe, a casi 2000 metros, desde donde hacemos algunas fotos y decidimos pasar la noche cerca de allí en una explanada junto a una de las curvas de la carretera bajando del puerto, ya que es tarde, está lloviendo y no merece la pena darse la paliza.




El lugar recibe el nombre de Parcheggio Pe de Börz ya que por lo que leímos desde aquí empiezan diferentes senderos, el más conocido es el trekking que sube hasta Monte Muro. No tiene servicios pero está relativamente bien nivelada y no había nadie más por lo que pasamos una noche tranquila.

Agradecemos el portón trasero de nuestra minifurgo para permanecer a cubierto mientras se hace la cena y por suerte, la lluvia nos respeta para montar la cama. Acabamos algo desanimados el día por la previsión de mal tiempo pero emocionados con lo que hemos visto en tan sólo un par de horas en Dolomitas y ansiosos por ver el resto.

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