Nuestras últimas horas en Roma las dedicamos a la Basílica de Santa María Maggiore, ya que estaba cerquita de donde nos quedábamos y como teníamos que estar en el aeropuerto antes de las 12 no teníamos tiempo de mucho más.
Tras desayunar y recoger un poco nos acercamos a la basílica. No teníamos hora para abandonar el apartamento así que dejamos las maletas allí para no cargar y volvimos después a por ellas.
La vía Torino, donde se encontraba nuestro alojamiento, desemboca en la Piazza dell' Esquilino, justo detrás de la Basílica, por lo que no nos llevó más de 5 minutos llegar hasta ella andando.
La Basílica de Santa María la Mayor es la única de las cuatro patriarcales dedicadas a la Virgen y aun conserva su antigua estructura paleocristina. Se puede visitar a diario de 7 a 19 horas y en ella destacan su mezcla de estilos y su grandiosidad, que se percibe nada más cruzar sus puertas.
El artesonado del techo fue añadido en la década de 1490 y el oro empleado, proveniente del "Nuevo Mundo", fue un regalo de Isabel La Católica.
A la izquierda de la nave hay una capilla dedicada al papa Pablo V, con una de las imágenes de la Virgen María más antiguas que existen.
Bajo el altar mayor se encuentran las reliquias del Pesebre de Belén, trozos de madera de la cuna sagrada traídos por peregrinos que venían a Roma desde Tierra Santa.
Allí podemos ver también la estatua del papa Pío IX, colocada a finales del siglo XIX.
Cada 5 de agosto se lanzan miles de pétalos blancos durante la misa para conmemorar el "Milagro de la Nieve", según el cual ese mismo día del año 352 cayó allí una gran nevada.
Nosotros estuvimos un rato paseando por el interior de la basílica impresionados por su tamaño y decoración. Aunque deberíamos habernos acostumbrado después de más de 2 días en la ciudad viendo edificios e iglesias similares, creo que uno nunca se acostumbra a ese nivel de ostentación.
Poco después abandonamos la iglesia y regresamos tranquilamente al apartamento a recoger nuestras cosas. De allí nos dirigimos a la estación de tren de Termini, desde cuyo lateral salía el autobús de Terravisión que teníamos comprado para ir al aeropuerto de Ciampino. Los autobuses se cogen en el mismo sitio donde te dejan, junto a la cafetería de Terravisión donde también se compran los billetes. Si se llevan comprados por internet hay que pasar por la taquilla para canjearlos por un ticket válido para entrar al autobús, pero no hace falta hacer la cola de compra.
Afortunadamente íbamos con bastante tiempo de margen, ya que los horarios no se cumplen demasiado. Además hay que estar bastante atento ya que suele haber mucha gente y como allí también para el autobús de la misma compañía a Fiumicino puede haber confusiones.
Tras estar un rato esperando al sol, llegó nuestro autobús y conseguimos subir rápido. A lo que tampoco nos acostumbrábamos era a la conducción romana, a punto estuvimos de tener un "incidente" con otro coche de camino al aeropuerto, aunque al final todo quedó en un susto.
Una vez en Ciampino, nos despedimos de mi madre y mi tía que tenían el avión un par de horas más tarde y pasamos el control de seguridad. El colmo vino cuando dos señores mayores con una monja se nos intentaron colar en la fila para embarcar, después de haber estado parados a unos metros de nosotros durante más de media hora, alegaban que la mujer era mayor y no podía estar mucho rato de pie para no ponerse al final de la cola. Como con nosotros no coló, se fueron moviendo discretamente hasta meterse delante de un par de personas un poco más atrás de donde estábamos, es alucinante el morro que tiene la gente a veces!!
Algo bueno del aeropuerto de Ciampino es que tiene Wifi gratuito, hay folletos y carteles donde dicen como conectarse, aunque simplemente se trata de seleccionar la red "Airport free Wifi" y al entrar al navegador seleccionar la opción "Free". Cuando estás en el extranjero se agradecen estos detalles.
Finalmente despegamos en hora y dejamos atrás esta ciudad tan llena de historia que nos había acogido durante 3 intensos días.
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