Tras disfrutar de la agradable comida en la terraza del Grazia e Graziella, continuamos con nuestro recorrido por el genuino barrio del Trastévere.
A la vuelta de la esquina se encuentra la basílica de Santa María in Trastévere en la plaza del mismo nombre. Tanto la iglesia como la plaza transmiten una gran tranquilidad pese a haber gente por todas partes, es una de las zonas más auténticas de Roma. Aunque fue reconstruida en el siglo XII, su origen está en el siglo III, por lo que se trata de uno de los templos más antiguos del cristianismo. El acceso es gratuito y conviene entrar aunque sea unos minutos para disfrutar de su belleza. Las columnas de granito de su nave proceden como en otros casos de las Termas de Caracalla, por lo que vamos entendiendo el aspecto desangelado de éstas últimas que observamos desde fuera el día anterior.
Fuera, la Piazza di Santa Maria in Trastévere, destaca como el corazón del barrio, y hay varias cafeterías y restaurantes al igual que en los alrededores.
La mayor parte del tiempo vamos siguiendo los recorridos que nos recomienda la guía "Roma, fin de semana" de National Geographic que llevamos con nosotros, como en este caso que continuamos recorriendo el barrio del Trastévere para después cruzar al otro margen del río a través de la Isola Tiberina.
Tras pasar junto a la iglesia de San Crisogono, llegamos a otro de los puntos destacados del barrio, la iglesia de Santa Cecilia, dedicada a la mártir del mismo nombre y que, aunque reformada en el siglo XII, conserva parte de su estructura del siglo IV. Está escondida tras un imponente pórtico que junto con el jardín de su parte frontal la convierten en un remanso de paz y tranquilidad.
Nos despedimos del barrio del Trastévere callejeando por sus calles empedradas que nos sorprenden con pequeñas plazas y casas repletas de flores.
Aunque implicaba dar un pequeño rodeo respecto a la ruta marcada en la guía, decidimos acercarnos a ver 2 de los lugares más curiosos de la ciudad: la Piazza dei Cavalieri di Malta, donde se encuentra una curiosa cerradura a través de la cual es posible ver la cúpula de la basílica de San Pedro y la Bocca della Veritá en la iglesia de Santa María in Cosmedin.
Sin embargo, la vuelta fue mayor de lo esperado, ya que al intentar hacerlo en el orden mencionado nos encontramos con que era imposible acceder a la plaza desde la zona del río por la que íbamos, cruzando el ponte Sublicio, y tuvimos que prácticamente deshacer todos nuestros pasos bajo un sol de justicia.
Como retrocediendo el camino andado llegamos casi hasta la Bocca della Veritá, nos acercamos a verla. Se encuentra en el pórtico de la iglesia de Santa María in Cosmedin, fácilmente reconocible por su alto campanario de base cuadrada, emplazada al lado de un cruce con muchísimo tráfico.
El tranquilo interior de la iglesia del siglo VI de acceso gratuito contrasta con el habitualmente concurrido pórtico en el que se encuentra la famosa Boca de la Verdad, donde se forman largas filas para hacerse una foto con ella tras dar un pequeño donativo. Aunque probablemente se tratara originalmente de una tapa de alcantarilla o desagüe decorativo, la leyenda cuenta que aquel que no es sincero al introducir su mano en la boca será mordido. Su historia se remonta a la Edad Media, pero la fama le llegó tras aparecer en la película "Vacaciones en Roma" protagonizada por Gregory Peck y Audrey Hepburn.
Cuando nosotros nos acercamos había algo de cola y tampoco teníamos mucho interés en comprobar la leyenda de primera mano, por lo que nos conformamos con verla desde fuera aprovechando para hacerla una foto entre turista y turista.
Desde allí nos dirigimos a la Piazza dei Cavalieri di Malta, situada sobre la colina del Aventino. Para llegar hasta allí pasamos junto a la explanada del Circo Máximo, donde estaban colocando lo necesario para celebrar el fin de semana siguiente la "Roma Race for the Cure", una carrera popular contra el cáncer de mama.
El Circo Massimo o Circus Maximus tiene su origen en el siglo VI aC. Se trataba de un enorme estadio al aire libre donde se realizaron pruebas deportivas como las carreras de cuádrigas durante cerca de 1000 años. Sus gradas tenían espacio para más de 250.000 espectadores aunque en la actualidad apenas quedan unos pocos restos de la estructura en la parte sur. Hoy en día se utiliza como parque público, zona de picnic y para albergar conciertos o eventos como el que encontramos.
Detrás de él se puede apreciar la colina del Palatino, que impide ver desde ahí el Coliseo.
Girando a nuestra derecha entramos de lleno en la colina del Aventino, una de las 7 que conforman Roma, salpicada de parques y calles arboladas, como la rosaleda que atravesamos nada más empezar a subir. Se trata de un pequeño oasis entre el caos circulatorio de los alrededores.
En lo alto de la colina encontramos el parque - naranjal Giardino degli Aranci, también conocido como Parco Savello por ser el antiguo jardín de una fortaleza del siglo XII perteneciente a la familia Savello. Ahora cuenta con fuentes, bancos y césped donde sentarse a descansar o donde poder jugar los niños con total tranquilidad. Durante la expansión del Imperio Romano se construyeron muchos palacios y jardines que se decoraban con plantas y árboles de todas partes del mundo. Así ocurrió también con los naranjos, pero para evitar la aparición de ladrones se creó una variedad que daba frutos muy amargos que resultaban incomestibles y que aun hoy se encuentran en muchos espacios públicos de Roma.
Desde un balcón mirador situado al fondo del parque se distingue prácticamente toda la ciudad, desde el Vaticano hasta el monumento de Vittorio Emmanuelle. Aprovechamos para descansar un rato de la caminata que llevábamos y disfrutar de las vistas. A una chica la estaban grabando con una cámara de vídeo, no sabemos si sería de algún programa de televisión o quizá ni siquiera era conocida.
En la muralla exterior del parque encontramos esta peculiar fuente, que pertenece a la iglesia de Santa Sabina que se encuentra al lado, y que tiene bastante parecido con la Boca de la Verdad.
Sin embargo queríamos encontrar la curiosa cerradura sobre la que habíamos leído en distintos blogs y en la propia guía, así que nos dirigimos a la Piazza dei Cavalieri di Malta, a poca distancia de allí. Tardamos un poco en llegar ya que nos encontramos con una especie de rodaje, que nos hizo permanecer un rato esperando en silencio a que acabaran de trabajar.
Finalmente llegamos a la plaza, amurallada y rodeada de cipreses, donde un grupo de turistas esperaba para lo mismo que nosotros. Al fondo de la plaza se distingue la iglesia de Sant' Anselmo, del año 1900 y sede de monjes benedictinos (cantan gregoriano casi todas las tardes y domingos por la mañana).
El edificio principal de la plaza es el Priorato di Malta, una orden de caballería fundada en el año 1050 que sigue existiendo como organización de beneficiencia. Tanto la puerta del edificio, que no se puede visitar, como la plaza fueron diseñados por Gian Battista Piranesi en el siglo XVIII. Lo que atrae a tanta gente es mirar a través de la cerradura, ya que está realizado de tal forma que al fondo se ve la cúpula de San Pedro como si estuviera en un jardín. No se si se puede apreciar bien en la foto pero la verdad es que resulta muy curioso.
Desde allí nos toca regresar sobre nuestros pasos hasta la iglesia de Santa María in Cosmedin para dirigirnos a la isla Tiberina y al barrio judío.
Frente a la iglesia encontramos 2 pequeños templos que son de los más antiguos de la ciudad. El circular, Tempio di Ercole, data del siglo II a.C y se cree que estaba dedicado a Hércules. El tejado se ha añadido recientemente durante labores de restauración pero las columnas se conservan en buen estado. Detrás de él, o a su derecha desde la iglesia, está el Templo de Portunos, de planta rectangular. Está dedicado al dios de los graneros y los puertos. Su basamento es original y las columnas y el frontón se conservan sorprendentemente bien.
Conseguimos atravesar el caótico cruce y bordeando los templos llegamos junto al río Tíber. Desde allí tenemos una perspectiva mejor de la iglesia de Santa María in Cosmedin.
Cruzamos el río por el Ponte Palatino, desde donde se divisan los restos del Ponte Rotto, el que fue el primer puente de piedra de Roma.
Seguimos junto al margen del río Tíber hasta llegar al siguiente puente, el Ponte Cestio, que nos lleva hasta la Isola Tiberina, la isla habitada más pequeña del mundo y que tiene una curiosa forma similar a una barca.
En verano se celebran festivales y se instalan cervecerías y restaurantes en sus "playas".
En ella se alzan desde hace siglos una iglesia y un hospital, puesto que ya en el pasado se le atribuían propiedades curativas, habiendo existido antiguamente un templo a Esculapio, el dios griego de la medicina.
Cruzando a la otra margen del río por el Ponte Fabricio del año 62 a.C., el más antiguo de los conservados en Roma, llegamos al barrio judío, en el que vive todavía una de las comunidades judías más antiguas de Europa.
Lo primero que encontramos a mano izquierda es la Sinagoga, construida tras la reunificación de Italia en 1904 como símbolo de libertad. Bajo el mando de la nueva república se derribaron los muros que por orden papal rodeaban desde 1556 el guetto (palabra procedente del veneciano y que en italiano no tiene connotación negativa). En su interior hay un museo al que se puede acceder pagando la entrada de 11 € que incluye además una visita guiada al templo.
A mano derecha de donde nos encontrábamos la guía situaba el Teatro de Marcello, pero nosotros sólo veíamos un bloque de pisos. Para ver bien la fachada redondeada del popular teatro del siglo I a.C., que podía albergar a más de 20.000 espectadores, hay que acercarse a él por la Vía del Teatro di Marcello, al otro lado de los edificios.
A este lado se encuentran sin embargo las ruinas del Portico d' Ottavia, por el que se accedía a una galería con columnas donde se exhibían estatuas traídas de Grecia. Nosotros estábamos algo cansados de todo el día caminando así que tras rodear la Sinagoga nos sentamos en una de las terrazas de la Vía del Pórtico de Ottavia. El entorno no era nada espectacular y las consumiciones nos salieron bastante caras, aunque suponemos que debía ser por la zona, ya que las cafeterías de alrededor parecían similares o incluso más caras.
Tras descansar un rato continuamos callejeando por la judería hasta llegar a la pequeña Piazza Mattei, popular por su Fontana delle Tartarughe o Fuente de las Tortugas, que aunque ha sido recientemente restaurada fue diseñada por Giacomo della Porta en 1585. Los pequeños animales situados en la parte superior de la fuente llaman mucho la atención de turistas y curiosos.
Siguiendo de frente salimos del barrio judío para encontrarnos con el Largo di Torre Argentina, una plaza rodeada de tráfico en la que se halla un yacimiento arqueológico denominado Area Sacra dell'Argentina, con ruinas de 4 templos del siglo III a.C. que no se descubrieron hasta 1920 y que nos da una idea de la altura a la que se encontraban sus calles entonces.
Desde allí nos dirigimos a la Piazza Venezia por el Corso Vittorio Emanuele II, pasando junto a la Piazza Gesú donde se encuentra la iglesia jesuita Chiesa del Gesú del siglo XVI, que se puede visitar gratuitamente. Cuando nosotros llegamos ya estaban cerrando y aprovechamos para sentarnos un rato a tomar un batido en una heladería que hay enfrente y reponer fuerzas con cosas que habíamos cogido en un supermercado de paso.
Ya otra vez en marcha llegamos hasta la famosa Piazza Venezia, donde nos sorprendió encontrarnos en uno de sus extremos a un curioso guardia subido en una peana en medio de la marabunta de coches, que iba dirigiendo el tráfico a ritmo de silbato. Lo que no nos quedó muy claro es cómo conseguía llegar y salir de allí sin morir atropellado...
La plaza sorprende por la cantidad de tráfico que la atraviesa, no en vano se trata del centro de la red callejera de la ciudad desde 1881. Aunque lo que de verdad impacta es el Monumento a Victor Manuel, una enorme construcción de mármol que se sitúa en el extremo sur de la plaza. Esta obra, conocida como Il Vittoriano y dedicada al primer rey de Italia Vittorio Emanuele II de Saboya, fue inaugurada en 1911 y trataba de honrar la Italia recién unificada. Sin embargo su construcción levantó mucha polémica porque a ella se destinaron grandes sumas de dinero procedente de nuevos impuestos y se derribó parte de la colina Capitolina y barrios adyacentes. Los italianos le dan nombres despectivos como "la tarta nupcial" o "la máquina de escribir" y a los turistas no les suele gustar por el contraste que supone con el resto de monumentos históricos. Lo que no se puede negar es que resulta impresionante, con la enorme estatua ecuestre del rey presidiéndolo (el caballo albergó en su interior una cena para 12 personas) y la columnata de la parte superior. A nosotros nos llamó mucho la atención y nos gustó por ser algo diferente. En el primer escalón se encuentra además la Tumba del Soldado Desconocido.
Habíamos leído que se podía acceder gratuitamente a un mirador desde el que había buenas vistas de la ciudad subiendo 196 escalones, y pagando 7 € en ascensor a otro en la parte superior. Como ya era tarde y estábamos cansados nos conformamos con estar un rato haciendo fotos desde el centro de la plaza, disfrutando de la luz del atardecer que le daba un encanto especial.
Ya en dirección al apartamento para descansar un rato antes de salir a cenar, pasamos junto a los restos del Foro de Trajano.
En uno de sus extremos se encuentra la Columna Trajana, de 38 metros de altura y creada para celebrar la victoria de Trajano sobre Dacia. Los restos del emperador descansan en su base. A su lado, la iglesia de Santa María de Loreto.
Desde allí volvimos al apartamento tranquilamente para descansar un poco antes de salir a cenar. No sabíamos muy bien dónde ir esa noche, pero para aprovechar a ver iluminado uno de los lugares más famosos de Roma decidimos acercarnos a la zona de la Fontana di Trevi.
De camino nos encontramos de nuevo con sorpresas en cada rincón, en forma de fuentes, esculturas o edificios monumentales como el Palacio del Quirinal, construido durante el Renacimiento y en la actualidad residencia del Presidente de la República.
Sin embargo nuestra ilusión se transformó en decepción al llegar a la archiconocida Fontana di Trevi; tras una larga caminata nos la encontramos en obras, con andamios en sus laterales, mamparas de cristal en la parte frontal y por supuesto sin agua. Ya era algo tarde y no nos quedó más remedio que buscar un sitio por allí donde cenar, al menos es una zona bastante animada y con multitud de restaurantes, cafeterías y heladerías. Finalmente cenamos en la Hostaria Trevi, a pocos pasos de la Fontana, en un terraza en la calle. Aunque no fue caro la comida no fue nada del otro mundo, podríamos decir que fue de los peores sitios donde comimos durante el viaje.
Tras la cena volvimos tranquilamente al apartamento con muchas ganas de coger la cama y descansar de la que fue la jornada más intensa del viaje.
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