Este día iniciamos nuestro recorrido por los fiordos, y tras desayunar y dejar el hotel, nos dirigimos a recoger el coche que habíamos alquilado con Hertz. La oficina estaba en las afueras de Bergen (c/ Kanalveien 48) y por lo que habíamos visto en la web de transporte público de la ciudad, la línea 83 de autobús nos dejaba justo allí. La parada de esta línea más cercana al hotel era Torget Q, junto al mercado de pescado. En esa zona hay varias paradas con el mismo nombre, Torget, y en cada una paran distintas líneas, por lo que para diferenciarse unas de otras junto al nombre de la parada va una letra mayúscula, de ahí la letra Q. En cada marquesina hay carteles con los horarios de las líneas que paran allí y un mapa de la zona con los nombres de cada parada.
El autobús de la línea 83 pasaba cada media hora y como teníamos que estar en la oficina para las 10 cogimos el bus de las 9:14. Fuimos con algo de tiempo ya que íbamos cargados con las maletas (a la más grande se le había roto el asa el día anterior y resultaba bastante incómoda de llevar) y además queríamos comprar antes el billete, ya que si se coge en el autobús son 50 NOK/persona en lugar de 35 NOK que cuesta si se coge previamente en una máquina o kiosko.
Nosotros los compramos en una de las máquinas que hay junto a algunas paradas, son fáciles de utilizar y se puede pagar con tarjeta de crédito o monedas (no con billetes). El único problema es que no encontré la forma de sacar dos tickets juntos y tuve que repetir el proceso dos veces para conseguir los dos billetes.
El autobús pasó puntual, al entrar validamos los tickets y sobre las 9.30 estábamos en la oficina de Hertz. En el bus hay una pantalla donde van saliendo los nombres de las siguiente paradas por lo que no tiene pérdida. Inicialmente nos dijeron que como lo habíamos reservado para las 10 aun lo estaban acabando de limpiar y que teníamos que esperar. Poco después nos pusimos con el papeleo y al poco nos entregaron las llaves del coche, un Toyota Auris híbrido. La sorpresa llegó cuando al entrar al coche descubrimos que era automático. Nunca habíamos conducido ninguno y aunque podíamos habernos acabado acostumbrando, al tener especificado en la reserva un coche manual pedimos si nos lo podían cambiar por ir más tranquilos. Nos dijeron que para ello teníamos que esperar porque el que tenían manual también estaban acabando de limpiarlo. Al poco nos entregaron un Hyundai i20 que aunque era de tamaño inferior a lo que teníamos reservado y el precio no nos lo modificaban, preferimos no dar más vueltas para no alargarnos mucho, ya que nos imaginábamos que la respuesta para otro coche iba a ser esperar más y al fin y al cabo para lo que necesitábamos era suficiente.
El día había amanecido cubierto aunque no llovía mucho, algunas gotas a ratos pero poca cosa. Pusimos el GPS para salir de Bergen hacia el sur sin coger peajes, lo que no es del todo sencillo, pero enseguida dejamos atrás los primeros kilómetros de transitadas carreteras interurbanas para meternos de lleno en los espectaculares fiordos. Aunque deberíamos haber empezado a acostumbrarnos, lo cierto es que no podíamos evitar estar los dos con la boca abierta señalando todo a nuestro alrededor: bosques, fiordos, casitas de madera, lagos, cascadas...
De hecho una de éstas fue nuestra primera parada del día, la cascada de Fossenbratte de 80 metros de altura, justo antes del túnel del mismo nombre, a unos 50 kilómetros de Bergen. Poco antes de llegar, el arcén derecho se ensancha bastante haciendo las veces de aparcamiento. Como tantos otros, dejamos el coche y nos acercamos un poco a disfrutar del entorno. Lo malo es que el sol quedaba justo encima de la cascada, por lo que las fotos dejaban bastante que desear.
Se puede seguir un sendero junto a la entrada del túnel que lleva hasta la cascada, pero nosotros optamos por seguir avanzando con el coche para no retrasarnos mucho. Por lo que he visto después, no se tarda mucho en llegar hasta ella, en unos 10 minutos se está en su base o si se sigue la antigua carretera se puede llegar a su parte superior.
Continuamos viaje y atravesamos nuestro primer peaje automático de 43 NOK. En Noruega, o al menos en esta zona, los peajes no son como en España, sino que tras señalarlo con un cartel con el precio, hay un poste en el que al pasar junto a él se enciende una cruz verde, lo que indica que han registrado tu paso para proceder al cargo. El coche llevaba en el parabrisas debajo del espejo retrovisor un pequeño aparato blanco para el Autopass, de manera que tras el viaje Hertz nos enviaba una factura con los gastos totales de peaje y nos los cobraban de la tarjeta de crédito que habíamos utilizado para pagar.
Unos 20 kilómetros más adelante volvimos a parar en otra cascada, la Steinsdalsfossen, muy popular ya que se puede pasar por detrás de ella. Junto a la cascada hay algunas casas, una cafetería y una tienda de recuerdos, pero para dejar el coche hay un gran aparcamiento con baños y oficina de turismo unos metros más adelante.
Subimos al mirador que hay al otro lado de la cascada, el camino está en buenas condiciones y no se tarda mucho en recorrer. Además resulta curioso pasar por detrás de la cascada, algo que ya habíamos vivido en la Seljalandsfoss en Islandia.
Desde el pequeño mirador se tienen buenas vistas del valle con predominio de los distintos tonos de verdes...
... y de la potente cascada que según cómo sople el viento te deja un poco pasado por agua.
Tras las fotos de rigor, emprendimos el regreso hacia el coche. Aunque había gente viendo la cascada no resultaba nada agobiante. Una vez de vuelta en el parking, entramos en la oficina de turismo a preguntar por rutas en la zona, ya que parecía que el día iba mejorando y llevábamos algunas pensadas pero no terminábamos de decidirnos. Nos atendieron muy bien y nos dieron varios folletos con mapas de la zona y distintas opciones.
Además de la ruta de las cuatro cascadas de Husedalen que sale desde Kinsarvik, nos recomendaron varios paseos por la zona de Fykse, o ya pasando Eidfjord,varias rutas más de alta montaña que conectan distintos refugios (ver mapa aquí).
Nosotros nos decantamos por decidir más adelante sobre la marcha y seguimos avanzando bordeando el Hardangerfjord por la carretera 7, que desde este punto es Carretera turística nacional y ofrece unas vistas preciosas. Entre Alvik y Kvanndal hay otro peaje automático de 43 NOK.
Poco antes de llegar a Lussand nos encontramos con un obstáculo: habían cortado la carretera temporalmente por obras y debíamos esperar media hora para poder seguir. Como ya era cerca de la una y media aprovechamos este rato para comer unos bocadillos y hacer alguna foto por la zona. Tuvimos la "suerte" de que junto a donde estábamos parados había una pequeña cascada que pasaba bajo la carretera y gracias a eso nos pudimos entretener algo más.
Una vez pudimos continuar, seguimos por la misma carretera hasta la bifurcación hacia Voss o Eidfjord. De camino nos seguían asombrando las vistas, tanto del fiordo y las altas montañas que lo rodeaban como de los pequeños pueblos que íbamos encontrando junto a la carretera, como el de Eide.
En la bifurcación nosotros teníamos que continuar hacia la derecha por la carretera 7 dirección Eidfjord, lo que implicaba atravesar un túnel, pero justo a la entrada de éste nos volvieron a parar por obras, aunque esta vez no llegó a 10 minutos.
El túnel de Vallavik, de 7,5 kilómetros, nos sorprendió por tener una rotonda en su interior, algo que habíamos visto en fotos pero no sabíamos que era aquí uno de los sitios donde se podían ver.
Pero aún nos quedaban más sorpresas. Esta rotonda permite desviarse hacia Ulvik por la carretera 572 pero nosotros continuamos por la 7 y nos encontramos con el Hardangerbrua o puente de Hardanger, el puente colgante más largo de Noruega con casi 1400 metros de longitud. Se construyó en 2009 para sustituir la conexión en ferry entre Bruravik y Brimnes y su elevado coste explica los altos peajes de la zona, ya que tras atravesarlo se entra obligatoriamente en otro túnel, también con rotonda en su interior, en el que hay que pagar un peaje de 150 NOK (cerca de 20 €), ya que sufragan el 63 % del coste del puente con estas tasas.
La rotonda permite elegir entre seguir por la carretera 7 hacia Eidfjord o coger la 13 dirección Kinsarvik y el PN Hardangervidda. Nosotros, algo cansados ya de obras y peajes, continuamos hacia Eidfjord con idea de aprovechar el tiempo por allí.
Pasado el pueblo de Eidfjord encontramos el Centro de visitantes a unos 7 km, abierto en verano de 9 a 19 horas, con exposiciones en 3 plantas, zonas interactivas y una película panorámica. El precio de la entrada para adultos es de 120 NOK. Nosotros simplemente preguntamos por rutas por la zona y nos dieron el mismo folleto que nos habían dado por la mañana.
Al otro lado de la carretera hay un gran edificio con una tienda de recuerdos, baños y cafetería. Allí vimos las cálidas pieles de reno y una muestra del Bunad, traje típico de Noruega, que varía de una zona a otra y que es una versión reciente del traje folclórico regional.
Continuamos por la carretera 7 a través del valle de Mabodalen hasta la cascada de Voringsfossen. Este valle es bastante estrecho y la carretera con el fin de superar fuertes desniveles atraviesa varios túneles, algunos de ellos con forma de sacacorchos dentro de la propia montaña, lo que se hace realmente curioso. Para visitar la cascada se puede dejar el coche en un aparcamiento cercano un par de kilómetros antes de llegar a ella, o en el parking del Hotel Fossli señalizado algo más adelante.
Nosotros optamos por la primera opción. Se trata de un aparcamiento creado específicamente para las cascadas con cafetería y miradores.
El primero de los miradores se encuentra junto a la carretera, a menos de 5 minutos a pie del parking y desde él tenemos una primera perspectiva espectacular de la cascada, con el Hotel Fossli sobre ella.
Desde ahí nos dirigimos al mirador principal junto a la parte superior de la cascada, a unos 20 - 30 minutos andando del aparcamiento. El camino no está señalizado y aunque de inicio es claro, ya que hay que seguir la pista principal que pasa junto a los baños, tras pasar el puente de piedra bajo el que se encuentra la cascada, hay que tomar un sendero a mano izquierda junto a una piedra que nos indica el nombre del puente, Voringsfos bro, y el año de su construcción, 1915.
A partir de ahí se trata de una senda entre árboles la mayor parte del camino, hasta llegar al mirador. Esos días se encontraban en obras, como medio país, y parte de él estaba vallado. Aún así pudimos disfrutar de unas vistas increíbles tanto de las cascadas como del valle de Mabodalen.
La cascada de Voringsfossen se encuentra en un extremo del Parque Nacional Hardangervidda, en el altiplano del mismo nombre y a unos 10 kilómetros del glaciar Hardangerjokulen. Esta enorme meseta, una de las mayores del norte de Europa con altitudes entre 1000 y 1300 metros, estuvo en sus orígenes cubierta de hielo. Cuando el hielo comenzó a retroceder, los ríos fueron excavando profundas gargantas en las rocas que dieron lugar a cascadas como esta o la cercana de Valurfossen. Tiene 182 metros de altura, 145 de caída libre, lo que no la permite entrar en el ranking de las más altas del país pero si en el de las más espectaculares. El río Bjoreio que la origina se reguló en 1980 para obtener energía hidroeléctrica, lo que provocó una disminución del caudal de la cascada, garantizándose un mínimo de 12 metros cúbicos por segundo en los meses de verano. Durante la primavera aun se alcanzan gracias al deshielo máximos de caudal de 150 metros cúbicos por segundo como en épocas previas al proyecto.
Tras disfrutar un rato de las vistas volvimos hacia el coche ya más ligeros que durante la subida y disfrutando más del entorno. A la base de Voringsfossen se puede acceder andando en una ruta de hora y media (ida y vuelta), a través de una senda que sale de Storegjel, junto a la salida superior del túnel de Mabodalen.
Como ya era algo tarde para hacer una ruta pero pronto para irnos al alojamiento decidimos seguir avanzando por la carretera 7 viendo qué nos deparaba. Llegamos hasta Sysendammen, una de las presas de escollera más largas del país con 1160 metros de longitud, con buenas vistas de las montañas nevadas de alrededor y que cuenta con paneles explicativos sobre su construcción.
Aunque no habíamos hecho muchos kilómetros estábamos algo cansados en nuestro primer día recorriendo los fiordos, por lo que decidimos dar la vuelta y poner rumbo a Eidfjord. Paramos un momento en nuestro alojamiento para esa noche, las cabañas de Eidfjord Gjestgiveri, para hacer el check-in y estar descuidados, ya que nos quedaba de paso.
Después nos dirigimos hasta Eidfjord, donde compramos en el supermercado algunas cosas que nos faltaban y buscamos su iglesia del siglo XIV de piedra, pero no tenía nada de especial, era un edificio blanco encalado que se encuentra próximo la iglesia actual de madera y que destaca por no estar hecho de ese material como la mayoría de iglesias antiguas en Noruega.
Para alargar un poco más la jornada cogimos la carretera Fv103 que recorre el valle de Simadalen durante unos 9 kilómetros hasta que deja de estar asfaltada. Se pasa cerca de la estación hidroeléctrica Sima al final del fiordo de Eifjorden, una de las mayores de Europa y en la que se realizan visitas guiadas en verano y para grupos bajo petición todo el año.
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