miércoles, 28 de diciembre de 2016

Alsacia día 1 (27/11): recorrido nocturno por los mercadillos navideños de Estrasburgo


El domingo 27 de noviembre comenzaba nuestra escapada navideña a Alsacia, cogiendo el avión de Ryanair a las 10:50 en el aeropuerto de Girona - Costa Brava con destino Baden-Baden.


El vuelo, de algo menos de hora y media de duración, se nos pasó bastante rápido, aunque como suele ocurrir en los viajes de ida, con expectación y algo de nervios por lo que nos depararía el viaje. Además encontramos buen tiempo casi hasta llegar a destino, por lo que pudimos disfrutar de impresionantes vistas sobre los Alpes nevados mientras intentábamos situar los lugares que habíamos visitado unos meses atrás durante nuestro primer roadtrip en furgo por Suiza.




Llegamos al aeropuerto de Baden-Baden minutos antes de la hora prevista, las 12:45, aunque esta vez no nos sirvió de mucho ya que teníamos que esperar a que abrieran las oficinas de Hertz a las 15:30.


Aprovechamos para comer los bocadillos que llevábamos y recorrer la pequeña terminal, con una parte en obras, y que cuenta con cafetería/restaurante, capilla, tienda de recuerdos, kiosko y duty free y algo que nos resultó muy curioso, un gran número de mostradores de agencias de viaje y compañías aéreas con multitud de ofertas de última hora a prácticamente cualquier rincón del mundo.




El aeropuerto dispone de WIFI gratuito durante 30 minutos con Mycloud. Además de las típicas máquinas expendedoras de refrescos y snacks, en el kiosko que hay junto al control de seguridad se pueden comprar dulces y bebidas más baratas: pagamos 1,50 € por una botella de agua de 1,5 L (sin gas tapón rosa) mientras que en las máquinas costaban 3 € las de medio litro.



El tiempo allí no era demasiado bueno, nublado, 9 ºC y chispeando a ratos, lo que no invitaba demasiado a salir de la terminal para matar el tiempo.



Finalmente a las 15:30 abrieron la oficina y nos atendieron muy rápido. A los pocos minutos estábamos fuera, sorprendidos con el coche que nos habían entregado, un Mégane rojo muy chulo, de categoría superior a lo que habíamos reservado y que nos acompañaría el resto del viaje.





Comprobamos que estaba todo bien y rápidamente introdujimos el destino en el GPS para aprovechar el poco tiempo de luz que quedaba. El aeropuerto se encuentra pegado a la frontera con Francia, delimitada por el curso del río Rin, que nos impresionó por su tamaño y por la infraestructura de canales y torres de control de tráfico fluvial que hay entorno a él.



Aproximadamente 45 minutos después llegábamos al Comfort Hotel Montagne Verte, nuestro alojamiento de esa noche a las afueras de Estrasburgo. Tras hacer el check-in y dejar todo en la habitación nos dirigimos a la parada de tranvía de Montagne Verte, a 5 minutos a pie, donde compramos un pase de 24 horas con viajes ilimitados en tranvía y autobús válido hasta para 3 personas por 6,80 €. Preferíamos dejar el coche en el parking gratuito del hotel y no conducir por el centro y esta era la opción más barata para los como mínimo 8 viajes que íbamos a realizar entre esa tarde y la mañana siguiente, ya que el billete sencillo son 1,70 € e ida y vuelta 3,30 €.

En domingos y festivos la frecuencia de los tranvías se reduce pero como por esta parada circulan 2 líneas que van hasta el centro de la ciudad (B y F), la espera se reducía a menos de 10 minutos, por lo que poco después estábamos ya en el centro de Estrasburgo. Como las paradas de Broglie y Homme de Fer estaban cerradas por los mercadillos navideños, nos bajamos en la anterior, Alt Winmärik. Lo cierto es que no es un problema ya que el centro no es excesivamente grande y unas paradas están cerca de las otras.



Nada más bajar del tranvía nos encontramos la Iglesia católica de San Pedro el Viejo completamente iluminada. Aunque se menciona ya en el siglo XII, la mayor parte del edificio es del siglo XIX y tiene como curiosidad que una parte de ella se dedica al culto católico y otra al protestante. Pero nuestro objetivo principal esa tarde eran los mercadillos navideños y en Estrasburgo hay nada más y nada menos que 10, por lo que nos pusimos rápidamente en marcha, lo que también se agradecía porque hacía bastante frío.





Con ayuda de las indicaciones y el mapa de Chavetas, nos dirigimos al mercadillo más cercano a donde nos encontrábamos, Le Marché des Irréductibles petits producteurs d'Alsace, en la Place des Meuniers, pequeñito y dedicado a productos locales de Alsacia. Llegando allí nos llamó la atención la importante presencia de fuerzas de seguridad, ya que había multitud de policías y militares por todas partes como consecuencia de la situación de alerta máxima terrorista que vivía el país. De hecho la circulación estaba cortada en buena parte del centro. Pero lo que más captaba nuestra atención eran las espectaculares luces navideñas que adornaban la mayoría de calles principales, como la araña gigante situada en el cruce de la Grand Rue con la Rue du Fossé des Tanneurs.



Estrasburgo es desde 1992 Capital de la Navidad. No en vano, desde la Edad Media se celebran allí mercadillos asociados inicialmente a San Nicolás entorno al 6 de diciembre en la Plaza de la Catedral y desde 1570 al Niño Cristo los 3 días previos al día 25, consecuencia del asentamiento del luteranismo que se oponía fuertemente al culto a los santos. Con el paso de los siglos, los mercadillos fueron cambiando de ubicación, duración y contenido, hasta llegar en la actualidad a convertirse en los auténticos protagonistas de la ciudad durante el mes previo a las Fiestas navideñas.


A pocos minutos del mercadillo anterior se encuentra Le Marché des Rois Mages,en la Place Benjamin-Zix. Aunque como su nombre indica está dedicado a los Reyes Magos, como iríamos viendo después la mayoría de los mercadillos son similares.





Desde el cercano Pont des Moulins podemos ver el río Ill que surca este famoso barrio de Estrasburgo, conocido como la Petite France.



Lo cierto es que la fama de esta zona es bien merecida. Las fachadas de los edificios, ya de por sí llamativas por los entramados de madera, se vuelven espectaculares en época navideña por la iluminación y decoración, tanto de restaurantes y tiendas como las de particulares.



Además de los mercadillos abundan también las tiendas dedicadas a la Navidad, con multitud de elementos decorativos, dulces navideños, etc. que despiertan en nosotros la ilusión de nuestra infancia asociada a esta época tan mágica.



Caminando por las calles interiores llegamos a las casetas de madera del siguiente mercadillo, Le Village des Enfants, dedicado a los niños. Está situado en la Place de Saint Thomas, junto a la iglesia del mismo nombre.




Nuestro siguiente objetivo es Le Village du pays invité en la Place Gutenberg, que cambia cada año según el país invitado y este año le tocaba a Portugal.





Llegando allí nos encontramos con una impresionante vista de la torre de la catedral, que con sus 142 metros fue hasta el siglo XIX la más alta del mundo.



En el mercadillo encontramos la mayoría de casetas dedicadas a alimentación típica portuguesa y en la plaza destaca un árbol de 10 metros iluminado completamente de azul con un osito a sus pies que hace la delicia de los más pequeños.



A pocos metros de allí se encuentra Le Marché de Noël de la Cathédrale, uno de los más grandes y frecuentados, a los pies del imponente edificio. Al ser domingo por la tarde encontramos por todas partes bastante gente, aunque hay algunas calles más tranquilas. 




Este mercadillo es enorme, rodeando casi por completo la catedral. En uno de los laterales, más tranquilo que la zona delantera, encontramos, además de los puestos de artesanía y comida, un bonito carrusel.



Pero lo cierto es que lo que más impresiona son las casetas de elementos navideños. Aunque abundaban los puestos de dulces, pastas y bebida caliente (especialmente el vin chaud o glühwine, vino caliente muy popular aquí y en Alemania), los dedicados a artesanía y decoración navideña eran los que captaban toda nuestra atención.




Era increíble la cantidad de adornos y elementos decorativos que había, de todos los tipos y colores, aunque nos gustaron especialmente los de las casas típicas alsacianas. Por desgracia, muchos de ellos no eran aptos para todos los bolsillos.




Cerca de allí hay otro mercadillo, Le Marché des Delices de Noël, en la Place du Marché aux Poissons (terraza del Palais Rohan), pero no lo sabíamos y lo vimos al día siguiente cuando conseguimos el plano de los mercadillos navideños. Además de en la página web de Strasbourg Capitale de Noël, donde hay información práctica y sobre actividades y eventos, se puede conseguir en alguna de las casetas de información repartidas por el centro (Alt Winmärik, Place du Marché aux Poissons) así como en la Oficina de turismo en la Plaza de la Catedral.





También merece la pena perderse por las calles peatonales aledañas, como la rue du Chaudron, la mayoría de ellas iluminadas y decoradas por Navidad.



Por ellas llegamos hasta otro de los mercadillos más populares, Le Christkindelsmärik en la Place de Broglie. Mercado histórico fundado en 1570, es uno de los más antiguos de Francia y cuenta con más de 100 casetas. Como había bastante gente y nos pareció similar al resto lo vimos un poco desde fuera y continuamos hacia el siguiente por las calles iluminadas de la ciudad.



Las fachadas de algunos edificios son auténticas obras de arte, entre la iluminación, la decoración y las pinturas, como éste llegando a la Place du Temple Neuf por la Rue des Étudiants.



En esa plaza encontramos otro mercadillo, Le Marché du Carré d'or. Este barrio era el antiguo barrio de los orfebres, testimonio de la importancia mercantil de la ciudad.



En los edificios cercanos encontramos también llamativas decoraciones navideñas y presidiendo la plaza la Iglesia de Temple-Neuf, reconstruida tras un incendio en 1870 donde antes se encontraba un convento dominico del siglo XIII.





Y a pocos metros de allí encontramos al otro gran protagonista de estas fiestas, el Abeto de Navidad o Le Grand Sapin.



Situado en la Place Kléber, forma parte de Le Village du Partage. Junto a él hay también varias casetas de organizaciones benéficas y más de 100 de ellas organizan aquí actos solidarios durante el adviento para recaudar fondos.



Lo cierto es que el árbol es impresionante, muy grande (30 metros de altura) y con una decoración preciosa. Delante hay una pequeña plataforma donde la gente se acerca a hacerse fotos con él. Junto al árbol se encuentra la Llama de la Paz, símbolo de comprensión entre los pueblos de todo el mundo desde hace 20 años.



La Place Kléber es un espacio diáfano inmenso y uno de los centros neurálgicos de la ciudad, con multitud de comercios en los alrededores.



Muy cerca de ella se encuentran las famosas Galerías Lafayette, que como no podía ser de otra manera también estaban adornadas e iluminadas para esta época navideña que por desgracia tan ligada está al consumo excesivo.



Al pasar junto a ellas llamaron nuestra atención sus divertidos escaparates animados.



Eran más de las 8 y el hambre empezaba a apretar demasiado, pese a haber comido un perrito entre mercadillo y mercadillo, pero tampoco veíamos por allí ningún sitio para cenar asequible, por lo que pusimos rumbo a La Chaîne d'Or en la Grand Rue, una brasería típica alsaciana cuyos orígenes se remontan a la Edad Media y que habíamos leído tenía menús de dos platos por 19 €, con la idea de cambiar de plan si encontrábamos algo mejor antes. Como no vimos mucho donde elegir finalmente nos decidimos por este popular restaurante.

Aunque estaba bastante lleno tuvimos suerte y tenían aún alguna mesa disponible. El menú de 19,90 € incluye 2 platos y postre entre varias opciones, la bebida se paga a parte aunque si se pide agua (de l'eau) sin especificar la sirven gratis en jarras. La comida no estaba mal pero no nos gustó especialmente y lo peor es que tardaban bastante en atender y estuvimos allí casi 2 horas, por lo que no lo recomendamos.

Al salir hacía todavía más frío y fuimos directos a la parada del tranvía de Alt Winmärik donde nos habíamos bajado a la ida. Tuvimos mala suerte y justo pasaba uno cuando llegamos pero unos 10 minutos después cogimos el siguiente y llegamos en poco tiempo al hotel, cansados y con frío pero ilusionados con lo que habíamos visto y lo que aún quedaba de viaje.


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