domingo, 15 de septiembre de 2019

Día 4 Namibia (06/06): Walvis Bay y Swakopmund


Nuestro cuarto día en Namibia nos levantamos sobre las 7 de la mañana, justo a tiempo de disfrutar de un precioso amanecer mientras desayunamos y recogemos los cacharros de la noche anterior. Aunque habíamos descansado bien, el viento a veces movía la tela de la tienda y era algo molesto, conviene comprobar que se atan todo los cabos para que quede lo más sujeto posible. También escuchamos algún zorro cerca del coche, probablemente era una buena zona donde buscar comida cuando los humanos nos íbamos a dormir.



Estuvimos hablando con una mujer de la parcela de al lado y resultaron ser alemanes que estaban recorriendo África en caravana, venían de Sudáfrica e iban también dirección Walvis Bay como nosotros, que ese día teníamos previsto llegar hasta Swakopmund.




Tras recoger todo emprendemos camino, con la primera parada testimonial pero inevitable: la señal del Trópico de Capricornio, a pocos kilómetros del camping.





El trópico de Capricornio es un paralelo situado a una latitud de 23º 26' al sur del Ecuador. En él los rayos solares inciden de forma perpendicular durante el solsticio de diciembre. Antiguamente cuando eso se producía el Sol estaba en la constelación de Capricornio y aunque ahora ya no es así ha continuado con ese nombre por tradición.



Aunque la señal estaba llena de pegatinas y empezaba a no verse casi el texto, el lugar, literalmente en medio de la nada, era bastante fotogénico y había que inmortalizarlo.




Y es que literalmente estábamos en mitad de ninguna parte, creo que nunca habíamos tenido tanto esa sensación de saber que no había nada a nuestro alrededor, el pueblo más cercano a cientos de kilómetros y si te pasaba algo allí a saber cuándo aparecía alguien. Y lo mejor de todo es que no sería la última vez que nos pasaría a lo largo del viaje...



Aún así esta primera mitad del trayecto entre el camping y Walvis Bay es la más entretenida porque el paisaje va cambiando, de color y desnivel.






Entre los cambios que encontramos hay 2 pasos de montaña: Gaub Pass y Kuiseb Pass. Pero no son como a los que estamos acostumbrados aquí sino al revés, descendiendo a una especie de cañón para atravesar un río y volver a salir a la meseta.




El Gaub pass es más impresionante porque va más encañonado y nos sorprendió tanto que paramos en la parte baja a verlo. Allí la carretera cruza el cauce del río seco (como la mayoría en Namibia) por un puente en curva y a pocos metros encontramos una mesa de picnic, algo que no esperábamos encontrar allí.





Al salir notamos el cambio de la zona anterior, muy plana y con arena casi blanca, a otra con más ondulaciones y suelos anaranjados con algo de vegetación.



Sin embargo, seguíamos con la sensación de estar en medio de una película del oeste o algo peor, con el sol cayendo a plomo pese a ser poco más de las 9 de la mañana.




Casi la totalidad de los 200 km que separaban el Rostock Ritz Desert lodge, donde habíamos pasado la noche, de Walvis Bay son pista de gravilla. Tan sólo a pocos kilómetros de llegar y algunos metros en los pasos de montaña son asfaltados, por lo que la velocidad no es muy alta y el traqueteo constante.



Pese a todo disfrutamos mucho del entorno, de las colinas rojizas a lo lejos o los barrancos que se abrían por momentos en estos suelos rocosos prácticamente yermos.




Todo esto a mí me recordaba a los frasquitos de tiza que rellenaba con mi primo cuando éramos pequeños, con capas de distintos colores que se colaban por los huecos.



El Kuiseb Pass, aunque más famoso, es más progresivo y tiene un tramo de carretera asfaltada.



Igualmente se baja al lecho del río, en este caso el Kuiseb, en un entorno realmente impresionante. Su cauce está igualmente seco, ya que sólo lleva agua un par de semanas al año durante la estación de lluvias.



Al poco de pasarlo nos sorprendió encontrarnos un grupo de personas a caballo!! Probablemente sería una excursión contratada en algún alojamiento o agencia de aventuras pero nos llamó mucho la atención verlos allí en medio de la nada.



Pero no era la única cosa curiosa que veríamos ese día. Poco después vimos a lejos una colina rojiza con lo que parecía una antena o monolito gigante de piedra que no conseguimos descifrar qué era, quizá algo militar o de comunicaciones.



Por desgracia lo que no vimos fueron animales, íbamos con el recuerdo de la tarde/noche anterior pero no hubo suerte, lo que nos hacía confirmar el lugar tan poco habitable en el que nos encontrábamos, con poco más que rectas eternas e infinidad de arena a nuestro alrededor.



Y es que en este tramo atravesamos parte del Namib - Naukluft National Park, al que pertenecen las dunas de Sossusvlei a las que habíamos subido el día anterior, y namib, además de dar nombre al país, significa "vasta llanura seca"





Dentro de el parque está Gobabeb, un centro de investigación y prácticas sobre tierras áridas reconocido a nivel internacional sobre el que buscamos información al verlo en varias de las pocas señales que había por la zona.




Así llegamos a Vogelferderg, nuestra siguiente parada. Lo cierto es que se agradecía dejar un rato el coche y los baches y estirar un poco las piernas.






Queríamos ver el llamativo arco de piedra cercano a la carretera y lo cierto es que merece la pena.





En la entrada del desvío hay un baño y espacio para dejar el coche, ya que en la señal se indica que a partir de ahí sólo se debe pasar con permiso. Aún así la gente entraba con el coche hasta el fondo, donde hay un área recreativa con mesas bajo el arco.







Además del área de picnic, encontramos al fondo otro baño. En teoría es también zona de acampada, quizá para acampar es para lo que se requiera permiso. El suelo en toda esta zona es arenoso.




Para subir al arco lo mejor es hacerlo por detrás, por la zona de la derecha, ya que es más accesible.








Una vez arriba las vistas son espectaculares. Nos sorprende mucho la parte de atrás, con colinas rocosas entre enormes extensiones de desierto.



Pero está claro que el protagonista indiscutible aquí es el arco de piedra, impresionante y fotogénico desde todos los ángulos.






Y aunque el sol nos pillaba a esas horas justo de frente, también tenía su encanto.




Volviendo a la carretera, a medida que nos acercamos a Walvis Bay notamos más tráfico. Aunque eso signifique sólo cruzarnos algún coche de vez en cuando contrasta mucho con el rato que llevamos en solitario sin ver prácticamente a nadie.





El mayor alegrón nos lo llevamos unos kilómetros antes de llegar a la ciudad cuando la pista se convierte en asfalto y abandonamos la gravilla y los baches.


Esto coincide con la aparición a lo lejos de la zona dunar en la que se encuentra la Duna 7, en teoría la más alta del mundo, con 383 metros de altura.



Cuando nos acercamos vemos el desvío señalizado de Dune 7 Adventures, donde organizan actividades por ellas como sand boarding o paseos en quad.


De todas formas por lo que habíamos leído está permitido caminar por allí y no hay que pagar nada, aunque alguna de las actividades seguro que merecen la pena.

Nosotros seguimos hacia Walvis Bay. Habíamos visto en Google maps una zona verde denominada Bird Sanctuary justo por donde llegábamos con la C14 pero no fuimos capaces de encontrar el acceso, había un centro comercial bastante grande y como tampoco queríamos entretenernos mucho nos continuamos.


Tanto Walvis Bay como Swakopmund se fundaron durante el periodo colonial como ciudades portuarias. En la actualidad son eminentemente turísticas, de retiro de extranjeros, en especial alemanes y británicos, llena de casitas de colores y otras mansiones enormes que no esperas encontrar aquí.





Sin embargo Walvis Bay, con alrededor de 100.000 habitantes, aún tiene un marcado carácter industrial, lo que la hace menos atractiva para el turismo que la colonial Swakopmund, más pequeña y con la mitad de población.


Atravesamos la ciudad hacia el sur y pasamos por una especie de paseo marítimo con aparcamiento y bancos. Su puerto natural es el único entre Lüderitz y Angola, ya que gracias al brazo de arena de Pelican Point está resguardado del fuerte oleaje oceánico.



Al acabar las casas nos adentramos en la parte más profunda de la bahía, con una lengua de agua donde están los flamencos. Walvis Bay significa bahía de ballenas y mucha gente viene hasta aquí para hacer salidas en barco en busca de cetáceos. La abundancia se debe a los importantes bancos de peces que se encuentran en sus aguas y que lo ha convertido también en el puerto pesquero más importante del país. Sin embargo, la mayoría de pescadores son españoles, sobre todo gallegos, ya que Namibia permite la pesca a la flota española a cambio de dinero. De ahí que la merluza de muchas marcas como Pescanova tenga origen namibio.


Lo primero que encontramos junto a la carretera es una caseta donde se pueden contratar las excursiones a Pelican Point y Sandwich Harbour. En el primero se asienta una importante colonia de lobos marinos (sólo superada por la de Cape Cross), cormoranes y pelícanos pero sólo se puede llegar en barco. En cambio Sandwich Harbour, un antiguo puerto pesquero en la actualidad despoblado a 30 km al sur, es reclamo por sus dunas junto al mar donde hacer excursiones o actividades de aventura. Esta arena ya es amarilla y no tan naranja como la de Sossusvlei y el nombre dicen que viene del sandfische, un tipo de tiburón que solía encontrarse aquí. Las excursiones se pueden contratar con compañías como Mola Mola, Levo tours o Charlie tours, o través de plataformas como Get your guide. Sólo algunas tienen oficina en la ciudad por lo que se suele reservar a través de los alojamientos.

El aparcamiento de arena junto a la caseta es un buen sitio desde donde ver estas curiosas aves rosáceas y de hecho había bastante gente haciendo fotos. Nosotros primero nos fuimos a explorar un poco y a la vuelta paramos un rato.






Había muchísimos y nos encantó verlos despegar y aterrizar en varias ocasiones, pasando a veces bastante cerca.



Pero merece la pena seguir por la carretera, con el desierto a un lado y el agua al otro o en ocasiones agua a ambos lados. Aunque es bastante estrecha, cuenta con algunos apartaderos donde parar el coche para ver los flamencos. Cuando llegamos había niebla justo hasta esa zona y le daba un aspecto especial,con los flamencos bastante cerca de la carretera, pero luego se fue disipando y se alejaron.



Al final de esa recta sale la carretera a Sandwich harbour, a donde sólo se puede acceder con permiso. Junto a ella unas salinas de 3500 Ha y la fábrica de sal Salt Works, en las que se producen 40.000 toneladas anuales, casi el 90 % de la sal de la región.





Nosotros quisimos explorar un poco y nos aventuramos a seguir bordeando la bahía un trozo más. Hay bastantes señales como si perteneciese a fábricas pero el lugar a partir del cual no se puede seguir está claramente indicado al otro lado de esta lengua de agua.





Allí vimos curiosas formaciones de agua y sal junto a la carretera y pudimos disfrutar un rato de los flamencos relativamente cerca y bastante tranquilos.




Los flamencos habitualmente viven en extensiones de agua poco profunda, generalmente salina y se encuentran en todos los continentes salvó Oceanía. Aquí podemos encontrar flamencos enanos y comunes, además de otras aves como chorlitejos pálidos, corremolinos zarapitines y charrancitos de Damara. 



Son aves muy elegantes, quizá por su forma y tamaño, con patas y cuello muy largo. Pueden alcanzar el metro y medio de altura y tienen un pico muy característico, curvado hacia abajo para buscar comida en el barro, mayoritariamente crustáceos y algas, que obtienen por filtración del limo y retienen con unas láminas dentro del pico.




Todas las especies son de color rosa, aunque los europeos son más tirando a blanco que los australes o chilenos. El color les viene de su alimentación por lo que dentro de una misma especie, cuanto más rosado sea mejor, ya que los de plumaje más claro pueden tener alguna enfermedad o carencia alimenticia. Por ejemplo, los flamencos comunes son entre blancos y rosa suave con picos blanquecinos y punta negra mientras que los enanos son de un rosa más intenso casi rojizo con picos rojos oscuros.



Algo que llama la atención es que mientras vuelan mantienen el cuello y las patas completamente estirados. Son excelentes voladores y pueden viajar hasta 500 km en busca de comida.



Se iba acercando la hora de comer y decidimos seguir hacia Swakopmund y buscar algo por allí. Existen 2 opciones para ir de Walvis Bay a Swakopmund: por la costa, que escogimos nosotros, o por el interior, por detrás de la Duna 7 por un desvío que habíamos dejado a la derecha viniendo por la C14.

A medida que salimos de Walvis Bay impacta el contraste entre la zona centro de la ciudad, mucho más rica y habitada por extranjeros, y las afueras, con casas mucho más modestas iguales y alineadas ocupadas por locales, hasta llegar a una zona de chabolas, donde está la gente con menos recursos.





Esta carretera entre Walvis Bay y Swakopmund está asfaltada, aunque con más tráfico de lo que veníamos viendo.




Aunque encontramos bastante niebla y no pudimos disfrutar mucho de las vistas creemos que merece la pena la carretera de la costa porque avanzas entre  dunas a la derecha y el mar a la izquierda.









Según vamos avanzando vemos junto al mar algunas urbanizaciones, probablemente de veraneo de alemanes, pero la niebla les da un aspecto fantasmagórico.





Las 2 ciudades distan entre sí unos 30 km, por lo que enseguida llegamos a Swakopmund.




Allí encontramos un KFC para comer: un menú y un wrap sin bebida por 99 NAD. Tiene wifi gratis y baño, lo que para nosotros en esos momentos era todo un lujo.

Aunque ronda los 35.000 habitantes, Swakopmund es una de las principales ciudades del país, la segunda mayor después de la capital, por lo que es común encontrar gente pidiendo o buscándose la vida en parkings abiertos como nos pasó a nosotros aquí. Te suelen hace señas de que te vigilan el coche aunque no se lo pidas esperando que luego les des dinero a cambio, aunque los locales no suelen dárselo.



Después de comer nos acercamos a la zona marítima de la ciudad, donde además de la playa y multitud de restaurantes encontramos el Craft market, un mercadillo de artesanía para comprar algún souvenir del viaje abierto de 9 a 17 horas.





Hay que contar con que nada más acercarte vienen a buscarte para que vayas a su puesto y les compres a ellos. Además la costumbre es regatear, los artículos ni siquiera tienen precio, te dicen que se lo pongas tú pero luego siempre dicen que es poco o te dicen que no es suyo, que está hecho a mano, etc. Nosotros por ejemplo queríamos comprar un par de imanes y estuvimos alrededor de 15 minutos porque nos pedía 450 NAD, que era más de lo que pagábamos por dormir. Inocentemente me preguntó cómo me llamaba y tras escribirlo en su piel con una navaja lo talló en el imán y así luego forzarte a que lo compres. Al final le dijimos que no lo queríamos porque era mucho dinero y cuando nos marchábamos nos llamó y aceptó 200 NAD por los 2 imanes y un cuenco pequeño, un precio normal por lo que vimos luego en las tiendas.



El mercado tiene un par de calles y en una de ellas hay mujeres Himba con niños vendiendo algo de artesanía. Los Himba son una de las tribus más famosas del país por su aspecto: apenas llevan ropa y las mujeres desde que tienen la primera menstruación se untan con arcilla porque no se pueden lavar, incluido el pelo. Suelen vivir en poblados, encargándose del hogar y los niños mientras los hombres van a cazar, pero con la llegada del turismo su estilo de vida está cambiando y es frecuente verlas vendiendo artesanía. Además es común encontrar empresas que ofertan visitas a poblados aunque a nosotros no nos gustan este tipo de experiencias, nos parece como si fuese un circo y preferimos no meternos en su vida. Las Himba contrastan con las Herero, otra de las tribus más populares del país y de las que también había una mujer en el mercadillo, por su forma de vestir, ya que usan largos vestidos de colores que les tapan enteras y sombreros con formas curiosas.



Junto al mercadillo hay una zona de aparcamiento gratuita donde dejar el coche mientras se recorre esta zona marítima. Pero hay que tener cuidado ya que podemos encontrar gallinas por allí correteando, existiendo incluso una señal de tráfico que avisa sobre ellas...






Muy cerca del mercadillo está el faro, una de las señas de identidad de la ciudad y la zona de tiendas, donde podemos encontrar artesanía si no se quiere regatear. El faro, aún en funcionamiento, fue construido en 1902 con 11 metros de altura pero en 1910 se añadieron 10 metros más.



Estas calles llevan al centro de la ciudad, con una clara arquitectura colonial. Parece una ciudad tranquila y es fácil ver muchos turistas porque es parada habitual.



Entre los lugares visitables de la ciudad están el Acuario marino nacional o el Woermannhaus, edificio construido en 1906 con una torre que destaca sobre el resto y que actualmente alberga un museo militar.



En los alrededores de Swakopmund hay también lugares de interés como el Moon Landscape, una zona de aspecto lunar sucesión de colinas erosionadas por el río Swakop a la que se puede llegar por Weltwitschia Drive dirección este o desde la antigua máquina de tren a vapor Martin Luther Steam engine.


Por lo que habíamos leído en hacer el recorrido completo se tarda unas 2 horas y nosotros teníamos que comprar comida y la tarjeta de teléfono así que lo dejamos para otra ocasión. Habíamos visto que había una tienda MTC junto al supermercado Food & Veg City a las afueras de la ciudad, por lo que fuimos allí sobre las 16 (la tienda de telefonía cerraba a las 17).







En las tiendas MTC para ser atendido hay que coger número en una máquina. Nos piden el teléfono, que al no tener aún se pone uno al azar, y datos como nombre y apellido.



Tras esperar unos 20 minutos conseguimos la tarjeta prepago. Cuesta 7 NAD y hay que cargarla con bonos de datos + llamadas, de distintos precios en función de los minutos para llamadas y los datos de Internet y Whatsapp (social media data) que se necesiten. Para comenzar a usarlo hay que activar el bono enviando por SMS un código que dan al comprarlo y configurar el móvil según lo que indican en otro SMS que se recibe. Desde que se activa dura 7 días, aunque hay otros bonos de mayor duración pero mucho más caros. 






El supermercado nos gustó porque estaba muy limpio y ordenado aunque era básicamente de comida, a diferencia del que habíamos visitado el primer día. Aprovechamos que tenía mucha verdura, fruta, pastelería y comida preparada y compramos unos croissants que no eran nada caros y estaban buenos. 




En una gasolinera cercana echamos gasolina (a 13,12 NAD/L) y nos fuimos a buscar nuestro alojamiento de esa noche. No hay que asustarse al echar gasolina si tarda bastante. Nos explicaron que la boca del tanque era muy pequeña por lo que saltaba la manguera y había que echarlo poco a poco. Además es muy frecuente que las gasolineras cuenten con una pequeña tienda con productos básicos y de automoción. Estuvimos charlando con el chico que nos atendió y además de pedirnos que le enseñáramos dinero de España nos preguntó de qué tribu éramos. Nos pareció super curioso porque para ellos es algo normal pertenecer a una tribu, en lugar de ser de una región como en Europa allí se distinguen así. 


En Swakopmund no hay campings ya que suele hacer viento y en ocasiones tormentas de arena lo que dificulta acampar. Hay que irse hacia el interior para encontrar alguno y sino recurrir a otro tipo de alojamiento como hoteles o Airbnb, es una buena oportunidad para descansar de la tienda.

Nosotros habíamos reservado un apartamento a las afueras a través de Booking pero tuvimos problemas para encontrarlo porque en los mapas descargados de Google maps o en Maps.me no se puede meter el número de la calle a buscar y como el nuestro era el 4126 la calle era larguísima y daba varias vueltas. Al final lo encontramos comparando el pequeño mapa que viene la reserva de Booking con el GPS afortunadamente y tras esperar un rato al dueño pudimos descansar y cenar tranquilamente.


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