jueves, 10 de septiembre de 2020

Un día en Lugo

 

Hace unos años probablemente ni nos hubiésemos planteado visitar Lugo, no somos muy urbanitas y no estaba en nuestra lista de ciudades imprescindibles, pero unos amigos nos la recomendaron y la verdad es que no nos defraudó, más bien todo lo contrario. 

No realizamos ningún tour aunque hubiese sido interesante, ni entramos a ningún museo o edificio monumental, nos limitamos a callejear, pasear por su muralla y perdernos por sus rincones. Aún así siempre nos gusta conseguir un mapa por si nos perdemos o por curiosidad para saber qué son algunos sitios que nos llaman la atención (podéis descargar el mapa de Lugo aquí).



Y es que en Lugo es más que evidente su pasado romano en las termas, la muralla o el puente sobre el Miño. De hecho, la muralla, del siglo III, es la única en el mundo que se conserva entera y por ello es hoy día Patrimonio de la Humanidad. 

La leyenda dice que los romanos la construyeron no para proteger una ciudad sino un bosque, el "Bosque Sagrado de Augusto", en latín "Lucus Augusti" y de ahí el nombre de Lugo. Hoy el bosque es un misterio, pero la muralla sigue en pie desafiando el paso del tiempo.

Fue construida hace más de 17 siglos siguiendo las directrices de Vitruvio. En algunos puntos alcanza los 7 metros de ancho y cuenta con 71 torres y 10 puertas. Aunque la mayoría han sido modificadas, las de Miñá, Falsa y San Pedro se conservan desde época romana sin apenas cambios.

La puerta de San Pedro por ejemplo, aparece descrita ya en la Baja Edad Media como Sancti Petri o Puerta Toledana, al estar situada en el camino procedente de Castilla por el que llegaban los comerciantes toledanos. De hecho la decoración de la puerta, con el escudo de la ciudad y el año de su principal modificación (1781), se encuentra en la parte exterior por ser fundamentalmente una puerta de entrada. Y es así incluso hoy en día, ya que por ella entran a la ciudad los peregrinos que se desplazan a Santiago por el Camino primitivo. 

Atravesando la puerta, en el primer callejón a la derecha está la plaza del Cantiño donde encontramos las escaleras que nos permiten subir a la parte superior de la muralla.

También podemos subir a ella por la Porta de Miñá o la de Santiago, situada frente a la Catedral, para recorrerla tranquilamente y disfrutar de las vistas sobre la ciudad. En total son algo más de 2 km por lo que se tarda una media hora a paso tranquilo y merece la pena.


La Porta de Miñá es la que se conserva con menos modificaciones. Se le conoce popularmente como Puerta del Carmen por estar ubicada frente a la capilla de ese nombre, mientras que Miñá viene por ser la salida natural hacia el río Miño. Conserva en su interior el hueco destinado al cuerpo de guarda, aunque un poco alterado (este hueco se empleó hasta el siglo XIX como capilla). El Camino Primitivo a Santiago deja atrás la ciudad al salir por esta puerta y junto a ella encontramos la Fuente de Miñá.


Otra de las puertas importantes, aunque bastante más moderna, es la Puerta del Obispo Odoario

Su creación vino con polémica ya que se abrió en 1921 por el inicio de la construcción del cercano Hospital de Santa María. El alcalde dio la orden de dinamitar la muralla sin contar con permiso para ello y tras la denuncia de varios vecinos se celebró un juicio que falló en contra del Ayuntamiento. Como consecuencia en abril de ese mismo año el Estado declaró la Muralla de Lugo monumento nacional para dotarla de mayor protección y evitar que sucesos así se repitieran en el futuro.


Intramuros encontramos edificios no muy altos, plazas y jardines, patios interiores e incluso alguna pequeña finca, lo que nos da idea de porqué se ha conservado tan bien la muralla al no ser necesario crecer la ciudad hasta tiempos recientes.



La Catedral es sin duda uno de los edificios más importantes de la ciudad. Tiene sus orígenes en el siglo XII, aunque desde sus inicios fue sometida a numerosas reformas y ampliaciones, lo que la convierte en un conjunto arquitectónico mezcla de casi todos los estilos: románico, gótico, renacimiento, barroco y neoclasicismo. Impresiona especialmente la gran torre del reloj y su fachada neoclásica del siglo XVIII.

Verla al atardecer es una maravilla, con las nubes de fondo y cogiendo un color rosado como si de un lienzo se tratara. 

Y como curiosidad nos sorprendió saber que estaba dedicada a la Virgen de los Ojos grandes, llamada así por la expresividad de su rostro, jamás habríamos siquiera imaginado que hubiese una virgen con ese nombre!


Detrás de la catedral encontramos la Plaza mayor, centro neurálgico de la ciudad. En ella destacan la Alameda en el centro, la Casa consistorial de estilo barroco en un lateral y el edificio del Círculo de las Artes de finales del s. XIX en otro.




Cerca de allí, la Praza do Campo y las calles que en ella desembocan son una zona de vinos famosa en toda Galicia. En ella encontramos también el Centro de interpretación de la Muralla romana, con historia de la misma y de acceso gratuito. 


Habíamos leído que esta zona es célebre por la variedad de tapas que acompañan a la consumición, incluidas en el precio, y la buena calidad de los vinos, en especial los de la vecina DO  Ribeira Sacra. Además en estas calles se encuentran algunos de los más afamados restaurantes de la ciudad. 

Sin embargo a nosotros la noche que pasamos en la ciudad nos apetecía más sentarnos a disfrutar tranquilamente de la cena y probar el famoso pulpo gallego por lo que escogimos el restaurante Aurora do Carballiño. Situado junto a la estación de autobús nos quedaba cerca del apartamento y el local nos gustó ya desde fuera. 

Eso sí, no fuimos nada innovadores: pulpo, queso de Arzúa con tomate y croquetas, más la bebida y un postre para compartir por 36 €. Probablemente sea un sitio turístico y los haya mejores pero nosotros cenamos muy bien y nos pareció que estaba todo muy rico, igual es que íbamos con mucho hambre... 

De todas formas tenemos claro que volveremos y probaremos las tapas y otros platos típicos como las anguilas (fritas o en empanada) o los famosos quesos ahumados de San Simón.


Si se dispone de tiempo en nuestra estancia en Lugo podemos acercarnos a ver el Puente Romano sobre el Miño, al que se puede llegar caminando atravesando el Parque Rosalía de Castro o en coche. 

Originario del s. I, era parte de la Vía XIX que unía la ciudad con Bracara Augusta y Asturica Augusta. 


También podemos pasear junto al río por el paseo fluvial o incluso realizar una ruta más larga como es el Camino do Miño que se prolonga durante 18 km por la Reserva de la Biosfera Terras do Miño. La zona de mayor accesibilidad parte del Hotel Balneario de Lugo, donde además podemos visitar las termas romanas. Buena parte de ellas aún están por excavar y los elementos mejor conservados se hallan en el interior del edificio pero el acceso es público y gratuito.


Una de las estancias, que se conserva prácticamente intacta, se piensa que servía como vestuario al contar con unas hornacinas con arcos de medio punto que serían el lugar para dejar la ropa. La otra sala era para los baños fríos y posteriormente fue convertida en capilla cristiana.



Finalmente para dormir nosotros escogimos los apartamentos Sleeping Lugo, reservados a través de Booking. Pagamos 33 € por una noche en un apartamento de 2 habitaciones, baño, cocina y salón.


Sin ser ninguna maravilla estuvimos a gusto, eran económicos, tenían cancelación gratuita, estaban limpios y bien situados. Quizá eso era en parte lo peor porque al estar dentro de la muralla es complicado aparcar gratis cerca. Nosotros estuvimos callejeando y lo dejamos a unos 15 minutos andando hacia el sur de la ciudad.


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