domingo, 30 de julio de 2023

Maderuelo y Parque Natural Hoces del río Riaza


Ubicado al nordeste de la provincia de Segovia sobre una colina con excelentes vistas, Maderuelo domina con su recinto amurallado uno de los valles del río Riaza que aquí se convierte en embalse, el de Linares de Arroyo. 

Aunque es un pueblo pequeño que se recorre fácilmente en menos de una hora, merece la pena visitarlo y disfrutar de la historia que se respira por sus calles. Podemos dejar el coche en el aparcamiento publico que hay fuera de la muralla o si se visita fuera de temporada que el pueblo está casi vacío en alguna de las calles de acceso por el sur. 

Así entramos además por el Arco de la villa, puerta principal de entrada que se conserva desde la Edad Media y en la que destacan los cerrojos y las gruesas puertas de madera acorazada (s. XV). Hasta principios del s. XX el conjunto defensivo disponía de foso y puente, aunque por desgracia en la actualidad solo se conservan algunos tramos del conjunto de muros.




Nada más traspasar el arco llegamos a la Plaza de San Miguel, que con su forma triangular nos sirve de bifurcación para hacer un recorrido circular por la localidad. En el centro una escalinata se abre para subir al patio elevado de la iglesia que da nombre a la plaza.

 

Continuando por el ramal derecho llegamos a la plaza del Baile, dedicada a Joaquín Pérez de Seoane, benefactor de Maderuelo. Remodelada en el siglo XIX en ella se celebraba posiblemente el mercado mientras que hoy día acoge actos culturales y festejos. 

Destaca la casa con soportal y columnas que cierra uno de los laterales y un gran olmo que se perdió por grafiosis y ha sido repuesto por otro. 



Nos sorprendió gratamente que tenían a disposición del visitante una audioguía virtual para recorrer el pueblo por libre, accesible a través de un código QR colocado en la puerta de la Oficina de turismo. Y para los que prefieren las visitas guiadas hay un par de pases diarios (salvo miércoles y jueves) de los 3 monumentos principales de la villa. 


La parte central del cerro está ocupada por la Plaza de Santa María, bajo la imponente presencia de la Iglesia homónima, de estilo mudéjar y única segoviana con restos de estilo califal. La alta espadaña aloja 5 campanas y como curiosidad la iglesia alberga en su interior una momia de origen desconocido. 


Pasando por el arco de su derecha nos asomamos al alcacer, un bonito mirador sobre el embalse. El nombre de alcacer indica que esta extensión de terreno se usó para sembrar cebada, se segaba verde y se utilizaba como forraje para los animales de transporte del párroco. En él se ubica la recreación de un almajaneque, arma de asedio medieval utilizada para destruir murallas o lanzar proyectiles sobre los muros. 


Lo mejor (y lo peor) del pueblo es que lo encontramos totalmente vacío. Apenas vimos una persona ya fuera de las murallas en todo el tiempo que estuvimos allí y esto se agradece para los que nos gusta viajar tranquilos y sin masificaciones pero a la vez daba un poquito de pena porque apenas quedan residentes y son pueblos que tienden a desaparecer. 

 


Desde su fundación, la villa de Maderuelo se estableció como uno de los núcleos defensivos que comprendieron la llamada línea provincial y que incluía otros castillos como Coca, Cuéllar y Sepúlveda. Regresando por la calle de la parte norte pasamos junto al Torreón, uno de los últimos vestigios del castillo que protegía el acceso norte y que fue habitado por los condes de San Esteban.


Sufrió los despiadados efectos de numerosos rayos que han derribado parte de sus muros pero aún se aprecia su disposición cuadrada, en cuyo subsuelo existe un aljibe.


En esta zona norte encontramos también la Puerta del Barrio, que recibe este nombre por ubicarse próxima al barrio judío de la localidad y es el único acceso a la muralla desde la umbría. A esta entrada abovedada entre dos arcos de medio punto se adosa una casa que fue un antiguo torreón y se utilizó como hospital o albergue de peregrinos y gente necesitada. 


Algo que nos sorprendió mucho y que vimos después en otro pueblos que visitamos esos días fueron los tejados de las casas, ya que la mayoría tenían varias capas de tejas con la superior al revés y no sabemos el porqué.



A las afueras del pueblo, junto al puente que cruza el embalse, encontramos la Ermita de la Veracruz y un tranquilo área recreativa con mesas de madera para descansar y reponer fuerzas. Esta ermita templaria, declarada Monumento Nacional en 1924, sorprendió al albergar uno de los mejores conjuntos de frescos románicos castellanos. En 1950 con la construcción del embalse se trasladaron los frescos al Museo del Prado aunque recientemente se han instalado unas réplicas para disfrutar de ellos como antes. 



Si se viaja en furgo o autocaravana y se quiere pernoctar en la zona, al otro lado de la carretera hay una explanada de gravilla sin servicios y algo inclinada pero bastante tranquila en la que se puede pasar la noche con buenas vistas de la villa (más info en la web de Park4night). 




Esta zona de páramos calizos, hoces, y cañones es refugio de una de las más importantes colonias de aves rapaces de la Península. De hecho, a pocos kilómetros de aquí está el Parque Natural Hoces del río Riaza con más de 5.000 Ha, muy interesante a nivel de fauna, vegetación y sobre todo geomorfología con una garganta de unos 7 km excavada por el río.



Hay varias rutas de senderismo para explorarlo pero sin duda la más famosa es la de la ermita del Cuasar (PR-SG 7). Nosotros teníamos pensado hacerla pero de camino vimos que, entre el 1 de enero y el 31 de julio con motivo de la temporada de cría, se debe pedir autorización en la Casa del Parque (o por mail a cp.riaza@patrimonionatural.org indicando día y hora, número de participantes y nombre, apellido y DNI del responsable del grupo) limitándose el acceso a 10 personas al día. Como esos días estaba cerrada no pudimos conseguir el permiso así que lo dejamos para otra ocasión (horarios de la casa aquí). De todas formas en el blog Viajeros 3.0 tienen mucha más información de la zona. 



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