sábado, 4 de julio de 2015

3 días en Roma en mayo 2015 - Día 3 (Parte I)


Nuestro tercer día en Roma (segundo completo) empezó con un pequeño cambio de planes. Habíamos comprado por internet las entradas para el Coliseo y el Foro Romano, y pensábamos verlo a primera hora para evitar aglomeraciones y un calor excesivo, ya que la zona del Foro apenas tiene sombra. Sin embargo mi tía se había dado cuenta que a su DNI le faltaba el chip y ante la duda de si podría tener problemas con el avión de vuelta decidimos pasarnos por la embajada española y preguntar. Entre su web y la guía que llevábamos comprobamos que sólo abrían por las mañanas y tras confirmar dónde se encontraba nos dirigimos hacia allí. Como se encontraba bastante lejos del Coliseo, cerca de Plaza de España, y de hecho esa era la zona que pensábamos recorrer por la tarde, cambiamos el orden del recorrido y dejamos el Coliseo para el final del día. 



Al igual que el día anterior, aunque con menos agobio de gente, cogimos el metro en Termini, ya que es la estación que nos quedaba más cerca del apartamento. Con la línea A llegamos en poco tiempo a la parada de Spagna, para ir desde allí andando ya que no quedaba muy lejos (unos 600 metros).

Sin embargo, al llegar los soldados italianos que se encontraban en la puerta nos dijeron que allí no se hacían los trámites sino que teníamos que dirigirnos al Consulado, que se encuentra a poca distancia de allí.



Con las indicaciones que nos dieron llegamos en 5 minutos al Consulado donde les comentamos la situación y aunque no estaban seguros de si pondrían problemas en la compañía aérea por no llevar el chip nos recomendaron hacer un salvoconducto para estar más tranquilos. Para esto hay que rellenar unos impresos y entregar una fotografía de carnet. Como mi tía no llevaba fotos de carnet encima, le indicaron una tienda que había cerca para hacérselas, la verdad es que fueron todos muy amables. Tras entregar todo el papeleo hay que esperar a que la policía italiana dé su autorización, por lo que nos sugirieron que volviéramos a última hora de la mañana para no tener que esperar tanto tiempo. Mientras estábamos allí, llegó un grupo de españoles a hacer el mismo trámite, ya que a una de ellos le habían robado la cartera en el metro. Esto nos confirmaba que hay que tener mucho cuidado con los objetos personales, especialmente en sitios de aglomeraciones como el transporte público, aunque por suerte nosotros aun no hemos sufrido ningún percance de este tipo (cruzamos los dedos!!)

Una vez acabamos, y puesto que teníamos que regresar en un par de horas al consulado, decidimos recorrer la zona al norte de donde nos encontrábamos para no alejarnos demasiado y poder volver a tiempo.



Nos dirigimos hacia la Piazza del Popolo, pasando junto al Museo dell' Ara Pacis y la iglesia de San Roque.






El Museo dell' Ara Pacis es un edificio moderno que alberga el Ara Pacis Augustae (Altar de la Paz Augusta), una reconstrucción que se ha hecho aprovechando las partes que se conservan de esta gran escultura del 9 a.C. Su construcción no estuvo exenta de polémica por ser el primer edificio moderno que se construyó en el casco antiguo desde la época de Mussolini.




Al otro lado de la calle hay unas ruinas de un edificio de planta circular cubierto por la maleza. Se trata del Mausoleo de Augusto, construido en el 28 a.C. como mausoleo familiar del emperador Augusto. Detrás se ve la cúpula de la iglesia de San Carlo al Corso.








Seguimos de frente por la Vía di Ripetta, que junto con la Vía del Corso y la Vía del Babuino forman la zona conocida como Tridente, ya que las 3 salen de la Piazza del Popolo hacia el sur en sentido radial. Se trata de una antigua zona de artistas, en la actualidad llena de locales de anticuarios, diseñadores y otras tiendas más comerciales. Nosotros la recorrimos hasta el final, donde la Piazza del Popolo nos recibe como una inmensa explanada de forma ovalada con un obelisco egipcio gigante del 1300 a.C. en el centro.



A ambos lados de la plaza encontramos sendas fuentes presididas por sus correspondientes estatuas. Detrás de una de ellas vemos una balconada llena de gente, es la terraza del Pincio, a donde subiremos después, ya que tiene buenas vistas de la plaza y del resto de la ciudad.



Al girarnos descubrimos a las dos grandes protagonistas, las iglesias gemelas de Santa Maria dei Miracoli y Santa Maria in Montesanto, diseñadas por Carlo Rainaldi en 1660.



En el extremo opuesto se encuentra la Basílica de Santa Maria del Popolo, construida en 1472. Su interior está lleno de obras maestras del Renacimiento, con artistas de la talla de Rafael o Caravaggio.

Todas ellas son de acceso gratuito, aunque nosotros, entre todas las iglesias que llevábamos y las que nos quedaban por ver y que no disponíamos de mucho tiempo ya que teníamos que volver pronto al consulado, no entramos a ninguna.

Junto a Santa Maria del Popolo en la esquina norte de la plaza encontramos la Porta Flaminia o Porta del Popolo, una de las entradas primitivas de la ciudad. La Vía Flaminia, construida en el 220 d.C. para conectar con la costa adriática era, junto con la vía Apia, uno de los puntos principales de acceso a Roma.



A sus pies a mano derecha empieza el empinado y serpenteante camino de ascenso a los jardines del Pincio, desde cuya terraza disfrutamos de una buena panorámica de la ciudad. Hay que tener cuidado ya que una parte de la subida coincide con una carretera sin mucho tráfico pero por la que puede pasar algún coche.



Estos jardines son la antesala de la segunda zona verde más grande de Roma con 80 ha, la Villa Borghese. Cuenta con lagos, teatros, senderos, pistas de tenis, museos (como la Galería Nacional de Arte Moderno o el Museo Etrusco) e incluso un zoo, y fue abierta al público en 1903. La Gallería Borghese exhibe la colección de arte (pintura, esculturas y antigüedades) del cardenal Scipione Borghese y para visitarla es necesario reservar entrada previamente.

Se trata de un parque enorme muy popular para hacer picnic y que necesita tiempo para recorrerlo, justo lo que nosotros no teníamos, por lo que pasamos de largo dirigiéndonos por el Vialle della Trinitá dei Monti hacia Piazza Spagna. En esta calle se encuentra la Villa Médici, que alberga la Accademia di Francia y que se puede visitar de martes a domingo. La entrada de 12 € incluye una visita guiada por los jardines.



Poco después llegamos a la iglesia de Trinità dei Monti, construida en 1502 bajo el patrocinio del rey francés Luis XII. Sus dos campanarios simétricos y el obelisco egipcio situado frente a la entrada principal son elementos representativos del lugar, si bien por desgracia los primeros estaban tapados con unas lonas ya que el edificio estaba en obras.








Delante de la iglesia hay una terraza que nos permite ver toda la plaza y la escalinata del mismo nombre, que con 137 peldaños y multitud de flores de colores es una de las imágenes más conocidas de Roma.








Mucha gente se sienta a descansar o charlar en la escalera, ya que se trata de una de las plazas más concurridas de la ciudad, y nosotros no fuimos menos y disfrutamos un rato del ambiente y las vistas.



En el centro de la plaza se halla la Fontana della Barcaccia (Fuente de la Barca vieja), diseñada en 1625 y que recibe su nombre del parecido con una embarcación antigua. Se trata de un lugar de referencia que atrae a miles de turistas.



En el extremo sur de la plaza se encuentra la Colonna dell'Inmmacolata, coronada por la estatua de la Virgen María para conmemorar la proclamación por el papa Pío IX del dogma de la Inmaculada Concepción. En su colocación en 1857 ayudaron 220 miembros del cuerpo de bomberos que pasaron a considerarla su protectora.

Nosotros nos alejamos de la Piazza Spagna por la calle situada en el extremo opuesto a la escalinata, la Vía dei Condotti, probablemente la calle con las tiendas más caras y exclusivas de la ciudad.



Tras pasar por el Consulado a recoger el salvoconducto que nos entregaron sin ningún problema, continuamos el recorrido hacia otro de los símbolos de Roma, el Panteón. Sin embargo, según tenía apuntado, la iglesia de San Ignacio de Loyola que teníamos interés en visitar por el curioso efecto óptico de su bóveda, cerraba a las 12.30 y quedaba poco tiempo, por lo que en vez de hacer el recorrido por la zona tal cual venía en la guía dimos un poco de vuelta para llegar allí antes y ver el resto después con tranquilidad. Luego resultó que la iglesia no cerraba al mediodía y estaba abierta en horario continuo hasta las 19, por lo que el rodeo y las prisas fueron para nada.



Para llegar a la iglesia seguimos la popular Vía del Corso, repleta de gente, tráfico y tiendas. De camino pasamos por delante de la Colonna di Marco Aurelio, de 30 metros de alto construida en el siglo I y en la que están talladas en forma de espiral todas las batallas del emperador Marco Aurelio.







La iglesia barroca de Sant'Ignazio di Loyola fue construida en 1626 y es muy conocida por el trampantojo diseñado por Andrea Pozzo que hace que, situados en el lugar adecuado (señalado en el suelo), al mirar hacia arriba nos parezca que los frescos están pintados sobre una cúpula cuando en realidad se trata de una superficie plana. A mí me costó un rato ver el efecto pero me encantó, simplemente ya las pinturas son espectaculares y merece la pena acercarse a visitarla.



Deshaciendo el camino que acabábamos de recorrer para ver la zona más tranquilamente pasamos junto a los restos del Templo de Adriano o Hadrianeum, en la Piazza di Pietra. Sus 11 columnas de piedra son lo único que quedan de este templo del siglo II, ya que el moderno edificio que se encuentra tras ellas alberga la Bolsa.



Dirigiéndonos a la Piazza di Montecitorio, pasamos de nuevo por la Piazza Colonna disfrutando más tranquilamente de la imponente columna central que le da nombre. El edificio de la izquierda con las banderas italiana y europea es el Palazzo Chigi, que alberga el despacho del primer ministro del país.






A pocos pasos de allí, el Palacio de Montecitorio, diseñado por Bernini en 1620, preside la plaza homónima. En él se encuentra en la actualidad la Cámara de Diputados de Italia, por lo que no es difícil ver a políticos o periodistas en los alrededores. Frente a él, el obelisco egipcio de Psammeticus del siglo X a.C. actuaba como reloj de sol al proyectar su sombra sobre el suelo.










En los alrededores de la plaza, rodeada de imponentes palacetes, encontramos rincones con encanto como el de la foto, con pasadizos que cruzan de un lado a otro de la calle para permitir el paso de un edificio a otro sin salir al exterior.





A pocos metros de allí se encuentra una de las heladerías más famosas de Roma, Giolitti, que nos habían recomendado y venía también en la guía como lugar destacado. No en vano, en ella se llevan elaborando helados desde 1870. Por supuesto no podíamos irnos sin probarlos, aunque nos sorprendió que la diferencia de precio de pedirlos para llevar a comerlos allí era casi el doble.

Teníamos la esperanza de encontrar algún banco fuera donde sentarnos pero no fue así, se trata de zonas semipeatonales por donde pasan coches y hay bastante gente pero no hay sitios para sentarse fuera de las cafeterías o restaurantes, por lo que seguimos con el recorrido, ahora en dirección al Panteón.



De camino pasamos por la Piazza Capranica, en la que se encuentra el teatro del mismo nombre y que está presidida por la iglesia de Santa Maria in Aquiro.





Justo antes de llegar a la plaza donde se encuentra el panteón pasamos junto a la cafetería "Tazza d'Oro", donde habíamos leído que servían uno de los mejores capuchinos de la ciudad. De hecho, algo que destacaban en muchos blogs era que los italianos habitualmente toman el café de pie en la barra, y que era en este tipo de cafeterías donde servían los cafés más auténticos, requisito que sin duda cumplía este local ya que apenas tenía unas pocas mesas pequeñas.


Por desgracia era casi la hora de comer y además acabábamos de comernos un rico helado en Giolitti, por lo que dejamos lo del café para otro momento.

La Piazza della Rotonda en la que se sitúa el Panteón era un hervidero de gente a esas horas. En su centro se alza un obelisco procedente del Templo de Isis.



Pero sin duda el gran protagonista allí es el Panteón. Este impresionante edificio ha sido utilizado sin interrupción desde el año 125 d.C., cuando el emperador Adriano lo mandó construir como templo para las 12 divinidades romanas más importantes. Probablemente si ha resistido en tan buen estado hasta la actualidad es porque en el año 608 el emperador Focas lo convirtió en la Basilica di Santa Maria ad Martyres.





Sus puertas de bronce son originales y traspasarlas es como entrar en otro mundo, ya que no se parece en casi nada a las iglesias convencionales. Aunque suele haber siempre gente, resulta sencillo abstraerse del gentío y quedarse ensimismado contemplando esta gran obra arquitectónica.













Su cúpula tiene la particularidad de que mide lo mismo de diámetro y de altura, 43.3 metros, por lo que vista desde el interior parece una esfera perfecta. Sin embargo, lo que más llama la atención es el agujero de 9 metros de su parte superior, el oculus, por donde entra la luz del Sol y por supuesto el agua en días de lluvia.





















Sin embargo, todo está pensado para que la lluvia no sea un problema, ya que en el suelo de mármol hay varios orificios estratégicamente colocados que hacen que el agua desaparezca rápidamente. Hasta en eso está bien diseñado y no como los edificios actuales...




Su interior tiene forma circular y en la parte opuesta a la entrada hay varias filas de bancos y el altar principal. A la izquierda de éste se encuentra la tumba de Rafael y frente a ella la del rey Victor Manuel I.






Nos tomamos un tiempo en recorrer el Panteón y disfrutar de él porque realmente lo merece, sin duda fue uno de los lugares que más me gustó de Roma. Al salir de allí nos dirigimos a la Fontana di Trevi, que era el único lugar de interés de la zona que nos quedaba por ver, aunque el día anterior ya lo habíamos visto de noche y al estar en obras nos había decepcionado bastante, aunque al menos esta vez ya sabíamos lo que nos esperaba. De camino volvimos a sumergirnos en el ambiente de la ciudad y sus estrechas callejuelas.




Cuando llegamos allí había bastante más gente que la noche anterior y descubrimos que había unas pasarelas por encima de donde está habitualmente el agua y por las que la gente podía pasar para acercarse más a las esculturas y probablemente muchos de ellos para cumplir con el ritual de tirar la moneda de espaldas y así volver a la ciudad algún día, aunque no tengo claro de si estando sin agua tendrá el mismo efecto...



La Fontana se acabó de construir en 1762 y su nombre (Trevi) se debe a que aquí confluyen 3 vías de agua: el Aqua Vergine, el Aque Virgo y uno de los antiguos acueductos reparado. La estatua central está dedicada al dios Neptuno flanqueado por 2 tritones con caballos marinos que representan uno los océanos y las tormentas y otro los lagos y las aguas tranquilas. Además hay otras dos estatuas alegóricas, la de la derecha de Neptuno representa la salud y la de la izquierda la abundancia, como símbolos de las propiedades del agua. Detrás de la Fontana se encuentra el Palazzo Polli.

Hacernos una foto allí se convirtió prácticamente en una odisea, entre la cantidad de gente que había en un espacio ya de por sí reducido pero que ahora lo estaba aún más con las obras, e intentar sacar algo del monumento y no solo cristaleras y andamios, cuando por fin lo conseguimos tras varios intentos nos marchamos de allí agotados. 








Ya eran cerca de las 14 y nuestros estómagos empezaban a quejarse así que tocaba buscar sitio para comer. Como la tarde la dedicaríamos al Coliseo y sus alrededores y tenía apuntado que cerca de Piazza Venezia estaba el restaurante "Il Pastarito" donde se comía bien y a buen precio nos dirigimos hacia allí. De camino continuamos descubriendo rincones con encanto que no nos cansábamos de ver.





Nos costó un poco encontrar el sitio porque la fachada estaba en obras y tenían todo tapado con andamios por lo que no se veía bien el nombre, pero una vez localizado el aire acondicionado lo compensó todo. El local era enorme y nos atendieron muy bien. La comida estaba rica aunque era bastante y nos costó acabárnoslo, y de precio pagamos como en otro sitios, 54 € entre los cuatro.




viernes, 3 de julio de 2015

3 días en Roma en mayo 2015 - Día 2 (Parte II)

En la segunda mitad del día recorrimos el otro márgen del río Tíber.



Tras disfrutar de la agradable comida en la terraza del Grazia e Graziella, continuamos con nuestro recorrido por el genuino barrio del Trastévere.

A la vuelta de la esquina se encuentra la basílica de Santa María in Trastévere en la plaza del mismo nombre. Tanto la iglesia como la plaza transmiten una gran tranquilidad pese a haber gente por todas partes, es una de las zonas más auténticas de Roma. Aunque fue reconstruida en el siglo XII, su origen está en el siglo III, por lo que se trata de uno de los templos más antiguos del cristianismo. El acceso es gratuito y conviene entrar aunque sea unos minutos para disfrutar de su belleza. Las columnas de granito de su nave proceden como en otros casos de las Termas de Caracalla, por lo que vamos entendiendo el aspecto desangelado de éstas últimas que observamos desde fuera el día anterior.



Fuera, la Piazza di Santa Maria in Trastévere, destaca como el corazón del barrio, y hay varias cafeterías y restaurantes al igual que en los alrededores.



La mayor parte del tiempo vamos siguiendo los recorridos que nos recomienda la guía "Roma, fin de semana" de National Geographic que llevamos con nosotros, como en este caso que continuamos recorriendo el barrio del Trastévere para después cruzar al otro margen del río a través de la Isola Tiberina.


Tras pasar junto a la iglesia de San Crisogono, llegamos a otro de los puntos destacados del barrio, la iglesia de Santa Cecilia, dedicada a la mártir del mismo nombre y que, aunque reformada en el siglo XII, conserva parte de su estructura del siglo IV. Está escondida tras un imponente pórtico que junto con el jardín de su parte frontal la convierten en un remanso de paz y tranquilidad.






Nos despedimos del barrio del Trastévere callejeando por sus calles empedradas que nos sorprenden con pequeñas plazas y casas repletas de flores.






Aunque implicaba dar un pequeño rodeo respecto a la ruta marcada en la guía, decidimos acercarnos a ver 2 de los lugares más curiosos de la ciudad: la Piazza dei Cavalieri di Malta, donde se encuentra una curiosa cerradura a través de la cual es posible ver la cúpula de la basílica de San Pedro y la Bocca della Veritá en la iglesia de Santa María in Cosmedin.


Sin embargo, la vuelta fue mayor de lo esperado, ya que al intentar hacerlo en el orden mencionado nos encontramos con que era imposible acceder a la plaza desde la zona del río por la que íbamos, cruzando el ponte Sublicio, y tuvimos que prácticamente deshacer todos nuestros pasos bajo un sol de justicia.





Como retrocediendo el camino andado llegamos casi hasta la Bocca della Veritá, nos acercamos a verla. Se encuentra en el pórtico de la iglesia de Santa María in Cosmedin, fácilmente reconocible por su alto campanario de base cuadrada, emplazada al lado de un cruce con muchísimo tráfico.



El tranquilo interior de la iglesia del siglo VI de acceso gratuito contrasta con el habitualmente concurrido pórtico en el que se encuentra la famosa Boca de la Verdad, donde se forman largas filas para hacerse una foto con ella tras dar un pequeño donativo. Aunque probablemente se tratara originalmente de una tapa de alcantarilla o desagüe decorativo, la leyenda cuenta que aquel que no es sincero al introducir su mano en la boca será mordido. Su historia se remonta a la Edad Media, pero la fama le llegó tras aparecer en la película "Vacaciones en Roma" protagonizada por Gregory Peck y Audrey Hepburn.
Cuando nosotros nos acercamos había algo de cola y tampoco teníamos mucho interés en comprobar la leyenda de primera mano, por lo que nos conformamos con verla desde fuera aprovechando para hacerla una foto entre turista y turista.



Desde allí nos dirigimos a la Piazza dei Cavalieri di Malta, situada sobre la colina del Aventino. Para llegar hasta allí pasamos junto a la explanada del Circo Máximo, donde estaban colocando lo necesario para celebrar el fin de semana siguiente la "Roma Race for the Cure", una carrera popular contra el cáncer de mama.




El Circo Massimo o Circus Maximus tiene su origen en el siglo VI aC. Se trataba de un enorme estadio al aire libre donde se realizaron pruebas deportivas como las carreras de cuádrigas durante cerca de 1000 años. Sus gradas tenían espacio para más de 250.000 espectadores aunque en la actualidad apenas quedan unos pocos restos de la estructura en la parte sur. Hoy en día se utiliza como parque público, zona de picnic y para albergar conciertos o eventos como el que encontramos.
Detrás de él se puede apreciar la colina del Palatino, que impide ver desde ahí el Coliseo.




Girando a nuestra derecha entramos de lleno en la colina del Aventino, una de las 7 que conforman Roma, salpicada de parques y calles arboladas, como la rosaleda que atravesamos nada más empezar a subir. Se trata de un pequeño oasis entre el caos circulatorio de los alrededores.


En lo alto de la colina encontramos el parque - naranjal Giardino degli Aranci, también conocido como Parco Savello por ser el antiguo jardín de una fortaleza del siglo XII perteneciente a la familia Savello. Ahora cuenta con fuentes, bancos y césped donde sentarse a descansar o donde poder jugar los niños con total tranquilidad. Durante la expansión del Imperio Romano se construyeron muchos palacios y jardines que se decoraban con plantas y árboles de todas partes del mundo. Así ocurrió también con los naranjos, pero para evitar la aparición de ladrones se creó una variedad que daba frutos muy amargos que resultaban incomestibles y que aun hoy se encuentran en muchos espacios públicos de Roma. 

Desde un balcón mirador situado al fondo del parque se distingue prácticamente toda la ciudad, desde el Vaticano hasta el monumento de Vittorio Emmanuelle. Aprovechamos para descansar un rato de la caminata que llevábamos y disfrutar de las vistas. A una chica la estaban grabando con una cámara de vídeo, no sabemos si sería de algún programa de televisión o quizá ni siquiera era conocida.





En la muralla exterior del parque encontramos esta peculiar fuente, que pertenece a la iglesia de Santa Sabina que se encuentra al lado, y que tiene bastante parecido con la Boca de la Verdad.





Sin embargo queríamos encontrar la curiosa cerradura sobre la que habíamos leído en distintos blogs y en la propia guía, así que nos dirigimos a la Piazza dei Cavalieri di Malta, a poca distancia de allí. Tardamos un poco en llegar ya que nos encontramos con una especie de rodaje, que nos hizo permanecer un rato esperando en silencio a que acabaran de trabajar.


Finalmente llegamos a la plaza, amurallada y rodeada de cipreses, donde un grupo de turistas esperaba para lo mismo que nosotros. Al fondo de la plaza se distingue la iglesia de Sant' Anselmo, del año 1900 y sede de monjes benedictinos (cantan gregoriano casi todas las tardes y domingos por la mañana).



El edificio principal de la plaza es el Priorato di Malta, una orden de caballería fundada en el año 1050 que sigue existiendo como organización de beneficiencia. Tanto la puerta del edificio, que no se puede visitar, como la plaza fueron diseñados por Gian Battista Piranesi en el siglo XVIII. Lo que atrae a tanta gente es mirar a través de la cerradura, ya que está realizado de tal forma que al fondo se ve la cúpula de San Pedro como si estuviera en un jardín. No se si se puede apreciar bien en la foto pero la verdad es que resulta muy curioso.


Desde allí nos toca regresar sobre nuestros pasos hasta la iglesia de Santa María in Cosmedin para dirigirnos a la isla Tiberina y al barrio judío.

Frente a la iglesia encontramos 2 pequeños templos que son de los más antiguos de la ciudad. El circular, Tempio di Ercole, data del siglo II a.C y se cree que estaba dedicado a Hércules. El tejado se ha añadido recientemente durante labores de restauración pero las columnas se conservan en buen estado. Detrás de él, o a su derecha desde la iglesia, está el Templo de Portunos, de planta rectangular. Está dedicado al dios de los graneros y los puertos. Su basamento es original y las columnas y el frontón se conservan sorprendentemente bien.




Conseguimos atravesar el caótico cruce y bordeando los templos llegamos junto al río Tíber. Desde allí tenemos una perspectiva mejor de la iglesia de Santa María in Cosmedin.




Cruzamos el río por el Ponte Palatino, desde donde se divisan los restos del Ponte Rotto, el que fue el primer puente de piedra de Roma.




Seguimos junto al margen del río Tíber hasta llegar al siguiente puente, el Ponte Cestio, que nos lleva hasta la Isola Tiberina, la isla habitada más pequeña del mundo y que tiene una curiosa forma similar a una barca.




En verano se celebran festivales y se instalan cervecerías y restaurantes en sus "playas".



En ella se alzan desde hace siglos una iglesia y un hospital, puesto que ya en el pasado se le atribuían propiedades curativas, habiendo existido antiguamente un templo a Esculapio, el dios griego de la medicina.



Cruzando a la otra margen del río por el Ponte Fabricio del año 62 a.C., el más antiguo de los conservados en Roma, llegamos al barrio judío, en el que vive todavía una de las comunidades judías más antiguas de Europa. 

Lo primero que encontramos a mano izquierda es la Sinagoga, construida tras la reunificación de Italia en 1904 como símbolo de libertad. Bajo el mando de la nueva república se derribaron los muros que por orden papal rodeaban desde 1556 el guetto (palabra procedente del veneciano y que en italiano no tiene connotación negativa). En su interior hay un museo al que se puede acceder pagando la entrada de 11 € que incluye además una visita guiada al templo. 





A mano derecha de donde nos encontrábamos la guía situaba el Teatro de Marcello, pero nosotros sólo veíamos un bloque de pisos. Para ver bien la fachada redondeada del popular teatro del siglo I a.C., que podía albergar a más de 20.000 espectadores, hay que acercarse a él por la Vía del Teatro di Marcello, al otro lado de los edificios. 

A este lado se encuentran sin embargo las ruinas del Portico d' Ottavia, por el que se accedía a una galería con columnas donde se exhibían estatuas traídas de Grecia. Nosotros estábamos algo cansados de todo el día caminando así que tras rodear la Sinagoga nos sentamos en una de las terrazas de la Vía del Pórtico de Ottavia. El entorno no era nada espectacular y las consumiciones nos salieron bastante caras, aunque suponemos que debía ser por la zona, ya que las cafeterías de alrededor parecían similares o incluso más caras. 

Tras descansar un rato continuamos callejeando por la judería hasta llegar a la pequeña Piazza Mattei, popular por su Fontana delle Tartarughe o Fuente de las Tortugas, que aunque ha sido recientemente restaurada fue diseñada por Giacomo della Porta en 1585. Los pequeños animales situados en la parte superior de la fuente llaman mucho la atención de turistas y curiosos.



Siguiendo de frente salimos del barrio judío para encontrarnos con el Largo di Torre Argentina, una plaza rodeada de tráfico en la que se halla un yacimiento arqueológico denominado Area Sacra dell'Argentina, con ruinas de 4 templos del siglo III a.C. que no se descubrieron hasta 1920 y que nos da una idea de la altura a la que se encontraban sus calles entonces.






Desde allí nos dirigimos a la Piazza Venezia por el Corso Vittorio Emanuele II, pasando junto a la Piazza Gesú donde se encuentra la iglesia jesuita Chiesa del Gesú del siglo XVI, que se puede visitar gratuitamente. Cuando nosotros llegamos ya estaban cerrando y aprovechamos para sentarnos un rato a tomar un batido en una heladería que hay enfrente y reponer fuerzas con cosas que habíamos cogido en un supermercado de paso.




Ya otra vez en marcha llegamos hasta la famosa Piazza Venezia, donde nos sorprendió encontrarnos en uno de sus extremos a un curioso guardia subido en una peana en medio de la marabunta de coches, que iba dirigiendo el tráfico a ritmo de silbato. Lo que no nos quedó muy claro es cómo conseguía llegar y salir de allí sin morir atropellado...



La plaza sorprende por la cantidad de tráfico que la atraviesa, no en vano se trata del centro de la red callejera de la ciudad desde 1881. Aunque lo que de verdad impacta es el Monumento a Victor Manuel, una enorme construcción de mármol que se sitúa en el extremo sur de la plaza. Esta obra, conocida como Il Vittoriano y dedicada al primer rey de Italia Vittorio Emanuele II de Saboya, fue inaugurada en 1911 y trataba de honrar la Italia recién unificada. Sin embargo su construcción levantó mucha polémica porque a ella se destinaron grandes sumas de dinero procedente de nuevos impuestos y se derribó parte de la colina Capitolina y barrios adyacentes. Los italianos le dan nombres despectivos como "la tarta nupcial" o "la máquina de escribir" y a los turistas no les suele gustar por el contraste que supone con el resto de monumentos históricos. Lo que no se puede negar es que resulta impresionante, con la enorme estatua ecuestre del rey presidiéndolo (el caballo albergó en su interior una cena para 12 personas) y la columnata de la parte superior. A nosotros nos llamó mucho la atención y nos gustó por ser algo diferente. En el primer escalón se encuentra además la Tumba del Soldado Desconocido. 


Habíamos leído que se podía acceder gratuitamente a un mirador desde el que había buenas vistas de la ciudad subiendo 196 escalones, y pagando 7 € en ascensor a otro en la parte superior. Como ya era tarde y estábamos cansados nos conformamos con estar un rato haciendo fotos desde el centro de la plaza, disfrutando de la luz del atardecer que le daba un encanto especial.

Ya en dirección al apartamento para descansar un rato antes de salir a cenar, pasamos junto a los restos del Foro de Trajano. 





En uno de sus extremos se encuentra la Columna Trajana, de 38 metros de altura y creada para celebrar la victoria de Trajano sobre Dacia. Los restos del emperador descansan en su base. A su lado, la iglesia de Santa María de Loreto.







Desde allí volvimos al apartamento tranquilamente para descansar un poco antes de salir a cenar. No sabíamos muy bien dónde ir esa noche, pero para aprovechar a ver iluminado uno de los lugares más famosos de Roma decidimos acercarnos a la zona de la Fontana di Trevi.

De camino nos encontramos de nuevo con sorpresas en cada rincón, en forma de fuentes, esculturas o edificios monumentales como el Palacio del Quirinal, construido durante el Renacimiento y en la actualidad residencia del Presidente de la República.





Sin embargo nuestra ilusión se transformó en decepción al llegar a la archiconocida Fontana di Trevi; tras una larga caminata nos la encontramos en obras, con andamios en sus laterales, mamparas de cristal en la parte frontal y por supuesto sin agua. Ya era algo tarde y no nos quedó más remedio que buscar un sitio por allí donde cenar, al menos es una zona bastante animada y con multitud de restaurantes, cafeterías y heladerías. Finalmente cenamos en la Hostaria Trevi, a pocos pasos de la Fontana, en un terraza en la calle. Aunque no fue caro la comida no fue nada del otro mundo, podríamos decir que fue de los peores sitios donde comimos durante el viaje.



Pese a tratarse de una calle bastante estrecha, con terrazas y multitud de gente paseando, vimos pasar varios coches, furgonetas e incluso un camión de la basura, que se veían en serios apuros para avanzar sin llevarse nada por delante.

Tras la cena volvimos tranquilamente al apartamento con muchas ganas de coger la cama y descansar de la que fue la jornada más intensa del viaje.