domingo, 9 de agosto de 2015

Escapada a la Bal de Chistau: ruta circular por los ibones de Millars, Lenérs, la Solana y Pixón


Como el día anterior habíamos madrugado bastante para la Quebrantahuesos (la carrera empieza a las 7:30 pero hay que estar allí una hora antes por la gran cantidad de gente que hay), este día nos permitimos dormir un poco más para recuperar fuerzas. La tarde anterior, siguiendo el consejo de la dueña de la casa donde nos quedábamos, habíamos preguntado en la tienda del pueblo y nos habían confirmado que tendrían pan a partir de las 9-9.30 que era cuando subía el panadero, lo que nos iba genial para comprar para la comida. La tienda pertenece al restaurante Casa Alvira que está junto a la iglesia y se conserva como un ultramarinos de los de antes, pequeñita pero con un poco de todo, lo que viene muy bien en pueblos así de apartados.

Tras desayunar algo de lo que llevábamos y comprar el pan, nos dirigimos con un día espectacular al inicio de la ruta. Se trata de un recorrido circular con unos 1.000 metros de desnivel que se nos hizo bastante más largo de lo esperado por su complicado tramo final.

Aunque hay multitud de blogs con información sobre esta ruta y varios tracks en Wikiloc, nosotros seguimos lo indicado en este de Topwalks. Se diferencia de otros en que la subida al ibón de Millars no la hace pasando por el refugio de Viadós sino por la ladera opuesta, aunque luego se junta con el GR que pasa por el refugio poco antes de llegar al ibón. La distancia total de la ruta es de 16,5 km y la duración unas 7,5 horas, debido al importante desnivel. Ya habíamos hecho más rutas con estas características, pero el hecho de que una parte importante de su tramo final fuese por un barranco entre piedras sin camino marcado nos dejó bastante tocados.


El inicio de la ruta es en el Camping Forcallo a 1600 metros de altitud, que sólo abre los meses de julio y agosto y donde se puede dejar el coche sin problemas. Para llegar hasta aquí hay que tomar la pista de gravilla apta para turismos que sale de una de las curvas de la carretera que sube a Gistaín (A-2609), a unos 2 km a mano derecha subiendo desde San Juan de Plan. La pista transcurre junto al río Cinqueta durante unos 10 kilómetros, hasta el refugio de Viadós, pero el camping se encuentra un par de kilómetros antes, poco después de pasar el Campamento de la Virgen Blanca.




Junto a los edificios del camping encontramos señales y un panel del Parque Natural Posets - Maladeta con un mapa de rutas por la zona. Nosotros seguiríamos el recorrido S7 durante un tramo hasta enlazar con el S11 cuyo destino final es el ibón de Millars.






Dejando atrás los edificios del camping, bajamos a cruzar el río por un rudimentario puente de madera. Ya el entorno que se recorre para llegar hasta el inicio de la ruta resulta espectacular, así que nos emociona empezar a andar y recorrer con calma esos parajes, sin esperarnos aún que lo que nos vamos a encontrar más arriba nos dejará sin palabras.





Avanzamos unos metros junto al río hasta llegar a una bifurcación al lado de un pequeño refugio, el Refugio d'els Plans, donde debemos tomar el camino de la izquierda. 


La primera parte de la ruta, subiendo progresivamente hacia una zona de pastos, discurre por un camino amplio entre árboles, con el río Cinqueta a mano izquierda, del que nos vamos alejando al ir ganando altura.






En los escasos claros que se abren podemos divisar la ladera de enfrente en la que se encuentra el refugio de Viadós.



Unos minutos después, abandonamos la pista ancha para coger una senda a mano derecha, junto a lo que queda de una portilla. Al poco, se abren ante nosotros unos bonitos pastos con varias cabañas ganaderas y el pico Espadas de más de 3.000 metros al fondo. De hecho estas bordas toman el nombre de ese pico, ya que se les conoce como Bordas de las Espadas. Aquí hemos subido ya unos 200 metros, y el camino bordea las cabañas por su derecha.


Sin embargo al comenzar a subir descubrimos un grupo de rebecos algo más arriba, que al oírnos salen corriendo aunque nos da tiempo a hacerles alguna foto lejana.



Pero las sorpresas no acabaron ahí, porque justo seguido empezamos a oír los gritos característicos de las marmotas y buscando por los alrededores encontramos una que curioseaba escondida tras una roca. Aguantó asomada hasta que nos acercamos demasiado y la tocó esconderse rápidamente. 




Durante la subida para rodear las bordas no podemos evitar hacer varias paradas para disfrutar del paisaje, como el picó Montó de 2.641 metros que dejamos a nuestras espaldas, o las cabañas de la ladera de enfrente que destacaban sobre los pastos de verde intenso. A su derecha se aprecia al fondo el Gran Bachimala, de 3.177 metros de altitud, y que aún conserva algo de nieve.



También las propias cabañas de piedra nos llamaron la atención. En su mayoría estaban muy bien conservadas y encajaban perfectamente en este paisaje de alta montaña, sin duda para mí fue uno de los puntos más bonitos de la ruta, sin desmerecer a los ibones, pero quizá esto me impactó más al aparecer ante nosotros al inicio de la ruta sin esperárnoslo.





En la zona izquierda de la otra ladera vemos ahora con más claridad el refugio de Viadós, por el que pasa el GR -11 y que forma parte de la travesía de los 3 Refugios del Posets que nos gustaría hacer en un futuro esperamos no muy lejano.





Tras bordear las cabañas continuamos un rato llaneando y nos adentramos en un precioso bosque de pino negro y rododendro. Al poco toca cruzar un arroyo tratando de no echar pie al agua.










Volvemos a encontrarnos agua poco después, esta vez el Río Ribereta que cruzamos por un puente ancho de madera, para después continuar por una senda que nos lleva, atravesando una ladera entre árboles y piedras dispersas, hasta el camino del GR, señalizado con sus características marcas rojas y blancas.





A lo largo de la subida encontramos varios bancos, que vienen genial para hacer una pequeña parada. También encontramos zonas donde el hierro presente en el agua ha dejado su huella con un fuerte color anaranjado.









Seguimos con la subida, que tiene algunos repechos importantes, mientras nos deleitamos con el paisaje que nos rodea. Este tramo es compartido con el GR por lo que tenemos marcas rojas y blancas cada poco rato, aunque después habrá que abandonarlo para poner rumbo al ibón.






Al rato llegamos a una zona más abierta y el camino continúa junto al barranco de la Ribereta. Tanto a mano derecha como izquierda observamos cascadas que caen desde paredes verticales de varios cientos de metros.





Poco después de pasar el barranco cruzamos otro arroyo y seguimos subiendo, ahora ya sin la protección de los árboles. En este punto nos encontramos ya a más de 2.000 metros de altitud.



Continuamos la subida  para seguir por la senda de la derecha haciendo eses hacia el ibón de Millars. Al ir ganando altura las vistas son cada vez mejores, vislumbrando al fondo el pico Punta Suelza de casi 3.000 metros, aunque lo mejor está aún por llegar.



Dejamos los árboles atrás definitivamente y pasamos junto a grandes bloques de piedra caídos de las inmensas paredes de Bagüeñola que nos rodean como en un anfiteatro, con formas y colores que le dan un encanto especial.







Pero todavía nos quedan más sorpresas por descubrir, como este nevero que encontramos a nuestro paso y que cruzamos con cuidado pero disfrutando de la sensación de pisar nieve en pleno mes de junio.




Tras pasar el nevero abandonamos el GR-11 mientras seguimos disfrutando de las maravillosas vistas, lo que nos obliga a pararnos en varias ocasiones, motivo por el cual nuestras rutas siempre duran bastante más de lo señalizado.


Así llegamos hasta una zona más llana donde encontramos restos de alguna antigua cabaña y un pluviómetro totalizador, con el que se miden precipitaciones anuales, aunque por desgracia creemos que no está en funcionamiento... (y lo confirmamos después aquí)





Y por fin frente a nosotros el ibón de Millars!!! Se encuentra a 2.350 metros en un entorno espectacular, realmente merece la pena el esfuerzo por verlo. 




Nos acercamos un poco a él para verlo de cerca y hacer unas fotos, aunque sin entretenernos mucho ya que el hambre empezaba a apretar y queríamos avanzar un poco más para que no nos quedase apenas subida después de comer y que no se nos hiciera demasiado larga la segunda mitad del día.




Para seguir hacia el ibón de Leners hay que pasar sobre el muro que delimita el ibón de Millars y continuar hacia la derecha, donde encontramos una senda en zig zag marcada con hitos de piedras.





Seguimos ganando altura, dejando a nuestra espalda el ibón y al frente a la derecha el Gran Bachimala y a la izquierda la cresta de Culfreda que se ve cada vez mejor.



En el ibón de Leners, a 2510 metros, nos encontramos otra bonita sorpresa, la nieve llega hasta el agua, lo que genera colores azules dignos de un glaciar.


Comimos junto al ibón, José unos bocatas y yo el arroz con foie y ceps que me había sobrado de la cena la noche anterior y que me habían puesto para llevar, la verdad es que me supo a gloria y me dio energías para el resto de la jornada, que ya intuía que las iba a necesitar. Tras la comida, emprendimos la marcha de nuevo enseguida  ya que aun nos quedaba aproximadamente la mitad del recorrido.





Nos fuimos alejando del ibón hacia una zona de grandes piedras ganando un poco de altura para llegar al punto más alto de la ruta, a cerca de 2600 metros de altitud.




A partir del ibón de Leners el camino se complica bastante, aunque teóricamente está señalizado con trazos verdes hay varias zonas sin apenas marcas, salvo algunos hitos de piedras desperdigados y se pierde la senda, por lo que al tratarse de una zona de rocas, hay que estar atentos para no desviarse demasiado y poner a prueba piernas y tobillos. No es recomendable continuar si no se dispone de GPS o un buen mapa. Nosotros llevábamos GPS con el track de la ruta y un pequeño mapa a modo de referencia general y aun así en algunos puntos no teníamos muy claro si estábamos yendo bien.



Pero nos aguardaba aún una grata sorpresa que nos animó a continuar, sin duda uno de los rincones más bonitos de la ruta, un pequeño ibón del que desconocemos el nombre, casi completamente cubierto de nieve y que hacia del lugar un sitio muy especial.




Nos despedimos de las impresionantes vistas sobre el macizo del Bachimala, ya que desde este punto es todo bajada ya.



Hay que ir siguiendo los hitos de piedras o las marcas verdes según las vayamos encontrando, aunque de tener GPS con un track es mejor seguirlo, ya que de la otra manera podemos despistarnos o meternos en algún atolladero fácilmente. Tras rodear un par de neveros continuamos por una zona de grandes rocas lo que hace que avancemos más lentos buscando la opción más asequible.


El cambio de vertiente nos permite descubrir el tercero de los ibones del día, el ibón de la Solana, a 2485 metros de altitud. Al fondo tras él se encuentra el Pico del Turmo de 2753 metros.



A la derecha del ibón vemos la zona por donde tenemos que seguir bajando, debajo de la cual se encuentra el ibón de Pixón.

Una vez que llegamos junto al ibón de la Solana, lo rodeamos por la derecha e iniciamos el descenso dejándolo atrás. Este ibón ya no lo disfrutamos tanto, por un lado después de los otros no resulta tan espectacular y por otro el cansancio se va notando y temiendo que aún nos queda lo peor nos centramos en avanzar lo más rápido posible para evitar que se nos haga demasiado tarde.



Al poco llegamos a una especie de cortado desde donde divisamos el ibón de Pixón, más de 200 metros por debajo de donde nos encontramos, lo que nos da una idea de la bajada que nos espera. Aunque se puede bajar hacia su orilla y rodearlo, nosotros seguimos lo que nos indicaba el GPS y bajamos más hacia la derecha para acortar un poco de tiempo.



Toca por tanto continuar bajando, ya que aún nos quedan cerca de 800 metros de desnivel para finalizar la ruta. En esta zona de nuevo encontramos algunas marcas verdes aunque las perdemos enseguida y si bien es algo menos rocosa resulta también bastante incómodo para bajar por lo irregular del terreno y la abundancia de matorral bajo. 


Dejamos atrás una especie de balsa, de donde probablemente venga parte del agua que encontraremos poco después en el arroyo que baja por el barranco.






Y con marcas o sin ellas, ya que volvemos a recuperarlas a mitad de la bajada, esta parte de la ruta se hace larga y pesada. Bajamos todo el tiempo entre piedras enormes, rododendro, regatos de agua que vuelven el suelo resbaladizo y raíces de árboles que en alguna ocasión ponen la zancadilla a nuestras machacadas piernas.






Descendemos unos 600 metros en poco más de kilómetro y medio por este barranco entre árboles, lo que nos lleva cerca de 2 horas al tener que ir parando cada poco para descansar y coger fuerzas para lo que queda.




Finalmente salimos de la zona de bosque y llegamos a una zona de praderas, ya con menor pendiente y donde se intuye un sendero que seguimos atravesando la ladera.





Siguiendo el camino tenemos que cruzar un pequeño arroyo que poco más arriba forma una estrecha cascada. En esta zona nos sorprende además encontrar varios troncos esparcidos por el suelo, en lo que parece el avance destructor de una avalancha durante la última temporada invernal.



Ya "sólo" nos quedaba volver a internarnos en un precioso bosque de pinos, que aunque con zonas de cierta pendiente se hace bastante más llevadero que el tramo anterior, si bien el cansancio acumulado nos impide apreciarlo como es debido.




Por último llegamos a la pista junto al río Cinqueta que habíamos abandonado por la mañana al poco de comenzar la ruta. Esta zona ya es más llana y en unos minutos llegamos al Refugio d'esl Plans, desde donde deshacemos el camino andado cruzando el río por el estrecho puente de madera para llegar al coche junto al camping Forcallo.



En conjunto la ruta es realmente bonita, la única pega es la bajada a través del barranco y el tener que depender de GPS o un buen mapa para continuar el recorrido, pero teniendo eso en cuenta, con algo más de entrenamiento y comenzando pronto a andar, se trata de una ruta muy completa que permite disfrutar de 4 preciosos ibones del valle de Chistau.

Nosotros, agotados, emprendimos el regreso hacia Gistaín. Desde allí, con las últimas luces del día disfrutamos de unas vistas maravillosas del macizo del Cotiella. Como curiosidad, nos llamó la atención que los nombres de algunas de las montañas frente a Gistaín deben su nombre a su condición de reloj solar. Habitualmente en el Pirineo las montañas suelen ejercer como tal, ya que el sol las recorre con precisión día tras día colocándose sobre cada una de sus cimas a unas horas determinadas, cambiando obviamente el ángulo de los rayos con la estación del año. Por este motivo, las montañas que teníamos enfrente reciben el nombre, de este a oeste, de Peña las Diez, Peña las Once, Peña Mediodía y Peña la Una, aunque desgraciadamente no pudimos comprobarlo.



Ya en el pueblo, buscamos un sitio donde cenar por el centro y tras una cena reparadora en el asador Casa Petris (chuletón para Jose y revuelto para mí por unos 25 €) caímos rendidos tras un fin de semana de lo más intenso.

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