viernes, 5 de agosto de 2016

Día 4 viaje a Suiza (4/07): Teleférico Glacier Paradise (mirador del Matterhorn) y descenso a pie hasta Zermatt por el Matterhorn trail


El cuarto día tocaba madrugar pero nos levantamos con muchas ganas, preparados para uno de los platos fuertes del viaje, el imponente Matterhorn (o Cervino como se le conoce en el lado italiano).

Teníamos reservado el taxi del camping para las 8 y a menos cuarto ya estábamos en la recepción listos para partir rumbo a Zermatt. La furgoneta de Fredy Taxi, con quien tienen concertado el traslado los del camping, llegó antes de la hora y salimos puntuales, por lo que antes de las 8:15 habíamos llegado a nuestro destino. Los taxis que suben desde el valle te dejan a la entrada de Zermatt, en una especie de pequeña estación de autobuses. Desde allí hay que cruzar el pueblo caminando hasta el otro extremo (unos 15 minutos), donde se encuentran las taquillas y el teleférico del Glacier Paradise que sube al Klein Matterhorn. Fuimos directos, dejando la visita al centro para la vuelta y disfrutando del día espectacular que se nos presentaba y las primeras vistas del protagonista indiscutible del lugar.




Las taquillas se encuentran junto al río. Allí preguntamos por la mejor combinación de teleféricos/telecabinas para hacer lo que teníamos pensado: subir a lo más alto, la estación Matterhorn Glacier Paradise a 3820 m (la más alta de Europa), bajar hasta el Schwarzsee y de ahí caminando por el Matterhorn Trail hasta Zermatt. Nos atendieron amablemente y enseguida nos indicaron cómo hacerlo (ver mapa). Con la Half Fare Card, el pase con todos los trayectos nos costó 40 CHF cada uno. Si una vez arriba se quiere entrar al Glacier Palace (la cueva de hielo más alta de Europa) son 8 CHF más. Un detalle importante es que en todas las estaciones del telecabina había WIFI gratuito accesible.




No tenemos aún muy claro si hicimos la subida cómo teníamos que hacerla, ya que, una vez en Furi, se puede subir hasta la estación superior del Klein Matterhorn bajándose y cogiendo dos teleféricos sucesivos o seguir en el telecabina hasta Trockener Steg y ahí coger el segundo teleférico. Nosotros, un poco por despiste, seguimos esta segunda opción, pero no tuvimos ningún problema ni para subir ni después para bajar. Si se tiene problemas con la altura se puede parar un rato en cada estación para aclimatarse, aunque nosotros no lo notamos mucho al subir sino después al andar. Algo que descubrimos después es que es posible solicitar en las taquillas auriculares gratuitos (dejando un depósito) con los que escuchar datos de interés para amenizar los 45 minutos que dura aproximadamente el trayecto (disponibles también en español).



Una vez arriba, recorremos el pasillo principal entre pasajeros con esquís y tablas de snow, y es que aquí se puede esquiar 365 días al año gracias al glaciar Theodul que ofrece 21 km esquiables hasta Trockener Steg, la mayor distancia de los Alpes en verano. Aunque a mí se me hacía la boca agua, nos dirigimos al ascensor que nos llevaba al mirador situado en la cumbre, a 3.883 metros de altitud.



Desde allí las vistas son impresionantes en todas direcciones. Se pueden ver 38 cimas de más de 4.000 metros situadas en Suiza, Francia e Italia, como el Mont Blanc, el Gran Paradiso o el propio Matterhorn.



Lo primero que vemos a nuestra derecha es el Breithorn, de 4.164 m, que sorprende por su abundante carga de nieve. Este pico, accesible desde nos encontramos en unas dos horas y media, es una de las ascensiones más realizadas, sirviendo de escuela para muchos alpinistas que suelen encontrar en él su primer cuatromil.




Pero el resto de las vistas tampoco se quedan atrás, tanto hacia el valle de Zermatt y la vertiente suiza, con los picos Jungfrau y Monch al fondo...





... como hacia la parte italiana, con el equivalente a Zermatt en la estación de Cervinia.



Pero por supuesto no hay que olvidarse del gran protagonista, que sin ser el más alto de la zona, consigue llevarse, por su original e imponente forma piramidal, todas las miradas.




El único problema de este mirador son las grúas, mallas y demás elementos de construcción que perturban un poco el idílico paisaje, pero realmente el entorno es incomparable y no podíamos dejar de hacer fotos en todas direcciones.




Desde aquí podemos además observar de cerca algunos de los 14 glaciares que nos rodean, como el Theodul superior e inferior, con las formas tan curiosas que hace la nieve al compactarse.





Finalmente tenemos que despedirnos del mirador, no sin antes decir un último adiós a la cumbre nevada del Breithorn.







Antes de tomar el teleférico de vuelta nos acercamos a la zona de las pistas de esquí, desde donde vemos de nuevo el helicóptero que transporta los materiales de construcción y que ya habíamos visto en el mirador, que queda ahora a nuestra espalda. En invierno se puede realizar desde aquí, la bajada más larga del continente esquiando sin parar, con 25 kilómetros hasta llegar a Zermatt. En verano es posible deslizarse en donuts por una pequeña pendiente.










Y por supuesto seguíamos sin perder de vista el omnipresente Cervino. 




Desde aquí nos dirigimos ya de vuelta al teleférico, haciendo antes una breve parada en el Cinema Lounge, una sala con pantalla grande donde proyectan gratuitamente imágenes de la zona y con asientos colgados del techo para 16 personas.




En la bajada tuvimos la suerte de ir prácticamente solos en el teleférico, además del conductor tan sólo iba otra pareja, por lo que pudimos movernos sin problemas y disfrutar de las vistas en todas direcciones, en especial del glaciar Gornergletscher coronado por el pico más alto de Suiza y el segundo de los Alpes, el Monte Rosa, con 4.634 metros de altitud y situado justo en la frontera entre Suiza e Italia.




Probablemente una de las imágenes que más nos impresionaban eran las lenguas glaciares con la nieve y el hielo agolpándose y los distintos colores y formas que podíamos encontrar.




El teleférico acaba en la estación de Trockener Steg, a 2.939 metros, y donde hay también un restaurante. Es posible bajar caminando desde aquí hasta el Schwarzsee en unas 2 horas por el Matterhorn Glacier Trail, pero habíamos preguntado en las taquillas por la mañana y nos lo habían desaconsejado, ya que había nevado en el último mes y había zonas con hielo algo delicadas.




Lo que sí teníamos pese al sol que nos daba de frente, eran buenas vistas de varios de los cuatromiles que teníamos alrededor y que íbamos dejando atrás, como el Monte Rosa (Dufourspitze en alemán), el Liskamm o nuestro querido Breithorn.



Tras dar un breve paseo por los alrededores de la estación (también con obras y grúas), cogimos el teleférico que nos llevaba a Schwarzsee vía Furgg.



Durante el trayecto se ve el Matterhorn prácticamente todo el tiempo, con el lago Theodulgletscher a sus pies.



Abandonamos ya definitivamente los remontes mecánicos en Schwarzsee, a 2.583 metros. A esta altura empieza a predominar el verde de los prados frente al blanco de cotas superiores.



Desde allí vemos Zermatt en el fondo del valle, ahora ya algo más cerca...



... mientras nos vamos alejando de la cima que recorríamos pocos minutos antes. 



Aprovechamos las vistas que hay del Matterhorn desde aquí para hacer algunas fotos y picar algo en una zona de bancos de madera antes de iniciar la bajada hacia Zermatt, sabiendo que además este es lugar de inicio de muchos valientes que se atreven a atacar su cumbre, algo apto sólo para escaladores expertos ya que por desgracia son muchos los que han fallecido intentándolo.




A pocos metros de la estación de llegada del telecabina encontramos el lago que le da nombre, el Schwarzsee, con una pequeña capilla a un costado y la cumbre del Cervino asomando al fondo. Según la leyenda, el lago recibe este nombre (Lago negro) porque fue del color que quedaron sus aguas tras lavarse los pies en él un gigante que habitaba por la zona.




Cruzando el camino encontramos otro pequeño lago, que aunque menos conocido que su vecino, nos regala unas preciosas postales de los alrededores.

























Pero no todo iban a ser fotos de postal para enmarcar, yo también quería mi momento de gloria teniendo el mítico Matterhorn al alcance de la mano...



Este rincón que parecía no tener nada y al que la gente apenas prestaba atención a nosotros nos enamoró, con el color de sus aguas, sus reflejos, el entorno...



Y nos costó un buen rato alejarnos de allí...



Pero había que empezar a bajar si queríamos llegar a tiempo de coger el taxi para regresar al camping.







El Matterhorn Trail no tiene mucha pérdida, sigue casi todo el rato caminos principales y suele haber más gente haciéndolo, además de haber señales en varios puntos singulares (track disponible en Wikiloc).





Creíamos que habíamos dejado atrás lo más espectacular del día, pero lo cierto es que lo que nos quedaba nos gustó tanto o más que las vistas desde arriba.


El camino nos llevaba a rodear el Matterhorn, descubriendo un nuevo valle y con él glaciares, cascadas, bosques y cumbres que rozaban el cielo, sin dejar de ver en todo momento al protagonista del día.



Atrás quedan las otras grandes cimas, aunque a menudo mucho más olvidadas.



Seguimos bajando y resulta inevitable pararse cada pocos minutos a retratar lo que nos rodea, en días como este no sé que habría sido de nosotros si no hubiesen existido las cámaras digitales...





La pista de gravilla por la que descendíamos se convierte en un sendero ancho, bastante pisado, que nos lleva entre una zona de grandes piedras y donde vemos aparecer los primeros árboles.



Poco después llegamos hasta una pequeña balsa de agua que hay que bordear.



Nos vamos aproximando cada vez más al bonito valle en el que desemboca la lengua glaciar del Zmuttgletscher, preguntándonos si el camino nos llevará hasta allí o nos quedaremos con las ganas de conocerlo en profundidad.





Seguimos la misma senda avanzando junto al riachuelo que salía de la balsa anterior y pasamos junto a una curiosa construcción.

















Con esas vistas espectaculares decidimos parar a comer a la sombra de unos árboles junto al camino. Al poco de retomar la marcha se resolvieron nuestras dudas anteriores, el valle de las cascadas, glaciares y bosques tendría que esperar, ya que el camino giraba hacia la derecha rumbo a Zermatt.



Pasamos junto al restaurante de Stafelalp, a 2.200 metros y a las afueras del cual había unas obras que impedían seguir el camino con facilidad, aunque pronto encontramos la senda que seguía bajando entre los árboles.






Disfrutamos muchísimo de toda la ruta, nos pareció espectacular y aunque había bastante desnivel al ser casi todo de bajada era fácil de llevar. Además en este tramo apenas encontramos gente y tuvimos muchísima suerte con el tiempo, hizo sol todo el día y como nos habíamos abrigado mucho para subir al Klein Matterhorn, a la bajada a ratos pasamos hasta calor.




Pasado Stafelalp empezamos a encontrar otro de los elementos característicos de la zona, las cabañas, algunas de las cuales se han reconvertido en pequeñas cafeterías que ofrecen refrescos a los caminantes y otras conservan su uso ganadero original.




Junto al camino nos encontramos alguna cosa curiosa como este tótem de madera con el escudo de Zermatt tallado.









El Matterhorn trail sigue bajando por una pista entre árboles, aunque hay varios claros desde los que se aprecian las cumbre del fondo del valle. En invierno pasan por aquí algunas de las pistas de esquí de la estación.




Continuamos hasta llegar a una pequeña presa que embalsa el agua que lleva el río Zmuttbach, consecuencia del deshielo del glaciar del mismo nombre.




Si se quiere ir a Furi hay que coger un desvío hacia la derecha, pero nosotros continuamos por el Matterhorn Trail hacia Zermatt cruzando por encima de la presa para pasar al otro lado del valle. De esta manera recuperamos las vistas sobre el Matterhorn que habíamos perdido durante algunos minutos.





Poco después llegamos al núcleo de Zmutt, a 1.936 metros de altitud.



Primero encontramos varias cabañas dispersas rodeadas, miremos donde miremos, de un marco incomparable.






Después el camino nos lleva a atravesar el centro de este pequeño pueblo, esta parte ya mucho más preparada para el turismo.




Pero aún nos quedan unos 3 kilómetros y alrededor de 300 metros de desnivel negativo para llegar a Zermatt, por lo que, aunque las terrazas con bebida fresquita resultan muy tentadoras, seguimos nuestro camino.



Estamos ya más cerca, seguimos encontrando cabañas y en los claros del bosque vislumbramos nuestro destino.



Atrás queda el protagonista del día, del que parten las nubes bandera desde hace algunas horas, dándole un aspecto todavía más majestuoso.



Recorremos los últimos metros que nos separan de nuestro destino todavía sin creernos todo lo que hemos visto y cómo hemos disfrutado del día, de las vistas y de la ruta.





Al llegar junto al río vemos muchas familias con niños y encontramos una fuente donde refrescarnos y rellenar las cantimploras. Aprovechamos que estamos cerca de la estación del funicular de donde partimos por la mañana para ir al baño, conectarnos a internet y recuperar el contacto con el mundo exterior.



Tras descansar un poco, ponemos rumbo al punto de recogida del taxi, donde nos había dejado por la mañana en el otro lado del pueblo.




















Cruzamos el río que atraviesa Zermatt, con el Matterhorn vigilante al fondo, y aprovechamos que vamos con tiempo para callejear un poco y comernos un helado de tarrina por 3 CHF en un puesto de la calle principal. En invierno, Zermatt se llena de gente que viene a disfrutar de una de las estaciones de esquí más grandes y famosas de Suiza, mientras que en verano son los montañeros y los turistas que buscan un lugar tranquilo y bonito donde descansar, los que ocupan sus calles.





La iglesia anglicana fue construida en el siglo XIX para los alpinistas que venían a subir las montañas cercanas.


En su cementerio son enterrados muchos de los alpinistas que mueren intentando alcanzar la cumbre de las montañas de los alrededores, como le sucedió al grupo encabezado por Edward Whymper, los primeros en coronar el Matterhorn el 14 de julio de 1865 pero que perdieron a tres compañeros ingleses y un guía suizo durante el descenso. Esto da idea de la dificultad de la montaña, cuya vía más complicada, la de la cara norte, no se abrió hasta 1932.


En los alrededores encontramos varias fuentes curiosas, de madera o con la estatua de una marmota.






En la plaza de delante de la iglesia se encuentra el Matterhorn museum, un edificio de cristal con exposiciones sobre la historia del alpinismo en la región y en especial de lo sucedido en la expedición de Whymper, los primeros en coronar esta cumbre. Acceder cuesta 10 CHF, salvo para los poseedores de la Swiss travel pass que es gratuito.




Siguiendo por la calle principal, pasamos por una zona de tiendas muy transitada y poco después dejamos a un lado la estación de tren, para llegar en pocos minutos a nuestro destino, donde cogimos el taxi de regreso de las 5 de la tarde.




Aunque hay muchas más actividades a realizar en el valle, como coger el tren cremallera de Gornergratbahn e ir andando hasta el lago Riffelsee para ver reflejado el Matterhorn, o subir al Sunnegga-Rothorn, donde realizar la ruta de los cinco lagos, hacer parapente o descender en bici, nosotros preferimos seguir avanzando y cambiar de valle, por lo que al llegar al camping recogimos y nos dirigimos al furgoperfecto donde pasamos la noche, cerca del pueblo de Blatten.


No hay comentarios:

Publicar un comentario