La ruta del vino de Alsacia, famosa también por sus mercadillos navideños, la forman 67 villas, la mayoría de ellas de pequeño tamaño y con la característica común de las maisons à colombages, casas cuyas fachadas están cubiertas con entramados de madera. Sin embargo, para un viaje corto o una escapada es imposible visitarlos todos y hay que hacer una selección. Esta ha sido la nuestra:
Bergheim
Llegando al pueblo de Bergheim desde el hotel donde habíamos pasado la noche, echamos la vista atrás y vemos el Castillo de Haut-Koegnisbourg, que tanto nos había gustado la tarde anterior, dominando desde las alturas.
Bergheim es un pequeño pueblo amurallado que se recorre tranquilamente en una media hora. Aunque se puede acceder a él en coche, es recomendable dejarlo en el amplio aparcamiento gratuito que hay junto a la entrada principal (donde además encontramos furgonetas y alguna caravana pernoctando) y visitarlo dando un paseo. Allí hay también un panel con un mapa del pueblo y los elementos de interés.
El primero de ellos es un árbol monumental que se encuentra junto al propio aparcamiento, un tilo bajo el cual ya se realizaban fiestas en el siglo XIV. El tronco tiene un diámetro de 1,80 metros y aunque en la actualidad está un poco deteriorado por las inclemencias meteorológicas y por el incendió que tuvo lugar en 1917, cada año vuelve a florecer.
De la misma época es la Porte Haute o Puerta alta, por la que se accede al interior del recinto amurallado que se conserva prácticamente en su totalidad (9 de 9 torres aunque tan sólo esta puerta de las 4 originales).
Desde el otro lado es aún más bonita y a pesar del frío aprovechamos que es primera hora de la mañana para disfrutar de la tranquilidad de no encontrar apenas gente por la calle.
Uno de los puntos de interés de la villa es el edificio del Ayuntamiento, situado en la Plaza del Mercado y construido entre los años 1760 y 1767. Sirvió como cocina comunitaria hasta la Revolución francesa, desde la cual tiene su función actual. En esta plaza se sitúa el mercadillo navideño el fin de semana del 9 al 11 de diciembre.
Al fondo del pueblo se encuentra la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción del siglo XIV, aunque reformada en el XIX.
Detrás de ella está Haxahaus o Casa de las brujas, donde una exposición interactiva muestra la historia de los 40 juicios a brujas que se realizaron en Bergheim entre 1582 y 1683. Por desgracia sólo está abierta algunos días de julio a octubre (entrada 3 €).
Pero ya sólo pasear por el pueblo tiene un encanto especial y nos permite descubrir casas o rincones curiosos que merecen nuestra atención.
La sinagoga, del siglo XIX, destaca principalmente por su valor simbólico: aunque en la actualidad tan sólo quedan dos familias judías en Bergheim, hasta el siglo XIX fue una de las comunidades más importantes de Alsacia. De hecho, la que sinagoga hay en la actualidad se construyó en 1860 para sustituir a la de origen medieval que ahí se hallaba y que seguía en activo hasta el incendio de 1840 que destruyó más de 100 edificios de la villa. Por la falta de feligreses es desde 2002 un espacio cultural.
Aunque no es uno de los pueblos más famosos de la zona, Bergheim tiene estos y otros muchos encantos que invitan a dedicarle unos minutos y recorrerlo con calma.
Ribeauvillé
A escasos 4 kilómetros del pueblo anterior encontramos uno de los más populares, Ribeauvillé.
Aparcamos en un pequeño aparcamiento gratuito con limitación horaria que hay a mano derecha nada más entrar al pueblo por la calle principal (Grand Rue). A pocos metros de ahí, en uno de los primeros edificios de la calle principal, está la Oficina de turismo, donde nos hicimos con un mapa de ésta y otras poblaciones cercanas.
Se trata de un pueblo fácil de visitar por su forma alargada paralelo al río Strengbach, con la Grand Rue como eje principal.
En el centro del pueblo encontramos la Plaza del Mercado, que acoge un mercadillo semanal y el Ayuntamiento u Hôtel de ville, edificio del año 1773 que alberga una colección de copas de plata de los siglos XV al XVII donados por los Señores de Ribeaupierre.
Frente a él la Iglesia de las Hermanas de la Divina Providencia, antiguo convento de Agustinas.
Pero si algo destaca en esa plaza es la Torre de los Carniceros, de 29 metros de altura y construida en 1290, que separa el casco antiguo del resto de la villa. Recibe ese nombre porque junto a ella se encontraban el matadero y varios puestos de venta de carne.
Como en la mayoría de pueblos alsacianos encontramos elementos curiosos en casi cualquier rincón.
Pero lo que más destacan son las fachadas de muchas de sus casas, toda una obra de arte, como la Casa Siedel, una antigua carnicería que aún funciona en la actualidad y que cuenta con una llamativa fachada y un "gugloch" (pequeña ventana lateral desde la que ver sin ser visto).
Seguimos avanzando por la arteria principal de la ciudad hasta la Place de la République, donde se encontraba antiguamente una de las puertas de la ciudad, la Porte Haute, y donde comenzaban las murallas del oeste. La fuente central data de 1576.
Justo antes de llegar a la plaza encontramos una antigua "estación meteorológica" con barómetro y termómetro en el interior de una curiosa escultura, en la que no podemos evitar detenernos, la profesión tira incluso en vacaciones.
Uno de los lugares donde se puede recordar el pasado amurallado de la ciudad es en la Porte des Pucelles o Puerta de las Vírgenes, construida en la zona norte de las murallas y reformada completamente en 1780.
Terminamos el paseo por el pueblo regresando hacia el coche, aunque aún encontramos bonitos rincones que nos sorprenden. Aprovechamos también para comprar pan y un croissant (3,50 €) en una de las muchas panaderías/pastelerías que hay en el pueblo.
Ya llegando al aparcamiento vemos el edificio del antiguo Mercado de trigo, donde se almacenaban los cereales pagados como impuesto feudal y que data del siglo XV.
Hunawihr
Este pequeñísimo pueblo alsaciano fue fundado según la leyenda en el siglo VII por Hunon y su esposa Hune, siendo éste el origen de su nombre. En él destaca fundamentalmente la Iglesia de Santiago el Mayor de los siglos XV-XVI, situada sobre los cimientos de una iglesia anterior del siglo XI.
Pero si algo la caracteriza es la fortificación que la rodea, dentro de la cual se encuentra el cementerio católico (el protestante se sitúa fuera de las murallas).
Fue en 1687 cuando se diseñó la acogida en la misma iglesia del culto protestante y católico, como la distribución de horas y días de culto o la situación en el coro de unos y en la nave de otros.
En cuanto al pueblo, la parte central se ve en apenas 10 minutos, aunque no merece mucho la pena salvo alguna casa concreta, e incluso atravesándolo con el coche se puede ver lo más importante.
El pueblo amurallado de Riquewihr está en la lista de "Pueblos más bonitos de Francia" y para nosotros podría ser el que más, al menos de los que vimos en Alsacia. A lo largo de los siglos ha prosperado gracias al vino, aunque hoy en día el turismo quizá lo haya superado en importancia.
Esto tiene el inconveniente de que es fácil encontrarlo lleno de gente y aparcar gratis es prácticamente imposible. Hay varios aparcamientos en las afueras de la ciudad pero todos (o al menos todos los que vimos nosotros) son de pago, por lo que puestos a pagar optamos por dejarlo junto una de las puertas de acceso de la muralla norte. El aparcamiento está regulado (3 € por 2 horas, 5 € por 3, etc) y hay que tener en cuenta que la mayoría de parquímetros no aceptan tarjetas ni billetes, por lo que conviene llevar cambio encima. Nosotros no teníamos y tuvimos que ir a una tienda cercana a comprar un imán (4 €) para cambiar. Aunque la dueña nos comentó que no había problema por no pagar y que ellos lo hacían habitualmente dejando un papel con la hora, preferimos no arriesgarnos por lo que pudiera pasar.
Riquewihr se caracteriza por el buen estado de conservación de sus fortificaciones, destacando además que en tres de los cuatro lados las murallas son dobles: una línea interior de 1291 con 3 torres angulares, una torre situada en el flanco sur (Torre Blanca o des Bourgeois destruida en el siglo XIX) y 2 puertas, la Porte haute al norte que aún se conserva y la Porte basse al sur demolida en 1808; y una segunda fortificación construida en el 1500 como consecuencia del desarrollo de las armas de fuego y a la que se añadieron en el siglo XVII dos bastiones y una torre.
Nosotros comenzamos la visita por la Porte Haute, construida en el siglo XIII pero ampliada en el XVI para reforzar el sistema defensivo. Cuenta con uno de los portones de madera más viejos de Europa.
A los pies de la torre está la Fontaine de la Sinne, del año 1560 y donde se comprobaba la capacidad de los toneles de vino.
Frente a ella encontramos la tienda Feriée de Noël que vende todo el año artículos de Käthe Wohlfart, famosa para todos los amantes de la navidad por sus adornos y productos artesanales.
Dentro de la tienda no se pueden hacer fotos pero merece la pena entrar aunque no se vaya a comprar nada. Son 2 plantas que te hacen adentrarte en un mundo de cuento y volver a sentir la ilusión de cuando éramos niños.
A partir de ahí lo mejor que se puede hacer en Riquewihr es perderse por sus adornadas calles y disfrutar de los infinitos rincones espectaculares que nos ofrece.
Entre sus casas de los siglos XVI y XVII encontramos por ejemplo la Maison dite du cloutier o del fabricante de clavos, cuyo dueño se dedicó a este oficio y por ello tiene tallado un hombre realizando esta labor en una de sus esquinas. De hecho muchas de las casas más famosas y mejor conservadas eran de artesanos.
En esta calle principal encontramos también varios accesos a patios como La Cour des nobles de Berckheim en el número 38, que cuentan con impresionantes casas, algunas de ellas en mampostería de la misma época que el resto de construcciones. En concreto la de la torre hexagonal con un reloj solar data de 1523.
Además en este patio encontramos parte del mercadillo navideño que acoge la ciudad en esta época.
Lo cierto es que los mayores atractivos de la villa se concentran en esta calle, aunque merece la pena recorrer todo el pueblo dando un paseo ya que no es muy grande y tiene detalles muy bonitos.
Mientras que algunas casas destacan por sus colores llamativos, otras lo hacen por su tamaño, como esta conocida como "El rascacielos", que reúne dos viviendas de 1561 en una única casa de 5 plantas y 25 metros de altura, lo que la convierte en una de las más altas de toda Alsacia.
En los alrededores del Ayuntamiento se encuentran la mayoría de casetas del mercadillo navideño que abre diariamente y en una de las cuales compramos un chocolate caliente para entrar en calor. La mayoría de bebidas que venden son calientes (vin chaud rouge ou blanc, jus de pomme, chocolat...) y las sirven en vasos de plástico cuyo diseño cambia de una ciudad a otra y que pueden ser un bonito recuerdo a conservar. Sino también se pueden devolver para recuperar el euro de fianza que se paga por ellos.
Junto al mercadillo está el Château des comtes de Wurtemberg-Montbéliard del siglo XVI y que en la actualidad acoge el Museo de la comunicación de Alsacia.
Recorriendo las calles interiores encontramos rincones con mucho encanto, como este de la Rue de la Couronne.
Y a pocos pasos de allí en esa misma calle está la Maison Dissler, una casa señorial de estilo renacentista construida en el siglo XVII.
En la calle paralela a la anterior encontramos la Cour de Strasbourg, antigua corte para los diezmos del obispado de Estrasburgo hasta 1324.
Y a su vez en la siguiente paralela se encuentra la Cour de l'abbaye d'Autrey, reconstruida a finales del XVI donde se localizaba la propiedad perteneciente a la Abadía de Autrey desde 1320.
Volviendo hacia la Porte Haute, encontramos más rincones curiosos que consiguen impresionarnos de nuevo con la implicación de los alsacianos en las fiestas navideñas.
Al fondo de la calle que sale del Dodler (rue des Juifs) se sitúa la Tour des Voleurs, del siglo XIII y remodelada en el XV. En esta torre de 18 metros de altura se situaban la cámara de tortura y las celdas para interrogatorios que es posible visitar (4 €), ya que Riquewihr fue sede de la justicia señorial hasta finales del siglo XVIII. Sin embargo quizá lo que más destacan son las casas próximas, como la Maison de vigneron o del viticultor, de 1563, que comunica con la propia torre y también se recorre durante la visita.
Nos despedimos de esta villa que nos ha cautivado saliendo por la misma plaza que nos había impresionado al principio de la visita y que cuanto más la vemos más bonita nos parece.
Aprovechando que al sol no hacía demasiado frío, comimos unos bocatas en unos bancos que había en la parte exterior de la muralla, disfrutando de las vistas sobre ésta y la parte alta de la ciudad.
Acabamos de comer justo cuando se cumplían las 2 horas de aparcamiento, por lo que da tiempo de sobra para visitar el pueblo en ese tiempo, salvo que se vaya a parar mucho rato a tomar algo o a comprar en las tiendas. Regresamos hacia la entrada norte donde habíamos dejado el coche bordeando las murallas y viendo ahora por la parte exterior la Tour des Voleurs, en la esquina noroccidental.
Kientzheim
Kientzheim es un pequeño pueblo muy cercano a Kayserberg, que se ve en un pis pas y merece la pena visitar. Las primeras menciones son del siglo octavo y poco después adquiere la condición de ciudad lo que permite rodearla con murallas. Su fuente de ingresos principal, como muchos otros pueblos de la región, han sido y siguen siendo los viñedos.
Aunque no cuenta con Oficina de Turismo propia (la más próxima es la de Kayserberg) se puede aparcar gratuitamente en distintos puntos del pueblo, entre ellos en el parking que hay en la entrada principal, delante de las murallas. Nosotros dejamos el coche en el extremo opuesto del pueblo y tampoco tuvimos ningún problema.
Kientzheim es además bastante tranquilo ya que no recibe tantos turistas como su vecina y pasear por sus calles es una delicia, pese a las obras de la plaza de la iglesia.
Avanzando por la calle principal se atraviesan dos plazas, la primera, la del Ayuntamiento, con una bonita fuente en el centro.
La segunda, la Place Schwendi, es aún más bonita, con otra fuente renacentista, casas típicas y jardineras de colores.
A pocos metros de allí se encuentra la Porte Lalli, una de las antiguas puertas fortificadas del siglo XV. Junto a ella el Castillo Schwendi, del siglo XVI, alberga el Museo de los viñedos y el vino de Alsacia.
En la parte delantera de la Porte Lalli se observa una figura de piedra en la zona superior, con una lengua metálica a modo de desafío a los atacantes del pueblo.
Desde aquí se aprecian además las murallas medievales que aún se conservan.
Kayserberg
La primera mención de Kayserberg es de 1227 cuando Henry VII compró el castillo estratégicamente situado para controlar el valle del Weiss que unía la Alta Alsacia y la Lorena. Desde entonces ha vivido momentos de bonanza económica y otros peores como la Guerra de los Treinta años, pero ha sabido recuperarse y presentarse hoy en día como uno de los grandes atractivos de la región.
En los alrededores del núcleo central hay varios aparcamientos donde dejar el coche, aunque el más amplio y accesible es el que está junto a la entrada este, el primero que se encuentra viniendo de Colmar y Estrasburgo. Al igual que en Riquewihr es de pago, aunque aquí no hay limitación horaria y la tarifa es única: 2 € permiten estacionar todo el día. Esto da la posibilidad de reutilizar los tickets y si hay suerte se puede encontrar algún turista simpático que abandone la ciudad y te ceda el suyo, ya que como ocurre en la mayoría de pueblos alsacianos, Kayserberg no es muy grande y se recorre tranquilamente en menos de una hora.
Nada más entrar en la villa por la calle principal encontramos ya los primeros elementos decorativos curiosos, como unos renos animados en la terraza de un restaurante o un soldadito de plomo gigante a la entrada de una tienda, y allá que vamos como niños a hacernos fotos con ellos...
Resulta admirable cómo se vuelcan comercios y particulares en la decoración navideña y encontrar elementos como este de los renos animados consigue sorprendernos pese a todo lo que llevamos recorrido por la región.
Enseguida vemos también las tradicionales maisons à colombages, tan típicas de todos estos pueblos y que nos han atraído desde siempre.
Un poco más adelante se encuentra la Plaza del Ayuntamiento y en el edificio que le da nombre, de 1605, está alojada la Oficina de Turismo, donde se puede conseguir información de la ciudad y entrar en calor un rato mientras se visita una bonita exposición.
En esa plaza se sitúa además el mercadillo navideño de la localidad, aunque por lo que leímos sólo abre los fines de semana de diciembre hasta el día 19 que abre a diario.
Decidimos seguir el recorrido propuesto en el mapa y callejear un poco entre las casas de los siglos XV al XVII.
En el centro del pueblo está la bonita Place Jean Ittel, con la Fuente del Emperador Constantino convertida en un improvisado belén y la Iglesia de la Santa Cruz en un lateral, cuyos orígenes se remontan al siglo XIII.
Esta plaza destaca también por sus edificios, como la Maison Loewert de los siglos XVI al XVIII, situada en uno de sus extremos y con una espectacular torre-mirador en una de sus esquinas.
Seguimos esta calle hasta el final, llena de bonitas casas que con los adornos navideños llaman aún más la atención. Además muchas de ellas combinan la tradición de sus edificios con tiendas o restaurantes más actuales ocupando sus plantas bajas, como en el Antiguo molino de la villa.
Al final de la calle está la Hostellerie du Pont del año 1600 y una preciosa casa de 1592, detrás de la cual divisamos las ruinas del Castillo del siglo XIII que se puede visitar libremente.
Cruzamos el río Weiss por el puente fortificado de 1514 y regresamos hacia el coche por este margen del cauce que también merece la pena visitar.
De hecho nada más hacerlo vemos otro de los rincones más bonitos del pueblo, un pequeño cruce de caminos con una casa impresionante de 1594 haciendo esquina y más edificios con encanto en otras direcciones.
Así llegamos hasta el siguiente puente y lo cruzamos para volver hacia el aparcamiento de la entrada.
Por lo que se ve la zona es muy famosa por la proliferación de estas aves, siendo habitual encontrar multitud de souvenirs con su imagen, aunque es raro verlas en esta época del año.
Con esta última sorpresa tan agradable regresamos al coche. A pesar del frío se disfrutan mucho los paseos por estos pueblos de cuento que en época navideña están tan bonitos que no se quieren abandonar nunca.
Colmar
Colmar ya es una ciudad más grande y el tema del aparcamiento es complicado, ya que lo habitual son zonas de estacionamiento limitado y de pago. Después de dar varias vueltas, como no llevábamos cambiado para los parquímetros decidimos aparcar en el parking cubierto de la Place Rapp, bastante cerca del centro y en el que la primera hora es gratuita, hasta 1,15 horas son 2,80 € y a partir de ahí se van sumando 20 céntimos por cada 15 minutos.
La Oficina de turismo de Colmar está situada en la Place Unterlinden y en su web se pueden descargar y solicitar folletos de la ciudad sin coste.
Nosotros como íbamos a volver a visitarla al día siguiente nos centramos en los 5 mercadillos navideños que hay en la ciudad, abiertos de 10 a 19 horas de lunes a jueves y hasta las 20 los fines de semana entre el 25 de noviembre y el 30 de diciembre.
El primero lo encontramos en la Place des Dominicains, a los pies de la Iglesia de los Dominicos, cuya construcción se inició en el 1283 y se prolongó durante más de 100 años. Ha sido reformada en multitud de ocasiones, las últimas en las décadas de los 80 - 90, y en la actualidad se puede visitar su interior, que cuenta con una exhibición temporal, por 2 €.
Desde allí nos dirigimos a los dos del centro, pasando de camino junto a la impresionante Catedral de San Martín, de estilo gótico y que destaca por sus vidrieras del siglo XIII.
Muy cerquita está el mercadillo de la Place de l'Ancienne Douane, en pleno corazón de Colmar, con más de 50 casetas situadas alrededor de la Fontaine Schwendi en honor a Lazarus von Schwendi, barón de Hohenlandsberg, venerado también en Kientzheim y famoso en toda la región por haber traído la cepa Tokay tras enfrentarse a los húngaros y que tanto éxito tuvo hasta convertirse en la variedad de uva Tokay de Alsacia.
Junto a la plaza se encuentra el edificio del Koïfhus, con su bonita escalera renacentista y en cuyo interior está Le Marché intérieur d'artisanat d'art, que en días tan fríos como esos apetece visitar aunque sólo sea por estar unos minutos calentitos.
Deambulamos por las calles cada vez más vacías de Colmar de regreso al coche, descubriendo un montón de rincones curiosos y con encanto que nos hacían intuir que la visita del día siguiente no nos defraudaría.
Nos quedó por visitar el mercadillo de la Place Jeanne d'Arc, pero era tarde y hacía bastante frío, por lo que lo dejamos para el recorrido diurno del día siguiente.
Una vez en el coche regresamos al alojamiento de esa noche, Le Domaine du Golf, a las afueras de Ammerschwihr, con ganas de entrar en calor con una buena cena y descansar del día maratoniano que habíamos tenido, pero con las ilusión de estar disfrutado al máximo de esta bonita región del norte de Francia.
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