domingo, 29 de enero de 2017

Alsacia día 4 (30/11): Turckheim, Colmar, Eguisheim y Mulhouse


Nuestro último día en Alsacia lo dedicamos a visitar los siguientes pueblos:

Niedermorschwihr

De camino a Turckheim desde nuestro alojamiento de la noche anterior, atravesamos con el coche la pequeña población de Niedermorschwihr.


Con apenas 600 habitantes no cuenta ni siquiera con oficina de turismo, pero como ocurre en general en esta región hasta el más minúsculo de los pueblos tiene algún rincón bonito y mucho con lo que sorprendernos.



Además merece la pena recorrer la carretera que lo une con Turckheim, entre extensiones infinitas de viñedos y apareciéndose ante nosotros el pueblo bajo una ligera bruma matinal que le da aún más encanto.





Turckheim

A menos de 7 km de la conocida como capital de Alsacia, Colmar, se encuentra este pueblo medieval cuyos orígenes están en el siglo VIII, que ha sabido conservar su estructura amurallada y que bien merece una visita. No es demasiado grande y en menos de una hora se puede recorrer tranquilamente.

Nosotros aparcamos en un lateral según veníamos por la carretera de Niedermorschwihr, con bastante espacio gratuito, pero creemos que el parking principal, delante de la Puerta de Francia también lo es.

En la Oficina de Turismo nos hicimos con un mapa de la villa, que adquirió esta categoría en 1312 y con ello la autorización para fortificarse. La oficina se aloja en el edificio de Corps de Garde, que ha sido utilizado desde mercado a puesto de la policía, pasando por ayuntamiento, cocina comunal o escuela entre otras muchas. La fuente que se alza frente a él, Stockbrunna, es del siglo XVIII.


En este lugar es también de donde parte la ronda de los Veilleur de Nuit (Vigilantes de la noche) todos los días a las 22 horas entre el 1 de mayo y el 31 de octubre, cantando antiguas canciones por las calles y preservando así una tradición centenaria. Originalmente se hacía para recordar a los lugareños que apagaran las candelas con el fin de evitar posibles incendios pero en la actualidad se mantiene en parte como homenaje y en parte como atractivo turístico.



Desde aquí se ve una de las tres puertas de la villa, la Porte de France, y todas ellas se conservan en buen estado. A través de ésta se efectuaba el comercio exterior y sus puertas se cerraban cada noche y durante la misa de los domingos.




Hacia el otro lado de la plaza vemos al fondo el Ayuntamiento y la Iglesia de Santa Ana, pero para acabar el paseo donde hemos aparcado dejamos esa parte para el final y seguimos el recorrido propuesto en el mapa en sentido inverso.



Avanzando por la Grand Rue encontramos edificios muy bonitos, muchos de ellos cuidadosamente decorados por Navidad como habíamos visto en otros pueblos.



Además la mayoría son muy antiguos, como el albergue "À l'Homme Sauvage", construido en 1609 para acoger a los comerciantes de vino.



Al final de la calle está otra de las puertas de acceso en época medieval, la Porte de Munster, también conocida como la Puerta de los suplicios y que estuvo habitada hasta 1952. Construida en el siglo XIV, por ella pasaban los condenados a muerte antes de ser ejecutados en la Place Wann, donde quemaron por ejemplo a 26 brujas entre 1572 y 1626. También tenía otra función menos lúgubre: avisar con su campana de la llegada de tormentas.



Regresamos hacia el centro del pueblo por la rue des Vignerons, pasando junto al recinto amurallado de la antigua Abadía benedictina de Munster, donde se controlaban los pesos y medidas hasta la Revolución.




Así llegamos hasta la plaza del Ayuntamiento, edificio éste renacentista con vestigios góticos.



Junto al Ayuntamiento está el Hôtel des Deux Clefs, nombrado por primera vez en 1583. Perteneció a la villa hasta el año 1686 y en 1620 fue restaurado.




Y detrás del Hôtel de ville está la Iglesia de Santa Ana, del 1837, con un campanario románico que se asienta sobre cimientos del siglo XII.



En la plaza del Ayuntamiento encontramos además del mercadillo navideño (abierto los fines de semana desde el 25 de noviembre), un original calendario de adviento, con ventanas a tamaño natural que son abiertas por duendecillos cada día a las 5 de la tarde entre el 1 y el 24 de diciembre con ayuda de los más pequeños. Tras ellas aparecen imágenes del patrimonio histórico, religioso, ritos, tradiciones o personajes legendarios de la región. La ceremonia se acompaña según el día de cánticos de villancicos, reparto de pequeños regalos o dulces.




Completamos el recorrido dirigiéndonos hacia la última de las puertas de la ciudad por la Rue grenouillère. De camino admiramos edificios como el antiguo Auberge du Boeuf, de estilo renacentista y que destaca por su ventanal mirador de 1621.








Abandonamos la villa por la Porte du Brand para coger el coche que habíamos aparcado cerca. Finalizada en 1377, junto a ella podemos ver un tramo del foso que rodeaba la ciudad y cuya agua estaba envenenada. Curiosamente se salvó de la demolición en 1850 gracias a la movilización de los habitantes del pueblo.




Colmar

Aunque el asentamiento a orillas del Rhin que daría lugar a Colmar se remonta siglos atrás, es en 1226 cuando se hace referencia a ella en un texto como ciudad con derechos propios. Con sus alrededor de 67.000 habitantes es una ciudad de tamaño considerable, pero cuenta con un núcleo histórico muy bien conservado que unido a los canales y las construcciones típicas alsacianas le dan un encanto especial que merece mucho la pena visitar.

Se tarda en recorrer unas 4 horas y por lo que habíamos visto la tarde anterior el tema del aparcamiento era un tanto complicado, ya que la mayoría de zonas cercanas al centro (que es prácticamente intransitable con coche en esta época) son de estacionamiento regulado y no aceptan tarjetas (más información sobre aparcamiento en Colmar aquí). Finalmente optamos por dejarlo en el parking cubierto Lacarre de 8 plantas, situado al norte de la ciudad, en el que el estacionamiento es gratuito las 3 primeras horas. Hay que tener cuidado con el acceso ya que se trata también de un parking para autobuses. Cerquita de éste hay ademas un par de zonas de aparcamiento de autocaravanas, aunque son de pago (5 € por 8 horas). Otra opción si se visita en fin de semana sería el P+R gratuito del Parc des Expositions habilitado desde las 8 de los sábados hasta las 22 de los domingos, con autobuses al centro cada 10 minutos.

El parking Lacarre donde dejamos el coche está cerca de la Oficina de Turismo situada en la Place Unterlinden, donde se puede conseguir información de la ciudad o desde su web descargar folletos y mapas.



Frente a ella están el Teatro municipal y el Musée Unterlinden, ubicado en un antiguo convento del siglo XIII que cuenta con pinturas, obras de arte y objetos de arqueología regional. Abre todos los días de 10 a 18 horas salvo los martes y la entrada cuesta 13 €.




Muy cerca de allí se encuentra una de las calles más populares de Colmar, la rue des Têtes, con bonitas casas antiguas, muchas de ellas con entramados de madera, pero famosa por una en particular que le da nombre, la Maison des Têtes (Casa de las Cabezas).




Construida en 1609 por el comerciante Anton Burger y restaurada en 2012, debe su nombre a las 106 cabezas o máscaras grotescas que decoran su fachada, en la que destaca también un bonito ventanal. En la actualidad es un hotel-restaurante.



Frente a ella se encuentra Le Village et Musée Hansi, en el que se exponen obras del artista Jean-Jacques Waltz, más conocido como Hansi, y que cuenta con tienda y sala de té. La entrada cuesta 5 € y abre todos los días de 10 a 18 horas (los lunes abre a las 12).



Siguiendo el itinerario propuesto en el plano nos dirigimos a la Place des Dominicains por la rue des Boulangers, otra calle con mucho encanto.





















Así llegamos a la Iglesia de los Dominicos, iniciada en el siglo XIII y cuya construcción se prolongó más de 100 años. De aspecto bastante austero, fue utilizada tras la Revolución Francesa durante la mayor parte del siglo XIX para usos no religiosos, como almacenar grano. Hoy en día acoge obras de arte (entrada 2 €).



A sus pies uno de los 5 mercadillos que dan vida a la ciudad durante esta época, con su propio árbol de navidad. 





A pocos pasos de allí la Place de la Cathédrale, en la que se alza imponente la Colegiata de San Martín de estilo gótico.







Construida entre 1235 y 1365, durante las sucesivas restauraciones se han encontrado cimientos con más de mil años y ampliaciones de los siglos XI y XII. En 1572 un incendio destruyó los tejados y la torre sur y ésta se reconstruyó años más tarde con la forma de bombilla característica que vemos en la actualidad. Aunque los habitantes de Colmar la han considerado durante años su catedral, no lo ha sido más que por 10 años, entre 1790 y 1801, ya que los obispos que se sucedieron en esa época no fueron capaces de mantenerse firmes y organizar una diócesis.


En un lateral de la Colegiata vemos el edificio de l'Ancien corps de garde, antigua casa de vigilancia que permite el paso hacia la rue des Marchands. Levantado sobre la antigua capilla de Santiago del siglo XIII, se convirtió en 1575 para usos seculares, desde mercado de nueces y aceites hasta palacio de justicia y oficina de policía.



Queríamos acercarnos a la Place Rapp donde habíamos visto que estaba el Mercadillo de árboles de navidad y una pista de patinaje y tiovivos. Sin embargo al llegar allí tampoco encontramos mucho ambiente, quizá por ser un día entre semana de noviembre. Junto a la plaza está el parque de Champs de Mars, el mayor de la zona centro y por donde resulta muy agradable pasear.



Volvimos al centro por la rue des Marchands. Resulta muy cómodo visitar el casco antiguo de Colmar ya que la mayoría de sus calles son peatonales. En esta calle encontramos otros dos puntos de interés, el Musée Bartholdi y la Maison Pfister.

El primero de ellos es la casa natal del escultor Augusto Bartholdi, famoso entre otras obras por la Estatua de la Libertad. El museo está cerrado los meses de enero y febrero y el resto del año los martes. La entrada cuesta 5,50 € y si se quiere hacer visita guiada hay que reservarla en la Oficina de Turismo.



La Maison Pfister fue construida en 1537 y pese a sus características medievales es uno de los primeros ejemplos de arquitectura renacentista en Colmar, convirtiéndose en todo un símbolo. Debe su nombre a la familia que la restauró y ocupó entre 1841 y 1892.



Muy cerca de allí está el Koïfhus y delante suyo uno de los rincones más bonitos de la ciudad, que si ya nos había enamorado la noche anterior, de día nos terminó de conquistar.



La Koïfhus o Antigua Aduana, cuya construcción finalizó en 1480, está situada en un punto estratégico de la antigua ciudad medieval, en la confluencia de dos vías principales como son la Grand Rue y la rue des Marchands o de los Mercaderes. En el siglo XVI se le añadieron dos edificios más y en el XIX se restauró y se agregaron algunos elementos, siendo en la actualidad el edificio público más antiguo de la ciudad.

Desde su creación ha tenido doble función. Por un lado, la planta baja se usaba como almacén y para fijar los impuestos de los bienes importados y exportados. Mientras, la primera planta servía como lugar de reunión de los magistrados y de la Federación de las 10 ciudades imperiales de Alsacia, creada en 1534. A partir de la Revolución tuvo multitud de usos: teatro, banco, cámara de comercio, escuela, etc. siendo a día de hoy un espacio público para actividades culturales. En esta época acoge el único mercadillo navideño interior de la ciudad.



Detrás del edificio está la Place de la Ancienne Douane, donde vemos un canal del río Lauch que pasa por la ciudad y encontramos otro de los mercadillos navideños.



A todo este barrio se le conoce como Le Quartier des Tanneurs (Barrio de curtidores), ya que fueron ellos los que se instalaron en esta parte de la ciudad en casas con entramados de madera sobre fondos pálidos o de colores, la mayoría de los siglos XVII y XVIII. Como sucedía en Estrasburgo utilizaban las buhardillas, a menudo abiertas, para poner a secar las pieles. Gracias a varios programas de conservación podemos disfrutar hoy de ellos en todo su esplendor.



Algunos de estos edificios siguen impresionado a día de hoy y más en esta época con la elaborada decoración navideña, como es el caso del Hotel Le Maréchal.



Por la rue de Saint-Jean llegamos hasta el mercadillo de Petite Venice, donde compramos un bretzel con azúcar por 1,50 € y chocolate caliente para reponer fuerzas. Este nombre es el que recibe la zona alrededor del curso del río Lauch y donde habitaron originalmente productores de vino, agricultores y barqueros. Cruzamos el río por uno de sus puentes, obteniendo una de las vistas más bonitas de la ciudad.



Regresamos hacia el centro por el otro margen del río, bastante más tranquilo, disfrutando de una de las partes más espectaculares de Colmar y que de noche se convierte en una de las más románticas.



Así llegamos hasta Le Quai de la Poissonnerie (Muelle de los pescadores), donde residían la mayoría de pescadores de la villa y donde vendían sus capturas. En el año 1706 un gran incendio destruyó más de 40 casas del barrio pero gracias a importantes trabajos de restauración en los años 80 del siglo pasado ha sido posible recuperar muchas de ellas.



Junto al puente, que encontramos decorado por estas fechas y desde el que tenemos unas vistas magníficas del Muelle de pescadores, se encuentra el Marché Couvert de Colmar

El edificio, inaugurado en 1865 y fabricado en ladrillo y hierro, representaba el paso de Colmar a la era industrial. Al encontrarse junto al río permitía el acceso directo en barca de los comerciantes. Fue reformado en el 2010 y abre todos los días, los jueves también con venta exterior.






Aunque está dedicado principalmente a la venta de alimentos y flores, también encontramos algún puesto de recuerdos, en el que no podemos evitar comprar otro bonito imán de las típicas casas alsacianas, nuestra perdición (3,60 €). 




Continuamos el paseo junto al río y rodeamos el edificio del Mercado.






En su parte trasera encontramos un encantador pueblo en miniatura a los pies de un árbol, que da idea del detalle al que llegan los habitantes de Alsacia en estas fiestas.




Volvemos hacia la Place de l'Ancienne Douane disfrutando de rincones de cuento para nosotros solos.










Desde allí iniciamos ya el regreso hacia el coche, recorriendo la Grand Rue hacia el norte y maravillándonos como al principio de las construcciones y su decoración.


























Avanzando por esta calle pasamos junto a varios edificios emblemáticos como la Église de Saint-Matthieu, bastante austera en su aspecto exterior y que perteneció a los franciscanos desde su construcción en 1292 hasta el cierre del monasterio en 1543. Entonces se preparó como hospital y fue utilizada por la comunidad protestante. En 1715 se construyó un muro para separa la zona de culto católico de la protestante, permaneciendo éste hasta 1987. En la actualidad es de uso protestante y en ella se celebran conciertos del Festival Internacional de música de Colmar por su buena acústica. A su lado está la Place de Jeanne d'Arc, donde se encuentra otro de los mercadillos navideños de la ciudad.



Aunque la plaza es bonita ya de por sí, el ambiente navideño le da un todavía un punto más. 



Viendo que se acercaba la hora de comer habíamos comprado para hacer bocatas en un supermercado Casino cercano, pero aprovechamos la multitud de casetas de comida del mercadillo para comprar una porción de tarte flambée con muy buena pinta por 3,90 €. 



Camino del coche finalizando ya nuestro paseo por Colmar, pasamos por el Ayuntamiento de la ciudad. El edificio es del siglo XVIII y fue usado como sede administrativa del departamento y prefectura hasta 1866, año en que lo compró la ciudad para convertirlo en el ayuntamiento.



Delante del Parking Lacarre donde habíamos dejado el coche había un paseo con bancos y aprovechamos que daba el sol y se podía estar sentado sin congelarse para comer allí. La tarte flambée fue todo un acierto, estaba deliciosa, no sé si fue el hambre pero me resultó incluso más rica que la que había comido un par de días antes en el restaurante.








Eguisheim

Si hay algo por lo que destaca la villa de Eguisheim, además de ser una de las de mayor encanto de Alsacia y estar en la lista de los "Pueblos más bonitos de Francia", es por su característica forma redondeada. En 1257 se inició la construcción de una doble fortificación con forma de elipse, más por aspectos económicos que militares, tratando de proteger las numerosas colecturías o "cour dimière" que acogían. Sin embargo, a partir del siglo XVI la muralla exterior se deja de considerar necesaria y se utiliza como sustento de las viviendas.



Aparcamos en el parking de pago a la entrada del pueblo, ya que no se puede acceder con el coche salvo residentes y repartidores. Cuesta 3 € todo el día, por lo que como pasaba en otros pueblos es posible ahorrárselo si alguien que se marcha nos cede su ticket. Hay máquinas que no admiten billetes ni tarjetas y otra que sí, por lo que no es imprescindible llevar cambio. También hay WC. Por lo que vimos después hay otras zonas de aparcamiento gratuito en los alrededores, tal y como se ve en el mapa de la web de la ciudad y donde además se puede pasar la noche con la furgoneta o autocarana.

El recinto amurallado está a 5 minutos del aparcamiento. De camino se pasa junto al Ayuntamiento y nada más entrar está la Oficina de Turismo, donde cogemos un plano para recorrer el pueblo que, aunque es pequeñito y no es imprescindible, nos permite conocerlo y entender la cultura local un poco mejor.



El recorrido recomendado nos lleva a rodear el pueblo casi por completo por la calle de las murallas para acabar en la zona central. Al iniciarlo nos encontramos de golpe con el que probablemente es el rincón más bello de la ciudad y uno de los más representativos sino el que más: le Pigeonnier (el Palomar). Además nos recuerda mucho a nuestra querida Albarracín, por lo que nos resulta todavía más especial.



Recorriendo las rues des Remparts, contemplamos infinidad de casas típicas alsacianas y gracias al folleto de la Oficina de turismo descubrimos más sobre ellas. Hasta el siglo XVI el entramado de madera era sobrio y se protegía con hollín u óxido de hierro rojo. Además se imponían el color adobe y el blanco encalado en los tonos de las fachadas.



En cambio a partir del XVII, las decoraciones de madera adornan las fachadas y comienzan a destacar los tonos pastel.



Desgraciadamente, en los siglos XIX y XX se extiende la moda de cubrir las fachadas pero por fortuna desde hace unas décadas las casas vuelven a dejar la madera al descubierto. Además con la llegada de la pintura el abanico de colores disponible se amplía dando a los pueblos alsacianos esa alegría que les caracteriza.



En muchas de las casas podemos ver inscripciones en los entramados de madera. Era costumbre que los dueños pusieran sus iniciales y la fecha de construcción de la vivienda. También se hacía referencia a Jesucristo con las siglas IHS o se pedía la bendición del hogar con frases como "Ven espíritu santo, ven espíritu consolador". Pero no sólo era la madera la que se adornaba, los frontones y dinteles de piedra de las puertas se grababan con blasones. En ocasiones se trataba de la simple marca del cantero pero en otras había fechas, iniciales o incluso escudos de los propietarios. En éstos últimos a menudo se señalaba el oficio del dueño con un símbolo.



La fortificación de la población requería una doble abertura para permitir las entradas y controlar los impuestos, 4 puertas destruidas en el s. XIX. Las del oeste daban acceso a los viñedos, siendo el vino fundamental en la vida de Eguisheim desde la época de los celtas. En cambio las del este se orientaban a la planicie, hacia el paso de comerciantes que se producía por la antigua calzada romana.



La Plaza de San León, en el centro mismo del pueblo, está presidida por la fuente del mismo nombre, de 1834, con capacidad para 80.000 litros, lo que la convierte en una de las más grandes de Alsacia.



Pero si destaca por algo esta plaza es por el Castillo que sobre ella se levanta y que tiene sus orígenes en el siglo VIII, cuando se levantó un pequeño castillo de forma octogonal entorno a un patio interior. En el año 1002 nace en él un personaje ilustre, Bruno de Eguisheim, que se convirtió en el Papa León IX en el año 1049. A él está consagrada la capilla aledaña, en el corazón del recinto fortificado y que fue construida sobre los restos de las mazmorras en el siglo XIX. El Castillo sólo se puede visitar con las visitas guiadas organizadas por la Oficina de Turismo.



Muy cerca de allí está la iglesia parroquial, dedicada a San Pedro y San Pablo, que conserva el campanario del siglo XIII con cuatro campanas.




Les "cours dimières" que veníamos viendo en muchos pueblos de la zona son colecturías o granjas agrícolas propiedad de nobles y abadías que poseen grandes tierras y viñedos. En ellas se compra, vende, intercambia, mide, recaudan impuestos o gestionan producciones, especialmente de la viña, el cereal o los bosques.



Se sitúan en el interior de las murallas para protegerse del pillaje. En el siglo XVII en Eguisheim llegó a haber 20 en total, lo que demuestra la importancia de la localidad.



A lo largo del paseo encontramos multitud de elementos curiosos que le dan todavía más encanto a este pequeño pueblo de cuento. 


Detrás de la Plaza de San León, también conocida como Plaza del Castillo, se encuentra la Place du Marché o Plaza del Mercado, ya que en ella se sitúa el mercadillo navideño cada año por estas fechas. Sus casetas permanecen abiertas todos los días desde finales de noviembre de 9 a 19 horas y los sábados hasta las 20 h. Además en el centro de la plaza vemos la Fuente de la Virgen del siglo XVI.



Eguisheim es un pueblo pequeño pero encantador que sin duda merece la pena visitar, aunque es difícil decir lo contrario de alguno de los que componen esta bonita región francesa.


Mulhouse

Mulhouse, primera ciudad alsaciana en recibir esta distinción, fue también de las primeras de Francia en industrializarse, primero con el sector textil y después con predominio de la industria química y mecánica. Es una ciudad grande, la segunda en tamaño de toda la región, sólo por detrás de Estrasburgo, por lo que resulta algo más complicado moverse y el tema del aparcamiento.


Por eso habíamos buscado en la web de la ciudad y fuimos directos al parking que habíamos considerado mejor opción, el del Marché du Canal Couvert, en el que el estacionamiento es gratuito los días que no hay mercado: lunes, miércoles, viernes y domingos. El resto de días la primera hora es gratuita y después cuesta 0,80 € cada hora hasta un máximo de 4. Desde allí al centro hay unos 10-15 minutos andando.



Otra opción sería el P+R, que como ocurría en Estrasburgo, permite dejar el coche en alguno de los dos parking acordados (Universidad o Kinépolis) y desplazarse al centro en tranvía todos sus ocupantes (hasta 7) ida y vuelta por un precio de 2 €.



Lo cierto es que Mulhouse no es una ciudad demasiado bonita al ser más grande e industrial y quitando la plaza de la Catedral y sus alrededores no tiene demasiados alicientes, por lo que si no se tiene tiempo es una opción prescindible. Entre los lugares destacados están el Parque Zoológico y Botánico y los museos del Automóvil y del Ferrocarril.



Sin embargo en Navidad quizá es uno de los mejores momentos para visitarla, ya que tiene el añadido de la decoración y los mercadillos. Nosotros llevábamos el mapa desde casa, ya que lo habíamos pedido a través de su web de turismo y nos lo habían enviado gratuitamente.




Si hay algo que destaca sobre manera en Mulhouse es el Templo de Saint-Etienne.





Este templo de estilo neo-gótico fue construido entre 1858 y 1658 sobre el emplazamiento de una iglesia del siglo XII. Está abierto todos los días salvo los lunes de 13 a 19 horas.



Destaca por sus magníficas vidrieras, las mismas que se encontraban en la antigua iglesia, entre las más bellas del Rhin.


A sus pies, la Place de la Réunion es el centro social y cultural de la ciudad y más en esta época con las decenas de casetas del mercadillo navideño que se instalan en ella e incluso una noria.




En un lateral de la plaza está otro de los edificios que más atraen la atención, el antiguo Ayuntamiento que acoge el Museo histórico de la ciudad. De acceso gratuito y abierto todos los días de 13 a 18:30 horas (salvo los martes), en él se recorre la historia de Mulhouse desde la prehistoria hasta la actualidad.







Lo bordeamos para verlo desde todos los ángulos y resulta espectacular, más aún de noche con la iluminación violeta. Además aquí podemos admirar los famosos "ètoffe de Nöel", unas telas fabricadas cada año para decorar las fachadas y las calles peatonales y dar un aspecto festivo a la ciudad. 



Frente al museo está el Café de Guillermo Tell en la calle del mismo nombre, con una escultura del popular personaje en una de sus esquinas.



Alejándonos del Templo de Saint-Ètienne por su parte trasera llegamos hasta la Place des Victoires, donde está el árbol de Navidad y unos curiosos belenes que hacen las delicias de los más pequeños (y los no tanto...).



Pero de todo lo visto en Mulhouse sin dudarlo nos quedamos con su Place de la Réunion, que a medida que cae la noche y las luces van cogiendo protagonismo, ofreciéndonos una de las imágenes de este viaje de cuento que nunca olvidaremos.





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