domingo, 28 de octubre de 2018

Día 2 Lofoten (17/02): recorriendo el norte de Lofoten


Nuestro primer despertar en Lofoten fue frío, como era de esperar. Sobre las 9:30, cuando dejamos el Camping Tjeldsundbrua, la temperatura era de -10 ºC.



Antes de marchar quisimos dar un paseo por el camping para verlo de día y acercarnos a donde la noche anterior habíamos estado fotografiando las auroras.


Allí pudimos ver que la nieve llegaba casi hasta el mar, dejando entrever una pequeña porción de arena de la playa cercana.





Como en esta ocasión no viajábamos con la casa a cuestas y dependíamos de unos alojamientos reservados para cada noche, la improvisación estaba algo más restringida. Aún así tampoco nos habíamos marcado un recorrido concreto y dejamos el camping sólo con la certeza de que la noche siguiente la pasaríamos en el pueblo de Ballstad, lo que viésemos por los más de 200 km que nos separaban de allí estaba por determinar.




Como el día anterior ya habíamos llegado de noche no habíamos podido ver el entorno y el impacto de realidad al ver los paisajes nevados y con el contraste del cielo azul nos dejó sin palabras.




Al poco tuvimos que hacer ya la primera parada en la localidad de Fiskefjorden, no podíamos evitar hacer fotos en todas direcciones.



Como el recorrido a lo largo de Lofoten iba a ser de ida y vuelta, nuestra intención era tratar de ir de entrada más directos hasta el sur del archipiélago y luego ir parando a la vuelta.





Fuimos avanzando entre paredes nevadas pero las carreteras las encontramos bastante limpias y en buen estado, se puede circular con cualquier coche normal.


Cuando la carretera va junto a las aguas de los fiordos nos regala espejos naturales como este en la zona de Moysalen.


Aquí paramos a hacer fotos junto a la carretera (hay un parking cerca, junto al puente de Husjordoya, donde dejar el coche y hacer rutas por la zona) y nos sorprendió encontrar posado en la rama de un árbol en una pequeña islita cercana un pigargo.



Seguimos avanzando por un puente que nos permite cruzar el fiordo que dejamos atrás y un poco más adelante pasamos junto al lago helado de Storvatnet.







No es este el único lago helado que vemos ya que minutos más tarde encontramos el de Flovatnet junto a la carretera.






Atravesando túneles y puentes llegamos junto al mar, donde nos damos cuenta de que vamos cruzando ya de una isla a otra.




Así llegamos hasta el desvío de la carretera 82 hacia Fiskebol que cogemos para bordear la península de Austvagoya.



Desde aquí tenemos buenas vistas de la escarpada isla de Arnoya que dejamos atrás y de la más lejana Hadseloya, a la que se puede llegar en barco vía Melbu desde el primer pueblo que encontramos, Fiskebol.





Unos minutos más tarde nos llevamos la sorpresa del día: nuestros primeros alces salvajes!!! Aunque fueron solo unos minutos y no pudimos hacer buenas fotos porque estaban entre vegetación, nos hizo mucha ilusión verlos y más tan cerquita de la carretera.



Para ir hacia Ballstad, donde estaba nuestro alojamiento de esa noche, lo más directo era seguir por la carretera que íbamos (E10), pero quisimos dar este rodeo para descubrir una zona de Lofoten menos conocida.


Se hace un poco largo porque la carretera bordea varios pequeños fiordos o entradas de mar, unas heladas y otras a medias, que van sumando kilómetros, pero los paisajes son espectaculares y aprovechamos para parar a comer unos bocadillos mientras disfrutamos de las vistas.





Apenas se pasa por un par de poblaciones y son muy pequeñas así que si se escoge esta opción es por disfrutar de la naturaleza más "salvaje". Esto se aprecia hasta en la propia carretera, con más nieve que en la principal aunque se puede circular sin problema.





Cruzando un túnel que atraviesa un macizo montañoso impresionante enlazamos de nuevo con la E10 en uno de los rincones que más nos gustó del archipiélago, y al que de hecho volvimos días más tarde para fotografiar las auroras.




Aquí pudimos ver los primeros secaderos de bacalao, pero lo que más nos impresionó fueron las montañas junto al agua completamente cubiertas de blanco con algunas casitas a sus pies.




Y para completar la escena, el reflejo de éstas sobre el agua y la bonita iglesia blanca de Sildpollnes como flotando en el centro del espejo.



De estas magníficas vistas podemos disfrutar desde el mirador del área de descanso de Austnesfjorden, un poco más adelante, que dispone además de WC público.


Poco después cruzamos por un puente el Vatterfjorden, un fiordo dentro de un fiordo.



Algunos están casi cerrados por completo y llegan a congelarse, al menos parcialmente, como el caso de Husvagen, unos kilómetros adelante.




Pasamos por la localidad de Svolvaer, capital de Lofoten y la localidad más grande. Aquí podemos encontrar casi todo tipo de servicios, museos, restaurantes y ocio. Nosotros preferimos no parar para no entretenernos y porque habíamos leído que, salvo el puerto, no tenía gran interés.



Donde sí nos detuvimos fue en Kabelvag, una parada breve para ver su iglesia desde la carretera, la Lofotkatedralen. Aunque le dedicaríamos más tiempo a la vuelta, ya que teníamos un alojamiento reservado en esta población, no pudimos evitar detenernos ya que llamó nuestra atención por su ubicación, color y tamaño. De hecho es la segunda iglesia de madera más grande de toda Noruega, con capacidad para albergar 1.200 personas.



Seguimos avanzando y al tratarse de un archipiélago muy escarpado es habitual encontrarnos con grandes puentes o túneles durante nuestro recorrido, algunos realmente grandes como el de Gimsoystraumen bru.




Los paisajes son impresionantes casi todo el tiempo y cuesta no pararse cada 5 minutos a hacer fotos o simplemente a observarlos y disfrutar de la calma que transmiten.





En alguna ocasión no pudimos evitarlo ya que el lugar merecía mucho la pena con los cristales de hielo sobre el agua y de hecho no éramos los únicos, ya que coincidimos con bastantes fotógrafos en varios puntos. De hecho era el primer viaje en el que nos pasaba encontrar más fotógrafos que turistas convencionales.





Lo peor de viajar en esta época es que anochece muy pronto, lo que limita mucho el tiempo de ver cosas, aunque así aumentan las posibilidades de disfrutar de las mágicas luces del norte.

Sin embargo es curioso que aunque se pierde pronto luz hay bastante tiempo de atardecer hasta quedarnos completamente a oscuras y nosotros decidimos aprovecharlo al máximo desviándonos por Valberg (carretera 815) para llegar a Ballstad. Por lo que habíamos visto se tarda sólo 15 minutos más que por la principal y un par de días más tarde ya regresaríamos por ella.




Al salir de la E10 apenas encontramos tráfico aunque la carretera está en muy buen estado y lo cierto es que coger este desvío nos pareció que merecía la pena ya que se pasa por sitios muy chulos.



Tanto a un lado como a otro de la carretera el paisaje es espectacular y tenemos que parar de nuevo unos minutos  a inmortalizarlo.




Al poco tiempo llegamos a Valberg. Es un pueblo muy pequeño cuyo principal atractivo es la iglesia de madera de 1888 y el cementerio con lápidas de piedra en un recinto abierto adyacente.



Aprovechando los últimos rayos de luz pudimos hacer algunas fotos de esta bonita iglesia situada en un enclave especial.



Pero iba anocheciendo y había que poner rumbo a Ballstad y a nuestro alojamiento de esa noche.






Antes de llegar a Ballstad pasamos por Leknes, una ciudad bastante grande que difiere del resto de pueblos de la zona y cuenta con muchos servicios como supermercados, hospital, etc...



Esto se debe en parte a que Ballstad es uno de los pueblos pesqueros activos más grandes de Lofoten  cuenta con una instalación de fabricación de aceite de hígado de bacalao o un astillero que alberga el mural más grande del mundo.


El alojamiento que habíamos reservado para pasar la noche era Villa Ballstad, una bonita casona de madera junto al mar.
Nos costó algo llegar porque hay que coger calles secundarias dentro del pueblo y no está muy señalizado, pero con un poco de paciencia y GPS se llega bien y la ubicación es espectacular, merece la pena.



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