domingo, 23 de febrero de 2020

Días 11 Namibia (13/06): Camino a Windhoek y regreso a casa


Nuestro último día en Namibia era de regreso a Windhoek desde el Parque Nacional de Etosha, donde habíamos pasado las 4 noches anteriores.

Tratamos de aprovecharlo al máximo y madrugamos para salir del camping de Okaukuejo nada más abrir sus puertas. Estuvimos por varias charcas unas 3 horas hasta que no nos quedó más remedio que partir rumbo a la capital del país, donde pasaríamos nuestra última noche para coger el avión de vuelta al día siguiente.




Salimos de Etosha por la salida sur de Anderson Gate, la más cercana a Okaukuejo, donde vuelven a pedirte tus datos y comprueban si llevas carne cruda, ya que no está permitido sacarla del parque.

Seguimos la carretera dirección a Outjo, primera población que encontramos y buen lugar para proveernos de gasolina y otros enseres básicos.

En total hasta Windhoek son unos 430 km y en principio nuestra idea era parar por el camino en la Cheetah Conservation Fund en Ojiwarongo, donde estuvo de voluntaria una amiga hace unos años, para ver guepardos. Nos había hablado de la tarea que hacen, recuperando guepardos y trabajando con gente de la zona y nos apetecía mucho conocerlo. Abre todos los días de 8 a 17 horas y la entrada son 200 N$ por persona, con posibilidad de hacer un safari guiado de una hora por 550 N$ (entrada incluida).

De lunes a viernes a las 14 horas y sábado y domingo a las 12 les dan de comer durante una media hora. Nos hubiera gustado estar para entonces, pero era más de la una cuando llegamos al desvío y hay 44 km por pista. Los primeros metros se ven asfaltados pero luego se convierte en gravilla. Como estábamos algo cansados de las pistas, los botes y no queríamos llegar de noche a Windhoek muy a nuestro pesar decidimos dejarlo para otra ocasión.

Seguimos por la B1, una de las carreteras principales del país, en buenas condiciones y con largas rectas.




Cerca de aquí está el Waterberg Plateau National Park, donde se pueden realizar rutas y tratar de ver animales en libertad. Es una especie de meseta y es posible subir a su punto más alto desde el que disfrutar de las vistas. Además cuenta con varios alojamientos.


En los arcenes de esta carretera encontramos cada cierto tiempo mesas de picnic de hormigón donde parar a comer, algunas con techo para dar sombra pero la mayoría sin él, aunque el calor en esa época es soportable.






El paisaje es bastante similar todo el tiempo, árido, con algunas montañas a lo lejos, termiteros y se pasa junto a varias reservas valladas. De hecho vimos antílopes junto a una de las vallas.



Otro centro donde ver guepardos y que queda junto a la carretera B1 es Okonjima Nature Reserve, aunque de este no tenemos referencias.

Cuando vamos conduciendo hay que prestar atención porque es bastante frecuente que haya facoqueros a los lados de la carretera, habitualmente en familias, y se pueden cruzar en cualquier momento.



A medida que nos acercamos a Windhoek se nota el aumento del tráfico, que añadido a obras en la carretera y a la falta de respeto de los límites de velocidad nos hace ir con más tensión. De hecho encontramos un accidente y no nos sorprendió nada viendo la forma de conducir.

Poco antes del anochecer llegamos a nuestro alojamiento de esa noche, el Urban camp. Habíamos leído buenas referencias y lo cierto es que fue de los mejores campings de todo el viaje.

Está todo vallado por lo que no hay problema de inseguridad pese a estar en la ciudad. Tienen barrera para acceder y te proporcionan código para que puedas entrar y salir lo que necesites.

La atención fue muy buena, nos explicaron todo con detalle al registrarnos, con hojas informativas y nos asignaron una parcela al fondo para que estuviésemos más tranquilos. En cada parcela, que incluye un espacio techado, hay una hamaca, una mesa de madera, luz y electricidad.


Los baños son compartidos pero hay varios en el camping y el que teníamos al lado lo tuvimos casi para nosotros solos.




También cuentan con bar-restaurante, donde habíamos leído que se cenaba bien, y junto a él la piscina con tumbonas y sombrillas. Por desgracia llegamos ya tarde y hacía frío por lo que nos quedamos con las ganas de probarla.



Nosotros lo llevábamos reservado y pagado desde España (360 N$) por asegurar, aunque no lo encontramos completo. Además de las parcelas de camping disponen de tiendas con camas por unos 40 € la noche.

Para cenar fuimos al Joe's beerhouse de estilo étnico, otro de los habituales en los blogs de viajes. Está situado a 5 minutos del camping pero de noche recomiendan ir en coche en lugar de caminando por seguridad. Una vez allí el parking es gratuito pero hay gente vigilando que agradecen una propina.



A través de su web se puede reservar hora y zona del restaurante, interior o exterior. Nosotros elegimos dentro pero la mayoría son mesas corridas a compartir con otras personas. Nos tocó con otra pareja pero con espacio de sobra.




En su carta hay varios platos de carne de caza namibios y si pone lekke al lado es que son recomendados.







Nosotros cenamos filete de cebra con patatas fritas, ensalada y salsa y una brocheta de kudu, oryx y springbok también con patatas y un par de salsas.






Con postre brownie de chocolate más las bebidas de los dos pagamos 300 N$. Se puede pagar con tarjeta y es costumbre dar algo de propina incluso pagando con ella, está preparado para incluirla.





Al día siguiente nos quedaba recoger y limpiar el coche, ya que si no lo devolvíamos limpio nos cobraban una penalización en la empresa de alquiler. Justo cuando estábamos empezando a limpiarlo se acercó un hombre que se ofreció a hacerlo por 100 N$ y aceptamos. Preferimos dárselo a él que a la empresa de alquiler y en unos 15 minutos lo teníamos listo e impecable.

Al salir pusimos rumbo a Aloe Car hire, donde habíamos quedado en devolver el coche sobre las 9. Nos preguntaron por el coche y cuando les hablamos de los frenos no le dieron importancia. No nos cobraron nada pero no sabemos si lo arreglarían para el siguiente alquiler, por eso y muchas otras cosas el que no les recomendemos (todos los detalles en esta entrada).

Pidieron un coche para llevarnos al aeropuerto ya que el traslado estaba incluido y en alrededor de una hora estábamos allí, donde enseguida se ofrece gente a llevarte las maletas a cambio de unas monedas.

Pese a ser el aeropuerto principal del país es bastante pequeño. Fuera hay alguna tienda de souvenirs pero no muchas, aunque una vez pasado el control de seguridad también encontramos un par de ellas. Aunque algunas cosas son más baratas fuera la mayoría son más caras (como las muñecas de madera que compramos nosotros). Lo que sí permiten en la tienda de fuera es pagar en metálico, con tarjeta o incluso ambas, nosotros gastamos lo que teníamos en metálico y el resto con tarjeta, no sabemos si en la tienda de dentro funciona igual.

En facturación nos recuerdan que debemos rellenar el formulario de inmigración, que se entrega una vez pasado el control de seguridad.

Y ya "sólo" nos quedaba subirnos al avión de Qatar airways que en 10 horas y con gran puntualidad nos llevó a Doha. Para comer nos dieron arroz con ternera y una especie de sandwich de hojaldre. Una vez en Qatar hicimos el transfer y cogimos el avión a Madrid que en nuestro caso era nocturno. Y poco antes de llegar a destino, que fue también antes de la hora prevista, nos dieron el desayuno.

Siempre estos vuelos de vuelta son un poco tristes frente a los de ida que, aunque nerviosos por lo desconocido, afrontas con mucha ilusión. Aún así, recordar todo lo que habíamos vivido nos hizo sentir muy afortunados y no pudimos evitar admitir que África nos había marcado más de lo que esperábamos y que muy probablemente volveremos algún día.


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