domingo, 10 de septiembre de 2023

Molina de Aragón y alrededores

 

Situada al nordeste de la provincia de Guadalajara y con alrededor de 3.500 habitantes, es una ciudad con una gran riqueza monumental, ya que tiene una larga historia y en ella han convivido judíos, musulmanes y cristianos. 

Su clima es duro, con inviernos fríos y veranos secos y cálidos en los que hay importantes variaciones térmicas entre el día y la noche, mientras que las precipitaciones se concentran en los meses de otoño y primavera.

Pese a esa dura climatología, esta ciudad de fundación medieval es el centro de una variada comarca y su estratégica ubicación de frontera como señorío independiente al margen de los reinos de Castilla y Aragón, sus fueros de repoblación y su riqueza ganadera, agrícola y forestal han propiciado el éxito de este asentamiento.

Anteriormente conocida como Molina de los Caballeros, en 1369 pasó a formar parte de Aragón y en 1375 cambió su nombre al actual. 

No se trata de una ciudad grande y se puede visitar tranquilamente en medio día. Hay varias zonas de aparcamiento cerca del casco antiguo, como la calle junto a la Oficina de turismo donde paran los autobuses, o si se viaja en camper o autocaravana cuentan con área gratuita con servicios junto a la carretera nacional, a unos 5-10 minutos del centro caminando. Hay un total de 8 plazas y está bastante nivelada, con carga y descarga de agua gratuitas y tomas de luz nuevas pero que aún no funcionaban cuando estuvimos. 


Podemos iniciar la visita en la Oficina de Turismo, ubicada en un lateral del Colegio de los escolapios del siglo XVIII y abierta todos los días de 10 a 14 y de 16 a 19 horas.



Al otro lado de la carretera el Palacio de los Molina del siglo XVI, destaca por sus escudos nobiliarios de Castilla y León y el primitivo de la ciudad con dos ruedas de molino, siendo en la actualidad una hospedería


Y cerca de aquí la Iglesia de San Felipe del siglo XIX con la aparición de la virgen representada en su fachada.


Si seguimos caminando encontramos la Plazuela de Santa Clara con la Iglesia del mismo nombre, joya del románico molinés. 


Continuando hacia el centro pasamos junto a la iglesia de San Pedro con espadaña mudéjar en la plaza del mismo nombre para llegar a continuación a la Plaza de España.


Aquí se encuentra la Casa consistorial en cuya fachada hay una placa conmemorativa de la declaración del título de ciudad en 1812 por las Cortes de Cádiz por su heroico papel en la Guerra de Independencia. Y junto a ella la Iglesia de Santa María del conde, fundada por el primer Señor de Molina, Don Manrique de Lara, con origen románico pero portada y torre del siglo XVI y hoy utilizada como salón de actos del ayuntamiento. 

Siguiendo la calle de Arriba nos adentramos en la Judería, barrio creado intramuros de la ciudad cristiana y que destaca por su belleza medieval. 

Saliendo por la Puerta del Baño, donde encontramos restos de la muralla, podemos continuar por la calle Larga para llegar al barrio de la Soledad, en el que se conservan restos del reciento amurallado y la ermita de la Soledad del siglo XVI.

 


Si regresamos y cogemos esta vez la calle de Abajo nos acercaremos al río Gallo y junto a sus huertas se sitúa el barrio de la Morería. 

Junto a la plaza de Tres Palacios está el puente de Tablas, un curioso y fotogénico rincón. 



Bordando el recinto amurallado por un agradable paseo llegamos al Puente Románico, también conocido como Puente Viejo, restaurado por el rey Felipe IV y probablemente el símbolo de la ciudad, con permiso del Castillo.

El puente es de arenisca roja típica de la zona, consta de 3 arcos y junto a las pilas, tajamares a un lado y otro del río.


Cruzando al otro lado del río está el arrabal de San Francisco donde encontramos el Palacio del Obispo o el Convento de San Francisco (actualmente residencia de mayores atendida por las Hermanas de la Caridad) y la torre del Giraldo con su veleta, en la actualidad casa de cultura y museo comarcal de la ciudad.

De vuelta al centro por el puente románico encontramos algunas de las mayores casas-palacio de la ciudad como el Palacio de los marqueses de Villel del s. XVI o el Palacio de los Montesoro con su peculiar fachada azul, aunque la mayoría están en mal estado y algunos incluso amenazan ruina.



Junto a ellos el Palacio de los Arias, con su escudo nobiliario en el que destacan las calderas y ruedas de molino símbolo de los fundadores de la ciudad y la antigua iglesia renacentista de San Miguel. 

Cerca están la iglesia de Santa María la Mayor de San Gil y el Palacio de los Garcés de Marcilla, hoy sede del Casino de la Amistad. 

Siguiendo por la calle de tejedores llegamos a uno de los palacios más importantes, el Palacio del Virrey de Manila, del siglo XVIII, y a la iglesia de San Martín, la más antigua de Molina de mediados del s. XII.


Por último, el Castillo Alcázar, situado en una ladera que domina el valle. Se puede subir desde varios puntos como la plaza de San Pedro pero hay que ir con cuidado ya que se debe cruzar la carretera nacional.


Está edificado sobre una alcazaba islámica de finales del siglo X, reconstruido en el XII por Don Manrique de Lara, siendo Doña Blanca Alfonso (quinta señora de Molina) quien amplió los recintos amurallados un siglo más tarde y terminó la construcción. 


Es una típica fortaleza bajomedieval de torres y muros almenados. El acceso principal posee un arco de medio punto con una torre a cada lado. De las 8 torres que tuvo solamente quedan 4 y restos de otras 2, comunicadas por un adarve almenado. 



El interior es hoy un recinto vacío aunque se puede visitar contactando con la Oficina de Turismo (3€ por libre y 5 en visita guiada, cierran al mediodía). Pero solo verlo por fuera dando un paseo ya merece la pena. 



La Torre de Aragón se encuentra al norte en la parte más alta de la ciudad y es la torre vigía, levantada sobre una antigua atalaya islámica a mediado del siglo XIII, aunque está más alejada y es más difícil llegar hasta ella. 

Fuera de las murallas está lo que se conoce como Prao de los Judíos, la parte más importante de la Judería Vieja, hoy conocida como Barrio de Samaria, que más tarde fue ampliada hacia el exterior del recinto amurallado constituyendo la Judería nueva. 


Se trata de un yacimiento arqueológico muy representativo de esta cultura, donde se pueden apreciar las plantas de la sinagoga, el lagar, la escuela talmúdica y la estructura de calles y casas. 


Por último, desde el castillo podemos ver el cerro de Santa Lucía al otro lado de la ciudad, donde se encuentra la ermita del mismo nombre y una escultura de la Virgen de la Inmaculada muy venerada por los molineses.



Y como datos prácticos, a las afueras del pueblo hay un supermercado bastante grande, el Mercado de Martínez, y en el centro la panadería Usero tiene muchos dulces y bastante afluencia de gente, nosotros no probamos mucho pero tenía todo muy buena pinta. 

Si se viaje con peques hay un parque infantil grande a las afueras, en el Parque de la Alameda, y otro junto al área de autocaravanas, cerca de la carretera nacional. 

Y como curiosidad esos días se celebraba la I Feria del morciruelo (morcilla y mortiruelo), con actividades y degustación que seguro que no dejan indiferentes a nadie y suponemos repitan en años venideros.

Pero Molina es mucho más que la ciudad, podemos encontrar varios lugares de interés en los alrededores que definitivamente merecen una visita:

  • Barranco de la Hoz

A tan sólo 15 min de Molina encontramos este espectacular lugar, tanto por el entorno y el paisaje del propio barranco excavado por el río Gallo, como por el santuario de la Virgen de la Hoz que se encuentra en su interior.



Y una idea de lo característico del paisaje es que hay hasta rocas con nombre, como el "Huso", una roca delgada y puntiaguda ya acercándonos al santuario o la "Rueca", frente al propio recinto eclesiástico.

Encontramos este santuario mariano recorriendo la carretera que recorre el barranco y donde hay una zona de aparcamiento gratuito con mesas de picnic cerca. En el edificio anexo hay un restaurante/hospedería pero nosotros lo encontramos cerrado. En la web del Santuario viene un teléfono para contactar en caso de duda sobre horarios u otras cuestiones.


Es impresionante ver donde está construido, a los pies de la roca con el río Gallo a pocos metros. 


Una imagen de posta pero no sólo por fuera, merece la pena verlo también por dentro, cruzando el arco para entrar en su plaza. 

Es gratuito y de acceso libre y sorprende cómo se encuentra el edificio integrado en la rojiza roca de ródeno y los detalles de las tallas en las paredes.

 


Podemos, y debemos, entrar también a la propia ermita. Aunque aparece documentado por primera vez en 1168 como Santuario de Santa María de Molina, su arquitectura actual es del siglo XIII.


Su interior es quizá algo más sobrio pero más de lo que se puede esperar para un lugar así, con una bóveda ojival y el retablo de la Virgen de la Hoz. 

 

En el lado opuesto al pórtico que da acceso al santuario está la llamada Gruta de la Aparición, una pequeña cavidad donde una imagen de la Virgen señala el lugar donde dicen que ésta se apareció a un vaquero de la zona al que le cogió la noche aquí buscando una vaca perdida.


Desde entonces se cree que tanto los Señores de Molina, la orden de los templarios como los monjes cirtencienses fueron los encargados de velar por el lugar hasta que Fernando de Burgos, caballero molinés, se ocupó de rehabilitar la ermita y coinstruir una casa para ermitaños convirtiéndolo en lugar de culto hasta nuestros días.


El barranco se puede recorrer en coche y/o hacer una ruta andando. Partiendo desde la propia ermita (unos metros más adelante a la derecha) se puede subir a 3 miradores y regresar, que fue lo que hicimos nosotros, o hacer una ruta circular de unos 10 km.



La subida no es trivial, se salva un desnivel nada despreciable en poca distancia con la ayuda de escalones excavados en la roca y cables para sujetarse, pero a cambio las vistas del barranco son excepcionales. De hecho, el tramo inicial hasta el primer mirador se conoce como camino del Via Crucis.

 

Además durante el recorrido pasamos por varios puntos de interés geológicos señalizados y donde podemos aprender más de las formaciones que encontramos como las olas petrificadas o las huellas de raíces. 




Y así, encajonados entre las rocas, llegamos hasta el primer mirador, una amplia terraza sobre el barranco para disfrutarlo desde lo alto. 

 


Aunque sólo sea subir hasta aquí ya merece la pena el esfuerzo.



Nosotros continuamos andando hasta los miradores superiores.



En total tardamos aproximadamente una hora entre ida y vuelta haciendo paradas, fotos y disfrutando tranquilamente del entorno.

  

Las rocas de rodeno se caracterizan por sus curiosas formaciones y el llamativo color rojizo, como ocurre en nuestra querida Sierra de Albarracín.

 


  • Castillo de Santiuste

Si para ir al barranco, o a la vuelta, se escoge la carretera de Corduente, se pasa junto a un curioso castillo en el que además nos podemos hospedar ya que en la actualidad sus propietarios lo tienen como casa rural.



Se trata de una casa-fuerte del s. XV destinada a Palacio construida por el caballero molinés Juan Ruiz de Molina con permiso del rey Juan II para servir de protección frente a la cercana frontera de Aragón.



Nosotros lo vimos de lejos desde la carretera y nos llamó la atención, lo cierto es que impresiona. Leímos que para visitarlo se puede contactar con la Oficina de Turismo de Molina o la empresa que lo explota, Promociones turísticas de Santiuste, en el teléfono 914570882 o en el mail castillosantiuste@castillosantiuste.com.


  • Castillo Zafra

Y también nos quedamos con ganas de visitar otro de los atractivos de la zona, el Castillo de Zafra, del s. XII (aunque puede que origen anterior) y levantado sobre una roca arenisca por lo que se le clasifica como castillo roquedo. Situado a unos 20 min de Molina, aunque el acceso es por pista de gravilla por las fotos que hemos visto merece totalmente la pena. 


Está parcialmente restaurado conservándose el aljibe en el patio de armas aunque no se puede visitar por dentro. Tiene un papel importantísimo en la  historia de la zona porque aquí se refugió el tercer señor de Molina, Gonzalo Pérez de Lara, tras rebelarse contra Fernando III y se pactó la "Concordia de Zafra" según la cual cedía el señorío a su hija, que al casarse con el infante don Alfonso, supuso pasar a formar parte de la corona de Castilla perdiendo su condición de independiente.

Este castillo se hizo muy popular tras aparecer en la 6ª temporada de la serie Juego de tronos, ya que aquí se rodó en 2016 una escena de más de 5 minutos como ubicación de la "Torre de la Alegría".

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