El día anterior yo había acabado rendida y después de cenar me había ido directa a dormir, ya que mi cuerpo pedía descanso a gritos, quizá influenciado por la biodramina que había tomado antes de subir al barco. José sin embargo tenía esperanzas de que esa noche se viese alguna aurora, el cielo no estaba muy cubierto y se quedó a esperar. En ese rato no hubo nada, pero al despertarse sobre las 3 de la mañana pudo llegar a ver como desaparecía una a lo lejos, apenas le dio tiempo a sacar fotos pero pudo disfrutar de nuevo de este espectáculo de la naturaleza tan increíble.
El día amaneció espléndido, cielo azul y no demasiado frío por lo que parecía un día perfecto para disfrutar de una salida en barco. Tras desayunar, recoger todo en la cabaña y dar un breve paseo por allí para constatar que es un lugar muy recomendable al que nos gustaría volver, pusimos rumbo a Húsavík.
Esta vez encontramos bastante más gente para subir al barco, ya que había un autobús con una excursión de un grupo de asiáticos.
A las 9 zarpamos, alejándonos poco a poco del puerto con esperanzas de cumplir por fin uno de nuestros sueños.
El puerto de Húsavík, y en general toda la bahía, estaban muy bonitos, y aunque sólo fuera por eso parecía haber merecido la pena quedarnos.
Sigui nos explicó que se trataba de una ballena Minke, el rorcual más pequeño y abundante, que puede alcanzar en su etapa adulta las 10 toneladas de peso y los 11 metros de longitud.
No sabemos muy bien si se trataba de la misma todo el tiempo o había varias, iba apareciendo y desapareciendo, captando la atención de todos los presentes.
Aparte de la Minke sólo pudimos ver un grupo de cetáceos muy pequeños conocidos como Harbour porpoise, parecidos a pequeños delfines, de aproximadamente metro y medio de largo y 70 kg de peso, que se movían a toda velocidad de un lado a otro. Los vimos también varias veces, pero estos iban tan rápido que fue imposible sacar una foto en la que se les viera bien.
Recorrimos prácticamente toda la bahía, acercándonos a la península del otro lado cuyas cumbres permanecían nevadas, y disfrutando de las vistas de la islas Lundey, muy próxima a Húsavík y Flatey, al otro lado de la bahía, de menos de 5 kilómetros cuadrados y completamente plana, de ahí su nombre.
De regreso al puerto nos ofrecieron el ya típico chocolate caliente con los bollitos de canela y nos dejaron ver unas guías de cetáceos y una "barba" de ballena. Las ballenas, en lugar de dientes, tienen una serie de láminas con las que filtran el agua y atrapan el plancton u otros organismos de los que se alimentan. Estas láminas son muy flexibles y duras al mismo tiempo.
La primera de las mini-paradas de ese día fue Goðafoss o Cascada de los Dioses, que recibe ese nombre porque Thorgeir, portavoz del Parlamento, arrojó allí las figuras de los dioses nórdicos paganos tras haberse establecido la fe cristina en el país en el año 1000.
Para llegar a ella fuimos hacia el Sur por la carretera 85 y al llegar a la 1, giramos hacia el Este, ya que la cascada está a unos 4 km de la intersección, perfectamente señalizada. También se puede acceder a ella por la carretera 845 y al llegar a la Ring Road continuar hacia el oeste hasta encontrarla, se tarda prácticamente lo mismo.
El coche hay que dejarlo en un aparcamiento junto al río glacial Skjálfandafljót, donde es posible ver la cascada desde un mirador. Se puede llegar hasta ella andando por un camino, pero hay que cruzar algunas zonas con precaución porque la piedras suelen estar resbaladizas.
Apenas pudimos hacer fotos ya que el sol quedaba justo enfrente de donde nos encontrábamos, así que dimos un paseo por la zona y regresamos enseguida al coche.
Parecía que desde el otro lado del río podría haber una vista mejor, pero había tractores trabajando y no estábamos seguros de que se pudiese pasar y como no íbamos muy sobrados de tiempo decidimos continuar.
Ya de vuelta en la Ring Road seguimos por ella durante casi una hora hasta Akureyri, la ciudad más grande del país por detrás del área metropolitana de Reykjavík, con alrededor de 18.000 habitantes. Habitualmente se la conoce como la capital del Norte resplandeciente, por el sol de medianoche en verano y las auroras en invierno. En verano se celebra el Open del Ártico, uno de los torneos de golf más curiosos por celebrarse de noche al haber luz las 24 horas, mientras que en invierno Akureyri se convierte en uno de los principales centros de esquí del país. La ciudad está situada al final del fiordo Eyjafjörður, rodeada de montañas de granito y tiene una importante actividad pesquera.
Cuando llegamos allí José estaba muy cansado porque había tomado una biodramina para el barco y le había dado mucho sueño. Yo viendo como me había sentado el día anterior y como el mar parecía tranquilo no la había tomado, así que decidimos que él se quedara descansando un rato en la furgoneta mientras yo daba un paseo por la ciudad. Aparcamos en el parking del Centro cultural HOF, junto a la carretera principal, en el que hay también una oficina de turismo y tienda de souvenirs. En el edificio hay también baños públicos aunque no tienen wifi gratis. Desde allí puse rumbo al centro de la ciudad.
La calle principal Hafnarstraeti es semipeatonal y es una de las zonas más animadas de la ciudad con un montón de tiendas, bares y restaurantes. Paseando por allí te puedes encontrar con sorpresas tan curiosas como esta pareja con su oso polar.
La más antigua de ellas, Laxdalshús, está situada en el nº 11 y fue construida en 1795.
En contraste con las casas tradicionales está Akureyrarkirkja, iglesia luterana de 1940, que se levanta imponente sobre una colina a escasos metros del centro.
Las 2 torres de la iglesia, que le dan ese aspecto tan característico, permiten localizarla desde casi cualquier punto de la ciudad.
Otro de los puntos de interés de la ciudad es su Jardín botánico, de entrada gratuita y con representación de flores de prácticamente todo el mundo. Como aún teníamos que comer y continuar viaje no pudimos visitarlo, aunque seguramente de tener tiempo merezca la pena.
Decidí regresar al coche a buscar a José y de camino me encontré con esto, no se muy bien como definirlo pero es un claro ejemplo de como se las gastan en Islandia, donde cruzarte vehículos así por la carretera es lo más normal del mundo.
José aún estaba algo cansado pero había podido dormir un poco así que decidimos comer los bocatas en un banco por allí y emprender la marcha de nuevo.
Para continuar hacia el Oeste se pueden seguir dos caminos. Por un lado, recorrer la península de Tröllskagi en unas 2,5 horas, por las carreteras 82 y 76 asfaltadas y visitando lugares como Dalvík, Siglufjördur y varias iglesias rurales, o acortar siguiendo la Ring Road que atraviesa el valle de Öxnadalur en aproximadamente una hora. Aunque nos hubiese gustado escoger la primera opción, al haber dedicado la mañana a la salida en barco tuvimos que optar por la segunda, para reducir el tiempo al máximo. Sin embargo esto nos permitió conocer este impresionante valle flanqueado por cordilleras de roca volcánica, entre las que destaca el monte Hraundrangi, de 1075 metros, por su forma puntiaguda.
La siguiente parada fue la iglesia centenaria de Víðimýri (Víðimýrikirkja). No lo teníamos planeado pero como aparecía en la guía, al ver la señal una vez pasado Varmahlíð, decidimos entrar a verla.
El acceso es gratuito y merece la pena acercarse, es un momento ya que está muy cerquita de la Ring Road y es muy representativa de la arquitectura tradicional islandesa, con el techo de turba y las paredes de madera de troncos arrastrados a la costa por las corrientes marinas.
El edificio, del año 1834, se puede rodear por completo y junto a él hay un pequeño cementerio. Antiguamente las mujeres se sentaban en la zona norte de la iglesia mientras que los hombres lo hacían al sur, y además los más ricos se situaban al fondo mientras que los pobres debían estar cerca de la puerta. En la actualidad se sigue utilizando como iglesia parroquial, aunque evidentemente ya no se mantienen esas costumbres.
En el aparcamiento junto a la iglesia donde se deja el coche hay además baños públicos. A nosotros nos gustó mucho el sitio, es pequeñita pero muy bonita y estuvimos un rato haciendo fotos y disfrutando del día tan bueno que hacía.
A una media hora de allí siguiendo por la carretera 1 está Blönduós, un pueblo eminentemente agrícola situado en la desembocadura del río Blanda. En él destaca la moderna iglesia local, con forma de cráter volcánico, que nos llamó tanto la atención que no pudimos evitar parar a hacerla unas fotos.
En este pueblo está también Hafíssetur, un museo sobre el hielo marino ártico situado en la casa Hillebrandt, una de las construcciones de madera más vieja de todo el país.
Un poco más adelante paramos junto a una zona curiosa, llena de montículos de tierra. Había un grupo de turistas por allí pero el único cartel de la zona hacía referencia a Thrístapar, indicando que allí se había producido la última ejecución del país en 1830, la de una pareja que había matado a otras 2 personas al provocar un incendio en su granja.
Buscando después información supimos que este lugar era famoso por ese hecho aunque se trata también de una zona especial a nivel geológico por esta acumulación de montículos que recibe el nombre de Vatnsdalshólar, ocupando en su conjunto unos 4 kilómetros cuadrados, y que se cree se formaron al final de la Edad de Hielo por un inmenso deslizamiento de tierras que hizo que se acumularan los restos en estas lomas. Hay tantas que se dice que son incontables.
Con el sol cada vez más bajo continuamos por la Ring Road dejando atrás la península de Vatnsnes, famosa por su colonia de focas y por la curiosa formación rocosa próxima a la costa de Hvítserkur, que por desgracia tuvimos que dejar para la siguiente visita al país.
Llegar a Snaefellsnes a una hora decente era prácticamente imposible, ya que acceder a la península por la carretera del norte implicaba recorrer más de 50 km por pistas de gravilla y si accedíamos por el sur había que dar un gran rodeo bajando hasta Borgarnes, y aunque podríamos seguir pese a hacerse de noche, en Islandia al haber muy pocas poblaciones apenas hay zonas iluminadas por lo que nos hubiese costado bastante encontrar el lugar que buscábamos. Por ello, decidimos cambiar de planes y quedarnos esa noche en la zona de Reykholt, que inicialmente pensábamos visitar de camino a Reykjavik tras recorrer Snaefellsnes al día siguiente.
Cerca de las 20.30 y ya prácticamente de noche, llegamos al aparcamiento de Hraunfossar, casi al fondo del valle para al día siguiente hacer el camino en sentido contrario visitando los lugares de interés. Para ello habíamos continuado por la Ring Road hasta el cruce con la carretera 50 que va hacia Reykholt y de ahí habíamos seguido por la 518 hasta Hraunfossar.
José aprovechó para hacer alguna foto de la curiosa cascada mientras se hacía la cena, quedándonos con ganas de que llegase la mañana siguiente para verlo en todo su esplendor.
Esa noche hacía bastante frío y tras cenar algo calentito nos fuimos enseguida a dormir, bien tapaditos con los nórdicos para no congelarnos.
Durante cerca de una hora volvimos a deleitarnos con este maravilla de la naturaleza, quién iba a decirnos cuando comenzamos el viaje que conseguiríamos cumplir nuestro sueño de ver auroras no una, sino dos veces!!
Y no puedo acabar la entrada sin desearos a tod@s unas muy Felices fiestas!!!! Que en el 2015 se cumplan muchos de vuestros sueños!! Nosotros intentaremos seguir cumpliendo los nuestros :D
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