Nuestro último día por la zona del Jungfrau queríamos tomárnoslo con calma después del madrugón del día anterior. Aparcar gratis en Suiza es complicado pero en esta zona es casi imposible, por lo que habíamos preguntado en el camping si podíamos dejar el coche allí mientras pasábamos la mañana por Lauterbrunnen y nos dijeron que no había problema, que lo dejáramos en una explanada a la entrada del camping con la pegatina que nos habían dado al llegar para distinguirnos como clientes.
El plan del día era recorrer las cascadas de los alrededores, incluidas las de Trümmelbachfalle, para las que ya habíamos comprado la entrada en el propio camping, acercarnos después a Grindelwald para hacer la ruta al lago Bachalp y acabar el día visitando Interlaken, aprovechando para hacer algo de compra.
El día amaneció con buena temperatura pero con bastantes nubes, nada que ver con el día despejado que habíamos tenido para subir al Jungfraujoch, confirmándose la suerte que habíamos tenido.
Las cascadas encañonadas de Trümmelbach se encuentran a unos 3 km de Lauterbrunnen y aunque tienen parking gratuito, preferimos ir dando un paseo para disfrutar del espectacular entorno.
En lugar de ir por la carretera principal, hay un camino asfaltado interior que conecta las granjas de la zona (por el mismo que se accede al camping Jungfrau) que permite llegar hasta allí de forma mucho más tranquila en unos 30 minutos.
El valle de Lauterbrunnen se caracteriza por prados de color verde intenso salpicados por granjas de madera y por paredes verticales a ambos lados, surcadas por espectaculares cascadas, como Spissbach o Buchenbach.
El valle está surcado por el río Weisse Lütschine, cuyo nombre da idea del color blanco del agua que viene directamente de los glaciares del Eiger, Mönch y Jungfrau a 3.000 metros de altitud. Este río se junta en Zweilutschinen con el Schwarze Lütschine, que recorre el valle de Grindelwald durante 12 km. La "rivalidad" entre vecinos de ambos valles les lleva a comparar sus ríos según cuanto de limpios son sus habitantes: mientras que los del Weisse dicen que los otros eran tan sucios que volvieron el río negro, los del Schwarze les acusan de no lavarse nunca y que por eso tienen el río tan blanco.
Para llegar a Trümmelbachfalle debemos abandonar el camino y cruzar el río y la carretera principal, flanqueada por impresionantes casas de madera.
A pocos metros de allí encontramos el aparcamiento y la entrada a las cascadas. Están abiertas de 9 a 17 horas de principios de abril a primeros de noviembre y julio y agosto de 8:30 a 18 h. Habíamos leído que en 2014 no aceptaban tarjetas, aunque no pudimos comprobarlo ya que llevábamos los tickets comprados del camping. Al poco de entrar hay unas escaleras y junto a ellas una especie de funicular/elevador con el que se llega rápidamente a la parte superior. También hay un panel informativo con todas las cascadas y saltos que forman el recinto. Aunque suene un poco vago decidimos subir en el ascensor y bajar a pie parando en cada una de ellas.
Una vez arriba se trata de seguir las indicaciones para recorrer toda la garganta, con tramos exteriores y otros por dentro de la montaña iluminados. Se tarda algo menos de 1 hora en hacer el recorrido completo.
Resulta espectacular lo que el agua procedente de los glaciares que vimos el día anterior es capaz de formar, gracias a un caudal de hasta 20.000 litros por segundo. Son además las únicas cascadas de Europa de origen glaciar por dentro de una montaña accesibles y drenan un área de 24 kilómetros cuadrados Patrimonio natural de la UNESCO.
En la roca se forman también curiosos huecos que permanecen iluminados y donde casi todos hacemos cola para hacernos una foto.
Afortunadamente no había mucha gente cuando llegamos y pudimos disfrutarlo con tranquilidad y hacer alguna foto. Ya en la parte final llegó un grupo bastante grande y cambia mucho de verlo solos a hacerlo con mareas de gente.
El recorrido no tiene pérdida, se trata de ir bajando por escaleras asomándose a ver los saltos de agua hasta llegar abajo.
Aunque está claro que el agua y la roca son los protagonistas indiscutibles del lugar, nos gustaron mucho también las vistas sobre el valle que hay desde allí.
Desde donde se coge el ascensor se puede bajar aún un par de tramos más andando hasta llegar al punto más bajo, donde hay un rincón que merece la pena ver. Allí el agua glaciar se remansa y forma el mayor afluente del Weisse Lütschine.
Al acabar el recorrido regresamos hacia el camping primero un poco por la carretera y luego ya de nuevo por el camino interior, ya que la carretera no tiene apenas arcén. Vamos dejando atrás al fondo del valle muchas otras cascadas como las de Schmadibbach o Mürrenbach, así como el acceso en teleférico al pueblo de Mürren o al famoso Schilthorn, donde se encuentra el restaurante giratorio Piz Gloria en el que se rodó la película de James Bond "Al servicio de su majestad" en 1969.
Disfrutando del camino de vuelta llegamos de nuevo al camping y nos acercamos a ver la Stauchbachfall, a un par de minutos de allí.
A sus pies hay una explanada de gravilla con bancos y WC, pero el aparcamiento más cercano es el que hay junto a la iglesia, a unos 5 minutos y de pago (con parquímetro).
Se puede subir andando hasta ella en unos 10 minutos a través de un sendero que va en parte por dentro de la montaña, aunque prácticamente lo único que se consigue es mojarse porque las vistas no son nada buenas, desde donde mejor se ve es desde el camino que va hacia el camping. Algo que nos sorprendió es que al inicio de la subida había unas cajas con bastones que la gente podía coger libremente para ayudarse durante el ascenso.
Regresamos a la furgo y pusimos rumbo a Grindelwald, nuestro siguiente destino del día. Aunque apenas nos detuvimos a ver el pueblo no nos gustó demasiado, ya que a pesar de haber multitud de casas típicas de madera nos pareció que han sucumbido al turismo de masas y abundaban hoteles y tiendas allá donde miraras, habíamos visto otros muchos lugares con más encanto durante lo que llevábamos de viaje.
Nuestro destino allí era Bachalpsee, un lago a 2.265 metros de altitud al que se llega con un telecabina que sale desde la parte alta del pueblo y luego caminando durante 1 hora aproximadamente.
El telecabina de First se coge en una paralela por detrás a Dorfstrasse, a la altura del Hotel Steinbock. Delante del hotel hay un aparcamiento donde se puede dejar el coche y en el que hay WC gratis. Como es habitual allí el parking es de pago, tipo zona azul, aunque nosotros tuvimos suerte porque ese día no funcionaba el parquímetro. Junto a la estación de tren hay también aparcamientos, pero se encuentran a unos 15 minutos andando del telecabina.
Compramos los billetes del telecabina en las taquillas, que al tener la Half Fare Card nos costaron la mitad (29 CHF/persona ida y vuelta) y subimos con muchas ganas por ver lo que nos íbamos a encontrar.
Se sube en tres tramos, con dos paradas intermedias en Bort y Schreckfeld en las que no hace falta bajarse, y ya desde el propio telecabina las vistas son impresionantes.
En unos 30 minutos llegamos a la estación superior de First, a unos 2.100 metros de altitud, con la sensación de que ha sido una buena elección está ruta para despedirnos de la zona. Aprovechamos que es la hora de comer para buscar un banco por allí y prepararnos unos ricos bocatas. Al acabar ponemos rumbo al Bachalpsee (ver track aquí).
El camino no tiene pérdida, está señalizado, es bastante ancho y está muy transitado.
A los pocos minutos pasamos junto a una cafetería que permanece cerrada, ya que se abre durante la época invernal para los amantes de los deportes de nieve. Allí hay un magnífico mirador y un chico español se ofreció a hacernos unas fotos. Estuvimos un rato hablando con él y nos comentó que estaba haciendo el Interrail en solitario y que llevaba unos días por la zona.
Seguimos avanzando, primero con una subida suave prácticamente constante y después llaneando y con algún descenso, dejando atrás el edificio de madera de la cafetería donde acabamos de estar.
Aproximadamente una hora después de iniciar la ruta llegamos a nuestro destino, donde encontramos 2 lagos comunicados. El Bachalpsee es el superior, con una superficie de unas 8 ha.
Sin embargo, las fotos habituales reflejándose en el agua las montañas de enfrente son en el inferior, mucho más accesible.
Por desgracia el día estaba bastante nublado, pero aún así disfrutamos mucho de las vistas y de este precioso rincón. Hicimos algunas fotos más, descansamos un ratín e iniciamos el regreso.
Tanto desde el lago como durante todo el camino se disfruta de unas vistas impresionantes de las montañas del otro lado del valle, con los glaciares Oberer y Unterer Grindelwald y varios cuatromiles como el Fiescherhorn (4.048 m), el Lauteraarhorn (4.042 m) y el Schreckhorn (4.078 m), este último en ocasiones envuelto por las nubes.
También se distinguen el Wetterhorn y el Eiger que aunque no alcanzan los 4.000 metros de altitud son quizá más fáciles de reconocer.
Pese a haber bastante gente realizando la ruta no resultaba nada agobiante, y más comparado con el Eiger Trail del día anterior, ya que este camino es bastante ancho, aunque quizá la hora también ayudaba a que estuviese más tranquilo.
Al regresar vimos que había un mirador aéreo en la parte trasera de la estación del First, al que se accedía por una pasarela fijada a la pared y allá que me fui.
Mientras, José se quedó en el camino esperando para hacerme alguna foto y que se viera desde lejos la plataforma.
Desde la pasarela se ve el fuerte cambio de pendiente que permite que se formen cascadas como la de Milibach y parte del camino que habíamos recorrido para llegar al Bachalpsee y donde se había quedado José para hacer las fotos.
Como suele ocurrir en estos casos, hay que tener paciencia para acceder a la parte final del mirador, ya que suele haber gente esperando para hacerse fotos, aunque en mi caso fueron tan sólo un par de minutos.
La espera merece la pena y las vistas son espectaculares, añadiendo a la imagen de los picos de enfrente la de la cascada de Milibach y el valle de Grindelwald.
La cumbre del Wetterhorn es quizá una de las más fáciles de reconocer y a su derecha vemos el Schreckhorn, que tiene delante al picudo Kleines Schreckhorn (3.494 m) y el glaciar Oberer Grindelwald.
La parte final de la plataforma es acristalada, para poder ver el suelo a través de ella, mientras que el resto es de rejilla metálica, no apto para personas con vértigo.
Pero tocaba ya regresar al telecabina para iniciar el descenso hacia el coche. No podíamos irnos de allí sin despedirnos de la simpática amiga junto a la que habíamos comido un par de horas antes.
En la zona se pueden hacer muchas actividades además de senderismo. Nos llamó la atención la tirolina de 800 metros First Flieger, que une las estaciones de First con Schreckfeld y en la que se pueden llegar a alcanzar velocidades punta de 84 km/h. Sin embargo la cantidad de gente que había esperando para tirarse y su precio (29 CHF/persona) nos echó para atrás. Si se compra combinado con el billete de tren podemos ahorrar 5 CHF, ya que cuesta 53 CHF por persona con la Half Fare Card.
Durante la bajada en el telecabina, además de disfrutar de los últimos momentos que nos quedaban en ese maravilloso entorno, vimos a varias personas practicando otros de los atractivos que se ofrecen en First: el alquiler de Trottibikes y de "carritos de montaña".
Con los primeros se puede descender por una pista que une Bort y Grindelwald y con los segundos (mezcla de kart y trineo) se baja de Schreckfeld a Bort, por 19 CHF cada uno (excluidos billetes de telecabina). Si se quieren probar todas las actividades ofrecen también billetes combinados por 91 CHF (79 con Half Fare Card), que incluyen telecabina a First, tirolina, trottibike y carrito.
Una vez en el coche pusimos rumbo a Interlaken, donde queríamos aprovechar para hacer unas compras en alguno de los supermercados de las afueras de la ciudad. Entramos en el primero que encontramos, el centro comercial Oberland Shopping que cuenta con un par de tiendas de alimentación. Aunque para no variar nos asustamos un poco con los precios, nos atrevimos a intentarlo de nuevo con los quesos, ya que la mala experiencia de unos días antes que justo elegimos uno que sabía y olía a podrido nos había quitado un poco las ganas de arriesgar.
Acabadas las compras buscamos aparcamiento en el centro de la ciudad para dar un paseo. Como encontrar aparcamiento gratis sin conocerlo era misión imposible, lo dejamos en un aparcamiento de zona azul en la calle Neugasse, cerca de la calle principal. No todos los aparcamientos tienen las mismas tarifas ni horarios, en este se pagaba 2 CHF/hora de 7 a 19 h y además el parquímetro admitía euros.
Sin saberlo teníamos al Oficina de turismo a unos metros de allí (en Höheweg 37), pero el desconocimiento nos llevó en sentido contrario y estuvimos un rato dando vueltas. Al final la encontramos y nos hicimos con un mapa para recorrer los lugares de interés del centro. En julio y agosto está abierta de 8 a 19 h de lunes a viernes, de 8 a 17 los sábados y de 10 a 16 los domingos.
Nos recomendaron, además de la zona centro, el Altstad y la estación del Harderbahn, que se encuentra en alto y desde donde hay buenas vistas de la ciudad.
Buscando la Oficina de turismo habíamos llegado hasta la estación de Interlaken West y habíamos visto que por esa parte no había mucho de interés, por lo que recorrimos la avenida principal (Höheweg) hacia el este. Esta es la calle comercial de la ciudad, con multitud de tiendas de lujo y de souvenirs.
Así llegamos hasta el Casino Kursaal, centro de congresos famoso por sus jardines y su reloj floral. El edificio principal ha sido renovado en multitud de ocasiones desde que se construyó en 1859 y en la actualidad incluye algunas construcciones modernas.
Interlaken debe su nombre a un monasterio fundado aquí en el s. XII bautizado como Inter Lacus, por encontrarse entre el Brienzersee y el Thunersee (see = lago en alemán).
Siguiendo por la calle principal, una vez pasada la explanada de Höhe-Matte donde aterrizan muchos de los numerosos paracaidistas que hay por la zona (allí se encuentran varios puestos para contratar estas actividades), llegamos a la Schlosskirche y el Japanischer garten. El origen de este último está en el hermanamiento de Interlaken con la ciudad japonesa de Otsu en 1978.
Continuamos el paseo hasta el English Garten, bastante más feo que el anterior y decidimos cruzar el río Aare para regresar por el paseo del otro lado, el Godley Promenade, dejando la subida al mirador para otra ocasión.
El río Aare se divide en dos al llegar a la isla fluvial situada a la altura del Altstad. Una de las ramas está canalizada por unas antiguas instalaciones que añaden encanto al lugar.
Habíamos decidido ir hasta allí para acercarnos a ver el centro antiguo, el Altstadt, aunque nos decepcionó un poco, no nos pareció que mereciese mucho la pena y si no se tiene tiempo se puede evitar, ya que sólo son destacables los alrededores de la iglesia.
Lo que en principio iba a ser un día tranquilo se había convertido en un día sin apenas descanso y teníamos ya ganas de cenar e irnos a dormir. Así que regresamos al coche y pusimos rumbo al furgoperfecto que habíamos mirado para esa noche, en la localidad de Merligen, a unos 10 km de Interlaken y a orillas del Thunersee.
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