domingo, 27 de agosto de 2023

Valverde de los Arroyos, Umbralejo y Hayedo Tejera Negra

Valverde de los Arroyos

Aunque en este valle encontramos otras localidades como Almiruete o Palancares, no nos parecieron tan destacables como Valverde de los Arroyos, además de la dificultad que encontramos para dejar la furgo en ellas y que nos hizo verlas desde el coche en lugar de detenernos con calma. 


El paisaje en cambio es muy chulo a lo largo de todo el valle, con zonas de pinar y robledal, y merece la pena recorrer estos kilómetros con calma para encontrar por ejemplo algún corzo.

Para aparcar en Valverde de los Arroyos (aunque hay un pequeño aparcamiento a la entrada este es sólo para residentes) debemos ir a la parte alta del pueblo donde encontramos una gran explanada asfaltada pero bastante inclinada a 5 minutos andando del centro del pueblo. 

En Park4night podemos encontrar fotos y más información, como que para vehículos muy grandes como autocaravanas el acceso puede ser complicado. 

También antes de llegar al pueblo hay una zona de merendero donde descansar e incluso hacer barbacoa (precintadas durante el verano).


En cuanto al pueblo de Valverde nos gustó especialmente, sino el que más de todos los que visitamos está seguro en el top 3. 





Aunque no es muy grande está muy cuidado y bien conservado, es tranquilo pero con algo más de ambiente que otros y la plaza mayor es muy amplia y fotogénica, con una fuente de piedra y una pequeña bolera aún en uso, especialmente en las noches de verano.


En uno de los laterales está la Iglesia parroquial de San Ildefonso de 1732 con mampostería de caliza, cuarcita y pizarra y que se ubica en el mismo lugar que su predecesora, construida 2 siglos antes por los vecinos para no tener que ir hasta Galve a oír misa. 



Hay además un Museo etnográfico que recoge una exposición de utensilios antiguos, paneles y un telar dando idea del modo de vida y arquitectura predominante en la zona.

De esta localidad parte también una de las rutas más populares de los alrededores, la de las Chorreras de Despeñalagua. Es casi un paseo de unos 4 km ida y vuelta y apenas 150 m de desnivel, apta para toda la familia, aunque durante la mayor parte del recorrido no hay mucha sombra por lo que en verano sería recomendable evitar las horas centrales del día. 

La ruta se inicia al otro lado de la plaza, junto al parque y el campo de futbol, avanzando primero entre frutales, un castañar y nogales de tamaño considerable, con el pico Ocejón de más de 2.000 m de altitud al fondo.

Poco después la vegetación cambia para dar paso a los brezos y el camino se convierte en senda que avanza junto a un canal de riego, con el río unos cuantos metros por debajo de nosotros.  

 

Finalmente se llega a la pared rocosa que cierra el valle y desde la que cae el agua desde más de 80 metros formando la conocida Chorrera. 


Podemos llegar hasta su base y descansar en las piedras cercanas ya que en este punto hay más árboles y encontramos sombra y agua para refrescarnos. 



Toda la información detallada y el track de la ruta está en Wikiloc.


De vuelta al pueblo escogimos para comer el Mesón Despeñalagua, uno de los que habíamos visto recomendados (el otro estaba cerrado). Es un restaurante pequeño y agradable y pagamos 34 € por unos huevos rotos con jamón y cecina, una lasaña de verduras y un plato de migas más bebida (agua) y pan. Salvo las migas que no eran nada del otro mundo nos gustó la comida pero sólo había una persona atendiendo por lo que se nos hizo un poco lento el servicio, principalmente en hora punta cuando se llena al ser el único restaurante abierto.


Umbralejo

Umbralejo es un pueblo deshabitado expropiado por la administración y actualmente forma parte del Programa de Recuperación y Utilización Educativa de Pueblos Abandonados (PRUEPA), que desde 1984 trata de ofrecer una experiencia de aprendizaje en el medio rural y contacto con el medio natural educando en valores como la sostenibilidad. 


Semanalmente acogen a 25 alumnos de 2 centros educativos (institutos, centros de educación especial, escuelas taller...) de edades comprendidas entre los 14 y 18 años y 4 profesores y a mí me hacía especial ilusión visitarlo porque participé con 14 años, no había vuelto desde entonces y fue una experiencia que me encantó (tanto que repetí al año siguiente en Granadilla) y que recomiendo a todos los jóvenes si tienen posibilidad de ir con su centro educativo.


Y es además otro ejemplo de arquitectura negra con construcciones de pizarra y cuarcita, que se han ido reformando con ayuda de los estudiantes. 

             

De hecho ya están la mayoría de casas recuperadas, salvo la Iglesia, y se han habilitado para hospedar a los jóvenes y realizar talleres y otras actividades.


Antiguamente la gente que vivía aquí se dedicaba a los cultivos de secano (trigo, cebada, centeno...) porque los suelos son bastante pobres y de escasa profundidad, lo que unido a la falta de agua no les hacía especialmente fértiles y quedaban los cultivos hortícolas restringidos a la zona de vega. 


El pueblo se puede visitar gratuitamente dejando nuestro vehículo en un aparcamiento que hay junto a la carretera a pocos metros de la entrada (no entrar con el coche por la pista de acceso ya que hay una barrera que cierren a determinadas horas). La visita es libre en horario de 11 a 13 y de 16 a 18 horas de lunes a domingo. 

Nosotros lo encontramos vacío, sin niños ni personal educativo, únicamente una persona de mantenimiento, ya que era víspera de Semana Santa y en muchas comunidades ya habían comenzado las vacaciones escolares. Lo bueno es que estaba muy tranquilo y pudimos verlo con calma.


Tienen además animales como gallinas, ocas, un burro, un caballo y ovejas de los que aprenden a ocuparse los estudiantes durante su estancia.




Cantalojas y Hayedo de la Tejera Negro

Si continuamos hacia el norte por la carretera de Umbralejo atravesamos una zona de pinar y un puerto de montaña para cambiar a la otra vertiente donde encontramos localidades como Cantalojas o Galve de Sorbe, conocida por su castillo.


Estos ya no son pueblos ejemplo de arquitectura negra pero Cantalojas es conocido por ser la puerta de entrada al Hayedo de la Tejera negra, famoso por ser uno de los más meridionales de la Península. El pueblo en sí no nos llamó especialmente la atención, aunque tiene varios servicios como tienda y restaurantes, pero la ruta por el hayedo nos gustó mucho pese a no ser a priori la mejor época para visitarlo o al menos no comparable al espectáculo de colores otoñal.



Además si en lugar de desviarnos a Cantalojas continuamos hacia el norte encontramos también una zona de vegas muy chula, diferente a la zona de pinar y montaña de la que veníamos. 


Si se viaja en furgoneta o autocaravana un buen lugar para pernoctar es el aparcamiento junto al Centro de interpretación a la entrada del Parque Natural, ya que es una explanada grande, bastante plana y hay baños en el centro que cuando está abierto se pueden usar. Nosotros lo encontramos cerrado pero le faltaban pocos días para abrir ya que la temporada empieza en abril, se puede encontrar toda la información en su web


El Hayedo de Tejera negra es uno de los más meridionales de Europa (junto con los de Montejo de la Sierra en Madrid, Riofrío de Riaza en Segovia y puertos de Beceite en Tarragona) gracias al clima existente más parecido al atlántico, con verano suave sin sequía gracias a las tormentas y las nieblas. 

Actualmente integrado dentro del Parque Natural de la Sierra Norte de Guadalajara, en 2017 entró en la lista de Patrimonio de la Humanidad junto a otros bosques similares. Regado por los ríos Zarzas y Lillas se puede recorrer mediante 3 recorridos circulares señalizados, dos a pie y uno para BTT.


El de BTT recibe el nombre "Ruta del río Zarzas" y son 21 km y unos 450 metros de desnivel mayoritariamente por pista de gravilla. Está señalizado con postes de madera y líneas rojas partiendo del Centro de interpretación. José lo hizo en aproximadamente 1 hora y el track está disponible aquí.




Del centro sale también la ruta a pie denominada "Senda del Robledal" de 17 km, señalizada con balizas de color verde y con posibilidad de enlazar con la de Carretas.

En todos los casos se puede llevar perro pero debe ir atado.


La tercera opción es la "Senda de carretas" la más corta de todas (6 km) y la que escogimos nosotros. El inicio se encuentra en otro aparcamiento ya dentro del Parque natural, a 8 km del Centro de interpretación. 

Se llega hasta él por una pista de gravilla en buen estado con unas vistas que dan idea de lo que nos vamos a encontrar pero para aparcar aquí se pide reserva (con pago de tasas correspondiente), obligatoria en octubre, noviembre y Semana Santa y recomendable el resto del año. Los precios son de 4,55 € por turismo o 7,61 € por autocaravanas.


A nosotros siendo fuera de temporada no nos pidieron nada, solamente estábamos otro vehículo y nosotros, aunque el día no era el mejor porque hacía mucho viento y llovía a ratos. Lo que sí hay que saber es que en este aparcamiento, grande y plano junto al río Lillas, está prohibido pernoctar. 


La ruta nos gustó mucho y la recomendamos totalmente, es muy completa. Saliendo del aparcamiento la primera parte avanza junto al río por el valle. 


Al poco se inicia el ascenso tras cruzar el arroyo de Carretas y nos adentramos en el robledal/hayedo. Aunque está señalizada con postes de madera y marcas blancas hay puntos donde faltan indicaciones y es mejor llevar el track

 


Nos sorprende que pese a no ser la mejor época (en otoño tiene que ser espectacular con los colores de las hojas) está muy bonito gracias a los robles, algunos no han perdido las hojas pero incluso las que han caído dan un color vivo muy chulo en el suelo. 



A lo largo del recorrido hay que cruzar el arroyo por varios puentes, algunos de madera y otros de piedra, que nos permite disfrutar de los numerosos saltos de agua, una ventaja de visitarlo en esta época.

 


También se pasa junto a una carbonera, reproducción de las antiguas estructura tradicionales utilizadas para obtener carbón tras una combustión de unos 10 días y formada por pilas de leña cubiertas de hojarasca y tierra. De hecho de esta actividad deriva el nombre de la senda ya que este camino era el usado para transportar en carros el carbón producido en el hayedo. 



La subida continúa entre hayas y se llega al tramo de mayor pendiente, aunque también quizá de mayor belleza, más agreste y todo el rato junto al curso de agua.

 

A medida que ganamos altura nos reencontramos con los pinos silvestres que habíamos visto al inicio de la ruta y descubrimos los primeros tejos. 

 

Tras pasar el último puente, el único de piedra, se debe continuar recto para subir a la Pradera de Matarredonda, un gran mirador de toda la zona. 

Sin embargo nosotros nos equivocamos y seguimos el curso del arroyo hacia la izquierda, que es el recorrido que figura en el track

 

No nos dimos cuenta hasta que reconectamos con el camino principal pero no nos importó mucho porque la subida, aunque dura, fue por un entorno muy bonito.


Fuimos hasta el mirador para disfrutar de las vistas con el pico de la Buitrera (2.045 m) predominante, aunque el fuerte viento nos hizo darnos la vuelta enseguida. En otoño tiene que ser espectacular con los colores de las hojas de las distintas de especies.



Finalizada la subida se continúa un rato llaneando y se va dejando atrás el hayedo para adentrarse en un tramo final de pinar, aunque antes de eso encontramos un tejo de gran tamaño y antigüedad.

Este hayedo fue talado a mata rasa al menos en dos ocasiones (1860 y 1960) por lo que los ejemplares de haya que encontramos son relativamente jóvenes, procedentes del rebrote de los tocones de árboles cortados, aunque en algunas zonas existen ejemplares de más de 300 años.

Finalmente se pasa por una bifurcación en la que debemos coger el camino de la izquierda (el de la derecha es la conexión con la Senda del Robledal), que descendiendo nos lleva en pocos minutos de vuelta al aparcamiento.  




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