sábado, 26 de diciembre de 2015

Día 6 en Noruega (19/08): Lustrafjorden, visitando el glaciar Nigardsbreen, la Urnes stavkyrkje y la cascada Feigefossen y paisajes alpinos de Jotunheimen


El sexto día de viaje nos despertamos alrededor de las 9 con un día espléndido, el cielo azul sin apenas nubes y un sol que daba directamente sobre la terraza de la cabaña, lo que hizo que nos animáramos a desayunar fuera y que empezáramos el día con las pilas bien cargadas.



Tras recoger todo retomamos el camino con pena por saber que dejábamos atrás uno de los mejores momentos del viaje. Nuestro primer objetivo del día era el glaciar Nigardsbreen, pero primero quisimos hacer una breve parada en la iglesia de Nes que habíamos visto el día anterior.


Se trata de una iglesia de madera blanca con espacio para 110 feligreses, construida en el año 1836 tras el derribo de la iglesia anterior del siglo XIV. A su alrededor se encuentra el cementerio de la parroquia a los pies del fiordo





Desde allí pusimos rumbo a Nigardsbreen, una de las lenguas del glaciar Jostedalsbreen. Para llegar retrocedimos hasta Gaupne donde se coge la carretera 604 que remonta el río Jostedola. Posteriormente se convierte en la Fv334 hasta la desviación señalizada del glaciar, a unos 30 km de Gaupne. Se trata de un valle bastante cerrado, surcado por una corriente caudalosa y con varias cascadas en sus verticales paredes que se ven fácilmente desde la carretera pero a las que no hay acceso señalizado.




En el desvío hacia Nigardsbreen (señalizado) hay un hostal y un poco más adelante se encuentra el Breheimsenteret o Centro de visitantes de los Parques Nacionales Jostedalsbreen y Breheimen, curioso edificio cuya arquitectura se inspira en las formaciones de hielo del glaciar, donde se pueden contratar las excursiones con crampones y obtener información sobre la zona.




Además cuenta con cafetería, tienda de recuerdos y un pequeño museo cuya entrada son 60 NOK. En el exterior hay también varios paneles informativos con mapas como el de la foto. Se puede encontrar más información en este folleto.





Desde este punto ya se ve el glaciar a lo lejos. Para llegar hasta él hay que andar algo menos de una hora desde un parking a unos 3 km de allí, pero una barrera nos recuerda que recorrerlos en coche no nos sale gratis.




Tras pagar el peaje de 40 NOK con tarjeta (a la primera no nos funcionó bien y tuvimos que repetir el proceso pero sólo nos lo cobraron una vez) seguimos por la estrecha carreterilla que acaba en un aparcamiento con baños y mesas de picnic.





Al fondo de la explanada empieza el camino que permite llegar al pie del glaciar. Hay que decir que no es un camino sencillo, hay que andar sobre piedras que si están mojadas pueden resbalar, aunque se puede hacer bien si se va con cuidado y sin prisa. Al inicio hay algunos tramos con escaleras para facilitar el paso en puntos complicados.







Existe también la opción de hacer algo más de la mitad en barca por 30 NOK ida o 40 ida y vuelta. Este servicio está disponible entre las 10 y las 18 horas del 10 de junio al 30 de agosto dejando a la gente en un pequeño embarcadero a unos 20 minutos del borde del glaciar. Nosotros optamos por el camino y aunque hacía calor lo llevamos bien, disfrutando del entorno espectacular.

 


Dentro de las muchas actividades que se pueden realizar en la zona destacan los trekking por el glaciar. Estos hay que contratarlos en el Centro de visitantes, con al menos hora y media de antelación. El punto de encuentro es igualmente el aparcamiento al final de la carretera, donde se debe estar disponible media hora antes del inicio de la actividad (excepto para el Family walk). Sus precios van desde los 260 NOK hasta más de 3000 según la duración y dificultad, y los guías proporcionan el material necesario. Nosotros ya habíamos vivido esta experiencia un año antes en Islandia y aunque nos encantó, decidimos dejarlo para otra ocasión y ahorrar algo de tiempo y dinero para el resto del viaje.



En el tramo final del recorrido se pierde el camino y hay que avanzar improvisando un poco piedra a través. Algo a tener en cuenta es que aunque haga un día estupendo como el que tuvimos nosotros, pasando incluso calor yendo y volviendo del glaciar, es importante llevar ropa de abrigo ya que junto al hielo la temperatura es bastante inferior.



Lo bueno que tiene este glaciar es que se puede llegar andando prácticamente hasta el hielo sin grandes dificultades. Nosotros nos quedamos a unos metros, sin cruzar el puente de madera que salva el torrente que surge a sus pies, disfrutando de las vistas desde un mirador de excepción....




... tanto del glaciar como del valle que se abre a sus pies...





Tras disfrutar un rato del espectáculo, con los distintos colores entre blancos y azules que coge el hielo, sus formas caprichosas, y las cascadas y torrentes que abundan a su alrededor, no nos quedó más remedio que emprender el camino de vuelta.







Tras parar en Gaupne en un pequeño centro comercial que hay con supermercado, farmacia y otras tiendas a hacer unas compras, seguimos hasta el pueblo costero de Solvorn, donde íbamos a coger el barco que cruza el fiordo para visitar la iglesia de madera de Urnes. De camino continuamos maravillándonos con los paisajes que se abrían ante nuestros ojos, con verdes y azules intensos, salpicados del blanco de la nieve y las casas de madera de colores.






Una vez en Solvorn, esperamos a que llegase el ferry situando el coche tal y como nos indicaron para embarcar. Este barco es algo más pequeño que los que habíamos cogido hasta entonces y el coche había que meterlo marcha atrás para que luego saliera de frente. En este caso, donde el principal objetivo de cruzar el fiordo es ver la Urnes stavkyrkje, lo que hace mucha gente es dejar el coche en Solvorn, cruzar en el barco a pie a ver la iglesia y volver.





Sin embargo nosotros queríamos continuar el viaje desde allí por lo que compramos billete también para el coche (133 NOK en total). En verano los barcos salen a en punto de Solvorn y a y media de Ornes y el trayecto dura unos 20 minutos, lo que permite disfrutar de las vistas con tranquilidad. Nosotros cogimos el de las 14 por lo que además aprovechamos el trayecto para comer.






El pueblo de Ornes es muy pequeño y sin duda su principal reclamo es la Urnes stavkyrkje. Sin embargo al desembarcar nos encontramos que la iglesia se encuentra en la parte alta del pueblo y si se va andando hay que subir unos 100 metros de desnivel a lo largo de 2 km de carretera sin apenas sombra, nada apetecible a mediodía de un día como aquel con más de 20 grados. Nosotros fuimos afortunados al subir en coche y encontrar sitio donde dejarlo, ya que el pequeño aparcamiento que hay junto a la iglesia apenas tiene 6 plazas y en caso de no encontrar habría que dejarlo en el parking próximo al puerto.




La Urnes stavkyrkje es una de las iglesias de madera más famosas de los fiordos noruegos, nombrada Patrimonio de la humanidad de la UNESCO en 1979. Aunque la mayor parte de lo que vemos hoy en día es del s. XII, tiene partes originales del siglo XI lo que la convierte en la más antigua de las 28 que se conservan en la actualidad, todas ellas en Noruega. Entre el 2 de mayo y el 30 de septiembre abre a diario de 10:30 a 17:45 horas pero sólo se puede acceder a su interior mediante visita guiada por 80 NOK por persona, debiendo solicitarlo en la casa de color blanco que hay frente a ella.






Nosotros nos conformamos con verla desde fuera y ya desde ahí impresiona, aunque no sabría decir si más que otras que habíamos visto ya que cada una tiene algo especial, su tamaño, su antigüedad, el entorno...




Nuestra siguiente parada estaba bastante cerca de allí, la cascada Feigefossen que se veía desde la cabaña del camping Viki donde habíamos pasado la noche anterior. Se encuentra a unos 12 kilómetros al norte de Ornes, profundizando en el Lustrafjord a través de la carretera Fv331 que bordea el fiordo y que es tanto o  más estrecha que la 55 del otro lado en su tramo final. Sin embargo merece la pena recorrerla para disfrutar del fiordo en todo su esplendor y por la bonita excursión a la cascada.



Para hacer la ruta se puede dejar el coche en una explanada que hay unos 300 metros después de pasar la cascada, debajo de la granja Feigum, donde encontramos también algunos paneles informativos y mesas de picnic. Desde allí andando por la carretera se llega al inicio del sendero, junto al puente que cruza la corriente que viene de Feigefossen y que desemboca en el fiordo a pocos metros.





El camino va bastante tiempo junto al torrente y es algo empinado, ya que en unos 45 minutos y 1,8 km se llega a un mirador bajo la cascada a 150 metros de altura, pero no tiene pérdida y es muy fácil de seguir.




Cuando llegamos al mirador pensábamos que se vería desde más cerca y como había un grupo haciéndose fotos, en lugar de esperar a que acabaran decidimos explorar un poco por un sendero algo más cerrado que avanzaba en dirección a ella.



Aunque así conseguimos llegar casi hasta sus pies el camino es mucho más incómodo y está todo bastante embarrado. A esto se añadía que la cortina de agua que se dirigía hacia nosotros nos impedía hacer fotos con facilidad y teníamos que resguardarnos detrás de una roca enorme y sacarlas cuando parecía que llegaba menos agua. Aún así nos gustó mucho la aventura y el estruendo y la magnitud de la cascada causa mucha impresión. No en vano se trata de la segunda cascada más alta del país en una única caída con 218 metros, tan sólo por detrás de Vetisfossen en Ardal que tiene 275 metros. Una buena noticia es que está protegida de forma indefinida de ser usada para aprovechamiento hidroeléctrico, por lo que podremos seguir disfrutando de ella durante mucho tiempo.





Una vez de vuelta en el mirador, aprovechamos que ya no había nadie para hacer algunas fotos divertidas :)



El torrente que forma la cascada lleva abundante agua casi hasta el final, pasando por encima de grandes piedras gracias a su fuerza.





De vuelta hacia el coche pudimos además disfrutar de buenas vistas sobre el otro lado del fiordo, donde habíamos dormido la noche anterior.





Cerca de las 5 y después de hora y media de caminata contando paradas y aventuras seguimos camino hacia nuestro destino de esa noche, Lom, siempre rodeados de agua.


La carretera se estrecha aún más hacia el final del fiordo, donde se encuentra el pueblo de Skjolden. Ahí cogemos la carretera 55 con la que vivimos un cambio radical de paisaje, de los fiordos con bosques y pequeñas poblaciones al típico de alta montaña. Al poco de iniciar la subida pasamos por el pueblo de Fortun, prácticamente el último núcleo habitado, del que destaca su iglesia blanca de madera del s. XIV junto a la carretera.



Esta carretera, conocida como Sognefjellsvegen y declarada Ruta turística nacional por los escenarios espectaculares y prácticamente inalterados que atraviesa, contiene el puerto más alto del norte de Europa, Fantesteinen, que se encuentra a 1.434 metros de altitud. Es además la principal vía de entrada al Parque Nacional de Jotunheimen, en el que se encuentran las cumbres más altas del país, como el Galdhopiggen de 2469 m. Habitualmente permanece cerrada entre los meses de octubre/noviembre y marzo/abril.


A unos 10 kilómetros de Fortun encontramos el Turtrago Hotel, un alojamiento familiar cuyo origen se remonta al siglo XIX, pero que tras un incendio en 2001 tuvo que buscar financiación exterior para conseguir reconstruir el edificio. En 2002 se construyó otro edifico mayor que cuenta con 19 modernas habitaciones con baño, aunque aún es posible hospedarse en el antiguo.




Las vistas desde allí son espectaculares, tanto hacia el valle como hacia las zonas más altas.





Seguimos subiendo encontrando cada vez un paisaje más inhóspito y espectacular a la vez, con cumbres nevadas de más de 2000 metros, lagos diseminados como el Gjuvvatnet o el Hervavatnet y glaciares como el Fannarakbreen.






Una de las cosas que nos llamó la atención por allí fueron los grandes montones de piedras dispersos que había a ambos lados de la carretera. No sabemos cuál es su origen, aunque habitualmente han sido usados para señalizar caminos o cimas como aquí en España (aunque los de aquí son de menor tamaño), pero había carteles pidiendo colaboración para conservarlos y no construir más, tal y como se ha puesto de moda en muchos lugares turísticos.



En la zona se pueden realizar varias excursiones, existiendo la posibilidad de pernoctar en refugios como el Fannarakhytta, a los pies del pico Fannaraki de 2.068 metros. Junto a la carretera encontramos también varias zonas de picnic y pequeños aparcamientos, aunque el frío hacía que no apeteciera pasar mucho tiempo parado en la calle. De hecho el cambio con el valle fue radical, de los alrededor de 20 grados que habíamos tenido en Ornes a los cercanos a 0 en algunos puntos por los que pasamos.






A lo largo del recorrido por la carretera 55 nos encontramos en varias ocasiones con un hombre en moto que pese al frío seguro estaba disfrutando tanto como nosotros de este impresionante paisaje.





Tras pasar junto al gran lago Prestesteinsvatnet, hicimos una breve parada en el Centro de esquí de verano Sognefjellet, junto al lago Fantesteinsvatnet a 1.434 metros de altitud, desde donde es posible realizar multitud de rutas con esquís de fondo en pleno verano. Este es también el paso de montaña por carretera a mayor altitud del norte de Europa.







A partir de ahí comienza el descenso, encontrándonos a unos 3 km Krossbu Turiststasjon, centro turístico que incluye alojamiento para 85 personas y desde donde se organizan infinidad de actividades en la zona como excursiones por glaciares, espeleología, pesca, ascensiones a picos o esquí. Además hay un área de acampada próxima al río que es la última que encuentran los que suben hacia el paso de montaña.




Durante la bajada hacia el valle de Ottadalen se va perdiendo altura progresivamente, dejando atrás la zona de glaciares y altas montañas y recuperando el entorno verde salpicado de cascadas..




También se pasa junto a lagos como el Bovertonvatnet o los Halsatjonnen alto y bajo, que actúan como espejos sobre los que se reflejan las montañas nevadas.





Poco después encontramos junto a la carretera el Elveseter Hotel, alojamiento formado por varios edificios de madera cuyo origen se remonta al siglo XIX y que tiene una gran cantidad de obras de arte y objetos curiosos de Noruega y del extranjero. Destaca en su exterior la columna Saga, de 34 metros de altura, iniciada en la primera mitad del s. XX para ser colocada frente al Parlmento noruego, pero que tras la Segunda Guerra Mundial quedó relegada y fue Aamund Elveseter el que la encontró y la hizo finalizar, levantándose por fin frente al hotel en 1992.





A continuación atravesamos Galdedand, pequeño pueblo en el que destaca junto a la carretera la también pequeña Bøverdal kyrkje, iglesia de madera de planta octogonal construida en el año 1864. A pocos metros de ella se encuentra el desvío señalizado que hay que tomar para subir a Juvasshytta, el punto más alto de Noruega al que se puede acceder en coche (1.841 metros) y desde donde se inician la mayoría de ascensiones al Galdhopiggen, la cumbre más alta del país con 2.469 metros. Se tarda unos 30 minutos en llegar por una carretera asfaltada, de peaje a partir de Raubergstulen, y cuenta con alojamiento, cafetería y una pequeña tienda donde venden, por ejemplo, sellos de Galdhopiggen. Además a un kilómetro de allí se encuentra la Estación de esquí de verano de Galdhopiggen, donde se puede realizar esquí alpino entre agosto y octubre.



Siguiendo por la carretera 55 pasamos junto al Roisheim Hotel, desde donde sale una carretera de peaje que remonta el río Visdal durante 18 km hasta Spitterstulen, otro alojamiento rural que cuenta también con zona de acampada y desde donde se puede ascender a numerosos picos de la zona.

Finalmente llegamos a Fossbergom, capital del municipio de Lom y que cuenta con numerosos servicios como supermercado o centro de salud. Además allí encontramos una de las stavkyrkjes más grandes y antiguas del país, del siglo XII, si bien sufrió una importante remodelación en el s. XVII durante la cual se le dio su forma actual. El interior de la iglesia se puede visitar por 60 NOK, aunque se puede acceder al recinto gratuitamente mientras está abierta. Como ya era tarde habían cerrado y además había muy poca luz, por lo que decidimos volver a la mañana siguiente para verla mejor puesto que nos quedaba de paso.



Como se estaba haciendo de noche y ya estábamos algo cansados, tras comprar unas cosas que necesitábamos en el supermercado Kiwi del pueblo, nos dirigimos a nuestro alojamiento de esa noche, Kvila Turistheim en Garmo. Un rato antes habíamos llamado para avisar que llegábamos más tarde de las 19, que era la hora de entrada límite que habíamos visto al reservar, pero nos dijeron que mientras fuera antes de las 22.30 no había ningún problema. De hecho los dueños eran muy majos y estuvimos hablando de España mientras nos enseñaban la cabaña, ya que suelen pasar temporadas en Alicante.

Cuentan con habitaciones en el edificio principal y cabañas en el terreno posterior. Nosotros nos decantamos por una de éstas para dos personas con cocina sin baño. Tras cenar y recoger nos fuimos a dormir recordando todo lo que habíamos visto ese día, que en teoría iba a ser uno de los más "cortos" o con menos cosas que ver pero que nos había sorprendido tanto que de hecho se había convertido en uno de los más largos.