viernes, 31 de octubre de 2014

Día 2 en Islandia (10/09): Cascadas de Urridafoss, Gluggafoss, Seljalandsfoss, Gljufrafoss y Skogafoss


Sin pretenderlo, nuestro segundo día en Islandia iba a convertirse en el día de las cascadas, ya que fuimos de una a otra como en el juego de la oca y tiro por que me toca.

La primera noche en la furgoneta fue mejor de lo esperado, de hecho toda la semana dormimos bastante bien, era bastante cómoda y no pasamos nada de frío. Al despertar continuaba estando el cielo encapotado y hacia algo de viento. Finalmente no íbamos a  ir a Landmannalaugar, ya que nos habíamos quedado bastante lejos de donde había que coger el autobús y un super madrugón no era una opción con el cansancio que llevábamos acumulado y más con el mal tiempo que hacía, así que nos tomamos la mañana con calma. Desayunamos, recogimos y emprendimos viaje hacia la Ring road, primero por la carretera 32 y después por la 30, ambas asfaltadas y en buenas condiciones.


La primera parada del día fue totalmente improvisada. Al poco de coger la carretera principal (la 1) y antes de cruzar el río Þjórsá, vimos una señal a mano derecha con el nombre Urridafoss y allá que fuimos. Se llega en poco tiempo por una pista de gravilla en buen estado. Más que cascadas se trata de unos rápidos grandes pero nosotros como era lo primero que veíamos ese día estábamos encantados. Desde el aparcamiento se puede acceder a unos miradores que cuentan con un par de mesas de madera con bancos plegables.



Tras las fotos de rigor continuamos nuestro camino. De regreso a la Ring road nos encontramos con una máquina agrícola bastante curiosa, que desde mi ignorancia absoluta creo que sirve para rastrillar el heno, y con un par de caballos islandeses. El día anterior habíamos visto bastantes caballos pero no habíamos hecho fotos así que paramos para intentar captar su atención, aunque sin mucho éxito.




Los primeros caballos llegaron a Islandia en los barcos vikingos, escogidos entre los más robustos y resistentes de sus tierras de orígen, y tienen como característica física principal su baja estatura, que mantienen en la actualidad. Se caracterizan además porque aparte del paso, trote y galope pueden ejecutar hasta 2 aires más: el tölt o paso fino y el skeid o paso veloz, muy difícil de conseguir. 



Siguiendo por la carretera 1 llegamos a Hella, que cuenta con supermercado de la cadena Kjarvall, gasolinera y oficina de correos (Pósturinn) entre otras cosas. Nosotros aprovechamos para comprar unas cosas, echar gasolina y enviar una postal. La gasolinera allí es una N1, que comprobaríamos luego son las más caras del país, aunque también las que más abundan. Respecto al correo en mi caso la postal la compré en la gasolinera pero luego resultó que en la oficina de correos las había bastante más bonitas y del mismo precio o incluso más baratas.

Tras abandonar Hella, aunque nuestro objetivo principal era la cascada de Seljalandsfoss, como íbamos con tiempo decidimos coger la 261 en Hvolsvöllur, que nos acercaba un poco hacia el interior, y por donde habíamos leído había vistas al glaciar Eyfjallajökull y acceso a la cascada Gluggafoss. Y lo cierto es que acertamos completamente. La carretera está asfaltada en esta primera parte y el desvío sólo supone 20 minutos más que continuar por la Ring road, aunque en nuestro caso se convirtió en más de una hora por lo impresionante del paisaje. 

Desde casi el principio se van sucediendo las cascadas en el altiplano situado a la izquierda de la carretera hasta llegar a Gluggafoss, que bien merece una parada. La pista de acceso está sin asfaltar pero se puede dejar el coche junto a la carretera e ir andando, se tarda poco más de 5 minutos. En la zona hay también un par de mesas de pic-nic para comer.



Esta cascada para mi fue todo un hallazgo. Quizá influyó el hecho de que justo salió el sol en el momento oportuno pero las imágenes creo que hablan por sí solas...









Se puede remontar fácilmente el curso del río hasta llegar a la base de la cascada, un rincón increíble.



















Y más si el sol hace acto de presencia y remata la escena con un arcoiris...



Disfrutamos mucho del sitio y se nos pasó el tiempo volando. Tanto que el cielo se volvió a cerrar y cuando volvíamos hacia el coche comenzó de nuevo a llover.







Emprendimos la marcha en dirección a la Ring road de nuevo. Para ello hay que abandonar la 261 que continúa hacia Þórsmörk y coger la 250 hacia Vik. Esta carretera ya no está asfaltada pero está en condiciones aceptables y son poco más de 10 km. Por el camino nos encontramos con uno de los habitantes más abundantes de la isla  o con imágenes como esta montaña en mitad de la llanura.



Desde esta zona también se puede vislumbrar el glaciar del famoso Eyfjallajökull, que tantos problemas causó en 2010. Ese día como el cielo estaba bastante cubierto apenas se distinguía la parte más baja del glaciar a lo lejos, aunque en días despejados debe ser impresionante.


Aunque por desgracia el tiempo no nos daba mucha tregua, también tuvo su lado positivo al permitirnos ver situaciones como ésta...



Al llegar a la carretera 1 continuamos por ella unos pocos kilómetros hasta coger la 249 (asfaltada desde la Ring road pero no desde el norte) y así llegar a una de las cascadas más famosas de Islandia, Seljalandsfoss, de 60 metros de caída y cuyo principal atractivo es poder caminar por detrás de sus aguas.



















En el aparcamiento, que está muy cerca de la carretera principal, hay baños y un par de puestos de comida, y desde él se ve ya la cascada, aunque merece la pena acercarse y recorrerla por el camino circular que la atraviesa. Hay que tener cuidado porque el suelo suele estar resbaladizo y es recomendable llevar chubasquero ya que la mojadura está prácticamente asegurada. Ese día con el añadido del viento se hacía casi imposible sacar una foto sin que el objetivo se llenase de gotas en cuestión de segundos.





Sin embargo, al final tuvimos suerte y pudimos disfrutar de otro pequeño arcoiris antes de marcharnos, haciendo que la caladura y el frío merecieran la pena.



A algo menos de un kilómetro de allí hacia el norte se encuentra la recóndita Gljufrafoss, a la que se puede llegar andando desde Seljalandsfoss (ruta 5 de la guía Rother) o en coche siguiendo la carretera 249. El acceso desde la carretera es a través de una cabaña junto a la que se puede aparcar. Es una especie de pequeño albergue con cocina, baños y algunas camas. Nosotros aprovechamos que había sólo un chico haciéndose la comida para comer allí los bocadillos, ya que el día seguía bastante desapacible y había que elegir entre eso y el coche. 






Pero antes de comer nos acercamos a la cascada y José se atrevió con la pequeña aventura que supone entrar a verla. Como está encerrada en la montaña para llegar hasta ella hay que meterse por el arroyo que surge a sus pies y para ello o contamos con botas de agua o toca mojarse con el agua glacial. Parece ser que ese día tampoco estaba tan fría y no había demasiado agua, de hecho dentro encontró una pareja que había entrado con botas de montaña.









Yo sin embargo no fui tan valiente y preferí esperar fuera, ya tenía bastante frío como para remangarme los pantalones. Pero mientras esperaba vi un camino que subía a mano derecha y me lancé a explorarlo. Estaba un poco resbaladizo y no es recomendable para personas con vértigo ya que tiene zonas bastante expuestas, pero permite asomarse a la cascada desde una zona más alta y tener otra imagen de ella.
















Y tras disfrutar de la comida en el refugio, retomamos viaje hacia el último de nuestros objetivos del día, la cascada de Skogafoss. Por el camino pasamos junto al centro de visitantes del volcán Eyfjallajökull que contiene una exposición de fotos y vídeos sobre lo ocurrido en 2010 y se puede visitar por 750 ISK por adulto. Nosotros no entramos ya que preferimos seguir avanzando sin prisa, disfrutando del entorno tan increíble que nos rodeaba.












Poco después del Centro de visitantes hay un mirador del volcán con paneles informativos. Ese día como estaba el cielo bastante cubierto no se veía demasiado, aunque tiene que ser impresionante verlo en un día despejado y más sabiendo el caos que generó su erupción hace tan poquito tiempo.



Unos 10 km después llegábamos a nuestra última parada, Skogafoss. El acceso está perfectamente señalizado y se puede llegar en coche hasta el aparcamiento que hay a pocos metros de la cascada. La desviación para llegar a la cascada es la misma que permite acceder al museo etnológico de Skogar, el Skógasafn. Éste incluye el museo del transporte y comunicaciones de Islandia y un conjunto de casas tradicionales islandesas con, entre otras cosas, una granja de turba y una iglesia, que se pueden visitar para conocer las costumbres y forma de vida del país. La entrada son 1750 ISK por persona y está abierto todo el año.

Nosotros preferimos centrarnos en la cascada y su entorno, a los que bien merece la pena dedicarles un tiempo. La cascada, de 62 m de altura, resulta sobrecogedora. Al acercarse es inevitable mojarse con el agua que desprende y más en días de viento por lo que conviene llevar ropa impermeable.






Cuenta la leyenda que Þrasi Þórólfsson, colono de estas tierras, escondió un cofre con oro en una cueva detrás de la cascada, cuya densa cortina de agua protege. Cuando el sol ilumina la cascada se dice que brilla el oro de Þrasi. En muchas ocasiones se ha intentado encontrar el cofre, consiguiéndose en una de ellas atar el extremo de una cuerda a un asa, pero al tirar de ella sólo se recuperó el asa, que en la actualidad se encuentra en la puerta de la iglesia de Skógar en el museo etnológico.


A la derecha de la cascada hay unas escaleras que permiten verla desde un mirador en la parte superior (no muy recomendable para gente con vértigo) y que marcan el inicio/fin del trekking a Þórsmörk y de ahí a Landmannalaugar como Laugavegur. Este trekking es uno de los más famosos de Islandia y por lo que hemos visto en fotos no es de extrañar ya que atraviesa parajes espectaculares. En total son unos 80 km que suelen dividirse en 5 o 6 etapas, aunque es común también realizar solo una parte, bien por el tiempo disponible o por complicaciones meteorológicas.





Durante la subida al mirador hay varios puntos para acercarse a comprobar la majestuosidad de la cascada. Desde uno de ellos nos encontramos con estos curiosos inquilinos...
... y con esta no menos curiosa perspectiva en la que parece que alguien observa atentamente la cascada ¿podéis verla?


  
Como teníamos pensado pasar la noche allí y viendo que aun quedaban un par de horas hasta el anochecer, una vez en el mirador decidimos recorrer algunos kilómetros del camino y disfrutar de la sucesión de cascadas del río Skógá. El tiempo no acompañaba, el suelo estaba embarrado y algún rato llegó a llover con ganas, pero las vistas compensaban con creces.




Ya de vuelta, no pudimos evitar pararnos unos minutos a contemplar las increíbles vistas desde el mirador, con las vastas llanuras que surgían a los pies de la cascada y los chubascos aun visibles en la lejanía.



Con la furgoneta lo mejor situada posible, tanto por el tema del viento como por la pendiente, nos pusimos a preparar otra suculenta cena compuesta de sopa de sobre y latas, base de nuestro menú esos días junto con los bocadillos. Junto al parking hay un edificio con baños y mesas y un área de acampada, cuyo precio son 850 ISK la noche por persona, a pagar en el restaurante próximo. 


Para acabar el día nos despedimos de la cascada y nos fuimos a dormir con el sonido de sus aguas de fondo, felices por poder pasar la noche en un lugar así.



domingo, 26 de octubre de 2014

Zona de acampada en Árnes


Nuestra primera noche en Islandia la pasamos en la zona de acampada de Árnes, a unos 40 km al norte de Árborg y a unos 100 km de Reykjavik. 



La elección de este sitio para dormir, como os conté en la entrada anterior, fue bastante improvisada y totalmente por necesidad. Llegamos allí de noche y tardamos un rato en instalarnos porque estuvimos buscando algún tipo de recepción, preguntamos en un youth hostel cercano y nos dijeron que no tenían nada que ver con la zona de acampada y que creían que en septiembre ya no cobraban. Cuando llegamos había ya una tienda montada así que, tras comprobar que el edificio de visitantes próximo estaba cerrado y agotados después del día tan largo que habíamos tenido, aparcamos la furgoneta y nos hicimos algo de cena. Después, con una llovizna intermitente que no parecía querer abandonarnos, preparamos la furgoneta para dormir y nos acostamos. Creo que no tardamos ni 5 minutos en caer rendidos. 

Al día siguiente pude hacer algunas fotos del lugar. El área de acampada está bastante bien, es llana y con bastante hierba, aunque esos días con la lluvia no apetecía mucho acampar. Junto a ella había un par de mesas de madera y la zona de aparcamiento. 



Junto a ella el resto de "instalaciones": una caseta con un par de duchas y otra con dos wc por un lado y un par de fregaderos con material para fregar, papelera y carteles sobre la zona por el otro. En uno de ellos señalaba que la recepción estaba en el Centro de visitantes, pero éste continuaba cerrado cuando nos marchamos por la mañana.

El precio por noche para un adulto es de 1000 kr, para niños entre 12 y 16 años 500 kr, y los menores de 12 no pagan. El coste de la electricidad es de 600 kr.



Si se puede encontrar algo mejor no es un sitio demasiado recomendable, ya que al menos en esas fechas estaba un poco descuidado y el precio parece excesivo para lo que es, no en sí al cambio sino comparado con lo que pagamos en otros camping con mejores instalaciones. Sin embargo, en caso de necesidad, la zona es tranquila y puede salvarnos la noche.


martes, 21 de octubre de 2014

Día 1 en Islandia (9/09): círculo de oro, crater Kerid y cascada Hjalparfoss


Nuestro viaje había comenzado el día anterior sobre las 18.30 cuando cogimos el avión en Menorca rumbo a Barcelona. Llevamos una maleta facturada junto con las 2 de mano y como lo vuelos eran independientes al llegar tuvimos que recoger la maleta y volver a facturar. Allí tuvimos el primer momento que hacía presagiar que el inicio del viaje no sería un camino de rosas, ya que la mujer del mostrador de facturación de Vueling nos puso más pegas de lo normal, aunque como cumplíamos todas las condiciones no consiguió más que marearnos un rato.

Salimos de Barcelona puntuales antes de las 22.30, con aterrizaje previsto a la 1 de la mañana, hora local. Sin embargo las ya de por sí algo largas 4 horas de viaje acabaron convirtiéndose en casi 10… A mitad de camino aproximadamente el comandante informó de que debíamos retroceder hacia Edimburgo ya que en el aeropuerto de destino no se podía aterrizar por malas condiciones meteorológicas y como estábamos alcanzando el punto de no retorno, pasado el cual ya no se puede volver atrás para no comprometer las reservas de combustible, tenía que tomar esa decisión. Como además la terminal del aeropuerto de Edimburgo estaba cerrada tuvimos que estar más de 2 horas dentro del avión y aunque nos ofrecieron comida y bebida (a nosotros ya sólo nos llegaron patatas fritas y bollitos porque estábamos en las últimas filas) la espera se hizo eterna.

Finalmente llegamos al aeropuerto internacional de Keflavik sobre las 6 de la mañana, hora local. Habíamos quedado con la empresa de alquiler de coches Faircar que nos pasaban a recoger por allí pero con el retraso, pese a que habíamos escrito avisando, tuvimos que llamar para que nos vinieran a buscar. Una media hora más tarde nos dirigimos a recoger nuestra furgoneta, con la lluvia y el frío obligándonos a despertar. La nave de la empresa se encuentra a un par de kilómetros del aeropuerto dirección al pueblo de Keflavik. Tras esperar un rato a que llegara la ropa de cama que faltaba, nos dieron una breve pero práctica explicación sobre el uso de la furgoneta y comprobamos que estuviese todo en buen estado anotando los desperfectos que ya tenía. Poco después emprendimos cansados pero ilusionados nuestro viaje por la gran isla, disfrutando de todo lo que nos rodeaba, ya que nada más salir del aeropuerto se nota que Islandia es un país diferente.

Nuestra primera parada fue el centro comercial Kringlan, a las afueras de Reykjavik. Durante el vuelo me había dado cuenta que me había olvidado en casa el cable del cargador de la cámara así que tenía que buscar alguna tienda donde comprar otro y nos dirigimos al centro comercial Smariland, junto con el Kringlan de los más grandes de Islandia. Sin embargo en éste la mayor parte de las tiendas abrían a las 11 y aun no eran ni las 9 así que decidimos probar suerte en el Kringlan que me sonaba abría sobre las 10. Resultó ser así por lo que aprovechamos la espera para tomar un desayuno reconfortante y casualidades de la vida el camarero era un chico de Madrid que llevaba un par de años en Islandia. Estuvimos hablando con él un rato y durante el tiempo que estuvimos allí llegaron más españoles así que estábamos como en casa.

Kringlan es un centro comercial muy grande, de 2 plantas, con tiendas de todo tipo, la mayoría de ropa. El hipermercado que hay en su interior es Hagkaup, no es de los más baratos pero decidimos hacer nuestra compra inicial allí ya que parar en otro nos retrasaría demasiado. Por desgracia nuestra suerte parecía no mejorar ya que no tenían el cable que necesitaba. Resignados fuimos a una tienda Vodafone para comprar la tarjeta de internet para el móvil con la fortuna de que allí sí tenían el cable. Compramos la tarjeta más barata que tenían, menos de 12 euros 3 Gb. Preguntamos por la configuración, ya que habíamos leído que podía ser complicada, pero como nos pasaría en más ocasiones, las explicaciones fueron bastante "concisas". Por suerte probando cosillas conseguimos hacerla funcionar sin muchos problemas.


Y ya por fin iniciábamos nuestro recorrido por Islandia propiamente dicho. Nos dirigimos al Círculo de Oro, con primera parada en Þingvellir (o Thingvellir), a una media hora de Reykjavik. Para ello cogimos la carretera 49 hasta llegar a la 1 y pasado Mosfellsbær cogimos la 36. De camino paramos en un mirador junto a la carretera en el que se podía ver a lo lejos el lago Þingvallavatn, el más grande del país con 84 km cuadrados, aunque como seguía haciendo bastante malo, lloviendo a ratos y con algo de viento, no pudimos disfrutar mucho de las vistas. Este lago se encuentra a unos 100 m sobre el nivel del mar y su profundidad media es de 34 m aunque hay zonas donde alcanza los 114. El 90% del agua que llega hasta él lo hace desde fisuras bajo su superficie o junto a su orilla, proporcionándole muchos nutrientes y un variado ecosistema.
Un área bastante grande junto al aparcamiento estaba plagada de montoncitos de piedras colocados por los turistas que parece haberse convertido en la nueva moda y que veríamos más adelante en otras zonas.



Al poco tiempo llegamos a Þingvellir, que significa "Llanura del parlamento", convertido en Parque Nacional en 1930 debido a su importancia histórica y natural. Pasamos el primer desvío (que daba acceso al mirador de Hakið y al Centro de visitantes) hasta llegar al Centro de información del parque, que cuenta con cafetería, tienda de recuerdos e información sobre la naturaleza e historia del parque. Junto al edificio hay una zona de acampada con baños. Tras una breve parada técnica cogimos la carretera 361 que nos llevaba a la zona principal del parque, con varios aparcamientos y acceso a la cascada Oxararfoss, la falla de Almannagjá o la iglesia Þingvallakirkja.






En primer lugar nos acercamos a la cascada Oxararfoss, a unos 5 minutos del aparcamiento, que toma su nombre del río que discurre por la llanura de Þingvellir hasta desembocar en el lago Þingvallavatn, el Öxará. Probablemente de haberla visto al final del viaje no nos habría llamado demasiado la atención pero al ser la primera nos quedamos un rato disfrutando de ella y haciendo las fotos de rigor.




La llanura de Þingvellir es la zona emergente de la dorsal del Atlántico Norte, unión de las placas tectónicas americana y euroasiática. En los últimos 10.000 años la corteza terrestre se ha estado separando y hundiendo en esta zona. La separación se estima en 70 m en ese periodo, a razón de unos 3 mm al año, mientras que el suelo del valle se ha hundido alrededor de 40 m, lo que se aprecia en la diferencia de altura entre la parte alta de la falla Almannagjá y la planicie inferior.


Regresamos de la cascada recorriendo este increíble cañón y atravesando el puente sobre la cascada Drekkingarhylur o piscina de los ahogamientos, llamada así porque allí morían ahogadas las mujeres culpables de algún delito.




Poco después llegamos a Lögberg, la Roca de la ley, centro de las actividades del AlÞingi o parlamento, uno de los más antiguos del mundo, cuyo origen está poco antes del año 930 y que cobró especial relevancia durante el periodo de la Antigua Commonwealth, entre el 930 y el 1264. En ella, el legislador recitaba en alto las leyes, antes de que hubiese registros escritos, delante de representantes venidos de todo el país una vez al año durante el verano. La parte legislativa del parlamento, Lögrétta, también se situaba aquí, siendo además el alto tribunal del país, promulgando leyes y dictando sentencias en disputas legales. No fue hasta 1798 cuando el parlamento se trasladó a la capital.
Aquí fue también donde los islandeses adoptaron la religión cristiana entorno al año 1000 y esta relevancia ha permanecido en el tiempo, ya que acogió en 1930 el acto de promulgación de la Constitución y en 1944 la proclamación de la independencia de Dinamarca. En la actualidad una bandera de Islandia señala esta zona de tanta riqueza histórica.


Desde ahí se pueden ver  la iglesia Þingvallakirkja, construida a mediados del siglo XIX en el lugar donde había estado una de las primeras del país, y la granja Þingvallabær, en la actualidad residencia oficial de verano del primer ministro islandés y que fue construida en 1930 en conmemoración de los 1000 años del AlÞingi y como recuerdo a las construcciones en las que se hospedaban los representantes que asistían al mismo.



Seguimos andando un poco más a lo largo de la falla pero nuestros estómagos comenzaban a quejarse y aun nos quedaba mucho por ver asi que regresamos hacia el coche donde hicimos la primera de las comidas del viaje, unos bocadillos rápidos, ya que el tiempo no permitía más.

La zona se puede explorar mediante multitud de senderos, que permiten ver entre otras cosas, las fallas de Flosagjá cuyo fondo está lleno de agua y la de Peningagjá o falla de las monedas. En la guía Rother la ruta 47 recorre la zona en un paseo de 2 horas y media.




Nuestro siguiente objetivo fue el área geotermal de Geysir, que se encuentra a unos 50 minutos de Thingvellir. Se puede seguir por la 361, que va rodeando el lago hasta unirse con la 36, o retroceder desde el aparcamiento a la 36 que está en mejores condiciones. Después debemos coger la 365 y la 37, aunque en esta zona no hay pérdida ya que al ser tan turística está muy señalizado.
Se sabe perfectamente cuando has llegado, ya  que hay un gran aparcamiento junto a un complejo enorme que incluye un hotel, restaurante, piscina, tienda de recuerdos, museo e incluso zona de acampada y alquiler de caballos.



Es uno de los lugares más turísticos de Islandia pero eso no impide que parezca que estás en otro planeta. El suelo con zonas de fango hirviente toma colores que parecen convertirlo en una acuarela y el vapor que sale de las fisuras le da un aire todavía más subrealista.






Recorriendo el recinto nos encontramos con el centro de todas las miradas, Strokkur. En realidad el gran protagonista debería ser Geysir, el surtidor de agua caliente más grande del mundo y origen de la palabra géiser de uso universal. Con un chorrro que alcanzaba en ocasiones los 80 m de altura, por desgracia desde mediados del siglo XX  está aletargado y expulsa agua con muy poca frecuencia, aunque en el año 2000 como consecuencia de un terremoto estuvo activo durante 2 días alcanzando alturas de 120 m.


Strokkur sin embargo no supera los 20 m de altura aunque es mucho más activo, lanzando chorros ininterrumpidamente cada 5 - 10 minutos. La gente se arremolina a su alrededor para disfrutar del espectáculo.



Estuvimos bastante tiempo contemplándolo, como si fuéramos niños, haciendo fotos desde distintos ángulos, grabando vídeos, admirando lo imprevisible que podía ser al salir en ocasiones 2 veces seguidas o estar varios minutos sin volver a hacer acto de presencia... y sin embargo nos supo a poco y nos habría encantado quedarnos mucho tiempo más. Aunque nada es comparable a verlo en vivo os dejo aquí una secuencia de fotos de Strokkur para que tengáis una idea de la magnitud de cada erupción.

Y así es como queda cuando todo ha pasado...


Toda la zona es increíble y merece la pena dedicarle tiempo, ya que tiene rincones tan espectaculares como este, un poco más arriba y que permite tener otra perspectiva de este lugar tan especial (y eso que en nuestro caso el tiempo no acompañó, no puedo imaginar como tiene que ser este lugar un día de sol o cubierto de nieve...)



El tiempo se nos echaba encima y aun nos quedaba mucho por ver. Nos dirigimos a la parada que nos quedaba dentro del Círculo de oro, la cascada de Gullfoss, a 10 minutos de Geysir siguiendo la carretera 35. Al llegar al aparcamiento, junto al centro de visitantes, no se ve aún la cascada. Hay que bordear el edificio y dirigirse a alguno de los miradores existentes. Nosotros decidimos bajar al borde de la cascada. Para ello se deben tomar unas escaleras a mano derecha hasta llegar a la zona inferior donde hay otro aparcamiento. Ya desde ese punto se ve la majestuosidad de la cascada, que levanta una cortina de agua a su alrededor realzando la imagen de fuerza y espectáculo de la naturaleza.
  


Desde ahí se puede continuar por un camino llano bordeando el río Hvitá hasta llegar a la cascada. Se pasa junto a la escultura en honor a Sigridur Tomasdottir, famosa por haber evitado la construcción allí de una central hidroeléctrica.
Por desgracia no pudimos disfrutar mucho de la zona, ya que el cielo había vuelto a cerrarse y comenzó a llover con viento que junto con el agua que salía de la propia cascada lo hacía bastante desagradable. El camino estaba además bastante mojado y embarrado, y en el mirador junto a la cascada las piedras resbalaban bastante.


Tras las fotos de rigor volvimos sobre nuestros pasos y subimos de nuevo las escaleras hacia el centro de visitantes. Descartamos acercarnos al otro mirador ya que con el tiempo tan desagradable no apetecía mucho y preferíamos seguir hacia el próximo objetivo. Fue una pena no ver la cascada con mejor tiempo, seguro que un día de sol con el arcoiris haciendo acto de presencia tiene que dejar con la boca abierta.




Aun nos quedaban unas 3 horas hasta el anochecer y nos dirigimos hacia el sur, al cráter de Kerið, siguiendo todo el tiempo la carretera 35. Aunque en teoría se tardan unos 40 minutos en llegar de Gullfoss a Kerið se nos hizo un poco largo y ya dudábamos si nos habríamos pasado la desviación al ver como dejábamos atrás varios cráteres, cuando por fin lo encontramos a nuestra izquierda. Hay una caseta junto al aparcamiento, ya que para subir al cráter hay que pagar 2 € o 350 ISK, y el horario es de 10 a 20 horas.



El cráter de Kerið se formó hace unos 6.500 años y pertenece a una línea de cráteres conocida como Tjarnarhólar. Tiene forma ovalada y sus dimensiones son: 270 m de longitud, 170 de ancho y 55 m de profundidad, variando ésta entre 7 y 14 metros según el nivel de la capa freática.






Recorrerlo merece la pena, no se tarda demasiado, se puede incluso bajar hasta el agua y la combinación de colores verde del musgo, rojo de la tierra y azul del agua es espectacular, mi cámara estaba que echaba humo. Seguramente para la mayoría será otro más de los lugares visitados en Islandia pero a mí fue uno de los que más me gustó, aunque no sabría explicar muy bien el porqué, quizá las imágenes valgan más que las palabras como se suele decir.



Aunque ya era un poco tarde cuando acabamos de ver el cráter decidimos atrevernos con el plan que llevábamos pensado. Nos dirigimos a la cascada de Haifoss, la segunda cascada más alta de Islandia con 122 m. Habíamos leído que el acceso era complicado pero no perdíamos nada por intentarlo. Teníamos pensado pasar la noche en el camping de Leirubakki para poder coger allí al día siguiente el autobús destino a Landmannalaugar, llegando hasta allí por la carretera 26 desde Haifoss. Sin embargo nada salió como esperábamos.

Para llegar a Haifoss retrocedimos desde Kerið por la carretera 35 hasta coger la 31, que seguiríamos hasta enlazar con la 32. De camino, al poco de tomar la carretera 31, está Skálholt, pequeño pueblo famoso por ser uno de los primeros obispados de Islandia, con una gran catedral blanca construida en la década de los 50 y junto a ella una pequeña cabaña con techo de turba. Pasamos sin detenernos ya que íbamos un poco justos de tiempo.




Donde si paramos fue en la pequeña cascada de Hjalparfoss, unos kilómetros antes de llegar a Haifoss, a la que se accede por una pista de piedras a mano derecha en no muy buenas condiciones pero de algo menos de 2 km. No se tarda mucho en ver y merece la pena, el rincón es muy bonito.



Sin embargo por desgracia, cuando llegamos al desvío hacia Haifoss, que tal y como habíamos leído no está señalizado, comprobamos que era una pista en muy malas condiciones y con bastante pendiente y no quisimos arriesgarnos, ya habíamos sufrido en la anterior que no llegaba a 2 km y esta eran por lo menos 7. Además tampoco contábamos con mucho tiempo de luz así que decidimos continuar hacia nuestro destino para dormir. Con lo que sí que no contábamos era con que la “carretera” 26 sería una pista no mucho mejor que la de acceso a Haifoss, aunque prácticamente llana. Nos adentramos por ella con la esperanza de que al poco  mejorase pero tras casi 20 minutos yendo como máximo a 40 km/h tuvimos que desistir. Al hecho de que se hacía de noche se añadió la llovizna que nos había vuelto a acompañar y a que la zona que nos rodeaba parecía más un paisaje marciano que un lugar de la Tierra. De hecho no nos encontrábamos a demasiados kilómetros del temido Hekla, de 1.491 m pero invisible para nosotros por la espesa capa de nubes, uno de los volcanes más activos y temidos de Islandia, con una veintena de erupciones desde la colonización del país.

En todo el tiempo que estuvimos por allí solo vimos un todoterreno, y con miedo de lo que pudiera pasar si pinchábamos o teníamos cualquier percance, al no haber nada ni nadie en tantos kilómetros a la redonda tuvimos que darnos la vuelta, con la consiguiente decisión de no ir al día siguiente a Landmannalaugar, ya que llegar hasta allí dando todo el rodeo nos llevaría más de 2 horas y ya eran más de las 8.



El camino de vuelta, de noche, con la llovizna que no nos abandonaba y el cansancio acumulado de la noche anterior de viaje sin dormir fue eterno y bastante deprimente. Parecía que el viaje había empezado con mal pie y no conseguía remontar.

De camino habíamos pasado por el pueblo de Árnes en el que supuestamente había un camping, por lo que nos dirigimos hacia allí. En realidad el camping no era más que un área de acampada con un par de mesas de madera, una caseta con 2 duchas y otra con 2 retretes y varios fregaderos al aire libre. Preguntamos en un hostal cercano si sabían si había recepción o algún sitio al que acudir y nos dijeron que creían que en septiembre ya no cobraban. En la pared de los fregaderos había un papel que decía que se debían pagar las 1000 ISK que costaba por persona en la recepción que estaba en un oficio próximo, una especie de centro de visitantes, pero allí todo estaba cerrado. Como en la zona había ya una tienda de campaña colocamos la furgoneta y tras hacer nuestra primera cena en la campervan con bastante buen resultado nos fuimos a dormir tras más de 30 horas sin habernos acostado.