domingo, 28 de diciembre de 2014

Día 8 en Islandia (16/09): ballenas en Húsavík, Goðafoss, Akureyri, Víðimýrikirkja y Blönduós


El día anterior yo había acabado rendida y después de cenar me había ido directa a dormir, ya que mi cuerpo pedía descanso a gritos, quizá influenciado por la biodramina que había tomado antes de subir al barco. José sin embargo tenía esperanzas de que esa noche se viese alguna aurora, el cielo no estaba muy cubierto y se quedó a esperar. En ese rato no hubo nada, pero al despertarse sobre las 3 de la mañana pudo llegar a ver como desaparecía una a lo lejos, apenas le dio tiempo a sacar fotos pero pudo disfrutar de nuevo de este espectáculo de la naturaleza tan increíble.



Por la mañana nos levantamos temprano aún con dudas sobre qué decisión tomar respecto a la salida en barco. Si nos quedábamos a intentarlo de nuevo teníamos que modificar el plan porque no nos daría tiempo a llegar a Snaefellsnes, donde teníamos especial interés en hacer noche para intentar "cazar" auroras en un marco incomparabale. Tampoco podríamos ver alguno de los lugares que teníamos anotados de camino, y si finalmente no veíamos ballenas podría ser muy frustrante. En cambio, si seguíamos viaje siempre nos quedaría la espinita de si las hubiésemos visto de habernos quedado, y tampoco era seguro que esa noche fuesen a verse auroras... A toro pasado quizá no acertamos con la decisión de quedarnos a intentarlo de nuevo, porque ballenas probablemente podremos ver en otros sitios y lo de las auroras no está tan claro, pero al menos la suerte no se portó tan mal con nosotros y tuvimos un poco de cada uno de los objetivos.


El día amaneció espléndido, cielo azul y no demasiado frío por lo que parecía un día perfecto para disfrutar de una salida en barco. Tras desayunar, recoger todo en la cabaña y dar un breve paseo por allí para constatar que es un lugar muy recomendable al que nos gustaría volver, pusimos rumbo a Húsavík.

Esta vez encontramos bastante más gente para subir al barco, ya que había un autobús con una excursión de un grupo de asiáticos.




A las 9 zarpamos, alejándonos poco a poco del puerto con esperanzas de cumplir por fin uno de nuestros sueños.



El puerto de Húsavík, y en general toda la bahía, estaban muy bonitos, y aunque sólo fuera por eso parecía haber merecido la pena quedarnos. 



Esta vez decidimos subir a la zona más alta del barco a ver si desde allí había más suerte y conseguíamos ver algo. El tiempo pasaba y los nervios aumentaban, pero al final una señora que estaba junto a nosotros divisó una a lo lejos y pusimos rumbo hacia ella.

Sigui nos explicó que se trataba de una ballena Minke, el rorcual más pequeño y abundante, que puede alcanzar en su etapa adulta las 10 toneladas de peso y los 11 metros de longitud.





No sabemos muy bien si se trataba de la misma todo el tiempo o había varias, iba apareciendo y desapareciendo, captando la atención de todos los presentes. 



Aparte de la Minke sólo pudimos ver un grupo de cetáceos muy pequeños conocidos como Harbour porpoise, parecidos a pequeños delfines, de aproximadamente metro y medio de largo y 70 kg de peso, que se movían a toda velocidad de un lado a otro. Los vimos también varias veces, pero estos iban tan rápido que fue imposible sacar una foto en la que se les viera bien.

Recorrimos prácticamente toda la bahía, acercándonos a la península del otro lado cuyas cumbres permanecían nevadas, y disfrutando de las vistas de la islas Lundey, muy próxima a Húsavík y Flatey, al otro lado de la bahía, de menos de 5 kilómetros cuadrados y completamente plana, de ahí su nombre.

De regreso al puerto nos ofrecieron el ya típico chocolate caliente con los bollitos de canela y nos dejaron ver unas guías de cetáceos y una "barba" de ballena. Las ballenas, en lugar de dientes, tienen una serie de láminas con las que filtran el agua y atrapan el plancton u otros organismos de los que se alimentan. Estas láminas son muy flexibles y duras al mismo tiempo.




Pese a que las ballenas que habíamos visto no eran muy grandes ni habían hecho ningún movimiento espectacular, al acabar la travesía estábamos emocionados y sentíamos que la decisión de cambio de planes había valido la pena. Con ese sentimiento de ilusión emprendimos viaje. Lo que quedaba de día iba a ser prácticamente todo de coche, ya que teníamos por delante más de 400 kilómetros y como eran ya más de las 12 no teníamos mucho tiempo de hacer paradas. Tuvimos pues que descartar recorrer las penínsulas de Tröllskagi y de Vatnsnes, famosa ésta última por su colonia de focas. En el mapa vimos que la carretera que la rodea es una pista de gravilla, por lo que de todos modos probablemente no hubiésemos dado la vuelta entera. Si algún día volvemos, sabiendo que nos queda de ver el interior de la isla y alguna zona como ésta, queda claro que tocará alquilar un todoterreno.

La primera de las mini-paradas de ese día fue Goðafoss o Cascada de los Dioses, que recibe ese nombre porque Thorgeir, portavoz del Parlamento, arrojó allí las figuras de los dioses nórdicos paganos tras haberse establecido la fe cristina en el país en el año 1000.
Para llegar a ella fuimos hacia el Sur por la carretera 85 y al llegar a la 1, giramos hacia el Este, ya que la cascada está a unos 4 km de la intersección, perfectamente señalizada. También se puede acceder a ella por la carretera 845 y al llegar a la Ring Road continuar hacia el oeste hasta encontrarla, se tarda prácticamente lo mismo.



El coche hay que dejarlo en un aparcamiento junto al río glacial Skjálfandafljót, donde es posible ver la cascada desde un mirador. Se puede llegar hasta ella andando por un camino, pero hay que cruzar algunas zonas con precaución porque la piedras suelen estar resbaladizas.




Apenas pudimos hacer fotos ya que el sol quedaba justo enfrente de donde nos encontrábamos, así que dimos un paseo por la zona y regresamos enseguida al coche.


Parecía que desde el otro lado del río podría haber una vista mejor, pero había tractores trabajando y no estábamos seguros de que se pudiese pasar y como no íbamos muy sobrados de tiempo decidimos continuar.

Ya de vuelta en la Ring Road seguimos por ella durante casi una hora hasta Akureyri, la ciudad más grande del país por detrás del área metropolitana de Reykjavík, con alrededor de 18.000 habitantes. Habitualmente se la conoce como la capital del Norte resplandeciente, por el sol de medianoche en verano y las auroras en invierno. En verano se celebra el Open del Ártico, uno de los torneos de golf más curiosos por celebrarse de noche al haber luz las 24 horas, mientras que en invierno Akureyri se convierte en uno de los principales centros de esquí del país. La ciudad está situada al final del fiordo Eyjafjörður, rodeada de montañas de granito y tiene una importante actividad pesquera.




Cuando llegamos allí José estaba muy cansado porque había tomado una biodramina para el barco y le había dado mucho sueño. Yo viendo como me había sentado el día anterior y como el mar parecía tranquilo no la había tomado, así que decidimos que él se quedara descansando un rato en la furgoneta mientras yo daba un paseo por la ciudad. Aparcamos en el parking del Centro cultural HOF, junto a la carretera principal, en el que hay también una oficina de turismo y tienda de souvenirs. En el edificio hay también baños públicos aunque no tienen wifi gratis. Desde allí puse rumbo al centro de la ciudad.


La calle principal Hafnarstraeti es semipeatonal y es una de las zonas más animadas de la ciudad con un montón de tiendas, bares y restaurantes. Paseando por allí te puedes encontrar con sorpresas tan curiosas como esta pareja con su oso polar.


Pero sin duda lo que más destaca de la arteria comercial de la ciudad son las casas de madera de finales del siglo XIX, que le otorgan un aire tradicional.



La más antigua de ellas, Laxdalshús, está situada en el nº 11 y fue construida en 1795.



En contraste con las casas tradicionales está Akureyrarkirkja, iglesia luterana de 1940, que se levanta imponente sobre una colina a escasos metros del centro. 




Las 2 torres de la iglesia, que le dan ese aspecto tan característico, permiten localizarla desde casi cualquier punto de la ciudad.



Otro de los puntos de interés de la ciudad es su Jardín botánico, de entrada gratuita y con representación de flores de prácticamente todo el mundo. Como aún teníamos que comer y continuar viaje no pudimos visitarlo, aunque seguramente de tener tiempo merezca la pena.
Decidí regresar al coche a buscar a José y de camino me encontré con esto, no se muy bien como definirlo pero es un claro ejemplo de como se las gastan en Islandia, donde cruzarte vehículos así por la carretera es lo más normal del mundo.



José aún estaba algo cansado pero había podido dormir un poco así que decidimos comer los bocatas en un banco por allí y emprender la marcha de nuevo.

Para continuar hacia el Oeste se pueden seguir dos caminos. Por un lado, recorrer la península de Tröllskagi en unas 2,5 horas, por las carreteras 82 y 76 asfaltadas y visitando lugares como Dalvík, Siglufjördur y varias iglesias rurales, o acortar siguiendo la Ring Road que atraviesa el valle de Öxnadalur en aproximadamente una hora. Aunque nos hubiese gustado escoger la primera opción, al haber dedicado la mañana a la salida en barco tuvimos que optar por la segunda, para reducir el tiempo al máximo. Sin embargo esto nos permitió conocer este impresionante valle flanqueado por cordilleras de roca volcánica, entre las que destaca el monte Hraundrangi, de 1075 metros, por su forma puntiaguda.




La siguiente parada fue la iglesia centenaria de Víðimýri (Víðimýrikirkja). No lo teníamos planeado pero como aparecía en la guía, al ver la señal una vez pasado Varmahlíð, decidimos entrar a verla.


El acceso es gratuito y merece la pena acercarse, es un momento ya que está muy cerquita de la Ring Road y es muy representativa de la arquitectura tradicional islandesa, con el techo de turba y las paredes de madera de troncos arrastrados a la costa por las corrientes marinas. 




El edificio, del año 1834, se puede rodear por completo y junto a él hay un pequeño cementerio. Antiguamente las mujeres se sentaban en la zona norte de la iglesia mientras que los hombres lo hacían al sur, y además los más ricos se situaban al fondo mientras que los pobres debían estar cerca de la puerta. En la actualidad se sigue utilizando como iglesia parroquial, aunque evidentemente ya no se mantienen esas costumbres. 
En el aparcamiento junto a la iglesia donde se deja el coche hay además baños públicos. A nosotros nos gustó mucho el sitio, es pequeñita pero muy bonita y estuvimos un rato haciendo fotos y disfrutando del día tan bueno que hacía.



A una media hora de allí siguiendo por la carretera 1 está Blönduós, un pueblo eminentemente agrícola situado en la desembocadura del río Blanda. En él destaca la moderna iglesia local, con forma de cráter volcánico, que nos llamó tanto la atención que no pudimos evitar parar a hacerla unas fotos.  


En este pueblo está también Hafíssetur, un museo sobre el hielo marino ártico situado en la casa Hillebrandt, una de las construcciones de madera más vieja de todo el país.

Un poco más adelante paramos junto a una zona curiosa, llena de montículos de tierra. Había un grupo de turistas por allí pero el único cartel de la zona hacía referencia a Thrístapar, indicando que allí se había producido la última ejecución del país en 1830, la de una pareja que había matado a otras 2 personas al provocar un incendio en su granja.
Buscando después información supimos que este lugar era famoso por ese hecho aunque se trata también de una zona especial a nivel geológico por esta acumulación de montículos que recibe el nombre de Vatnsdalshólar, ocupando en su conjunto unos 4 kilómetros cuadrados, y que se cree se formaron al final de la Edad de Hielo por un inmenso deslizamiento de tierras que hizo que se acumularan los restos en estas lomas. Hay tantas que se dice que son incontables.





Con el sol cada vez más bajo continuamos por la Ring Road dejando atrás la península de Vatnsnes, famosa por su colonia de focas y por la curiosa formación rocosa próxima a la costa de Hvítserkur, que por desgracia tuvimos que dejar para la siguiente visita al país.

Llegar a Snaefellsnes a una hora decente era prácticamente imposible, ya que acceder a la península por la carretera del norte implicaba recorrer más de 50 km por pistas de gravilla y si accedíamos por el sur había que dar un gran rodeo bajando hasta Borgarnes, y aunque podríamos seguir pese a hacerse de noche, en Islandia al haber muy pocas poblaciones apenas hay zonas iluminadas por lo que nos hubiese costado bastante encontrar el lugar que buscábamos. Por ello, decidimos cambiar de planes y quedarnos esa noche en la zona de Reykholt, que inicialmente pensábamos visitar de camino a Reykjavik tras recorrer Snaefellsnes al día siguiente.

Cerca de las 20.30 y ya prácticamente de noche, llegamos al aparcamiento de Hraunfossar, casi al fondo del valle para al día siguiente hacer el camino en sentido contrario visitando los lugares de interés. Para ello habíamos continuado por la Ring Road hasta el cruce con la carretera 50 que va hacia Reykholt y de ahí habíamos seguido por la 518 hasta Hraunfossar.
José aprovechó para hacer alguna foto de la curiosa cascada mientras se hacía la cena, quedándonos con ganas de que llegase la mañana siguiente para verlo en todo su esplendor.


Esa noche hacía bastante frío y tras cenar algo calentito nos fuimos enseguida a dormir, bien tapaditos con los nórdicos para no congelarnos. 



Sin embargo, nos quedaba una sorpresa que bien merecía salir a pasar un poco de frío, y es que poco después de tumbarnos vimos como el cielo comenzaba a teñirse de verde...




Durante cerca de una hora volvimos a deleitarnos con este maravilla de la naturaleza, quién iba a decirnos cuando comenzamos el viaje que conseguiríamos cumplir nuestro sueño de ver auroras no una, sino dos veces!!



Y no puedo acabar la entrada sin desearos a tod@s unas muy Felices fiestas!!!! Que en el 2015 se cumplan muchos de vuestros sueños!! Nosotros intentaremos seguir cumpliendo los nuestros :D


domingo, 21 de diciembre de 2014

Cabaña a las afueras de Húsavík


La séptima noche del viaje la pasamos en las cabañas Kaldbaks-kot, que se encuentran a unos 500 metros al sur de Húsavík, entre la carretera 85 y la bahía de Skjálfandi.



Los precios del alojamiento en Islandia son algo prohibitivos, especialmente fuera de Reykjavik, siendo difícil encontrar algo para 2 personas por menos de 100 € la noche, aún fuera de temporada alta. Por eso entre otras cosas optamos por la campervan, aunque quisimos darnos el capricho de pasar una noche bajo techo a mitad del viaje para que no se hiciera tan pesado. Tras mucho buscar encontramos estas cabañas por 95 € (o 49 € sólo habitación, sin cocina ni baño) y las reservamos por internet, tras mandarles algún e-mail preguntando por las condiciones.

Para reservar te dan la opción de enviar el número de la tarjeta por e-mail para hacer el cargo en caso de no aparecer o no cancelar al menos 7 días antes, o realizar un depósito on-line a través de una web de reservas con el importe de una noche, que luego te devuelven menos 15 € de tasa si cancelas antes de una semana. Nosotros escogimos la segunda opción porque, aunque nos arriesgábamos a perder los 15 euros en caso de tener que cancelar, nos parecía más seguro que enviar nuestro número de tarjeta por e-mail.



La cabaña en la que nos quedamos, de unos 20 metros cuadrados, disponía de baño con ducha, una habitación con cama doble y un salón - cocina como espacio principal. Están completamente equipadas, con televisor, radio, nevera, tostador, cafetera, horno - microondas, wifi y calefacción. Como es habitual en Islandia, las toallas y sábanas no están incluidas, suelen contar sólo con un edredón nórdico, y se pueden alquilar por 13 € por persona. En estos alojamientos además te daban la opción de cobrarte 19 € por la limpieza final o que lo dejásemos todo limpio y recogido para evitar pagarlo.


En general la cabaña estaba bastante bien y estuvimos muy a gusto. Hay que contar con que en Islandia el agua caliente tiene como origen las fuentes geotermales de la zona, por lo que tiene un cierto olor a azufre que para los no acostumbrados resulta un poco extraño pero es cuestión de hacerse a ello.

Las cabañas también tienen un porche con buenas vistas a la bahía y a un pequeño lago próximo, que tiene que ser una maravilla para el verano y hacer comidas fuera.



Entre las cabañas hay caminos que permiten recorrer la zona, pudiendo encontrar entre ellos alguna barbacoa y pequeños jacuzzi.





Como llegamos casi de noche no pudimos disfrutar mucho de todo ello, pero al día siguiente antes de irnos bajamos hasta el lago junto a la bahía y la verdad es que nos gustó mucho el lugar, ojalá algún día podamos volver y pasar allí un tiempo de relax.




sábado, 20 de diciembre de 2014

Día 7 en Islandia (15/09): Alrededores de Mývatn y ballenas en Húsavík


Aunque el cansancio se empezaba a acumular ya, el séptimo día nos levantamos ilusionados porque al final del día realizaríamos la salida en barco desde Húsavík para intentar ver ballenas. La mañana la íbamos a dedicar a recorrer los alrededores del lago Mývatn de unos 30 km de perímetro. 




Ese día no madrugamos demasiado porque llevábamos sueño acumulado y teníamos tiempo suficiente en principio para lo que pensábamos ver. Tras recoger todo y desayunar en el camping de Reykjahlíð nos dirigimos a la primera parada del día, la fuente termal de Grjótagjá. En las cercanías de la cueva, podíamos hacernos una idea en superficie de lo que bullía en el interior...

Grjótagjá es una fuente de agua caliente en el interior de una cavidad que durante años ha sido utilizada por la población de la zona como lugar de baño. Sin embargo, tras la última erupción del Krafla hace unos 30 años, la temperatura del agua subió hasta los 60 ºC por lo que éste fue prohibido, si bien en la actualidad ha descendido algo y hay gente que se atreve a meterse pese a la prohibición. Se puede acceder a ella, bien desde la Ring Road nada más pasar Reykjahlíð por una carretera asfaltada y señalizada o desde la 848 por una pista de gravilla.



La entrada a la cueva está algo complicada, es posible acceder desde 2 puntos pero luego resulta difícil moverse por dentro de la cavidad ya que apenas hay espacio y grandes bloques de piedra se amontonan unos con otros. En la superficie lo que se observa es una gran fisura que recorre toda la zona, por la que se puede pasear con precaución. Por allí se desarrolla también la ruta 29 de la guía Rother (1ª edición), que se puede combinar con la ascensión al cercano cráter Hverfjall.



Esa ruta pasa también por otra fuente termal de la zona famosa, Stóragjá, pero no teníamos demasiado tiempo para hacer la ruta y no veíamos claro como llegar en coche hasta allí ya que no habíamos visto ninguna señal, por lo que nos quedamos con el recuerdo de Grjótagjá y continuamos con el recorrido por los alrededores de Mývatn.




Como habíamos accedido a ella por la carretera asfaltada desde la Ring Road, continuamos por la pista de gravilla hasta conectar con la carretera 848 que bordea el lago Mývatn por la zona Este - Sur. Esta pista no estaba en malas condiciones por lo que pudimos disfrutar del colorido paisaje tan espectacular en esta época del año.




Aproximadamente un kilómetro y medio después de salir a la carretera 848 la abandonamos de nuevo rumbo a Dimmuborgir. El acceso está señalizado y se trata de una carretera asfaltada que acaba en el propio aparcamiento, donde hay además una cafetería.



Dimmuborgir significa "castillo oscuro" en relación a las curiosas formaciones rocosas negras que lo componen, consecuencia de la solidificación de la lava en su camino hacia Mývatn.





El acceso a esta zona es gratuito y se puede recorrer mediante varios caminos, todos ellos señalizados. Al entrar hay un mapa donde aparecen todas las variantes. Nosotros optamos por la versión larga, de alrededor de 1 hora, que lo rodea casi por completo.




El contraste de la lava negra con los distintos colores otoñales de la vegetación que la rodeaba era increíble, cada poco teníamos que parar a hacer fotos para inmortalizarlo.




Durante todo el recorrido se van encontrando distintas formaciones curiosas...




... aunque probablemente la más famosa sea el arco conocido como Kirkja (iglesia en islandés) que forma una pequeña cueva a la que se puede entrar.



Continuamos con nuestro recorrido circular por Dimmuborgir, dirigiéndonos ahora hacia otra de sus formaciones características, un agujero en la roca que es posible atravesar. De hecho, siguiendo por el camino que lo cruza se puede llegar hasta el cráter de Hverfjall (ruta 26 en la 1ª edición guía Rother), otro de los lugares de interés junto al lago Mývatn y que visitamos también ese día.








Al estar en un alto, desde esta formación rocosa a la que podríamos denominar "el agujero" (aunque seguro que muchas mentes ocurrentes le encuentran nombres mejores...), se tienen buenas vistas de Dimmuborgir.








En lugar de continuar por el camino que permitía llegar hasta Hverfjall andando desde allí, preferimos regresar al coche y acercarnos al cráter por carretera, para evitar alargarnos en exceso. Luego descubriríamos que acertamos con la decisión ya que la subida al cráter por ese camino es bastante más dura que desde el parking junto a la carretera.

Durante el camino de vuelta nos despedimos de este paraje tan peculiar que con sus colores y formas curiosas había conseguido cautivarnos.



Incluso desde el propio aparcamiento, las vistas son espectaculares, por lo que no pudimos evitar dedicarle unos minutos a hacer alguna foto del entorno.






Para acceder al cráter Hverfjall hay que retroceder hasta la carretera 848 y tomar una desviación anterior señalizada, a aproximadamente 1 km, por una pista sin asfaltar pero en buenas condiciones. En caso de rodear el lago en el sentido de las agujas del reloj y querer visitar Hverfjall con el coche, convendría acceder a él antes que a Dimmuborgir. En nuestro caso lo de este día fue un poco improvisado, porque no teníamos claro si ir andando desde Dimmuborgir o en coche y fuimos cambiando de planes sobre la marcha.




Hverfjall es un cráter de 140 metros de alto y 1 km de diámetro, desde el que se tienen buenas vistas del lago Mývatn.


Al fondo se puede distinguir el monte Vindbelgur, de 529 metros y otro de los puntos importantes para obtener unas excelentes vistas del lago. La ruta 28 de la guía Rother describe el ascenso hasta él, de 1 hora de duración y 260 metros de desnivel.




Donde acaba la pista hay un aparcamiento donde se puede dejar el coche y desde el que en unos 30 minutos se llega a la cima del cráter por un camino de piedras algo empinado, aunque se puede subir bien.





Ese día hacía algo de viento y en una zona como esa tan expuesta resultaba muy molesto, con momentos en los que el aire incluso levantaba piedrecillas del suelo que nos golpeaban, por lo que recorrimos una parte de su perímetro y enseguida volvimos hacia el coche. Sin embargo, merece mucho la pena subir aunque sea un momento, ya que tanto el propio cráter como las vistas del entorno son magníficas.






Avanzamos hasta donde llegaba el camino que venía desde Dimmuborgir, por el que se veía llegar a algunas personas, y pudimos comprobar que entre la fuerte pendiente y el viento era sin duda un acceso mucho más complicado. Nosotros emprendimos rápidamente la bajada, deseando librarnos del molesto viento. pero disfrutando aún de los alrededores.



Nuestra siguiente parada iba a ser en teoría el bosque de la península de Höfði, pero al pasar la primera vez no vimos el desvío, por lo que continuamos hasta los pseudocráteres de Skútustaðir, al sur del lago. 

De camino paramos en un mirador junto a la carretera y muy próximo al agua, desde el que se veían también curiosas formaciones. 



Mývatn (cuya traducción literal es lago de los mosquitos por la abundancia de estos en su entorno), es el cuarto lago de Islandia en extensión con un área de 37 kilómetros cuadrados y cuenta con alrededor de 50 islas e islotes. Sin embargo es muy poco profundo, oscilando entre 1 y 4 metros.
Su entorno es famoso por su belleza pero especialmente por su avifauna, albergando una de las mayores poblaciones mundiales de ánades.
Al estar situado sobre la dorsal oceánica esta región es una de las zonas con mayor actividad volcánica del planeta, con una gran cámara de magma incandescente bajo su superficie, en algunos puntos a tan sólo 3 km de profundidad. Podéis encontrar más información de la región en esta web.




Continuamos por la carretera 848 hasta llegar a los pseudocráteres de Skútustaðir, en la zona sur del lago. Hay varios aparcamientos en la zona así como hostales y restaurantes. 




La zona más al oeste, donde está la mayor concetración de estas formaciones, se puede recorrer en una media hora por unos caminos bien delimitados (ruta 27 guía Rother). Si se quiere se puede prolongar el recorrido alrededor de todo el lago Stakhólstjörn empleando casi una hora más. 



Estas curiosas formaciones se denominan así por su parecido al cráter de un volcán, si bien su origen está en las explosiones que se produjeron al entrar en contacto la lava con el agua del lago. 






Por la zona había, como no podía ser de otra manera, montones de ovejas pastando a sus anchas...




Ese día ya sólo nos quedaba como cita ineludible la salida en barco desde el puerto de Húsavík para intentar ver ballenas. Como aún era pronto y puesto que el día anterior habíamos recorrido la parte Oeste del lago y no teníamos nada de interés que ver por allí, decidimos regresar de nuevo sobre nuestros pasos por la carretera 848 y así buscar el boque de Höfði que se nos había despistado.


De camino volvimos a parar en el mirador junto a la carretera, para esta vez dedicarle un poco más de tiempo. Se puede andar por los alrededores descubriendo las formas caprichosas que la lava a ido dejando a su paso.








Estuvimos un ratillo recorriendo la zona y haciendo fotos por los alrededores de la granja Kálfaströnd, y aunque el día no era muy bueno y no hacía nada de calor, al menos no llovía lo que era de agradecer.





De vuelta en el aparcamiento cogimos la furgoneta para continuar rumbo al Norte, esta vez fijándonos bien en todos los caminos que pudiesen llevarnos a la península de Höfði que se adentra en el lago. No tuvimos que esperar mucho y unos kilómetros después vimos el cartel que marcaba el desvío. Se debe dejar el coche en un parking que cuenta con baños. Tras pasar una verja, parecía que hubiesemos entrado en otro mundo, todo lleno de árboles a ambos lados del camino.  Esto, que en cualquier otro lugar sería de lo más normal, en Islandia es algo especial porque apenas hay bosques en todo el país.





Esta zona por supuesto no es una excepción y la abundancia de abedules y abetos son consecuencia de una cuidada repoblación. Además cuenta con algunos rincones preciosos como este pequeño jardín.



Recorriendo la península se puede acceder casi a la orilla del lago, desde la que se pueden ver los klasar, curiosas formaciones volcánicas como las que habíamos visto en el mirador junto a la carretera, pero que al estar dentro del agua resultan aún más bonitas.






Tras recorrer la península casi por completo regresamos al coche y pusimos rumbo a Húsavík. Allí habíamos visto el día anterior un restaurante junto a las oficinas de las empresas de avistamiento de ballenas que tenía buena pinta y ya nos tocaba comer a mesa puesta.

El Salka Restaurant resultó estar bastante bien, el local era agradable y comimos un plato principal bastante grande y muy rico con bebida por algo más de 15 euros cada uno, que para ser Islandia no está nada mal.




Antes de comer habíamos entrado a comprar los tickets para la salida en barco. Nosotros elegimos la empresa North Sailing porque hacía una salida por la tarde que nos venía mejor y de precio las dos que había allí eran parecidas. Además, teníamos un folleto con vales descuento, que no sabemos muy bien dónde lo conseguimos pero que probablemente se pueda encontrar en oficinas de turismo o incluso en el propio aeropuerto, con el que nos salían un 10 % más barato los tickets de esta compañía. En total nos salió por 111 € los 2 las 3 horas en barco por la bahía. Por lo que vimos, la otra empresa, Gentle giants, ofrece también salidas en zodiac para los más aventureros.

Como aun era pronto cuando acabamos de comer, dimos un paseo por el centro de Húsavík y por su puerto. Lo cierto es que la ciudad no tiene mucho que ver, es una de las más grandes del Norte de Islandia con más de 2.000 habitantes pero es más una ciudad de servicios que turística. Su nombre significa "casa de la bahía" y es considerada el asentamiento más antiguo del país, entorno al año 870 por vikingos suecos, pero su fama viene por ser habitualmente conocida como la capital europea del avistamiento de ballenas, ya que en la bahía de Skjálfandi se realizan multitud de salidas para ver estos cetáceos. En el centro de la ciudad hay un museo dedicado a ellas.

La iglesia blanca de 1907 junto a la carretera llama la atención, así como las casas de madera junto al puerto. Cuando se sale de la ciudad se aprecia también el entorno tan privilegiado en el que se encuentra, a los pies de la bahía y rodeada de montañas que pasan prácticamente todo el año con algo de nieve.




Finalmente llegó el momento tan esperado y pudimos subir al barco desde el que esperábamos cumplir otro de nuestros sueños, ver ballenas. 


En el barco te proporcionan ropa de abrigo e impermeable, hay buzos bastante gorditos para no pasar nada de frío y chubasqueros impermeables con los que es imposible pasar desapercibido...


La tripulación del barco la formaban el capitán y "Sigui" (no estamos seguros de que se escriba así). un chico muy majo que se encargaba de informarnos de todo, tanto medidas de seguridad, como curiosidades de la zona o características de las ballenas que se suelen ver. También se encargaba de repartir hacia el final de la travesía chocolate caliente y un bollo de canela para reanimar un poco el cuerpo. Éramos unas 15 personas, por lo que había espacio de sobra y nos colocamos en la zona delantera para intentar ver a ambos lados del barco.

Sin embargo ese día no tuvimos nada de suerte. Sigui había comentado al poco de salir que llevaban un par de días que apenas veían ballenas y esa tarde no fue diferente, por más que miramos a un lado y a otro no pudimos ver ninguna y la verdad es que el tiempo no acompañaba mucho. Lo máximo que conseguimos, y no todos lo vimos, fue ver un chorro de los que expulsan al respirar pero a bastante distancia. Nos dijeron que esto era muy poco habitual y que prácticamente siempre veían alguna, por lo que nos ofrecieron repetir la salida al día siguiente gratis si queríamos volver a intentarlo. Nuestra idea era continuar viaje por la mañana, ya que teníamos muchos kilómetros hacia nuestro próximo destino, la península de Snaefellsnes, pero cogimos el ticket que nos ofrecían para consultarlo con la almohada y decidirlo por la mañana.

Al salir del barco nos encontramos con una pareja de españoles que nos preguntaron qué tal había ido y si era recomendable o no. Les contamos nuestra experiencia y ellos nos dijeron que lo pensarían, ya que tenían que quedarse por la zona un par de días porque habían llamado para reservar un vuelo en helicóptero para ver desde el aire la fisura de Holohraun y no tenían hueco hasta entonces. Pese al precio elevado, entorno a 250 € por persona, parece que la iniciativa tenía mucho éxito. Supongo que como decían ellos, aunque era bastante dinero era una experiencia que probablemente no podrían volver a vivir.

Nosotros tuvimos que conformarnos con pasar esa noche bajo techo, lo que para nosotros ya era todo un lujo ya que era la única de todo el viaje (tras el fiasco del primer día con el retraso del avión) que teníamos reservado alojamiento. Se trataba de unas cabañas a las afueras de Húsavík que habíamos encontrado en Internet a relativamente buen precio para ser Islandia. Allí nos recibieron amablemente, nos dieron indicaciones sobre las cabañas y la salida del día siguiente y nos fuimos a descansar y disfrutar del maravilloso atardecer junto a la bahía.



En la próxima entrada un poco más de información sobre este alojamiento que tanto nos gustó.