martes, 15 de diciembre de 2015

Día 5 en Noruega (18/08): De Eidfjord a Gaupne, bordeando el Sognefjord


Nuestro segundo día en los fiordos amaneció espectacular, con el cielo completamente azul y muy buena temperatura, empezábamos a creer que íbamos a tener suerte con el tiempo...

Tras desayunar en nuestra humilde cabañita, recoger las cosas y dejar la llave en recepción mientras otros huéspedes disfrutaban de un suculento desayuno, iniciamos poco después de las 9 nuestro camino hacia el Sognefjord, el protagonista del día, sin saber aún las sorpresas que por desgracia nos iba a deparar.


Los primeros 30 kilómetros nos tocaba deshacer parte del recorrido del día anterior (ver sobre el mapa aquí), lo que incluía volver a cruzar el macropuente y los dos túneles con rotondas en su interior.





Aprovechamos que esta parte ya la teníamos controlada para disfrutar de las hermosas vistas sobre el fiordo Hardangerfjorden, al que pronto íbamos a decir adiós.




Tras atravesar el puente y los 2 túneles, con el consiguiente pago del peaje de 150 NOK, continuamos bordeando el lago Granvinsvatnet por la carretera 13. Poco antes del Tunsbergtunnelen nos desviamos por una carretera a mano derecha, que nos permite, evitando el túnel, disfrutar de la cascada Skjervsfossen.




Esta bonita cascada, de unos 150 metros de altura, cae en dos partes, una a cada lado de la carretera, siendo la principal de alrededor de 70 metros. La zona se encontraba en obras, por lo que estaba un poco complicado dejar el coche y dar un paseo por allí, si bien un caminito permitía llegar hasta la base de la cascada.



Siguiendo por la misma carretera se llega de nuevo a la carretera 13 principal. Por lo que habíamos leído, antes era posible aparcar el coche junto a la parte superior de la cascada, donde había incluso un merendero, pero con las obras actuales era imposible acercarse.

Nuestra siguiente parada era otra cascada, la de Tvindefossen, unos 12 kilómetros después de pasar Vossevangen, ciudad principal de la zona a orillas del lago Vangsvatnet, a la que habitualmente se refieren como Voss, y en la que no paramos para que no se nos hiciera tarde. De camino pasamos por otro peaje automático de 43 NOK.

La cascada se encuentra junto a la carretera E16, cerca del camping Tvinde. A sus pies hay un amplio aparcamiento y una pequeña tienda con baño desde donde parte un camino en buenas condiciones que facilita el acceso hasta ella. En lugar de ser vertical como la mayoría, va cayendo en varios tramos, a lo largo de sus 152 metros de altura. Siguiendo por la carretera después del camping hay una senda que permite subir hasta su parte más alta aunque se recomienda precaución ya que puede no estar en buen estado. Nosotros disfrutamos un rato del entorno tranquilo alrededor de su base para seguir poco después dirección a Gudvangen.




Continuamos por la E16 y con ella rodeamos el lago Oppheimsvatnet. Pocos minutos después tomamos una desviación a mano izquierda que nos permite llegar al Hotel Stalheim, un magnífico mirador del Naeroydalen, valle que se encontraba a nuestros pies y al final del cual están el pequeño pueblo de Gudvangen y uno de los fiordos más famosos de Noruega, el Naeroyfjord, que junto con el Geirangerfjord son Patrimonio de la Humanidad. Entre los dos fiordos ocupan un área de 1227 kilómetros cuadrados de los cuales 107 son mar.





Para acceder al mirador hay que entrar en el edificio del hotel y atravesar el hall en dirección a la terraza, pasando junto a una tienda de souvernirs y el comedor/cafetería. Al principio nos dio un poco de cosa pero luego en la terraza vimos que había más turistas y los empleados del hotel que nos cruzamos parecían acostumbrados.




Como no estábamos seguros si los no clientes teníamos permitido aparcar en el aparcamiento del hotel, dejamos el coche algo más adelante. De camino nos sorprendió una pequeña cabaña que nos recordó a un hórreo en miniatura.



La zona no tiene mucho más que el propio hotel y un par de cabañas, pero las vistas merecen la pena e incluso el hotel resulta espectacular, tiene que ser increíble pasar una noche en él y despertarse con semejante panorámica.



Junto al hotel encontramos un panel sobre las rutas a pie que se podían realizar con la zona. Había varías con muy buena pinta, lástima no disponer de más tiempo para disfrutar del entorno.



Seguimos nuestro camino bajando por Stalheimskleiva, una de las carreteras de mayor pendiente del norte de Europa con un valor medio del 18 %. Fue construida en 1842 y está abierta todo el año salvo en invierno por nieve y hielo. Es de un sólo sentido, descendente, y tiene 13 curvas de herradura. Hasta que no estás en ella no se ven Stalheimfossen y Sivlefossen, dos cascadas espectaculares de 126 y 142 metros respectivamente, una a cada lado de la carretera. Está complicado parar ya que la carretera no es muy ancha y no hay mucha visibilidad para los coches que bajan, pero conseguimos hacer alguna foto y disfrutar de las impresionantes vistas del valle.



En el fondo del valle retomamos la carretera principal E16 que sortea este desnivel gracias un túnel de algo más de un kilómetro. Unos 10 kilómetros más tarde llegamos a Gudvangen donde aprovechamos para comer junto a su puerto, enclave fundamental de este pequeñísimo pueblo.



Justo antes de entrar nos quedamos perplejos con la cascada Kjelfossen, un conjunto de varias saltos de agua que se encuentra entre las más altas del mundo con unos 800 metros de caída total. La principal son 149 metros ininterrumpidos.



Aunque en parte lo que más llamó nuestra atención fue la cortina de agua que se levantaba a media altura, formando lo que parecía una nube y que le daba un aspecto especial.



El fiordo Naeroyfjord tiene un tamaño de 17 kilómetros de largo y tan sólo 250 metros de ancho en su punto más estrecho. Se encuentra rodeado por montañas de casi 1800 metros, por lo que las paredes resultan impresionantes. En la actualidad quedan pequeños asentamientos en los alrededores del fiordo situados en zonas a salvo de avalanchas que se dedican fundamentalmente a la agricultura.



Por desgracia, estábamos a punto de recibir una inesperada y nada agradable noticia que trastocaría nuestros planes. Después de comer los bocatas junto al puerto pusimos rápidamente rumbo a Flam con intención de hacer antes una breve parada en el pequeño pueblo de Undredal. Sin embargo, a la salida de Gudvangen, donde comienza el Gudvangentunnelen que permite llegar hasta allí en menos de media hora, nos encontramos unas vallas que prohibían el paso y un hombre informando de que el túnel estaba cerrado y que iba a seguir así durante las siguientes 4 semanas. El bajón fue inevitable, ya teníamos planificado todo con ese recorrido y además era una zona que teníamos ganas de visitar, al ser uno de los fiordos más famosos de Noruega. Casualmente coincidimos en ese momento con una familia de españoles que tampoco daban crédito a la mala suerte que habíamos tenido. El hombre que estaba informando de la situación nos explicó amablemente las formas que teníamos de llegar hasta Flam con el coche: por barco, pero el precio era desorbitado y teníamos que esperar bastante ya que sólo uno de los barcos que quedaban ese día admitía coches (billetes anticipados en la web de Visit Flam), o bien dando toda la vuelta por carretera, lo que suponía más de 4 horas y 2 ferrys.

En nuestro caso sin embargo no teníamos muchas opciones: teníamos reservada una cabaña para esa noche en el Viki Fjordcamping cerca de Gaupne  y cualquiera de las dos propuestas hacían imposible ir hasta Flam y llegar al camping a una hora decente, además de la paliza y gasto que suponía, por lo que resignados descartamos conocer Flam, el Aurlandsfjord y la stavkirkje de Borgund y pusimos rumbo a Gaupne intentando disfrutar de lo que nos quedaba de día. Una de las cosas que más rabia nos dio al pensar en ello después fue que de haberlo sabido también podíamos haber llegado a Flam desde Eidfjord donde habíamos pasado la noche anterior por la carretera 7, en algo más de tiempo porque son casi 100 kilómetros más pero atravesando una zona espectacular de montañas y glaciares, probablemente de las más inalteradas del sur del país. Por desgracia no habíamos visto ningún aviso ni en las carreteras ni por internet y tuvimos que conformarnos con la inesperada situación.

Para llegar hasta nuestro alojamiento de esa noche seguimos la ruta que teníamos pensado hacer de vuelta a Bergen el último día del viaje, vía Vangsnes. Deshicimos el camino andado esa mañana hasta pasar el Oppheimsvatnet, donde cogimos la carretera 13 para ir remontando el río Myrkdal. Lo cierto es que los paisajes que encontramos, aunque diferentes a los fiordos, seguían siendo espectaculares y conseguían dejarnos con la boca abierta igualmente, lo que ayudó a mitigar la desazón que se nos había quedado tras el chasco del túnel cerrado.


Entre los lugares más sorprendentes que encontramos había una zona con varias curvas de herradura que permitían salvar un gran desnivel al inicio del cual había varias cabañas de pastores, con decenas de ovejas en la los prados y en la propia carretera y varias cascadas confluyendo en el curso del río que seguía valle abajo. Paramos a hacer unas fotos y las ovejas se acercaban rápidamente a los coches, lamían las ruedas y no tenían nada de miedo de las personas, más bien todo lo contrario...



Desde la parte alta las vistas del valle Myrkdalen también resultaban impresionantes.





Al otro lado nos esperaba un cambio radical, donde los intensos tonos verdes de las praderías daban paso a marrones y ocres de zonas más rocosas con menos vegetación y al blanco de la nieve que llegaba hasta la propia carretera y cubría algunos lagos como el Skjelingavatnet.




Por esta zona no encontramos prácticamente poblaciones, tan sólo algunas cabañas diseminadas probablemente destinadas al turismo o residencia vacacional.



Continuamos tranquilamente disfrutando del paisaje hasta el pueblo de Vik, donde teníamos anotado que había dos iglesias destacadas: la Hove steinkirke (de piedra) y la Hopperstad stavkirke (de madera), ambas del siglo XII. Sólo nos acercamos a ver la segunda de ellas, ya que la primera se veía un poco desde la carretera y al ser de piedra se parecía más a lo que estamos acostumbrados.

Realmente Hopperstad merece una parada, está a menos de 1 km de la carretera principal, en un desvío señalizado y aunque su visita es de pago (60 NOK), desde los alrededores se aprecia ya su relevancia, encontrándose además en un entorno incomparable. Se trata de hecho de una de las stavkirke más grandes y antiguas de Noruega, aunque fue reconstruida en el s. XIX por las malas condiciones en las que se encontraba.






Desde allí ya sólo nos quedaban unos pocos kilómetros hasta Vangsnes donde cogíamos uno de los ferrys que cruzan el Sognefjord, con 205 km el segundo fiordo más largo del mundo. Se puede encontrar información sobre precios y horarios en la web de Fjord1, una de las empresas encargadas del transporte marítimo en los fiordos. No es necesario comprar los billetes con antelación ya que hay con bastante frecuencia, más o menos cada hora, y nos costó menos de 115 NOK (unos 13 €) un coche y dos adultos (con el coche va incluido ya un pasajero). Los billetes los venden a la entrada del barco, mientras se espera para entrar a él en el parking habilitado para ello. Se puede coger con destino a Dragsvik o Hella, nosotros nos decantamos por este último ya que íbamos a continuar por la carretera 55 hacia Gaupne. El trayecto es muy corto, de unos 10 minutos, pero da tiempo a disfrutar de las preciosas vistas desde la cubierta y hacer algunas fotos. Habíamos descartado acercarnos a Balestrand como teníamos previsto para la vuelta porque implicaba ir y volver en el barco para ver sólo el pueblo y pensamos que no merecería la pena y se nos haría un poco tarde.




Saliendo directos del barco se coge la carretera 55, donde nuestra primera parada es la cascada Kvinnafossen, de unos 120 metros de altura. Hay un pequeño espacio junto a la carretera con una mesa de picnic donde parar el coche unos metros antes de la cascada. En primavera en época de deshielo baja tanta agua que sobrepasa la carretera y hay que atravesar una cortina de agua si se conduce por allí. El nombre (kvinne es mujer en noruego) no está claro si tiene su origen en una mujer que murió allí tras caer a la cascada o por una supuesta formación rocosa con apariencia de mujer que se observa cuando no hay demasiada agua. También existe una tercera versión que nada tiene que ver con mujeres sino que lo relaciona con los sonidos chillones emitidos por la fuerza del agua al caer.



La siguiente población importante que encontramos es Hermansverk, una pequeña ciudad donde paramos a comprar en un supermercado de la cadena Kiwi. Poco antes de llegar, en Leikanger, nos detuvimos unos minutos a ver una especie de menhir, el Baldersteiner o piedra Balder, cerca de la carretera.



Se puede acceder a él por un camino de tierra que va hacia una casa particular, está señalizado y se trata de una piedra de unos 8 metros de altura situada sobre un túmulo funerario y que es considerada uno de los menhires más altos del país. En sus alrededores se encontró la tumba de un hombre de época vikinga o incluso anterior, por lo que se trata de un memorial aunque se desconoce en honor a quién. Además se han hallado otras tumbas en las proximidades que permiten saber que la zona era un campo funerario utilizado en la Edad de Hierro, durante unos 1500 años en total.



Como eran poco más de las cuatro de la tarde y estábamos a tan sólo una hora del camping decidimos desviarnos unos 10 km a Kaupanger, por la carretera 5, para ver su stavkyrkje



Dicen que es la más grande de la región y una de las mejor conservadas, en especial su interior. Fue restaurada en los años 60 según su aspecto del siglo XVII, aunque existen pruebas de su existencia desde el siglo XII y su nombre deriva de kaupang, lugar de comercio. En la actualidad aún es utilizada por los feligreses de la zona. Visitarla cuesta 60 NOK pero cuando llegamos ya habían cerrado (indicaba el horario hasta las 16.30 h).





Dimos un paseo por el pequeño puerto de Kaupanger, donde había gente disfrutando del buen día que hacía. Allí se encuentra además el museo gratuito Sogn Fjord Museum sobre la vida en los fiordos, con muestras de pequeñas embarcaciones y material de pesca, pero que estaba ya cerrado (abría hasta las 17 h).




Decidimos ir yendo hacia el Viki Fjordcamping, ya que al hacer la reserva nos habían pedido que avisáramos si íbamos a llegar más tarde de las 18. Como no estábamos seguros de si llegaríamos para esa hora mandamos un SMS y nos contestaron que no había problema y que nos dejaban la llave bajo el felpudo de la cabaña que nos habían asignado. De camino fuimos disfrutando del entorno, repleto de cascadas, prados verdes y pequeñas iglesias, como la de madera blanca de Nes, del siglo XIX, que sustituyó a una stavkyrkje derribada en esos años.



Cuando llegamos al camping, junto a la carretera en el pueblo de Hoyhimsvik, quedamos maravillados con el lugar, justo al borde del agua, con unas vistas preciosas de la cascada Feigefossen de 218 metros, en la otra orilla del fiordo.






Nos acercamos a la recepción un par de ocasiones para pagar pero no había nadie y como aún era pronto pensamos que estaría bien dar una vuelta por los alrededores. Teníamos anotado que había una iglesia bonita en el pueblo cercano de Luster y para allá que fuimos.

El pueblo de Luster está a unos 10 minutos del camping Viki adentrándose en el fiordo, lo que permite también recorrer en parte la estrecha carretera 55 que lo bordea hasta el final. Allí se encuentra la iglesia de Dale, del siglo XIII y de piedra, a diferencia de la mayoría de las que habíamos visto hasta entonces. Pero en su favor hay que decir que merece la pena visitarla, ya que además de estar en un bonito entorno se puede visitar gratis su interior hasta las 20 horas.




Esta iglesia fue construida entorno al año 1250, si bien el porche y la torre son de principios del siglo XVII. Sus muros son de 1,5 metros de grosor y se pueden ver inscripciones rúnicas en los marcos de piedra de puertas y ventanas. El interior, realizado por gente de la zona, es espectacular, con mezcla de madera y piedra, realmente acogedor.



















Ya de vuelta en nuestra cabañita al borde del fiordo estuvimos disfrutando de las vistas y la tranquilidad que allí había y viendo como otros huéspedes aprovechaban para dar un paseo en una pequeña barca. Casi cuando íbamos a cenar vinieron a avisarnos que ya podíamos pasar por recepción a pagar. Allí tenían colocado un papel informando de lo sucedido en el túnel de Gudvangen y comprobamos que había más gente afectada en el camping. Resultó que esa misma semana se había producido una explosión en un camión al poco de entrar al túnel sin causas aparentes, y aunque no había habido víctimas, ya era la segunda vez que pasaba en unos meses y tenían que revisarlo a fondo porque podía haber gases inflamables que lo hacían muy peligroso. Lo cierto es que el poder relajarnos y disfrutar del buen tiempo en la cabaña con sus maravillosas vistas compensaron el día con creces.









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