lunes, 9 de enero de 2017

Alsacia día 2 (28/11): Estrasburgo, Obernai y Castillo de Haut-Koenigsbourg


Tras nuestra primera noche en Alsacia tocaba madrugar un poco para aprovechar la mañana recorriendo la que habitualmente se conoce como la capital de Europa, Estrasburgo. 

Desayunamos en la habitación lo que llevábamos aprovechando que había té, café y hervidor de agua, recogimos todo e hicimos el check-out del hotel, confirmando que no había problema por dejar el coche en su parking hasta el mediodía. 


Con el pase de 24 horas que habíamos comprado la tarde anterior, cogimos de nuevo el tranvía en Montagne Verte para movernos al centro. 
En esta ocasión nos bajamos en la parada de République para cambiar de línea y llegar hasta la zona del barrio europeo, donde se encuentran las sedes de multitud de organismos como el Parlamento Europeo o la Corte Europea de Derechos Humanos. 



Pasamos el primero de largo y nos detuvimos en la parada de este último (Droits de l'Homme), edificio futurista con un amplio aparcamiento para bicicletas en su entrada.




Desde allí se ven el Parlamento Europeo y el Consejo de Europa, situados ambos al otro lado de las vías del tranvía y comunicados por una pasarela.




Estuvimos unos minutos por allí curioseando y cogimos el siguiente tranvía de vuelta hacia la Plaza de la República. Junto a la parada de Parc du Contades se encuentra la gran Sinagoga de la Paz, construida en 1954 tras la destrucción por los nazis de la existente en Kléber. Se puede visitar libremente salvo grupos (solicitudes vía e-mail).



Una vez en la Plaza de la República, corazón del Barrio alemán y erigida entre 1871 y 1918, nos impresionan los monumentales edificios que se congregan a su alrededor.





Por citar algunos aquí se encuentran el Teatro Nacional, la Biblioteca Universitaria o el Palacio del Rhin.





El origen de este barrio está en la derrota francesa de 1870, cuando Alemania decidió convertir Estrasburgo en la capital de Alsacia y Lorena, creando la entonces llamado "nouvelle ville" con amplias avenidas, edificios administrativos y culturales y residencias señoriales.



En el centro de la plaza se encuentra el Monumento a los muertos, de 1936, que representa una madre con sus dos hijos fallecidos, uno por Francia y el otro por Alemania, situación que vivieron muchas familias alsacianas durante las dos guerras mundiales. Tras ella, al fondo, el imponente Palacio del Rhin.



Pero en esta época del año todo el protagonismo de la plaza se la llevan los árboles, con el intenso color amarillo que toman sus hojas los meses otoñales.



Desde allí comenzamos el recorrido a pie, dirigiéndonos hacia la Place Broglie y pasando junto al edificio de la Ópera.






En esta plaza está el mercadillo navideño Le Christkindelsmärik que habíamos visitado la tarde anterior y que es famoso por ser uno de los más antiguos de Francia y contar con más de 100 casetas. Sin embargo a las 10:30 de la mañana aún se estaba desperezando, ya que la mayoría de mercadillos no funcionan con normalidad hasta las 11. Escondido tras las casetas distinguimos el edificio del Ayuntamiento u Hôtel de Ville.



Al otro lado encontramos otro gran edificio como es el Banco de Francia.



Seguimos avanzando y de camino a la Place Kléber pasamos por otro mercadillo, Le Marché du Carré d'Or en la Place de Temple Neuf, en la que se encuentra la iglesia homónima construida tras el incendio de agosto de 1870 que redujo a cenizas la iglesia de los dominicos que ahí se encontraba.



Cuando llegamos a la Place Kléber la encontramos cambiada respecto a la noche anterior, con bastante movimiento de gente pero con la diferencia que otorga la luz de pleno día.





Aunque tuvimos la suerte de tener un día estupendo de sol lo cierto es que hacía bastante frío, había helado por la noche y a esas horas no superábamos los 5 grados, por lo que cuando vimos la cafetería Brioche Dorée en una esquina nos metimos como locos buscando un chocolate caliente y algo de comer para poder aguantar la mañana de paseo, aunque pensamos que tendría WIFI y en eso no hubo suerte. Pagamos 4,80 € por un chocolate y 3 bollos (croissant y napolitanas).

Con fuerzas renovadas proseguimos el recorrido por Estrasburgo, atravesando la enorme plaza dedicada al general Kléber, con una estatua suya en el centro. El impresionante edificio del otro lado de la plaza acoge en la actualidad varias tiendas, entre ellas la Apple Store, un hotel, cafeterías y restaurantes.



En una de las esquinas de la plaza, tal y como habíamos visto la noche anterior, se encuentran las populares Galerías Lafayette.


A pocos metros de allí se encuentra una de las joyas de la ciudad, el barrio de La Petite France. Las casas, muchas de ellas de los siglos XVI y XVII y famosas por sus entramados de madera, alojaron a pescadores, curtidores y molineros durante años. De hecho los tejados inclinados  están abiertos sobre los graneros donde en otros tiempo se secaron las pieles.



Una de las casas más famosas es la Maison des Tanneurs, de 1572, situada en la Place Benjamin-Zix junto al río Ill, afluente del Rhin, que atraviesa este bonito barrio. En la actualidad es un restaurante, como muchas otras del barrio.





En esta plaza encontramos también el mercadillo Le Marché des Rois Mages.



Además del río encontramos en la zona varios canales utilizados para los molinos que antiguamente abundaban por la zona.




Recorriendo los canales llegamos hasta Les Ponts Couverts, cuyo nombre viene de los que existieron en el siglo XIV, siendo los actuales de 5 siglos después. Están dominados por 4 torres del mismo siglo que los originales, vestigio de las murallas que rodeaban la independiente Estrasburgo.






Tras la unión de Estrasburgo a Francia en 1681, se construyó un nuevo cinturón de fortificaciones exterior que incluía la Barrage Vauban o Gran Exclusa y que con sus trece arcos permitía inundar en caso de necesidad todo el sur de la ciudad volviéndola inaccesible para los asaltantes. Fuera de uso desde 1996 se permite el acceso libre a su terraza panorámica para disfrutar de las bonitas vistas.



Cruzamos caminando los Ponts Couverts, pasando junto a dos de las torres, y disfrutamos desde allí de las vistas sobre esta pintoresca zona.





Regresamos hacia el centro del barrio callejeando entre sus casas de entramados de madera.






Y así llegamos hasta la Rue des Molins y el puente que cruza el río, en el otro extremo de la zona de canales y desde donde vemos en una exclusa uno de los barcos turísticos que rodean el centro histórico de la ciudad o "grande Île" y que se cogen en el embarcadero junto al Palais Rohan (más información en la web de Batorama).




Seguimos avanzando dejando atrás una de las iglesias más grandes de la ciudad, la de Saint Thomas, del siglo XII, hasta llegar a la zona del muelle del mismo nombre que recorremos en dirección a la catedral.





Al otro lado del río, en el Quai Saint-Nicolas, está el Museo Alsaciano, que reproduce en 3 antiguas residencias de la ciudad la vida tradicional de Alsacia con muebles, trajes, juguetes, etc. Está abierto todos los días de 10 a 18 horas salvo los lunes y la entrada cuesta 6,50 €.



En el lado opuesto encontramos L'Ancienne Douane y el Museo histórico de la villa de Estrasburgo, uno a cada lado del Pont du Corbeau.

El primero de ellos, la Antigua Aduana, es un edificio cuyo origen se remonta a 1358, cuando se decidió crear un gran almacén donde cobrar tributos y aranceles a los mercaderes que pasaban por la ciudad, ya que durante muchos años Estrasburgo fue ciudad libre de cobrar sus propios impuestos. Tras numerosas ampliaciones, modificaciones y destrozos durante la guerra, el edificio recuperó el aspecto medieval que vemos en la actualidad en las reconstrucciones de la década de los 60 del siglo pasado. Hoy en día alberga el restaurante homónimo y un espacio de venta directa de productos de granjas alsacianas.



A su vez, el Musée historique está instalado en las antiguas Grandes Carnicerías de la ciudad, construidas en 1587, y que hace que ya sólo el edificio merezca nuestra atención. En su interior se presenta un recorrido por la historia de Estrasburgo dividida en tres periodos. Se puede acceder a él todos los días de 10 a 18 horas por 6,50 €.



Y de frente encontramos la puerta al Estrasburgo navideño, una lástima no haber llegado hasta aquí la noche anterior para verlo iluminado.



Rodeando el edificio del museo llegamos a la Place de la Grande Boucherie, una pequeña plaza encantadora con mucho ambiente y multitud de fachadas decoradas. Está además a pocos metros de la Catedral, a la que se accede desde allí fácilmente por la Rue du Marroquin.




Lo cierto es que sin lugar a dudas la Catedral de Notre-Dame es el edificio más espectacular de Estrasburgo, alzándose su aguja hasta los 142 metros de altura, lo que la convirtió hasta el siglo XIX en el edificio más alto de toda la cristiandad. Se trata de una obra maestra de estilo gótico iniciada en el año 1015, pero de aquella época románica sólo perviven la cripta y el espacio que ocupaba. En el 1439 se finalizó la construcción de la torre actual, a la que se puede subir por una escalera de caracol de 332 escalones pagando la entrada de 5 € por persona (salvo el primer domingo de cada mes que es gratuito). Desde ella se puede disfrutar de espectaculares vistas de la ciudad y en días despejados de Los Vosgos y la Selva Negra.







Pero no sólo su altura llama la atención sino también su tamaño y sus fachadas elegantemente ornamentadas, el mayor libro de imágenes de la Edad Media, con centenares de esculturas. Además el color de la piedra, arenisca rosa, cambia según la hora del día y el color del cielo.



Al entrar descubrimos una nave alta pero acogedora en la que destacan las vidrieras de los siglos XII al XIX, el rosetón y el órgano con una caja adornada con autómatas.




Tampoco pasa desapercibido el púlpito, tallado por completo.




La iglesia se puede recorrer libremente entre las 7:00 y las 11:15 y de 12:45 a 19:00.






A las 11:15 se desaloja, ya que a las 12:30 se produce el movimiento de autómatas en el Reloj Astronómico que hay en su interior y media hora antes se proyecta una película. Para verlo, hay que acceder por la puerta lateral antes de las 12 previo pago de 2 € por persona. Los domingos y festivos no se realizan proyecciones y el acceso al reloj es libre tras la misa de las 11. El reloj, de época renacentista, es una obra maestra en sí mismo, producto de la colaboración de relojeros suizos, escultores, pintores y creadores de autómatas. Su mecanismo actual data de 1842.



Nosotros no nos quedamos a verlo porque se nos hacía muy tarde pero saliendo de la iglesia, en uno de los laterales, nos esperaba una última sorpresa, un gran belén navideño.



Fuera, en la plaza de la Catedral, las casetas de uno de los mercadillos navideños más populares de la ciudad empiezan a abrir. Pero en esta plaza hay otro edificio que destaca sobre el resto, la Maison Kammerzell, que toma el nombre del tendero propietario en el siglo XIX. Sin embargo su aspecto es obra del quesero Martin Braun, que en 1589 tras adquirirla conservó la planta baja de piedra que data de 1467 para vender su mercancía y reedificó el resto con tres plantas en voladizo y desván de tres niveles para usarlo como vivienda. Actualmente se utiliza como hotel - restaurante y junto a ella se encuentra la Oficina de Turismo de Estrasburgo.



Por la rue Mercière, frente a la fachada principal de la catedral, llegamos hasta la plaza Gutenberg, donde cada año se sitúa el mercadillo navideño dedicado a un país invitado, en 2016 Portugal.









Esta plaza toma su nombre del inventor de la imprenta, Johannes Gutenberg, que vivió en Estrasburgo durante una década y en cuyo honor se levantó una estatua en el centro de la misma. Detrás de ésta se encuentra Le Neubau, el edificio renacentista más antiguo de la ciudad, construido en 1585 para acoger tiendas y una parte de la administración municipal y del que se conserva su fachada original. En el siglo XVIII acogió el Ayuntamiento durante unos años pero desde 1808 alberga la Cámara de Comercio.



Por la rue du Vieux Marché aux Poissons volvemos hacia al río para dirigirnos al Palais Rohan, encontrando en su terraza Le Marché des délices de Noël, mercadillo navideño fundamentalmente gastronómico que no habíamos visto la tarde anterior.




El Palais Rohan es una fastuosa mansión construida y decorada entre 1732 y 1742 para el príncipe-obispo de Estrasburgo, conservándose prácticamente igual que entonces. En él se instalaron progresivamente varios museos de la ciudad: el de Bellas Artes en 1889, en 1913 el Museo Arqueológico y en 1924 el de Artes Decorativas. Los tres abren sus puertas de 10 a 18 horas diariamente salvo los martes y la entrada de cada uno cuesta 6,50 € (gratuito para menores de 18 años). Sin embargo existen pases de 1 o 3 días que permiten acceder a todos los museos de la ciudad por 12 y 18 € respectivamente.



Para completar el recorrido por la ciudad nos dirigimos hacia la plaza de la República, callejeando y descubriendo rincones como las plazas de Marché Gayot o Saint-Étienne.



Desde ahí nos acercamos al río para disfrutar de bonitas vistas sobre el Quai des Pecheurs o Muelle de los Pescadores,



El Canal des Faux Remparts a la izquierda del río está flanqueado por hermosos edificios, como el Lycée International des Pontonniers o la Villa Greiner, que acoge el Museo Tomi Ungerer, dibujante e ilustrador nacido en Estrasburgo.





Paseando junto a el canal llegamos de nuevo a la plaza de la República, donde habíamos iniciado el recorrido. Allí vemos, detrás del Teatro Nacional, la Poste Centrale (sede central de Correos), un impresionante edificio de 6500 metros cuadrados del siglo XIX.



Ya sólo nos quedaba coger el tranvía de vuelta al hotel, mientras asimilábamos todo lo que acabábamos de ver en pocas horas y cómo nos había sorprendido una ciudad que esperábamos más fría y grande y que nos había gustado de principio a fin.

Una vez en el coche pusimos rumbo al siguiente destino del día, el pueblo de Obernai, a unos 30 km de Estrasburgo.

Aunque llevábamos todo la mañana caminando al aire libre al llegar allí la sensación de frío se agudizó. Tras dejar el coche en la Place Notre Dame, con estacionamiento regulado pero gratis de 12 a 14 horas, nos dispusimos a recorrer el centro del pueblo.


En la Place du Marché, centro neurálgico de la población, encontramos alguno de los edificios más importantes, como el Ayuntamiento de origen gótico y con una bonita galería de piedra. Justo al lado de éste se encuentra Le Beffroi, atalaya de 72 metros de altura que ejercía simultáneamente como torre de vigilancia y campanario de la capilla de la Virgen construida en el siglo XIII pero demolida en el XIX.



En esta plaza se desarrolla, junto con la Place du Beffroi y la Place de l'Étoile, parte del mercadillo navideño, habitualmente abierto de 10 a 19 horas pero que encontramos cerrado, no sabemos si por la hora o por ser entre semana. Además cada jueves se celebra un mercado semanal cuyo origen se remonta a principios del siglo XIV.




En el centro de la plaza se encuentra la Fuente de Sainte-Odile en honor a la patrona de toda Alsacia y que se construyó a principios del siglo XX para celebrar el abastecimiento de agua corriente a la ciudad.


En el lado opuesto encontramos la Halle aux Blés o Mercado del trigo, antigua carnicería pública construida en 1554.



Avanzamos por la peatonal rue du Marché que también está decorada por Navidad, hasta toparnos con las murallas de la ciudad.






















Aunque no se conservan en su totalidad, tenían una longitud de 1400 metros y contaban con 20 torres y 4 puertas.



Junto a ellas destaca la Sinagoga, edificio neorrománico de 1876.



Regresamos hacia el centro callejeando por calles aledañas, hasta llegar de nuevo al Ayuntamiento, justo detrás del Beffroi. Tras éste se encuentra la Oficina de Turismo, que como habíamos comprobado antes de iniciar el recorrido permanecía cerrada.




De allí nos dirigimos a la Place de l'Étoile o Plaza de la Estrella, una de las más bonitas del pueblo y en la que destaca un bonito carrusel de época.



La plaza no recibe su nombre por tener forma de estrella sino por llamarse así una posada situada antiguamente en el nº 7. Estaba además entonces atravesada por canales preparados como lavaderos y contaba con numerosos molinos: 17 a finales del siglo XVIII.




Y al igual que en el resto del pueblo la mayoría de edificios destacan por sus entramados de madera y la decoración navideña, tanto particulares como hoteles y restaurantes.



Regresamos hacia el coche por el agradable paseo peatonal de las murallas, hasta dar con la imponente Iglesia de San Pedro y San Pablo.



Esta iglesia católica fue inaugurada en 1872, reemplazando un santuario gótico del siglo XV.


Junto a ella una de las torres integradas en las murallas en época medieval.



Desde allí se ve también un lateral del Ayuntamiento con la torre Beffroi detrás.



Y junto a éste, al comienzo de la calle está Le puits à six seaux o Pozo de los seis cubos, construido en 1579 y formado por tres columnas que soportan un baldaquín octogonal adornado con esculturas inspiradas en el nuevo testamento.



Pero el frío no daba tregua y el hambre había hecho ya acto de presencia por lo que decidimos buscar un sitio donde comer lo más económico posible. Al entrar al pueblo habíamos visto un McDonalds pero preferimos mirar un poco antes de ir hacia él. Casi por casualidad encontramos un Simply y como necesitábamos comprar cosas paramos para no tener que volver después y para mirar si había dentro dónde comer.

Por desgracia era sólo supermercado así que tras hacer algo de compra nos dirigimos al McDonalds, resignados aunque con la garantía de comer calentitos con WIFI sin dejarnos el presupuesto en ello (2 menús 15 €).

Al acabar pusimos rumbo al Castillo Haut-Koenisburg. Aunque podíamos haber ido por carretera convencional atravesando pueblos alsacianos como Mittelbergheim o Dambach-la-Ville, el hecho de que el sol se ocultara tan pronto en estas fechas nos hizo optar por la autovía A35 para llegar allí con tiempo de verlo. La taquilla está abierta en esta época de 9:30 a 12 y de 13 a 16:30 y el castillo cierra 45 minutos más tarde.



Hay aparcamiento gratuito rodeando el castillo salvo en su parte frontal donde está el mirador, un kiosko y espacio para autobuses.

Siguiendo las indicaciones hasta la entrada compramos los tickets en la taquilla (9 € por persona salvo los primeros domingos de mes entre noviembre y marzo que el acceso es gratuito) y nos adentramos en él para visitarlo por libre.



Al recinto fortificado se puede acceder libremente, es después para entrar al castillo en sí (a través de una de las torres) donde es necesaria entrada, por si no se dispone de mucho tiempo o no se quiere pagar.
Sin embargo, nosotros que somos bastante reticentes a entrar a museos y demás coincidimos en que en este caso merece la pena, nos gustó mucho a los dos a pesar del frío que pasamos (la temperatura rondaba los -2 ºC) y sin duda repetiríamos la visita.






La primera mención al castillo que se conoce es del siglo XII. Situado en el cruce de importantes rutas comerciales (la del trigo y el vino de norte a sur y la de la sal y la plata de oeste a este), tenía gran relevancia estratégica. Por desgracia, durante la guerra de los Treinta Años, tras resistir más de un mes los ataques suecos, acabó arrasado, incendiado y abandonado. En 1865 pasó a ser patrimonio de la ciudad de Sélestat y unos años después donaron sus ruinas al emperador alemán Gullermo II de Hohenzollern, tras quedar Alsacia bajo la administración alemana en 1871. Fue él quién encargó su restauración en 1900. Tras acabar la Primera Guerra Mundial, Francia se convirtió en propietaria de los bienes de la corona alemana y recuperó el castillo, de 1,5 ha y el bosque aledaño.





Como todo buen castillo que se precie la visita se inicia con un puente levadizo, pero sin duda lo mejor lo encontramos a medida que vamos entrando en el recinto, como las galerías de madera reconstruidas sobre las bases de piedra existentes del patio interior.



Ahí también se encuentra el acceso a las cocinas, con un fregadero y dos chimeneas conservadas de antes de la restauración.



Por una ornamentada puerta se accede al interior del castillo a través de una escalera de caracol por la que se sube a la segunda planta.



El interior del castillo se divide en dos plantas que se recorren de arriba a abajo. En la segunda encontramos por ejemplo la Sala de los Festejos, decorada recreando como podría haber sido durante la época medieval.


Lo cierto es que sorprende la gran restauración que se llevó a cabo a inicios del siglo XX bajo instrucciones del emperador Guillermo II, que permite disfrutar del castillo como si retrocediéramos en el tiempo 500 años e incorpora multitud de detalles, como lámparas con cuernos de ciervo.


En esta planta encontramos a su vez varias habitaciones. Una de ellas, conocida como la habitación lorenesa, cuenta con mobiliario regalado por los habitantes de Lorena al emperador. Los aposentos más confortables eran los orientados al sur, que contaban además con letrinas propias.



Desde la segunda planta se ve otro de los lugares importantes, la capilla, a la que se llega bajando a la primera planta por una escalera de caracol y donde encontramos al igual que en la planta superior una serie de habitaciones. Además en este primer piso está la Sala de los trofeos de caza, con, por ejemplo, cabezas de jabalí, y la Sala de armas.



Esta última resulta bastante impresionante, ya que en ella se exponen multitud de ballestas, espadas y armaduras, que nos recuerdan la permanente situación "bélica" de la época.



De allí se sale a la zona del jardín del siglo XVI, un gran espacio abierto entre los edificios este y oeste, ligeramente decorado de forma invernal.



Desde aquí disfrutamos de vistas sobre otras partes del castillo, patios y torreones.




Y accedemos al edificio oeste a través de otro puente levadizo.






El castillo está situado en la cima de la boscosa colina Stophanberch, a 755 metros de altitud, por lo que las vistas desde allí sobre la llanura alsaciana son impresionantes.



Esta parte del recinto se conoce como el gran bastión, ya que se construyó para completar la protección del edificio por todos sus flancos. En él se exhiben reproducciones de cañones que muestran la evolución de la artillería entre los siglos XV y XVII.


Al bajar se llega a las lizas norte, rodeadas a la izquierda por un muro y su camino de ronda y a la derecha por los muros del jardín inferior.



Desde aquí se pueden ver tres letrinas y el desagüe de la cocina.




















Nos despedimos del castillo a la vez que el sol empieza a ocultarse y desaparecen las últimas luces del día, contentos por haber seguido las recomendaciones de otros blogs viajeros que recomendaban la visita.



Nuestro alojamiento de esa noche estaba a las afueras de Dieffenthal, a pocos kilómetros de allí y como aún era pronto decidimos pasarnos antes por el pueblo cercano de Dambach-la-Ville. De camino vimos en una colina vecina otro castillo, el de Keltzheim, que por desgracia se encuentra en ruinas.

La carretera D35 que une los pueblos del valle es estrecha y en algunos tramos no está en muy buenas condiciones por lo que conviene no ir muy rápido. Esto nos hizo confirmar que habíamos acertado al coger la autovía después de comer para llegar a tiempo al castillo.

Una vez en el pueblo de Dambach aparcamos en el centro, junto a la Iglesia de St. Étienne, construida en el siglo XIX tras destruirse la iglesia barroca anterior en un incendio.




Y a pocos metros de ahí está la Place du Marché, donde se encuentran el Ayuntamiento, la Oficina de turismo y el tradicional árbol de navidad, junto con numerosas casas con entramados de madera.




Aunque hacía frío y era ya de noche, dimos un agradable paseo por este pueblo amurallado que aún siendo pequeño tiene algunos rincones bonitos como las 3 torres que perviven de su época medieval.




Con ganas ya de entrar en calor nos dirigimos a nuestro alojamiento de esa noche, Le Verger des Châteaux, un encantador hotel con restaurante donde cenamos (32 € los 2) y descansamos el resto del día.





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