miércoles, 17 de febrero de 2016

Día 8 (21/08): Geirangerfjord, crucero en Geiranger, glaciar Jostedalsbreen y dormimos en Lunde


El octavo día de nuestro viaje por Noruega nos levantamos bastante pronto, ya que habíamos reservado una salida en barco por el Geirangefjord a las 11:30 y no queríamos que se nos hiciera tarde. Antes de las 9 salíamos del Stordal Camping, donde habíamos pasado muy buena noche, y poníamos rumbo a Geiranger.




Lo primero que encontramos, antes aún de abandonar el pueblo, fue la Stordal kyrkje, iglesia blanca de madera construida en 1907 para sustituir en el uso diario a la Stordal Gamle Kirkje o "Iglesia de la rosa", de más de 200 años y famosa por su decoración de estilo floral.



Seguimos la carretera 650 que nos lleva hacia el interior para poco después volver a orillas del fiordo junto a la población de Liabygda, desde donde se puede cruzar éste mediante el ferry a Stranda.




En una media hora llegamos al puerto de Linge y allí cogimos el mismo barco del día anterior pero en sentido contrario, con destino Eidsdal. El precio tampoco varía, 99 NOK el coche y nosotros dos (más información en la web de Fjord1).




Deshacemos el camino recorrido el día anterior hasta Geiranger, pasando de nuevo junto al Eidsvatnet o el mirador de la carretera del águila. Al ser por la mañana otra vez, la luz seguía siendo bastante mala para las fotos, aunque el entorno resultaba igual de sobrecogedor.




Una vez en Geiranger, buscamos aparcamiento en el muelle, en la terminal donde se cogen los ferry de línea a Valldal y Hellesylt. Habíamos visto en la web de Geiranger Fjordservice, la empresa con la que teníamos reservada la salida en barco, que ahí había aparcamiento gratuito, al igual que en la calle central del pueblo y junto al supermercado, aunque en temporada alta podía llenarse fácilmente. Nosotros, quizá por la hora o porque no había mucha gente, tuvimos suerte y encontramos sitio a la primera. Desde allí son 5 minutos andando a la Oficina de Turismo donde debíamos cambiar la factura que nos habían enviado por correo electrónico por un ticket válido para el barco. Como aún nos quedaba más de una hora para zarpar decidimos dar un paseo por el centro del pueblo y acercarnos hasta su curiosa iglesia octogonal siguiendo las indicaciones del mapa que había en la oficina.



Volvíamos a tener suerte con el tiempo y disfrutamos mucho del paseo. Dejando atrás el puerto y el supermercado, llegamos hasta el camping, donde tras cruzar el río subimos junto a él hasta unas escaleras con balcones que nos permiten disfrutar de cascadas como la Storfossen, formadas por el río con la ayuda de algunas represas poco antes de desembocar en el fiordo. De ahí el nombre que recibe este paseo: Waterfall Walk o Paseo de las cascadas.







Desde aquí se van teniendo ya buenas vistas del fiordo y las montañas del otro lado, por donde discurre la carretera del águila que ya habíamos recorrido de subida y bajada.






Tras cruzar de nuevo el río, andando unos minutos por la carretera llegamos a la Geiranger kyrkje, iglesia de madera de planta octogonal construida en 1842. Es la tercera iglesia de la que se tiene constancia en este mismo emplazamiento, la primera de ellas del siglo XV. Está rodeada por un pequeño cementerio y merece la pena hacerla una visita aunque sea breve.



En total el paseo nos llevó menos de una hora y ya de vuelta en el puerto, tras hacernos una foto con uno de los habitantes del lugar, cogimos algo de ropa de abrigo que nos vino muy bien para el barco y nos dirigimos de nuevo a la Oficina de Turismo, que cuenta con wifi gratuito, y detrás de la cual zarpaba nuestra excursión.






Aunque el barco iba bastante lleno, pudimos encontrar un buen lugar a bordo desde el que hacer fotos y disfrutar de las vistas. Aunque había una zona con asientos preferimos quedarnos de pie cerca de la entrada para verlo todo mejor. El barco zarpó puntual y fuimos recorriendo el fiordo mientras por megafonía daban información de los distintos puntos de interés en noruego, inglés, alemán y francés.



Al poco de empezar se pueden ver a la derecha las 11 pronunciadas curvas de la Ørnevegen o carretera del águila, donde se encuentra el mirador de Ørnesvingen en el que habíamos estado el día anterior.




Uno de los enclaves fundamentales del recorrido es la cascada Dei sju Systre o de las Siete Hermanas, que recibe ese nombre por las al menos 7 caídas de agua que la componen, aunque varían según la cantidad de agua, con una altura media de 250 metros. Ese día no había mucho agua y no impresionaba tanto como en otras fotos que habíamos visto, aunque pudimos pasar justo por debajo y verla desde muy cerca.




El hacer el recorrido en los dos sentidos nos permite verlo todo desde diversos ángulos y tener distintas perspectivas de cada rincón del fiordo, como con esta cascada de las Siete Hermanas que vimos desde abajo y desde el otro lado.



Frente a ella se encuentra la cascada Friaren o El Pretendiente, que según la leyenda tiene forma de botella porque representa a un joven que cortejó a las 7 hermanas y tras la negativa de todas ellas se dio a la bebida...


Otra de las cascadas más populares es la de Brudesløret o El Velo Nupcial, que recibe el nombre por cómo cae el agua en su parte superior, como si de un velo se tratara.





El Geirangerfjord es uno de lo fiordos más famosos del país y casi se podría decir del mundo entero, en especial tras ser declarado en 2005 Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO junto al Naerøyfjord. Con forma parecida a una S tiene 16 km de largo, 250 metros de profundidad y una anchura máxima de 1,5 km. Se caracteriza además por sus paredes verticales, algunas con grandes y profundos cortes.



El barco da la vuelta al final del fiordo, donde se encuentra con el Sunnylvsfjorden y desde donde se puede ir hacia Hellesylt al sur o hacia Valldal al norte, ambos trayectos realizados por barcos de línea. De hecho nuestra idea inicial era haber recorrido el fiordo de esta forma, de Geiranger a Hellesylt, para no tener que pasar dos veces por el mismo sitio, pero el precio era casi el doble al tener que llevar el coche (ver horarios y precios aquí) y al final decidimos organizarlo mejor así.





El fiordo de Geiranger es el ramal sur del Storfjord, el quinto mayor fiordo de Noruega con 110 km de largo y da vida al pequeño pueblo homónimo que aunque cuenta con tan sólo 200 habitantes recibe al año más de 600.000 visitantes. Es además un claro representante de la palabra "fiordo", de origen noruego, que se define como una larga y profunda entrada de mar entre altos acantilados formada al sumergirse un valle glacial.





Todo el fiordo en su conjunto es impresionante, desde las altas paredes verticales...





... a las numerosas cascadas que se deslizan ladera abajo haciendo formas imposibles.




Otro de los elementos significativos del fiordo son sus antiguas granjas, como la de Matvika o la de Knivsflå junto a la cascada de las Siete Hermanas. En ellas, la mayoría de muy difícil acceso, vivieron de la agricultura y la ganadería familias enteras hasta mediados del siglo pasado y la asociación Storfjordens venner (Amigos del Storfjord) se encarga de restaurarlas y conservar las tradiciones en este y otros fiordos cercanos.



Durante el trayecto de vuelta, el barco hace una breve parada junto a la orilla para recoger o dejar a quienes van caminando a la granja de Skageflå, a unos 300 metros por encima del fiordo, ya que es uno de los servicios que ofrece esta empresa Geiranger Fjordservice.



Alrededor de la una llegábamos a puerto, terminando este paseo en barco con muy buen sabor de boca y dejando atrás un fiordo cuya fama es totalmente merecida y que verdaderamente nos cautivó.






Tocaba retomar el viaje, con una segunda parte del día bastante menos planificada. Teníamos pensado más o menos el recorrido y varias sitios interesantes para ver, principalmente lenguas glaciares, pero habíamos decidido improvisar un poco en función de lo que nos fuésemos encontrando. Lo primero era deshacer parte del camino del día anterior, subiendo por la carretera 63 desde Geiranger hacia Dalsnibba, a donde finalmente no subimos porque con las vistas desde los otros miradores habíamos tenido suficiente y queríamos aprovechar el tiempo al máximo para descubrir lugares nuevos.




Justo antes de pasar el puerto y dejar atrás el Geirangerfjord hicimos una breve parada para disfrutar por última vez del entorno. Sin duda esta zona tiene un encanto especial y no sólo el fiordo sino todo lo que le rodea resulta impresionante.



Una vez pasado el puerto volvimos a encontrar el paisaje de alta montaña del día anterior, con nieve y pequeñas cascadas sobre las lomas de piedra. Seguimos avanzando hasta retomar la carretera 15, pero en lugar de hacerlo en dirección a Stryn hacía donde nos dirigíamos, atravesando las montañas a través de varios túneles, decidimos dar un rodeo por Strynefjellet para disfrutar del paisaje.


De este modo volvimos a rodear el lago Breiddalsvatnet y como ya apretaba el hambre decidimos parar a comer en las mesas de picnic del aparcamiento del Hotel Grotli, justo frente al cruce donde se coge la carretera turística 258 o Gamle Strynefjellsvegen.



Tras reponer fuerzas disfrutando del solecito aunque con algo de frío por la altitud a la que estábamos (más de 900 metros), nos adentramos en Strynefjellet, un lugar que realmente nos impactó y eso que, por lo que hemos visto después, en otoño es aún más espectacular.





Hay que decir que esta carretera no está recomendada para caravanas y se prohíbe la circulación a vehículos de más de 13 metros de longitud. Quizá precisamente por eso tiene un encanto especial, probablemente fue de las zonas más salvajes por las que pasamos y el agua turquesa de sus lagos en contraste con la nieve y las rocas nos enamoró.



La carretera, construida sin apenas maquinaria a finales del siglo XIX con ayuda de emigrantes suecos, apenas ha cambiado, es poco más que una pista, bastante estrecha y con tramos de gravilla, pero se puede circular sin problemas con un coche normal. Además se conservan a los lados de la carretera las grandes piedras de protección e incluso algunos muros de piedra seca.



El punto más alto del recorrido son 1139 metros de altitud y a partir de ahí comienza un descenso, inicialmente suave, con multitud de cascadas junto a la carretera.





Después el descenso se vuelve más fuerte con algunas curvas pronunciadas, lo que nos permite ver más hacia el fondo del valle. Aunque la carretera es estrecha se conduce sin problemas y hay varias zonas donde parar el coche para hacer fotos.



Uno de los lugares de interés de esta zona es la cascada Videfossen, situada a pocos metros de la carretera, junto al Hotel Videseter. Aunque hay un mirador a unos pasos del hotel, el aparcamiento de éste es de pago y las vistas de la cascada son bastante más espectaculares desde la carretera algo más abajo. Sin embargo como el hotel estaba cerrado nos acercamos hasta el mirador y aprovechamos para disfrutar de la impresionante panorámica sobre el valle Hjelledalen y la montaña Skåla, de 1.848 metros.




Siguiendo la carretera, un par de curvas más abajo, nos sorprende una bonita imagen de Videfossen con arcoiris incluido.



Poco después enlazamos con la carretera 15 y continuamos camino valle abajo. A unos metros del cruce hay un apartadero para los coches desde el que se puede acceder por una senda de unos 200 metros a un mirador sobre la cascada Øvstefossen. Nosotros la confundimos con una estrecha caída de agua que recorre la ladera y que es visible desde la carretera y no nos acercamos al mirador pensando que no aportaba mucho más, pero después descubrimos que Øvstefossen es bastante caudalosa y discurre en realidad por el fondo del valle, por lo que no se ve si no se baja hasta él.

Siguiendo por la carretera 15 se va perdiendo altura, atravesando algún túnel y dejando atrás altas montañas y cascadas hasta llegar casi al nivel del mar junto al lago Oppstrynsvatnet.




La carretera avanza bordeando este precioso lago de 23 kilómetros cuadrados rodeado de cumbres, glaciares y pequeños pueblos.




Seguimos avanzando junto al río Stryneelva hasta llegar al pueblo de Stryn, el más grande de la zona pero sin apenas lugares de interés. Aquí dejamos la carretera 15 para coger la 60 en dirección a Byrkjelo, cruzando el río justo antes de su desembocadura en el fiordo Innvikfjorden.



Vamos bordeando el fiordo hasta llegar a la localidad de Loen, que cuenta con una iglesia octogonal de madera blanca de 1838. Se pasa junto a ella al coger la carretera Fv723 hacia los glaciares Kjenndalsbreen y Bødalsbreen (señalizado), lenguas del gran Jostedalsbreen.




Para llegar hasta los glaciares es necesario en ambos casos pagar peajes a partir de un determinado punto en la carretera y andar desde los aparcamientos una media hora. Nosotros no fuimos hasta el hielo, pero sólo recorrer la carretera que bordea el lago Lovatnet merece mucho la pena. Sus aguas de color turquesa encajonadas entre paredes nevadas resultan impresionantes y nos quedamos literalmente con la boca abierta pese a llevar ya varios días en los fiordos. Este color se debe a la presencia de arcillas y polvo de rocas erosionado por los glaciares y arrastrado por los riachuelos de la zona.



Por desgracia, las montañas que lo rodean no siempre han tenido efectos tan positivos, ya que en dos ocasiones (1905 y 1936) grandes bloques de piedra se desprendieron de la montaña provocando al caer en el lago olas inmensas que destrozaron los pueblos de Nesdal y Bødal, falleciendo 135 personas.



A unos 20 minutos de Loen se llega a la bifurcación entre los dos glaciares, justo antes de cruzar el arroyo Bødalselva, donde una señal informa que a 5 km a mano izquierda, por una carretera de gravilla de peaje, está Bødalseter, desde donde se tarda unos 45 minutos andando al glaciar Bødalsbreen.

Siguiendo de frente y cruzando el arroyo se seguiría hacia Kjenndalsbreen, por otra carretera de peaje de 40 NOK a partir del restaurante Kjenndalstova. Aunque no parece haber mucho control avisan que las multas en caso de impago son de 200 NOK. Desde el parking hay que andar unos 20 minutos para llegar al glaciar, uno de los más accesibles y que se encuentra a tan sólo 160 metros sobre el nivel del mar



Lo cierto es que en caso de contar con tiempo y presupuesto y viendo como es el entorno seguro que merece la pena visitarlos. Nosotros iniciamos el regreso ya que eran cerca de las cinco y aun teníamos alrededor de 100 kilómetros hasta nuestro alojamiento de esa noche. Deshicimos el camino andado hasta Loen y ahí continuamos en dirección a Byrkjelo por la carretera 60, que sigue bordeando el Innvikfjorden, pasando por los pueblos de Olden, Innvik y Utvik.

Desde Olden se puede ir también por carretera de pago en una media hora hasta un aparcamiento desde el que andando una hora (o alquilando coches eléctricos por 200 NOK por persona) se llega al glaciar Briksdalsbreen, otra de las lenguas del Jostedalsbreen y uno de los más famosos y visitados de la zona, pero que tuvimos que dejar para próximos viajes.




En Utvik la carretera se mete hacia el interior y hay que subir el puerto de Utvikfjellet de 630 metros para ir hacia el sur. Antes de llegar a su punto más alto, en la última curva cerrada, hay un mirador con mesas de picnic donde hacer un descanso y disfrutar de las vistas, aunque los árboles cada vez más altos impiden ver el fiordo del que venimos con claridad.





Bajando hacia Byrkjelo avanzamos entre granjas mientras vemos como el valle se va abriendo ante nosotros,





La imponente montaña piramidal que aparece al fondo del valle Våtedalen frente a nosotros es Eggjenibba, de 1338 metros de altitud.



De hecho la carretera E39 que cogemos en Byrkjelo sentido Bergen recorre este valle, por lo que pasamos a sus pies, aunque desde ahí la vista no es tan espectacular. Poco después llegamos hasta Skei, junto al lago Jølstravatnet, de 30 km de longitud y cuyo punto más profundo se encuentra a unos 200 metros por debajo del nivel del mar. Tiene un brazo hacia el este que recibe el nombre de Kjøsnesfjorden aunque no es un fiordo como tal, y es éste el que bordeamos con la carretera 5 que cogemos en Skei hacia Sogndal.


Atravesando varios túneles llegamos hasta nuestro alojamiento de esa noche, Lunde Turiststasjon, un complejo de cabañas junto al río Lundaelva, el cual desemboca cerca de allí en el lago que acabamos de bordear. El entorno es realmente impresionante y las vistas desde nuestra cabaña de película, no se puede pedir más y nos vamos entusiasmados a dormir porque en este viaje parece que lo espectacular no tiene fin.



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