Teníamos muchas ganas de escaparnos a esta zona del Pirineo aún desconocida para nosotros y aprovechando unos días libres a finales de mayo y el "mono" de furgo nos fuimos para allá.
El primer día nuestro objetivo era la Vall Ferrera, uno de los valles más inalterados del parque (ver mapa aquí). Llegamos allí a primera hora de la tarde y tras el desvío en Llavorsí llegamos hasta Areu cómodamente. En cambio a partir de ahí el camino se convierte en pista forestal y aunque habíamos leído que se podía pasar con coche normal e incluso autocaravana, lo cierto es que nosotros no lo encontramos en muy buenas condiciones y en lugar de llegar hasta el final, Pla de la Farga y de la Selva, preferimos dejar la furgo antes y continuar caminando.
El tiempo no era bueno, llovizneaba a ratos, por lo que no teníamos claro qué hacer. Al llegar al Pla de la Farga, donde hay un amplio aparcamiento y carteles informativos, decidimos caminar hacia el Avet del Pla de la Selva, al que se podía acceder remontando el río de la Noguera de Vallferrera o por la pista de acceso al Pla de la Selva.
Elegimos la primera opción, que avanza primero por pista y luego inicia el ascenso por sendero hasta llegar al árbol monumental.
Este enorme abeto está señalizado y junto a él hay una fuente pero la encontramos seca, nuestro gozo en un pozo.
Decidimos regresar al coche haciendo la vuelta completa a través del Pla de la Selva, que se encontraba a pocos metros de allí. Pese a la lluvia que volvió a hacer acto de presencia nos gustó mucho esta zona, con praderías y cabañas de pastores en medio de impresionantes extensiones de bosque. Y eso que sólo era el principio de lo que veríamos esos días...
Desde el Pla de la Selva se puede acceder al mirador de la Pica d'Estats o al Estany d'Aixeus como nos indican en los paneles informativos, pero nosotros no íbamos preparados para tanto y las horas se echaban encima por lo que regresamos por la pista al Pla de la Farga y de ahí al coche.
Habíamos decidido pasar la noche en el furgoperfecto de la Presa de Montalto, en el valle de Lladorre. Para ello hay que ir hasta Tavascán y continuar por otra pista sin asfaltar. Aunque no estaba en muy buenas condiciones fuimos poco a poco hasta llegar a la presa. Tras ella hay una pequeña explanada junto al río para aparcar.
También se puede seguir por la pista unos metros más hasta una barrera que impide el paso a vehículos no autorizados y aparcar allí, pero preferimos quedarnos en este primer espacio.
El día había ido a peor y aunque pudimos librarnos de la lluvia para hacer la cena, por la noche no nos dio tregua y costó conciliar el sueño con las gotas gordas de los árboles cayendo sobre la furgoneta. Pero la lluvia también nos trae curiosas imágenes como esta que nos encontramos en el techo del coche al levantarnos por la mañana. No todo iban a ser cosas negativas...
El tiempo seguía sin mejorar pero decidimos probar suerte con la ruta que teníamos mirada, subir al Estany de Certascán, que con sus 58 ha es el mayor de la vertiente sur de los Pirineos.
Iniciamos la ruta en el aparcamiento de la Presa de Montalto donde habíamos pasado la noche. En la barrera que hay unos metros más adelante a partir de donde se prohíbe el tráfico rodado, encontramos un cartel informando que como consecuencia de las fuertes nevadas de este invierno se había visto afectado el paso para llegar a la Cascada de Broate y que de cruzar se debía hacer bajo nuestra responsabilidad, aunque a nosotros en principio no nos iba a afectar.
El camino por el que se va subiendo sin demasiado desnivel es muy cómodo, es una pista forestal que avanza junto al río Lladorre entre árboles hasta llegar a una zona de pasto más abierta. En los primeros metros observamos las consecuencias de los aludes del pasado invierno en la ladera opuesta.
Confundimos esta primera zona de pasto con el Pla de Boaví, que se encuentra sin embargo casi 1 kilómetro más adelante. Esta es bastante más pequeña pero igual de bonita, en especial con las nubes bajas enganchadas en el bosque.
Como avanzamos paralelos al río Lladorre nos acercamos a él en un par de ocasiones impresionados por la cantidad de agua que lleva y las atrayentes imágenes que nos deja.
Poco después de la zona de pasto encontramos el desvío del GR hacía el Estany de Certascán, junto a la cabaña La Borda. Iniciamos el ascenso por el sendero pero 20 minutos más tarde empezó a llover y como veíamos la nube metida por debajo de los 2000 metros y nosotros teníamos que superar esa cota decidimos dar la vuelta y optar por el plan B.
Pese al aviso del paso conflictivo para acceder a la cascada de Broate, decidimos seguir en esa dirección y ver hasta donde podemos llegar. Continuamos avanzando por la pista hasta el Pla de Boaví, donde encontramos caballos pastando y un rebeco en uno de sus extremos que por desgracia salió huyendo en cuanto notó nuestra presencia. Este rincón es espectacular y merece una visita por sí solo.
Después de atravesar el Pla de Boaví volvemos a acercarnos al río Lladorre y un poco más adelante lo cruzamos por el Puente de Boaví. Aquí el agua baja con mucha más fuerza de la montaña, lo que nos da idea también de la pendiente que nos espera y de que nos vamos acercando a la cascada.
Seguimos avanzando por el bosque hasta que unos metros después comienza verdaderamente el ascenso hacia la cascada.
Aunque en algún punto inicial de la subida tenemos vistas del caudaloso río de Broate, que da nombre a la cascada, enseguida nos alejamos de él y vamos ganando altura a unos metros de distancia.
Se va subiendo por un sendero empedrado con algunos zig-zag lo que permite salvar el desnivel de forma más cómoda.
Unos minutos más tarde nos reencontramos con el agua y es aquí donde encontramos el punto conflictivo del que nos informaban al inicio de la ruta, un puente de madera medio caído que no da mucha confianza atravesar.
En esta zona los ríos bajan con bastante fuerza y el de Broate no es una excepción, por lo que entre eso y la lluvia que hace acto de presencia de nuevo desistimos y nos conformamos con las vistas de la cascada desde allí, ya que no se encuentra a mucha distancia.
Tranquilamente deshacemos el camino andado hacia el coche, satisfechos pese al cambio de planes por haber descubierto este valle impresionante (track aquí). Además el cielo parece querer darnos una tregua, y en la parte baja del valle vemos los primeros rayos de sol del día, lo que nos permite disfrutar de mejores vistas de las montañas que nos rodean.
Una vez en el coche, y puesto que la ruta ha sido más corta de lo esperado, aprovechamos para comer de cuchara y tenedor y disfrutamos de un rico arroz y unas tostas de embutido junto al río.
Volviendo hacia Tavascán seguimos comentando lo mucho que nos ha sorprendido este valle, con sus frondosas laderas y abundante presencia de agua, tanto en los ríos como en cascadas. Además es uno de los mejores para ver fauna salvaje como rebecos, osos y ciervos, habitando en él incluso los últimos ejemplares de urogallo.
De nuevo en el asfalto decidimos aprovechar la tarde recorriendo lo que nos quedaba de valle y llegamos hasta el final de la carretera en la estación de esquí de Tavascán. La verdad es que nos esperábamos algo más, suelen mencionarla en la información de las estaciones durante la temporada invernal y creíamos que era mayor, pero la carretera acaba en un aparcamiento no muy grande, junto al que hay un refugio que encontramos cerrado y un remonte para acceder a las 7 pistas de esquí que componen la estación.
En el pueblo de Ribera de Cardós nos llamó la atención la torre de la iglesia de Santa María, del siglo XII pero modificada en el XVIII, y que está situada en una bonita plaza a escasos metros de la carretera principal que atraviesa el pueblo.
Saliendo del éste nos vimos obligados a parar en medio de la carretera al encontrarnos rodeados de cientos de ovejas que avanzaban a toda prisa sin inmutarse por encontrar obstáculos en su camino.
No habíamos pasado muy buena noche por la lluvia y la alergia y no sabíamos si volvernos a casa o quedarnos un día más como habíamos pensado. Además no teníamos muy claro donde ir ya que nuestras ideas originales tenían un acceso más complicado aún que las pistas que habíamos transitado esos días y para nosotros había sido suficiente. Una de las cosas buenas de viajar en furgo es que te permite improvisar en casos así, por lo que, tras una parada "técnica" en Esterri d'Aneu valorando opciones, decidimos quedarnos una noche más en esa zona colindante con el Valle de Arán.
Para dormir elegimos un furgoperfecto en el bosque del Gerdar, subiendo el puerto de la Bonaigua cogemos un desvío que nos lleva al refugio de Gerdar y pasado éste encontramos una zona de aparcamiento junto a una curva de herradura desde la que se pueden realizar varias rutas, como subir a los estanys Llong y de Cabanes.
Por desgracia el tiempo no nos respetó demasiado y al poco de llegar empezó a llover y estuvo así lo que quedaba de tarde, salvo una tregua de 10-15 minutos en los que aprovechamos para dar un pequeño paseo por el bosque hasta el cercano río de Cabanes. Lo que sí tuvimos fue una buena noche tras recuperar fuerzas con una copiosa cena.
Para el día siguiente habíamos elegido una ruta con muy buena pinta, asequible, no muy larga pero con paisajes espectaculares como la mayoría de esta zona del Pirineo. El recorrido, que tiene como objetivo final el Estany de Gerber, se inicia junto al telesilla de La Peülla perteneciente a la estación de esquí de Baqueira-Beret, subiendo el puerto de la Bonaigua. Allí encontramos un amplio aparcamiento con paneles informativos.
Aunque no está del todo señalizado el recorrido no tiene pérdida y permite conocer una parte de la zona periférica del PN Aigüestortes que nada tiene que desmerecer a otras del propio parque nacional (track aquí).
Comenzamos a andar junto al edificio del telesilla y tras cruzar el río de la Bonaigua comienza el ascenso hacia el valle de Gerber. Esta primera parte sin arbolado tiene un desnivel suave, lo que permite ir entrando en calor.
Con la llegada de los primeros árboles comienza también a incrementarse la pendiente y el camino empieza a hacer zig-zags para permitirnos alcanzar el primero y más pequeño de los estanys, la Estanyola de Gerber, de forma redondeada.
Tras pasar una zona algo encharcada en la que hay que buscar el mejor paso (al estar en época de deshielo hay bastante agua por todas partes), se continúa el ascenso remontando por unas zonas de piedras, entre las que el agua baja formando torrentes y cascadas.
Llegamos así al segundo estany, la Estanyera de Gerber de Baix, que nos sorprende con un avance de los reflejos que las montañas de alrededor generan sobre estos lagos cristalinos.
Aunque este estany tiene forma más alargada no lo apreciamos hasta que lo rodeamos por su lateral izquierdo en un ascenso suave pero continuo.
En la parte superior encontramos algún pequeño nevero ocupando el camino pero que se puede pasar con cuidado sin problema.
Tras el último repecho llegamos al Estany de Gerber por la zona de desembocadura de éste en el de Baix.
Resulta espectacular el entorno con montañas imponentes, nieve y multitud de pinos.
Decidimos continuar hasta el otro extremo del estany pese a que implica un último esfuerzo y salvar un desnivel añadido de unos 60 metros.
El esfuerzo merece la pena ya que allí encontramos una bonita cascada, aunque preferimos no acercarnos a su base ya que el camino pasa sobre otra capa de nieve bastante fina situada encima de un torrente. Por ahí se continuaría también hacia otros estanys a mayor altitud.
El paisaje es de postal y cuesta despedirse del lugar, por lo que nos sentamos junto a un árbol a disfrutarlo con tranquilidad unos minutos más mientras reponemos fuerzas.
Pero por desgracia toca volver y emprendemos el regreso hacia el coche captando las últimas imágenes de este rincón que nos ha dejado huella.
Además de los neveros y las zonas encharcadas hubo algún otro paso "complicadillo" pero nada que no se pueda superar con un poco de flexibilidad.
Disfrutamos mucho de esta ruta porque además de un entorno impresionante, que también lo fue el de días anteriores, contamos con un tiempo estupendo que incluso invitaba a probar el agua de los arroyos, en especial en algunas pequeñas pozas que se formaban en zonas de remanso.
Finalmente, entorno al mediodía, divisamos el coche en el aparcamiento de La Peülla.
A la subida no nos habíamos fijado en las curvas que hace la carretera durante la subida al Puerto de la Bonaigua, que nada tienen que envidiar a las de los circuitos de Fórmula 1.
Junto a la primera curva de herradura del puerto (última bajando) hay una pequeña zona de aparcamiento desde la que se accede caminando en unos 15 minutos a la Cascada de Gerber, Nosotros ya la habíamos visto en otra ocasión por lo que seguimos adelante.
Ya sólo nos quedaba comer y poner rumbo a casa para finalizar esta breve escapada que nos había permitido descubrir un montón de rincones nuevos de nuestro querido Pirineo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario