domingo, 29 de abril de 2018

Día 8 Viaje Alaska (05/09): Chitina, Glenn Highway y Matanuska Glacier


El octavo día de nuestro viaje por Alaska llegó por desgracia lo inevitable: lluvia, lluvia y más lluvia. Aunque nunca apetecen días así cuando estamos de viaje, al menos tuvimos suerte en que fue uno de los días de camino entre zonas y nos tocaban muchas horas de coche.






Amanecimos en el Squirrel Creek Campground, donde habíamos pasado una noche muy tranquila y pusimos rumbo a Chitina, puerta de acceso al Wrangell-St. Elias National Park y a la McCarthy Road.




Para llegar hasta allí seguimos las cerca de 34 millas de la Edgerton Highway que conecta la Richardson Highway con Chitina. De camino paramos en las Liberty Falls, unas cascadas con zona de acampada y merendero a sus pies. Dejar el coche aquí durante el día son 5$ y pasar la noche 20$.






Hay una ruta que parte cerca de aquí con una longitud de casi 2 millas y llega a un pequeño lago, con buenas vistas de los alrededores. Sin embargo el tiempo no acompañaba mucho por lo que sólo nos acercamos a ver la cascada próxima a la carretera, aunque lo cierto es que esta zona promete.




Para llegar a Chitina pasamos junto a 3 lagos de agua bastante oscura, aunque apenas nos detuvimos ya que con ese tiempo no apetecía demasiado.




Una vez en Chitina (pronunciado Chit-na) descubrimos que tampoco hay demasiado que ver. Es un pueblo pequeño fundado en 1910 entorno a un apeadero de la línea de ferrocarril a las minas de Kennicott como centro de aprovisionamiento. En poco tiempo la población se contaba por miles cuando Anchorage era todavía un campamento. La construcción del tren, iniciada en 1907 y que llevó unos 4 años tenía como objetivo transportar el mineral de cobre de Kennicott hasta Cordova, donde se cargaba en barcos destino Seattle. En 1938 mina y tren cesaron su actividad y Chitina se convirtió en una ciudad fantasma de la noche a la mañana.


En la actualidad cuenta con varios edificios desperdigados, algunos construcciones de 1914 restauradas, aunque su atractivo principal es ser el punto de inicio de la McCarthy Road y puerta de entrada al Parque Nacional.





Seguimos un poco más por la carretera, curiosos por ver algo de la McCarthy Road y comprobar el estado en el que se encuentra. Aquí comienzan 60 millas de gravilla y tierra que avanzan paralelos a la línea de ferrocarril y que no cubren la mayoría de seguros de caravanas de alquiler. Se puede hacer algo pesado, ya que se tarda unas 2 horas en recorrer por completo debido el mal estado del firme y apenas hay cobertura de móvil. De hecho no se recomienda circular con vehículos de grandes dimensiones más allá de la milla 17, ya que es fácil pinchar, si ha llovido hay zonas de mucho barro y hay que atravesar algún puente estrecho difícil de maniobrar.

Nada más salir del pueblo la carretera se estrecha atravesando un pequeño cañón donde se pierde el asfalto.





Sin embargo desde Chitina aún queda un tramo en relativamente buen estado hasta llegar al Copper River Bridge y hacemos un par de paradas para disfrutar de las vistas.





Lo cierto es que pese al mal tiempo esta zona resulta impresionante, debe ser increíble en días despejados con los volcanes detrás imponentes. Además se pueden ver osos y águilas, aunque nosotros no tuvimos mucha suerte y sólo vimos un águila calva.



Con la McCarthy Road se llega hasta el Kennicott River, desde donde hay que caminar o coger un shuttle para llegar a la población de McCarthy (0.6 millas) o a las antiguas minas de Kennicott (5 millas). Allí nos espera tranquilidad, paisajes impresionantes con vistas sobre varios glaciares y construcciones antiguas de la época dorada de la minería en Alaska. Por desgracia hay que contar con tiempo (al menos un día extra) y dinero (unos 110 $/persona ida y vuelta en bus desde Chitina o unos 280$/p en avioneta que conviene reservar con tiempo) y nosotros lo descartamos.

A la vuelta paramos en Copper Center. Habíamos leído que era una pequeña población con algunos edificios históricos, como la posada Copper Center Roadhouse de 1896, el Center Bar o el museo, pero a nosotros no nos llamó mucho la atención. Además no fuimos capaces de encontrar la Chapel on the Hill, una construcción de troncos de 1942 que fue la primera iglesia de la región. Luego resultó estar en el pueblo en una carretera por la que no pasamos.


De regreso a la Glenn Highway el tiempo no mejoraba lo que nos impedía disfrutar de las vistas. Aún así hicimos alguna parada, como a ver el meandro que forma el río en Mendeltna Creek, en esta extensa zona de taiga rodeados de naturaleza salvaje.



Unos kilómetros más adelante empezamos a ver al fondo el Matanuska Glacier y paramos en algunos de los miradores señalizados junto a la carretera para fotografiarlo.


Pese a poder tener días como este sin parar de llover, una de las cosas buenas de recorrer Alaska en esta época es que se acerca el otoño y podemos disfrutar de una explosión de colores ocres y anaranjados que combinados con el verde predominante resulta muy llamativo.




En la milla 102 hay una entrada señalizada al Glacier Park, pero es una pista sin asfaltar en la que se debe pagar un peaje para llegar a una zona desde donde ir caminando al glaciar en unas 0.25 millas. También está en la milla 101 el Matanuska Glacier State Recreation Site, una zona recreativa estatal con posibilidad de pernocta de la que parte un sendero que en 20 minutos lleva a varios miradores sobre el glaciar. Nosotros con el tiempo que hacía descartamos las dos opciones y nos conformamos con las vistas de éste desde la Glenn Highway.


El Matanuska glacier se extiende durante 27 millas desde las Chugach Mountains, con una anchura media de 2 millas que en su zona final alcanza las 4 y se ha mantenido más o menos estable durante los últimos 400 años.


Es común encontrar en los caminos que salen de la carretera principal hileras de buzones de la multitud de propiedades dispersas por los alrededores, con el fin de facilitar el reparto del correo, tan complicado en estas enormes extensiones. Nos había llamado la atención días antes y aquí pudimos volver a verlos.



Curiosamente por el camino encontramos además casi más habitantes con alas que sin ellas, ya que apenas vimos gente y es que en esta zona no hay casi poblaciones y las granjas o casas que hay suelen estar alejadas de la carretera.

Continuamos avanzando por la Glenn Highway con un día de perros sintiendo un poco de pena por no poder disfrutar de los alrededores que se intuyen impresionantes.




La carretera marcha paralela al Matanuska river, al que vierte su agua de deshielo el Matanuska glacier, entre escarpadas montañas y pasa junto a lagos como el Long Lake. 


Así llegamos hasta Palmer, una ciudad más grande de lo que esperábamos y de lo que estábamos acostumbrados hasta entonces. Se trata de una localidad de unos 6000 habitantes eminentemente agrícola. De hecho es donde dicen se pueden encontrar las hortalizas más grandes de todo el estado porque la temperatura es muy templada y organizan una feria, la Alaska State Fair, entre agosto y septiembre en donde las muestran y en la que hacen además danzas nativas, rodeos, música y competiciones. Este año había sido la semana anterior y estaban desmontándolo todo cuando pasamos.

Antes de llegar al centro pasamos por la Musk ox farm, un centro de conservación y reproducción de bueyes almizcleros ubicado en una antigua granja. Se puede visitar por 11 $/persona y profundizar así en el conocimiento sobre esta curiosa especie que convivió durante la Edad de Hielo con los famosos mamuts o los dientes de sable. Por desgracia cuando llegamos ya estaba cerrada y sólo pudimos ver alguno desde fuera a lo lejos. Aun así lo cierto es que son animales que impresionan.



Ya en Palmer aprovechamos para hacer compra y echar gasolina en el Safeway y de paso cogimos algo de cena entre la multitud de opciones que ofrecen los americanos para llevarte comida preparada a casa.

Estaba atardeciendo y no sabíamos donde pasar la noche, así que decidimos explorar. Subimos por la carretera que va hacia el Hutcher Pass y la Independence Mine State Historical Park pero a partir de un punto encontramos señales de aviso de propiedades privadas y prohibido aparcar por lo que decidimos darnos la vuelta y hacer noche en un apartadero de una pista de acceso a unas granjas. Así acababa una larga jornada pasada por agua con la esperanza de que el nuevo día nos trajera un poco de sol.


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