El tercer día de viaje iba a ser el primero que pasaríamos casi completo en nuestro país de destino, Suiza, tras los dos primeros días de acercamiento hasta allí.
Nos levantamos con ganas de empezar a descubrir el país alpino, pero antes queríamos despedirnos de nuestro querido Chamonix, del que guardábamos tan grato recuerdo. Durante el fin de semana que pasamos allí en enero de 2012 habíamos podido disfrutar de bonitos rincones del pueblo, muy animado en época invernal, así como otros de los muchos atractivos del valle como l'Aiguille du Midi, el glaciar de La Mer de Glace o el teleférico des Grands Montets.
Aunque sólo fueron 3 días disfrutamos muchísimo y nos dio tiempo a hacer un montón de cosas y a ver sitios espectaculares. La excursión a la Aiguille du Midi es totalmente recomendable, y aunque conviene tener precaución por el mal de altura por ascender en poco tiempo hasta 3800 metros de altitud, las vistas del Mont Blanc y el resto de la zona son impresionantes.
O el tren de Montenvers, que nos llevó a conocer el glaciar de la Mer de Glace, el mayor de Francia, con una longitud de 7 km, e ideal para visitar con niños, ya que además del tren cremallera cuenta con una cueva de hielo dentro del propio glaciar.
Tuvimos mucha suerte con el alojamiento, reservamos a través de Booking una habitación doble en el Hotel Beausoleil en Le Lavancher, un encantador edificio de madera rodeado de nieve y nos dieron la habitación en la planta alta con vistas a las estrellas. Quizá el propio hotel con su nombre nos dio suerte también en lo meteorológico, ya que, aunque con algo de frío (alcanzamos los -15 ºC en algunos momentos), pudimos contar con sol todos los días, lo que siempre ayuda estando de viaje y más en invierno en lugares de montaña.
Sin embargo, en esta ocasión nos conformamos con disfrutar de las vistas que hay desde la carretera principal del valle, en especial del Mont Blanc, indiscutible protagonista de la zona con sus 4810 metros de altitud.
No nos olvidamos de l'Aiguille du Midi, que tanto nos impresionó...
... o de lo diferente que se ve todo según la época del año, como glaciares cayendo por las laderas entre los árboles que en invierno, con todo cubierto de nieve, son casi imposibles de intuir.
Desde aquí nos dirigimos a la presa o Barrage d'Émosson, a la que se puede acceder mediante el funicular que parte de la estación de Le Châtelard o por carretera de montaña en unos 12 km a través del pueblo de Finhaut. Nosotros preferimos esta segunda opción, más económica y que nos permitía recorrer uno de los puertos que subirían los ciclistas en el Tour de Francia de este año que acababa de comenzar.
Le Barrage d'Émosson, situada a 1.930 metros de altitud, es la tercera presa más alta de Suiza, con 180 metros de altura y comenzó a funcionar en 1972 tras 5 años de trabajos. Se encuentra en el Col du Gueulaz y se puede caminar libremente por su parte superior, aunque si se quiere conocer en profundidad es posible verla por dentro entre mediados de mayo y mediados de octubre en una visita guiada de una hora y media de duración. Sin embargo su por algo destaca es por su entorno espectacular, con vistas al propio Mont Blanc.
Hay además una cafetería con terraza, paneles informativos con la multitud de rutas que se pueden hacer por la zona y una bici gigante de madera que hace las delicias de los niños, y los no tan niños...
Aunque nos quedamos con ganas de recorrer la zona, el viaje debía continuar y pusimos rumbo a Martigny a través del Col de la Forclaz, otro puerto famoso para los amantes de las dos ruedas, con una longitud de 13 km y pendiente media del 7,9 %. Con una altitud de 1.527 metros, al descenderlo se disfruta de buenas vistas sobre todo el valle, con Martigny en primer término.
Al llegar abajo, en lugar de irnos hacia el centro de Martigny, cogemos la E27 hacia Sembrancher y a partir de ahí seguimos la carretera de montaña hacia Le Barrage de Mauvoisin. Aunque la subida es algo larga, el valle, que según avanzamos se vuelve más estrecho, es realmente bonito.
En coche se puede llegar a la zona del Hotel de Mauvoisin, situado por debajo de la presa, a una media hora andando de ésta. Allí encontramos varias áreas de aparcamiento gratuitas donde se puede pernoctar y donde hay además baño gratis en buenas condiciones.
Siguiendo el sendero señalizado nos dirigimos hacia el embalse. Nada más empezar la subida pasamos junto a una pequeña ermita y poco después encontramos una puerta que nos mete en un túnel abandonando la carretera principal.
Pero no se trata de un lugar apto para claustrofóbicos. Durante casi el resto del camino vamos bajo tierra, siguiendo las galerías construidas durante las obras de la presa. Resulta interesante ya que, con la ayuda de varios paneles con datos y fotografías antiguas, cuentan detalles de la historia de la construcción del embalse, pero se hace un poco largo ya que hay que ir un tramo con fuerte pendiente para arriba y luego otro rato para abajo.
Le Barrage de Mauvoisin es la segunda presa más alta de Suiza, con 250 metros de altura, y se encuentra a casi 2.000 metros sobre el nivel del mar.
Desde ella se tienen unas vistas fantásticas, tanto del otro lado del embalse como del valle y la carretera de acceso hasta allí.
Se construyó en la década de los 50 del siglo pasado, por un lado para la obtención de electricidad pero también para evitar catástrofes naturales como la sucedida en 1818, cuando la ruptura del dique natural formado por el glaciar de Giétroz provocó que los más de 18 millones de metros cúbicos de agua que conformaban el lago se llevaran todo lo que encontraron a su paso, incluida la vida de unas 40 personas.
La presa se puede visitar bajo petición de lunes a viernes para grupos de un mínimo de 10 personas. Otra opción para los que les guste caminar es rodear el embalse siguiendo el itinerario existente en unas 7 horas.
Después de haber recorrido por completo su parte superior, donde había una exposición de imágenes mezcla de fotografía y pintura, emprendimos el camino de vuelta, esta vez por la carretera en lugar de entrar de nuevo en las galerías. Una vez abajo, cerca ya del mediodía, aprovechando que hacía bueno y había baño cerca, decidimos comer allí con nuestro kit de camping al completo.
Pusimos rumbo por tanto a Le Barrage de la Grande Dixence, a aproximadamente una hora de Sion, siguiendo la carretera que pasa por Vex y Prolin. Con unas dimensiones enormes presume de ser la presa de gravedad más alta del mundo con 285 metros de altura y 200 metros de grosor en su base. Construida entre 1951 y 1965 en sustitución de una anterior de menor tamaño, almacena hasta 400 millones de metros cúbicos de agua provenientes del deshielo de 35 glaciares del Valais, que dan lugar al Lac des Dix. Con esto se alimentan cuatro estaciones que generan al año electricidad para mantener 400.000 hogares suizos. También se realizan visitas guiadas a su interior de aproximadamente una hora por 10 CHF entre mediados de junio y septiembre.
Como en el caso de Mauvoisin, el coche hay que dejarlo en un parking inferior, situado en este caso a pocos metros de la base de la presa. Sin embargo, el acceso a su parte superior es algo más costoso. Se puede subir a pie en aproximadamente una hora o en un teleférico que cuesta 7 CHF ida y 10 ida y vuelta por persona (hay tickets combinados con la visita guiada a la presa).
Nosotros subimos andando desde el aparcamiento hasta la base del teleférico, donde hay también baños gratuitos, una oficina de información, un pequeño kiosko y un hotel.
Como la previsión del tiempo era muy buena para el día siguiente habíamos pensado dormir esa noche cerca de Zermatt para subir pronto por la mañana hacia el Matterhorn. Siendo ya cerca de las 5 de la tarde no quisimos alargarnos demasiado y descartamos la opción de subir a la parte superior de la presa, puesto que aún nos quedaban casi dos horas de viaje. Nos conformamos con las bonitas vistas desde allí y emprendimos el camino de vuelta.
Sin embargo aún nos quedaba otro atractivo por descubrir durante la bajada hacia Sion, donde pensamos parar en la estación a comprar la Half Fare Card, que utilizaríamos durante el resto del viaje en trenes y teleféricos para ahorrar algo de dinero. Ese curioso lugar es lo que se conoce como Pirámides d'Euseigne.
Situadas al final del pequeño pueblo del mismo nombre en Hérémence, encontrarlas no tiene pérdida ya que la propia carretera pasa por debajo de este monumento natural. Unos metros más adelante hay una pequeña caseta junto a la que parar el coche un momento y a unos 5 minutos más adelante un aparcamiento más grande.
Se trata de varios conos de tierra de entre 10 y 15 metros de altura, muchos de los cuales tienen en su parte superior una roca que lo tapa a modo de sombrero. Se formaron en la fase final de la glaciación de entre hace 80.000 y 100.000 años, cuando las lenguas glaciares se retiraron dejando montañas de escombros que se fueron erosionando con la lluvia y el agua de los deshielos hasta tomar la forma actual.
En nuestro descenso hasta Sion no podíamos dejar de admirarnos por las cosas tan asombrosas que crea la naturaleza.
Poco después llegábamos a Sion (Sitten en alemán), capital del cantón del Valais y que se sitúa en la llanura norte del Ródano a los pies de dos colinas, Toubillon y Valère, coronadas por sendos fortalezas medievales, vestigios del poderoso obispado que dirigió el Valais durante siglos. Desde la Edad Media hasta ahora Sion ha sido conocida por su producción de vino y frutas, lo que comprobamos por la multitud de viñedos y puestos de Aprikosen (albaricoques) junto a la carretera.
Desde allí sólo nos quedaba ya poner rumbo a Zermatt. Teníamos anotados dos posibles camping donde pasar la noche, uno en Täsch, último pueblo al que se puede llegar en coche particular (ya que a Zermatt sólo se puede ir en tren o vehículos autorizados) y otro en las afueras de Randa, 3 kilómetros antes. Por el camino nos encontramos estos curiosos molinos de madera junto a la carretera, lo que da idea de cómo cuidan los detalles en Suiza.
Recorrimos el valle del Mattertal, surcado por multitud de cascadas, hasta llegar al pueblo de Täsch tras haber pasado por delante del Camping Attermenzen, con la intención de ver desde fuera las dos opciones e intentar quedarnos con la mejor. El Camping Alphubel en Täsch tenía como ventaja que estaba junto a la estación de tren, pero parecía muy básico y había bastante gente por lo que optamos por el de las afueras de Randa, en el que habíamos visto que ofrecían servicio de taxi para subir a Zermatt a primera hora de la mañana.
Una vez instalados sólo quedaba cenar disfrutando de las vistas que nos rodeaban y prepararlo todo para descansar y coger fuerzas para el día tan emocionante que nos esperaba.
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