Tras disfrutar de un día espectacular en la zona de Cauterets, nuestra segunda jornada en el Pirineo francés la dedicaríamos a recorrer los circos de Gavarnie, Estaubé y Troumouse y la tercera a poner rumbo a casa.
Tocaba madrugar para llegar pronto a Gavarnie y evitar la aglomeración de gente y el calor del mediodía. Amaneció un día esplendido y durante nuestro desayuno pudimos disfrutar de las vistas a lo lejos de otro lugar emblemático de la zona, la brecha de Roland.
Tan sólo tuvimos que recorrer 7 km para llegar hasta la localidad de Gavarnie y como habíamos visto que el aparcamiento allí era de pago entre mayo y octubre, dejamos el coche en el primero que encontramos. Era una explanada con baño tipo zona azul donde se pagaba 5 € en un parquímetro por aparcar todo el día. Para autocaravanas vimos que había un parking específico que costaba 8 € por 24 horas.
Poco después de las 8 de la mañana emprendíamos la marcha atravesando el pueblo y siguiendo el curso del río para llegar hasta las paredes del circo de origen glaciar (track aquí).
Desde el pueblo a l'Hôtellerie du Cirque se trata de un paseo apto para toda la familia por un camino ancho y en buen estado que se puede hacer con perros si se llevan amarrados (por lo general están prohibidos en la mayor parte del Parque Nacional, representado con señales de una cabeza de rebeco). Ida y vuelta lleva unas 2 horas y media y el desnivel es de unos 200 metros. De hecho se pueden contratar caballos o burros para llevar a los más pequeños. Sin embargo si se quiere llegar hasta los pies de la Grande Cascade la dificultad aumenta, el camino se convierte en un sendero de piedra suelta y hay que añadir más de 1 hora entre ida y vuelta y unos 180 metros de desnivel.
Por el camino encontramos alguna cascada y puentes de piedra como el Pont de Nadau.
Lo cierto es que todo el recorrido merece la pena, a medida que avanzas vas viendo cada vez más cerca la pared de piedra y la cascada y lo bueno de ir a primera hora es que apenas hay gente y se camina mejor mucho más fresquito.
Poco antes de llegar a la hostelería el camino que había sido prácticamente llano se vuelve más agreste y empieza a ganar altura.
También cambia el paisaje y nos adentramos en una zona más encañonada donde el río forma rápidos y pequeños saltos de agua.
Las vistas desde el restaurante son espectaculares y no es necesario continuar más para disfrutar de este impresionante lugar.
Sin embargo nosotros decidimos continuar hasta la base de la cascada ya que era pronto y nos encontrábamos con ganas.
Pasamos junto a algún nevero y tuvimos que cruzar arroyos en dos ocasiones. Pero lo más incómodo fue el sendero de piedras que sobre todo en la parte final se vuelve bastante inclinado y requiere bastante atención en la bajada, aunque las vistas sobre el valle compensan el esfuerzo.
La Grande Cascade es una de las más altas de Europa al sumar un total de 423 metros de altura desde su punto más alto hasta caer a los pies del circo formando el torrente Gave de Pau.
Era casi imposible no mojarse, por lo que tras las fotos de rigor nos dimos la vuelta y buscamos un sitio más cómodo para descansar un poco, reponer fuerzas y disfrutar de las vistas sobre este paraje único.
El circo de Gavarnie es un anfiteatro calcáreo de 6,5 km de circunferencia en cuyas zonas más altas alcanza los 1.500 metros de altura.
Aunque costaba despedirse tocaba iniciar el regreso. En el camino de vuelta encontramos mucha más gente dirigiéndose al circo. Además la temperatura subía a toda velocidad y ya se notaba el calor incluso bajando, lo que nos confirmó que habíamos acertado madrugando.
Nos despedimos de estas montañas con ganas de regresar algún día para explorarlas en profundidad y con ellas todo el espacio franco-español de "Pirineos - Monte Perdido", inscrito en 1997 en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO en 2 categorías: patrimonio natural y cultural. Tan sólo 31 lugares de todo el mundo se benefician de esta doble inscripción.
De regreso cruzamos por el Pont de Nadau ya que se puede ir hasta el pueblo por ambos márgenes del río.
Llegamos al coche muy contentos por haber visitado uno de los sitios que llevaban mucho tiempo en nuestra lista de destinos pendientes y lo cierto es que no nos defraudó, es un lugar impresionante que todo el mundo debería visitar.
Al poner rumbo a nuestra siguiente parada del día descartamos subir hacia la estación de esquí de Gavarnie pensando que no merecería la pena, ya que por lo general las estaciones de esquí suelen afear el entorno donde se sitúan. Sin embargo, por lo que supimos después, en este caso sí que conviene recorrer los 7 km que la separan del pueblo ya que la zona es bonita y hay muchas rutas por hacer. Además se puede ver la Brecha de Roland que habíamos visto de lejos por la mañana. Es lo que tiene la improvisación, aunque así también nos aseguramos volver.
Nuestro siguiente destino era el Cirque de Troumouse, pero de camino nos atrevimos a subir al Lac des Gloriettes limitado por la presa del mismo nombre. Y decimos "atrevimos" porque la carretera se las trae. De hecho está prohibida la circulación para autobuses y otros vehículos de gran tamaño, ya que es muy estrecha y en su parte más alta hay varias curvas de herradura. Sin embargo el aparcamiento es gratuito y al llegar tenemos nuestra recompensa, un bonito lago de un azul turquesa increíble, con vistas lejanas del Monte Perdido, tercera cima de los Pirineos con 3.355 metros de altitud.
Si se quiere dar un paseo por los alrededores se puede subir hasta las Granges de Gargantan a pocos minutos de la presa o seguir el sendero de interpretación de 1,5 km, 80 metros de desnivel y 1 hora de duración que rodea el lago y que cuenta con paneles sobre la presa, la flora y la fauna, recomendado para toda la familia. Al igual que ocurría en el camino al circo de Gavarnie se pueden llevar por él perros atados.
Si lo que se quiere es continuar hasta el Cirque d'Estaubé situado al fondo y que destaca por ser más pequeño y discreto que sus vecinos, se puede seguir el sendero a la Cabaña de Estaubé que nos lleva hasta ella en aproximadamente una hora y media y 100 metros de desnivel. Allí podemos encontrar pastando hasta 400 vacas y 1200 ovejas cada verano. Nos quedamos con ganas de hacerlo pero lo guardamos también para la próxima visita.
Deshacemos el camino andado hasta volver a la carretera principal coincidiendo en el trayecto con varios ciclistas, algunos españoles, y ponemos rumbo al tercero de los circos, el Cirque de Troumouse. Para llegar hasta él hay que seguir el valle de Héas hasta llegar a la pequeña población que le da nombre, compuesta únicamente por una capilla y un puñado de casas/granjas. Aquí encontramos muchos coches aparcados y es que unos metros más adelante hay un peaje donde de junio a septiembre se debe pagar 5 € por continuar con coche o autocaravana y 2 € con moto. En contrapartida el aparcamiento del circo en el que acaba la carretera es gratuito, aunque no está permitido pernoctar ni hay WC, menos mal que no subimos la tarde anterior ya que pensábamos que sí se podía. Mucha gente hace la ruta caminando desde Héas hasta el circo pero implica dedicar a ello el día ya que son alrededor de 5 horas.
Llegar hasta él lleva un rato y es que en los 8 km que hay desde Héas se supera un desnivel de unos 600 metros, por lo que la carretera es bastante retorcida. De camino encontramos el Plaiteau du Maillet, una explanada intermedia donde hay restaurante y alojamiento. Al llegar al aparcamiento final las vistas son espectaculares.
Aunque hace un poco de fresco (el parking está a 2.100 metros de altitud), aprovechamos para comer antes de dar un paseo hasta el Lac des Aires.
Este recorrido es apto para toda la familia con unos 50 metros de desnivel y aproximadamente una hora y media entre ida y vuelta (track aquí).
Este recorrido es apto para toda la familia con unos 50 metros de desnivel y aproximadamente una hora y media entre ida y vuelta (track aquí).
Nada más comenzar nos sorprende el color de los arroyos, de fuertes tonos rojizos.
Desde el aparcamiento se pueden hacer otras rutas o paseos, como subir hasta el mirador de la Virgen de Troumouse (aprox. 30 minutos ida y vuelta) o ir hasta la Cabaña des Aires (unas 2 horas i/v).
El camino que seguimos no está señalizado aunque no tiene pérdida ya que es bastante transitado y está pisado, aunque en ocasiones puede confundirse con los que hace el ganado.
Mientras avanzamos encontramos varias lagunas pequeñas de tonos rojizos en su mayoría cubiertas por plantas, llegando algunas incluso hasta casi desaparecer.
No es un lago muy grande ni profundo, de hecho dudamos al principio si era el Lac des Aires porque apenas tenía agua, pero esto no impide encontrar en sus alrededores mucho ganado pastando, principalmente vacas y caballos.
El circo de Troumouse es menos vertical que el de Gavarnie pero mucho más abierto, con 11 km de circunferencia, el más amplio de los tres circos glaciares de la zona.
Decidimos rodearlo para alargar un poco el paseo y nos encontramos con otros habitantes tomando el sol, menos llamativos que las vacas pero igual de simpáticos, aunque no lo parezca con su cara de pocos amigos.
El lago desemboca en el torrente de Touyeres formando una gran cascada, aunque desde arriba es difícil apreciarla en todo su esplendor pudimos intuirla.
Desde allí además hay muy buenas vistas de la pared casi vertical del circo con el agua del lago a sus pies y el ganado pastando tranquilamente o algunos incluso a remojo.
Una vez completada la vuelta al lago deshicimos el camino andado en dirección al aparcamiento hasta llegar a una bifurcación que tomamos hacia la Virgen de Troumouse, una pequeña colina con un monumento a la virgen y que hace las veces de mirador sobre de la zona. Para llegar hasta ella pasamos junto a la Cabaña de la Virgen, a la sombra de la cual se agazapaban multitud de ovejas protegiéndose del calor.
En lo alto de esta pequeña colina encontramos un cartel panorámico con los puntos singulares a nuestro alrededor e información sobre el origen del circo glaciar y podemos disfrutar de las vistas tanto hacia el circo como hacia el valle.
De ahí sólo nos separan 15 minutos del aparcamiento, al que llegamos cruzando de nuevo el arroyo de Clot del principio.
Nos despedimos de este majestuoso circo y sus habitantes, que aunque no es tan famoso ni quizá espectacular como el de Gavarnie también merece una visita.
Abandonamos esta zona de circos para ir acabando la jornada. Tras pasar por varios puertos de montaña míticos del ciclismo el día anterior, José no podía dejar escapar otro de los más famosos llevando la bicicleta a cuestas y nos dirigimos hacia él: el Col du Tourmalet, situado a pocos kilómetros de donde nos encontramos.
Para llegar atravesamos la localidad de Luz-Saint-Sauveur, que destaca por su castillo de Sainte Marie en ruinas.
Desde esta población a 710 metros de altitud que actúa como inicio del puerto, hay 18,8 km hasta su punto más alto y 1.405 metros de desnivel, con una pendiente media del 7 %. Por el camino encontramos la localidad de Barèges y el valle de acceso a los lagos dets Coubous y de Estagnol que tiene muy buena pinta, otro lugar que apuntar en nuestra lista para visitar algún día.
Una vez en lo alto del puerto podemos disfrutar de las vistas sobre la serpenteante carretera, destacando la presencia de varios remontes pertenecientes a la estación de esquí de Grand Tourmalet, que comprende ambas vertientes del puerto, la de Barèges por la que subimos y la de La Mongie al otro lado por la que bajamos después.
El descenso por la vertiente de la Mongie no nos agrada tanto y en especial la zona de la estación, que hace añorar otras bonitas estaciones francesas del Pirineo que sí han sabido combinar el desarrollo económico con la conservación de la estética y el entorno. Desde aquí se coge también el teleférico al Pic du Midi, un mirador espectacular que cuesta 38 € por persona.
Nuestra última parada del día es el pueblo de Campan, elegido para pasar la noche por su recomendado furgoperfecto. El pueblo nos sorprende con multitud de muñecos/espantapájaros situados en cualquier lugar, desde balcones de casas privadas hasta el pórtico de la iglesia.
Lo cierto es que aunque resulte curioso y suponemos actúe como reclamo turístico, al mismo tiempo da un poco de mal rollo encontrarse por todas partes figuras mirándote que de lejos además se confunden con personas reales.
De hecho también nos sorprendió el patio de la iglesia, que cuenta con un monumento en el centro de aspecto bastante tétrico.
El lugar donde pasamos la noche es un área de autocaravanas gratuito situado junto al río, con mesas de picnic de madera, contenedores de basura y zona de vaciado de aguas negras.
No es muy grande y está bastante frecuentado, con nosotros pasaron la noche 3 autocaravanas, pero es tranquilo al no estar junto a la carretera principal y tiene fuente y parque infantil. Además junto al ayuntamiento, a 5 minutos a pie de allí, hay baños gratuitos en buenas condiciones. A nosotros nos gustó mucho, nos pareció uno de los mejores en los que hemos estado últimamente.
La primera parada fue Lourdes. Dejamos el coche en unos aparcamientos gratuitos que hay a la entrada, el de Lapacca para vehículos grandes como autobuses y caravanas, y el de Hélios, un poco más adelante, para automóviles y furgonetas pequeñas. En el centro de la localidad también hay aparcamiento, aunque es más difícil encontrar sitio y es de pago, tipo zona azul.
Desde ahí fuimos caminando hacia el centro buscando la Oficina de turismo, donde nos aprovisionamos de mapas e información sobre lugares de interés de la zona. El día estaba bastante gris y aunque no llovía la visibilidad no era muy buena, por lo que algunas propuestas, como el funicular de Pic du Jer, las descartamos y nos centramos en recorrer el centro a pie.
Cerca de la Oficina de turismo, en una calle transversal, encontramos la Iglesia parroquial del Sagrado Corazón, construida entre 1875 y 1963.
Desde allí nos dirigimos, siguiendo los recorridos propuestos en los mapas que nos habían facilitado, al lugar de acceso al Castillo medieval, el cual sirvió inicialmente de lugar defensivo y luego como prisión del Estado. En la actualidad acoge el Museo Pirenaico. En verano abre todos los días de 10 a 19 horas y la entrada son 7 € para adultos.
Como no tenemos mucho tiempo continuamos el paseo rodeándolo con rumbo a la zona del santuario.
Lo cierto es que el recorrido no tiene mucha pérdida, el pueblo no es muy grande y quizá lo que puede confundirnos es que todas las calles principales son iguales, llenas de tiendas de souvenirs.
Llegamos al Santuario por la Puerta de St. Joseph que nos lleva a media altura de la explanada en la que se sitúan los edificios administrativos. El acceso al recinto y al santuario es gratuito.
En la plaza hay varias filas de bancos frente a la Basílica, que destaca por sus ornamentos dorados.
Ya que estamos aquí decidimos entrar en la basílica, donde están dando misa, y visitar la gruta de Massabielle, aunque nosotros no somos muy de estas cosas y con las mismas nos salimos.
En el lateral de la basílica, que da al río Gave de Pau que nace en Gavarnie donde habíamos estado el día anterior, estaban dando misa a su vez a gente enferma y con problemas de movilidad. No podemos evitar plantearnos muchas preguntas respecto a todo lo que envuelve estos lugares de "culto" convertidos en negocio.
Desde aquí tenemos también buenas vistas del castillo y la colina sobre la que está situado, pese a que el día no acompaña y la visibilidad no es para tirar cohetes.
Finalmente abandonamos el santuario por la puerta de St. Michel, en el extremo opuesto a la basílica.
Con el mismo nombre que la puerta que dejamos atrás, el Pont St. Michel cruza el río que veíamos desde la basílica y que forma un meandro dividiendo la ciudad en dos. Desde aquí se ve el Castillo en lo alto y el Quai de Saint-Jean o "muelle de las lavanderas", oficio que surgió con el aumento de la hostelería tras las apariciones.
Terminamos nuestro recorrido por Lourdes callejeando de regreso al coche con mal sabor de boca. Ciertamente esperábamos otra cosa de esta famosa localidad francesa que ha sucumbido totalmente al negocio de la fé; quitando la zona del santuario y el castillo, el resto del pueblo se divide entre calles atestadas de comercios y hoteles destinadas al visitante y antiguas callejuelas casi abandonadas y en mal estado que parecen no haberse beneficiado de la bonanza del resto, una pena.
Tocaba ahora sí poner rumbo a Cantabria. De camino ya sólo un par de paradas. La primera el puerto de Marie Blanque, famoso en el ciclismo por el Tour de Francia y la cicloturista Quebrantahuesos y que recibe su nombre de Marie Asserquet, una doncella de piel blanca famosa en el valle por las poesías que leía en los funerales de sus convencinos.
Subiendo desde Bielle nos detuvimos unos minutos en la coqueta Chapelle d'Houndas, que toma su nombre del arroyo que pasa junto a ella (houn = pequeña fuente en bearnés). Desde aquí se pueden hacer varias rutas, por ejemplo a los cromlechs de Lou Couraus en el Plateau du Bénou.
Es en esa explanada de verdes pastos del Plateau du Bénou donde se sitúa durante la Quebrantahuesos uno de los avituallamientos.
Esta zona es muy bonita y también merece una visita en profundidad pero tenemos que seguir camino ya que aún nos quedan muchos kilómetros por delante. Descendemos hasta el pueblo de Escot y en lugar de tirar hacia España por Somport decidimos continuar por el país vecino y cruzar la frontera por Roncesvalles. Aunque pensamos parar en Saint Jean Pied de Port, punto de inicio del camino de Santiago para muchos y bonita villa medieval, lo dejamos para no retrasarnos ante la cantidad de gente que encontramos al llegar.
Cruzamos la frontera con España subiendo el Alto de Ibañeta, un puerto de 18 km en el que empezamos a notar la frondosidad del Pirineo. Al llegar arriba, a 1.057 metros de altitud, hicimos una breve parada para ver su monumento a Roldán y la pequeña ermita de San Salvador de Ibañeta junto a la carretera, con origen en el siglo XI pero reconstruida en el siglo XX con su moderno aspecto actual. Era costumbre que en noches cerradas o de densa niebla se tocara su campana para guiar al peregrino. Por desgracia el fuerte viento nos impidió disfrutar mucho de este puerto y enseguida continuamos camino.
Finalmente nos detenemos en Roncesvalles, primer núcleo en la vertiente española del puerto que se compone básicamente de la colegiata, el hospital de peregrinos del siglo XIX y un par de bares y restaurantes.
Aquí sitúa la tradición una de las mayores derrotas del ejército francés, donde Carlomagno lloraría la muerte del mejor caballero de Francia, que dio lugar a la canción de Roldán.
Actuando como paso natural del Pirineo desde tiempos remotos se creó aquí un centro asistencial y alberguería y en el siglo XII el obispo de Pamplona creó una cofradía de clérigos y laicos que se encargase de su cuidado, construyéndose la colegiata de Santa María entre finales del siglo XII y principios del XIII. El conjunto incluye la capilla de San Agustín y un claustro del siglo XVII que sustituyó al gótico existente tras derrumbarse por una fuerte nevada en el año 1600. En el centro de la capilla se encuentra la tumba de Sancho VII el Fuerte, rey de Navarra entre 1194 y 1234 y que destacaba por su altura de 2,25 metros.
El edificio más antiguo conservado es la capilla del Espíritu Santo o Silo de Carlomagno, del siglo XII y estilo románico. Se trata de un templo funerario donde se oficiaban misas por los peregrinos fallecidos en el hospital que, inicialmente enterrados en otro lugar, se depositaban aquí sus restos transcurrido un tiempo. Su origen se supone que fue el enterramiento de combatientes francos caídos en la batalla de Roncesvalles. En 1977 se descubrió en él una fosa con unos 300 cráneos humanos.
Junto a él está la iglesia de Santiago, pequeño templo gótico del siglo XII utilizada como parroquia hasta el XVIII.
El acceso a la iglesia de la colegiata es gratuito en horario de 10 a 14 y de 15 a 18 horas (hasta las 19 horas en verano), pero al resto del recinto es de pago, se puede hacer con visita guiada por 5 € y si se es peregrino (con credencial) el precio es de 3,70 €. Más información en su web.
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