domingo, 4 de agosto de 2019

Día 2 Namibia (04/06): Solitaire y P.N. Namib - Naukluft (Sesriem Canyon y Elim dune)


Este día era el más especial del viaje por ser el cumple de la mitad de Pequeño Planeta!! Era la segunda vez que pasábamos el cumpleaños de José de viaje pero el año anterior había sido mucho más cerca aunque no por ello menos especial.

El día comenzó con nuestro primer amanecer en Namibia en el camping de Namibgrens. Al igual que el atardecer del día anterior nos dejó sin palabras, no esperábamos que lo que habíamos oído sobre la luz única de África fuera tan cierto.



Disfrutamos de las vistas desayunando tranquilamente y así coger fuerzas para el día que teníamos por delante. Y lo hicimos en muy buena compañía...



Y es que aunque muchas veces sólo los mamíferos se llevan las atenciones en esta zona de África, las aves son tanto o más interesantes con sus colores llamativos y podemos encontrar infinidad de ellas a nuestro alrededor.



Una vez recogido el campamento y pagada la estancia pusimos rumbo a nuestro destino de ese día: el desierto del Namib!







Pero nada más comenzar teníamos una parada obligatoria, lo alto del Spreetshoogte Pass. Aunque hay otra forma probablemente más cómoda de llegar hasta Sesriem, nosotros habíamos escogido esta carretera precisamente porque decían que las vistas desde aquí merecían la pena. Y no se equivocaban.




Lo que sí nos sentimos aliviados por haber encontrado camping antes de subirlo el día anterior, por un lado porque así pudimos disfrutar del puerto y las vistas de día pero también por nuestra propia seguridad. Y es que es un puerto de categoría "especial" con un montón de curvas, fuertes pendientes y cambios de rasante.






Tanto que el tramo más próximo a la parte alta está hormigonado en lugar de ser de gravilla como el resto de la carretera y antes de empezar el puerto avisan que no es apto para vehículos largos como trailers...





En la parte alta está el mirador con una mesa de picnic pero las vistas son buenas también bajando (en sentido oeste) y no pudimos evitar parar a hacer alguna foto de las montañas tostadas y el valle que se iba abriendo a nuestros pies.




Cuando llegamos a la parte baja creíamos que habíamos pasado lo mejor... pero no! Empezamos a ver animales!!

Primero unos springboks que estaban junto a la carretera comiendo, algunos más lejos y otros bastante cerca. Estas pequeñas gacelas de cuerpo blanco y marrón con pequeños cuernos negros son muy ágiles y rápidas, pudiendo alcanzar los 90 km/h y saltar hasta 4 metros.




Por desgracia al acercarnos se asustaron, salieron corriendo y alguno se enganchó con la valla metálica que hay separando las fincas de la carretera por lo que pasamos un mal rato viendo como trataba de escapar. Estuvimos a punto de bajar a intentar ayudarle porque nos sabía fatal que por nuestra culpa fuera a quedarse ahí, pero al final no hizo falta porque en el último momento, no sabemos si lo intuyó y el propio miedo le ayudó, consiguió liberarse y salir huyendo.



Después llegó el turno de los animales domésticos, un enorme rebaño de ovejas que ocupaban toda la pista y avanzaban tan tranquilas mientras las seguíamos despacito con el coche.




Y poco después... facoqueros!! Son de la familia de los jabalís y aunque el nombre así igual no dice mucho, si pensamos en Pumba de El Rey león los identificamos rápidamente.



Es super común ver grupos de ellos a orillas de las pistas o incluso junto a carreteras asfaltadas y muy transitadas como la B1 hacia Etosha. Suele estar avisado con señales de peligro pero conviene ir siempre atentos por si acaso.




Tras pasar el tramo hormigonado del Spreegtshoote pass habíamos vuelto a la gravilla y no la abandonaríamos en todo el día hasta llegar a Sesriem.







Lo que nos sorprendió mucho fue encontrar baobabs, no sabíamos que eran típicos aquí. No vimos demasiados, en general no hay apenas vegetación y menos aún árboles grandes, pero sí que encontramos varios cerca de algunas colinas pedregosas.




Y así llegamos en alrededor de 2 horas a Solitaire, donde decidimos parar a echar gasolina y almorzar.


Justo antes de llegar vemos anunciado el lugar al más puro estilo Hollywood!




Mientras esperábamos a que nos llenasen los depósitos en la gasolinera (lo que llevó un rato porque estaban bastante vacíos y el surtidor iba muy lento aunque afortunadamente admiten tarjeta), nos llamó la atención una pizarra con la lluvia caída durante este año y la total de cada uno de los 10 años anteriores. Claramente estábamos en un desierto pero además en los últimos 6 años los registros estaban por debajo de lo normal, evidenciando una sequía que más tarde veríamos se notaba en todo el país. 

Solitaire es claramente un lugar de paso pero a la vez parada casi obligatoria. En gran parte por sus servicios (gasolinera, cajero automático, pequeña tienda, alojamiento...) ya que por ejemplo no hay más gasolineras entre Sesriem y Walvis Bay a 230 km y en el desierto conviene llevar siempre el depósito lleno, por lo que casi todo el mundo para a repostar. 



Pero también lo es por su famosa tarta de manzana, dicen que la mejor de Namibia, que podemos encontrar en McGregor's bakery, el germen de este lugar. Aquí pasó 3 años Ton Van der Lee, un escritor holandés que escribió un libro titulado Solitaire contando su experiencia y que lo convirtió en muy popular en los Países Bajos.



A nosotros no nos gusta la tarta de manzana pero habíamos leído que tenían otros dulces también muy ricos como brownie de chocolate y decidimos almorzar allí.




Por desgracia no había brownie ni casi nada aparte de la tarta de manzana, alguna muffin y cinnamon rolls, así que nos decantamos por unas muffins tampoco especialmente ricas y una fanta que comimos en su terraza a la sombra. En total 60 NAD que no pudimos pagar con tarjeta, aunque en teoría sí las admitían, suponemos que sólo a partir de cierta cantidad.



Preparando el viaje leímos que si llegabas y estaba cerrada la panadería se podía preguntar en la tienda por la tarta, ya que cuando sobraba dejaban allí porque cerraba más tarde. A nosotros la verdad es que nos defraudó un poco, pero nos suele ocurrir cuando esperamos demasiado de un sitio, es mejor no llevar expectativas y dejar que te sorprenda.

Sin embargo no podíamos irnos de allí sin las fotos de rigor a otro de los alicientes de Solitaire, los vehículos antiguos destartalados que encontramos diseminados bajo el sol africano.





Son una media docena de coches, camionetas o tractores bastante oxidados y enterrados en parte en la arena. De estar al sol quema bastante la chapa pero es inevitable hacerse alguna foto con ellos o acercarse a verles de cerca, contemplando con detalle como afecta el paso del tiempo a lo que algún día fueron preciadas máquinas.




Pero no son la única curiosidad de Solitaire, las señales tampoco quedan ajenas a este excéntrico lugar...



Aquí también podemos contratar actividades como salidas a ver guepardos o vuelos en globo. Ésta última tiene que ser impresionante, ver el desierto desde el aire, suele hacerse al amanecer pero por desgracia no es apta para todos los bolsillos ya que vimos que los precios se iniciaban en 4500 NAD por persona (unos 250 €).


Unos 45 minutos después seguimos nuestro viaje hacia Sesriem, todo por pista de gravilla con tramos mejores y otros malos.






Tardamos aproximadamente 1 hora y media en recorrer esta distancia de 85 km.



Por el camino tuvimos algún encuentro emocionante más como nuestros primeros orix!! Aunque ya nos habían avisado que durante el viaje veríamos un montón y así fue, nos hizo muchísima ilusión verlos por primera vez, son unos animales formidables, grandes y con unos cuernos casi hipnóticos.




También nos encontramos una ardilla terrestre del Cabo, muy graciosa y que nos recordó a la señal que acabábamos de fotografiar en Solitaire.




Otro de los elementos característicos de esta zona, y podríamos decir que de gran parte del país, son los enormes nidos que forman en algunos árboles los pájaros tejedores, unas aves muy pequeñas pero que pueden llegar a juntarse más de 500 y hacer que el nido tire abajo el árbol.




Por el camino vamos encontrando además algunos camping de los que habíamos mirado como opciones para pasar la noche anterior pero lo que más llama nuestra atención es el paisaje, planicies claras, con poca vegetación entre montañas oscuras de piedra rojiza que aparecen sin saber muy bien de donde.





En otros momentos parece que estamos en el lejano oeste y vayamos a ver salir un cowboy o una bola de hierba cruzar la carretera...






Alrededor de la una del mediodía llegamos a Sesriem, puerta de entrada al Namib-Naukluft National Park.


Para acceder al Parque hay que pasar un control donde unos guardas anotan tu nombre, matrícula, hora y fecha de entrada y te proporcionan un número que hay que indicar después al registrarse en recepción. Ésta la encontramos unos metros más adelante, en el edificio del restaurante e instalaciones del camping. Además junto a éstos hay una pequeña gasolinera.





Fuera del parque también hay gasolinera y varios lodges. Entre ellos destaca el Sossusvlei Lodge del que habíamos leído que ofrecía en su restaurante cena buffet al aire libre a un precio asequible, disfrutando así del cielo estrellado del desierto. Por desgracia para ello hay que quedarse a dormir en alguno de los alojamientos fuera del parque ya que al atardecer (sobre las 18:30 en la época que fuimos nosotros) cierran las puertas de éste. Nosotros teníamos reservada la estancia en el camping que hay dentro para disfrutar del amanecer en el desierto pero puede ser un buen plan si no se encuentran plazas y se pasa la noche fuera.


Una vez dentro del Parque nos dirigimos a la recepción. Allí hay que pagar el permiso de acceso que son 80 NAD/persona y 10 NAD/coche al día. No se cuentan 24 horas exactas, sino entrar un día y salir al siguiente, o al menos así fue para nosotros. Te proporcionan unas fotocopias con un mapa del parque e información como las horas de apertura de las puertas. La de fuera, que era la que habíamos pasado ya, abre al amanecer y cierra al atardecer, cambiando el horario cada semana. En cambio la puerta interior, situada a unos metros de la recepción, abre una hora antes y cierra una hora más tarde (6:30 y 19:15 cuando fuimos nosotros), por lo que este privilegio sólo está disponible para los que se alojan allí. En las puertas hay relojes de madera con las horas de apertura y cierre para que no haya dudas.



Al enseñarnos el mapa nos recomendaron aprovechar la tarde para visitar el Sesriem Canyon y la Elim Dune al atardecer y así lo hicimos.


Aprovechamos también para hacer el check-in del camping en ese momento, se hace en el mismo mostrador. Conviene llevar copia de la reserva, se anotan los datos en un libro de registro y nos asignan una parcela. Aquí debemos comprar también los vouchers para el Wifi ya que no es gratuito sino que ofrecen bonos a distintos precios según la cantidad de Mb (300 MB por 50 NAD).



En el mismo edificio hay una pequeña tienda de alimentación y souvenirs para cubrir las necesidades básicas y un restaurante/cafetería.







Como era mediodía, hacía calor y el inicio del viaje había sido bastante estresante decidimos descansar y refrescarnos un poco en la piscina del camping, darnos una ducha y comer tranquilamente, montando por primera vez todo el tenderete de mesa, sillas, cocina, etc.

Mientras comíamos una marmita de sobre que habíamos llevado desde España con algo de picoteo empezó a hacer algo de aire y aunque se puede pensar que se agradece por el calor nos sorprendió ver cómo al ser un aire tan seco la comida se enfriaba en cuestión de segundos.

Tras recogerlo todo (es el inconveniente de ir con la casa a cuestas) entorno a las 16:30 pusimos rumbo al Sesriem Canyon. 


Se tarda unos 10 minutos en llegar desde la entrada del Parque por una pista de gravilla a la izquierda en no muy buen estado y que acaba en un aparcamiento. Nos resultó curioso ver que estaba lleno de coches como el nuestro, está claro que es el medio de viaje preferido por los turistas.





Junto al aparcamiento podemos ver el cañón desde arriba y empezamos a hacernos un poco de idea de sus dimensiones.




Sin embargo lo mejor es verlo desde dentro y según llegamos a mano derecha hay un sendero entre las rocas que nos permite bajar hasta él.



Desde aquí se puede recorrer hacia la derecha o hacia la izquierda, en sentido ascendente o descendente de la corriente hoy día inexistente.



Ya bajando empezamos a encontrarnos con formaciones rocosas curiosas, incluso dicen que en una de las paredes cercanas a la entrada hay algo parecido a una esfinge aunque nosotros no la encontramos.



Habíamos leído que el cañón tenía aproximadamente 1 km de largo hacia abajo y un par hacia arriba y andamos un rato en este sentido. A medida que avanzamos vemos que el cañón se ensancha y pasamos de la arena a un terreno más pedregoso.





Los agujeros que el agua y el viento han ido formando en las paredes rocosas son una de las cosas que más nos llama la atención.



Por momentos volvemos a tener la sensación de estar en una película del oeste y cuando vemos que ya no varía mucho el paisaje y se hace más lento avanzar por las rocas decidimos darnos la vuelta para que no se nos haga muy tarde.






De vuelta en la salida, avanzamos en sentido contrario hacia el interior del cañón, mucho más estrecho y con el fondo de arena.






Esta espectacular garganta formada a lo largo de los siglos por el río Tsauchab alcanza en algunos puntos los 30 metros de profundidad. Su nombre (Sesriem) viene de las 6 (ses) correas o cinturones tradicionales hechos de un montón de piel (en inglés ream of leather que derivó en riem) que se usaban para sacar agua de las pozas del cañón.



A medida que nos adentramos en él las paredes, equivalentes a edificios de cuatro pisos, se van aproximando la una a la otra dejando entrar menos luz y ganando paso la oscuridad, lo que hace que se esté bastante fresquito.



Hacia esta parte es donde debería estar el agua, aunque nosotros apenas encontramos un pequeño charquito al final de la garganta.


Aquí se abre un espacio algo más amplio que permite que entre más luz y a partir del cual no se puede avanzar más. 





Antes de llegar a este punto final hay que trepar un poco por una roca pero es bastante sencillo y sino se puede tampoco es imprescindible para conocer el cañón, merece la pena bajar hasta él igualmente.










Aún así es impresionante y aunque habíamos leído todo tipo de comentarios sobre él a nosotros nos parece que sí merece la pena verlo, no lleva mucho tiempo y es muy curioso.




Por desgracia el sol iba cayendo y teníamos que marcharnos si queríamos ver el atardecer en la Elim dune. Nos despedimos del cañón viendo cómo iba cambiando la luz a su alrededor, sorprendidos porque a pocos metros de él ya apenas se distinguía lo que escondía la tierra.



La Duna Elim era la otra recomendación que nos habían hecho en la recepción del Parque por estar próxima a la entrada, a tan sólo 5 km. Desde ésta hay que coger la carretera principal asfaltada y luego el primer desvío a la derecha por una pista de gravilla, está señalizado.


No sabíamos hasta dónde teníamos que llegar porque no vimos ninguna señal más después del desvío, pero a los pies de unas dunas había coches aparcados junto a unos árboles y supusimos que era ahí. Además justo en ese momento llegaba un minibus con turistas americanos por lo que iniciamos la subida por la duna.




Ya sólo ir hasta allí merece la pena aunque no se vaya a subir la duna, el entorno es espectacular y más a esas horas que el sol lo vuelve todo más rojizo aún si cabe.






Esta duna es diferente a las famosas Big Daddy o Dune 45 en que tiene vegetación y su color es algo más oscuro. Esto se debe a que es una duna petrificada o "muerta", es decir, ya no está en movimiento, lo que permite que crezcan hierbas que le dan un aspecto diferente.




Con lo que no contábamos es que para llegar arriba teníamos que andar más de media hora por la arena, con el esfuerzo que supone y no íbamos con tiempo suficiente, en la recepción no nos habían avisado y llegamos allí pasadas las 17:30. Sin saber lo que teníamos por delante iniciamos el ascenso sin prisa pero sin pausa disfrutando de las vistas que íbamos teniendo a medida que subíamos.




Aunque queríamos subir rápido para no perdernos la puesta de sol costaba bastante caminar por la arena, en algunos momentos no teníamos claro el camino a seguir y las vistas eran tan espectaculares que no podíamos evitar parar algún momento a hacer fotos.





Y cuando estábamos disfrutando de ellas al poco de empezar vimos moverse algo a lo lejos junto a un árbol: un órix!



Pero muy cerca nuestro teníamos otros seres vivos muy curiosos, una mezcla entre arañas y hormigas que pululaban entre la arena a cientos.




Aunque no perdíamos la esperanza de llegar a algún punto con visibilidad a tiempo para hacer fotos de la puesta de sol por desgracia no lo conseguimos.



José llegó justo cuando se estaba ocultando y yo, que iba algo más lenta, cuando ya se había puesto, y eso que ni siquiera fuimos hasta la cima sino que buscamos una zona con vistas. Por eso recomendamos calcular mínimo una hora si se quiere ir con tiempo y no agotarse en el intento.





Aún así el entorno te deja sin palabras y disfrutamos mucho de la subida, aunque no consiguiéramos el objetivo nos sentimos satisfechos por haber conseguido subir tan rápido pese a la incomodidad de la arena y nos sirvió de entrenamiento para el día siguiente.




Las mejores vistas desde luego son hacia la parte contraria a la puesta del sol. Se veían las montañas lejanas, el camping, la carretera y cómo ésta se internaba hacia el desierto del Namib.



Pero no sólo eso, la propia duna era todo un espectáculo, desde el contraste de la arena con la hierba a los montículos y ondulaciones presentes o los insectos corriendo. Sobre su nombre leímos que el proviene de una granja que había a sus pies antes de convertirse todo este vasto terreno en Parque Nacional.






El color que coge la arena naranja al atardecer es único y no podíamos parar de hacer fotos incluso durante la bajada pese a que se hacía de noche.








Llegamos abajo poco antes de las siete de la tarde, no tuvimos ningún problema para salir ya que la puerta según su reloj estaba abierta hasta las 19:30. No sabemos qué ocurre si se llega tarde, suponemos que haya algún vigilante para abrir pero probablemente pongan multa por incumplir las normas.



Habíamos pensado comprar un bono para el Wifi y cenar en el restaurante del camping pero la recepción donde venden los vouchers estaba cerrada cuando llegamos y al mirar el menú del restaurante vimos que sólo tenían pollo, ternera o verduras, ninguna carne de caza de las que queríamos probar. Como los precios además no eran especialmente baratos (unos 165-200 NAD por plato más la bebida) y teníamos que ir comiendo la carne que habíamos comprado el día anterior en el supermercado para que no se pusiera mala decidimos irnos a nuestra parcela y cenar lo que llevábamos. Por lo que vimos el restaurante cierra a las 20:15.

Aunque nos molestaron un poco los mosquitos mientras cenábamos, disfrutamos mucho de la cena y más aún del cielo nocturno lleno de estrellas en el que se veía la Vía Láctea perfectamente pese a la iluminación del camping. Un broche de oro para un día especial.



Era la primera de 12 noches y pensábamos que tendríamos muchas más ocasiones para disfrutar de este cielo y hacer fotografías mejores pero es conviene aprovechar la oportunidad porque aunque el cielo siempre está no sale siempre todo como esperamos.



Tras la cena y las fotos nos fuimos a dormir emocionados, el viaje no había hecho más que empezar y al día siguiente nos esperaba uno de los platos fuertes, aunque eso supusiera pegarnos madrugón.


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