Ya habíamos pasado el ecuador del viaje y, aunque preocupados por el problema con los frenos, nos despertamos ilusionados con lo que estaba por llegar: Etosha!!
Era sin duda el objetivo principal del viaje por la cantidad y variedad de fauna salvaje que allí habita aunque eso era un arma de doble filo, porque a veces cuando esperas mucho de un lugar es cuando más te decepciona. El desierto del Namib o Spitzkoppe nos habían sorprendido muy para bien y estábamos impacientes por ver si sucedería igual con este parque nacional del que tanto habíamos oído hablar.
Nos levantamos muy pronto porque teníamos casi 600 kilómetros hasta nuestro camping de esa noche en Etosha y ahí sí o sí teníamos que llegar antes del atardecer porque cerraban sus puertas. Además, estábamos pendientes de que nos avisarán por el tema de los frenos y no sabíamos lo que nos retrasaría. Aunque el madrugón mereció la pena.
Si las luces del atardecer nos habían enamorado las del amanecer no se quedaban atrás y las vistas desde el camping eran impresionantes.
Nos acercamos unos metros caminando hacia las moles rocosas de Spitzkoppe para verlas más de cerca y disfrutamos de los primeros instantes del sol cruzando el horizonte.
Pero no podíamos entretenernos mucho y enseguida desayunamos y recogimos todo para emprender la marcha. Antes de irnos la chica de la recepción nos pidió que rellenáramos una encuesta de satisfacción sobre el camping y nuestra valoración fue muy buena, ya que los servicios que tiene para donde está son geniales, el trato estupendo y estuvimos muy a gusto.
Aprovechamos para confirmar con ella que la carretera C33 era asfaltada ya que pensábamos cogerla para acortar y no tener que ir hasta la B1 rumbo a Etosha. Dedujimos entonces que las carreteras asfaltadas en nuestro mapa en papel eran las rojas con borde negro y no todas las rojas como habíamos pensado un par de días antes, para tenerlo en cuenta en caso de tener este mismo mapa.
Los primeros kilómetros son por pista hasta enlazar con la B2 y a partir de ahí asfalto hasta Etosha. Pero nos daba mucha pena abandonar esta zona y los hicimos con calma, disfrutando de las vistas y parando a hacer las últimas fotos.
Además el coche apenas frenaba, otro motivo para no correr mucho...
Al llegar a la B2 además del asfalto notamos un aumento del tráfico aunque casi se agradece después de un par de días haciendo cientos de kilómetros prácticamente solos. Nos salimos de la B2 al poco para coger la C33 que nos lleva a Otjwarongo bordeando la zona montañosa del Monte Erongo.
Lo cierto es que este tramo es bastante monótono, el paisaje es muy similar todo el rato salvo por la aparición de unos montículos de tierra anaranjados que vemos al lado de la carretera y que suponemos son termiteros.
Algunos de ellos alcanzan grandes dimensiones pero no podemos acercarnos porque la mayoría están en terrenos vallados.
Y sin duda la emoción la aportan los facoqueros, hay que ir muy pendientes de ellos porque suelen estar junto a la carretera y aunque a veces hay señales avisando del peligro pueden aparecer en cualquier momento.
Al ver que no habíamos recibido noticias de la empresa de alquiler del coche, cuando estábamos a un par de horas de Otjwarongo nos pusimos en contacto con Surita (la encargada de las gestiones) pero parecía que la eficiencia alemana no llegaba hasta África. Nos dijeron que iban a buscar a alguien que nos lo mirase y aún tuvimos que volver a contactar porque llegamos a la ciudad y no nos habían llamado. Al final nos dieron el teléfono de un alemán que nos explicó más o menos cómo llegar a su taller pero que tardó casi una hora en llegar porque estaba fuera de la ciudad empaquetando cosas...
Como ya contamos en la entrada de Cuestiones prácticas no recomendamos para nada esta empresa de alquiler, además de todo lo que pasamos el primer día, la gestión en caso de tener un problema es un desastre, tuvimos que preocuparnos nosotros de todo y cuando estás de vacaciones es lo que menos quieres. Y por supuesto enviar un coche de sustitución ni lo plantearon.
Resignados y esperando que al menos se solucionara todo lo antes posible, decidimos aprovechar el tiempo de espera para ir al Spar a comprar algunas cosas que nos hacían falta. Aunque era domingo estaba abierto, abre todo el día domingos y festivos y tiene baños. En el parking como es habitual en Namibia hay chicos que te cuidan el coche a cambio de dinero pero si te quedas dentro no te molestan.
Otjwarongo es una ciudad ya relativamente grande y tiene todo tipo de servicios (gasolinera, cajeros, hospital, estación de tren...)
Poco después llegamos al taller, que nos costó encontrar, y esperamos a que llegara el mecánico comiendo unos bocatas. Al llegar comprobó que el líquido había vuelto a bajar por lo que había una fuga y descubrió que era en uno de los frenos de atrás. La única solución/apaño que veía era cortar y soldar el freno de la fuga para que al menos pudiésemos frenar con los otros tres hasta que lo arreglasen y así poder aguantar los 3 días por Etosha. Tras pedir permiso a la empresa de alquiler así lo hizo, aunque casi nos da un infarto al verle con el soplete encima de donde había caído el líquido inflamable. Luego pensamos que podíamos haberlo grabado o hecho alguna foto, pero en el momento con la preocupación ni se nos ocurrió! Lo cierto es que el hombre fue majo, parecía no conocer a los de Aloe Car hire y alucinaba un poco con la situación.
Finalmente estuvimos allí alrededor de 1 hora por lo que pasadas las 2 de la tarde pusimos rumbo a Etosha. Aunque la entrada más cercana al parque desde allí es la de Okaukuejo nosotros teníamos que acceder por la puerta este ya que teníamos reserva para esa noche en Namutoni. Okaukuejo es sin duda el camping más demandado dentro del parque y cuando buscamos los alojamientos tan sólo tenía sitio para nuestra última noche allí.
Este tramo por la carretera B1 es sin duda en el que más tráfico encontramos, con bastantes camiones, aunque ya más tranquilos al contar con frenos. Cada cierto tiempo encontramos "zonas de descanso" con una o dos mesas de picnic junto a la carretera. Suelen señalizarlas con un kilómetro de antelación aunque la mayoría no tienen sombra.
Seguimos viendo muchos termiteros, señales de antílopes, vacas y facoqueros (aunque de los primeros no vimos) y ahora también carros con burros, gente segando en las cunetas que guardaban la hierba en bolsas para que luego pasaran unas camionetas a recogerlo o pastores con banderas rojas junto a la carretera para avisarnos de que su ganado pastaba a pocos metros del asfalto.
Pueblos pasamos un par de ellos, más pequeños y en apariencia más pobres que Otjwarongo, aunque vimos alguna construcción curiosa con forma de castillo por el camino.
Si nos desvíamos en Otavi unos 80 km hacia el este encontramos otra curiosidad, el meteorito de Hoba. Recibe su nombre del lugar que lo alberga, la granja de Hoba West, cerca de Groofontein. Con una masa estimada de 60 toneladas y casi 3 metros de alto y ancho es el meteorito más grande conocido en la Tierra que se conserva de una única pieza y nunca ha sido trasladado, está en el lugar donde cayó se calcula que hace unos 80.000 años. En 1955 el gobierno del país decidió protegerlo de la gente que se llevaba trozos declarándolo monumento nacional y se creó un pequeño parque temático alrededor de él con gradas y un museo en Groofontein contando cómo se descubrió. Habíamos leído que la entrada para ver el meteorito cuesta unos 15 NAD por persona pero no sabemos si merece la pena el desvío, quizá sólo si se va con bastante tiempo.
De camino a Etosha pasamos también por los lagos Otjikoto y Guinas, los únicos naturales de Namibia. Son concavidades no muy grandes en piedra caliza donde viven los peces cíclidos de colores brillantes. En el Otjikoto, que significa lago profundo por sus 145 metros de profundidad y está cerca de la carretera, los alemanes tiraron armas para evitar que cayeran en manos sudafricanas y algunas han sido recuperadas. Para llegar al Guinas hay que desviarse de la carretera principal unos 25 km por pista de gravilla. Nosotros no quisimos entretenernos para no apurar demasiado la llegada a Namutoni, hay que contar que desde la puerta de acceso a Etosha hay 12 km al camping y ambas cierran al atardecer.
Hasta la puerta del parque la carretera está asfaltada, hay vallas en los laterales y en este tramo es donde encontramos la mayoría de lodges y campings disponibles fuera del parque, una opción más económica que quedarse dentro, aunque para nosotros merece mucho la pena.
Sobre las 16:30 llegamos a la puerta de acceso a Etosha. Ahí hay una especie de taquilla donde explican las normas (como velocidad máxima de 60 km/h en todo el Parque y 20 km/h en los campsites) y gestionan el permiso para los días que se va a estar dentro y que se paga posteriormente en el camping. Suelen preguntar cuántas noches tienes reservadas y en función de eso cobran los días aunque no sea exacto: en nuestro caso eran 4 noches y nos cobraron 4 días pero podíamos haber estado 5 si hubiésemos aprovechado el último entero. El precio al día son 80 NAD por persona y 10 NAD por coche (170 NAD diarios todo).
Una vez completado el papeleo recorremos los 12 km que nos separan de Namutoni. Pasada la puerta del parque, aunque la carretera continúa siendo asfaltada hasta el camping, ya no hay vallado y podemos encontrar animales en cualquier momento como una jirafa que vimos de repente junto a la carretera.
En Etosha sólo está permitido pernoctar en los campings o lodge habilitados. Al llegar a Namutoni hay que pagar el permiso y hacer el registro del camping. En la recepción está disponible además el libro de avistamientos donde podemos ver anotaciones de otros viajeros sobre dónde y cuándo han visto ciertos animales, sobre todo los más buscados (leones, elefantes, leopardos, guepardos...). Lo que sí es importante y nos llamó la atención es que no se debe anotar localizaciones de los rinocerontes, al parecer hay un problema muy grave de caza furtiva y no quedan muchos ejemplares por lo que piden colaboración no informando de dónde se han visto y denunciando si se detecta algo irregular. Nos dieron también un mapa del camping y nos informaron de las horas de entrada y salida (7:20 y 18.25 respectivamente). El precio de acampar era de 300 NAD por persona y noche en una parcela de hasta 8 personas y nosotros lo habíamos pagado al hacer la reserva por Internet.
Lo siguiente es ir a la zona de acampada donde alguien del personal del camping (con chalecos reflectantes) te asigna una parcela.
Como aún quedaba algo menos de una hora hasta el cierre de puertas y estábamos ansiosos por ver animales decidimos acercarnos a una charca cercana, Klein Namutoni, a tan sólo 2 km del camping. Teníamos esperanzas de ver algo pero para nada nos imaginábamos lo que nos encontramos nada más coger la pista dirección a la charca...
Un elefante parado en medio de la carretera!!!
No nos lo podíamos creer!! Nada más llegar cumplir uno de nuestros sueños y verlo así tan cerca, nos sentíamos muy afortunados.
Justo a su lado había un coche que no sabemos cómo lo estarían viviendo pero a nosotros ya en la distancia nos impresionaba bastante, sobre todo cuando movía las orejas que por lo que habíamos leído es señal de enfado.
El elefante estuvo allí enmedio unos minutos y luego se dio la vuelta y desapareció tan tranquilo entre los arbustos junto a la carretera ante el asombro de todos los presentes.
Pero la emoción no había acabado. La charla de Klein Namutoni fue todo un acierto.
Cuando llegamos a la charca encontramos varias jirafas bebiendo.
Había varias jirafas que se acercaban, bebían y se iban. En ocasiones les lleva varios minutos beber porque como están tan indefensos cuando se agachan de esa forma tan peculiar abriendo las piernas, miran muchas veces si se acerca alguien antes de decirse.
También me llama mucho la atención la forma de su cabeza y el estampado de su piel, para mí son uno de los animales más curiosos y fotogénicos tanto solos como cuando se juntan varios individuos y más con una balsa de agua a sus pies.
Además de las jirafas había un grupo de impalas que se acercaban a beber aprovechando las horas en las que baja el sol.
Ésta se puede ver a ras de suelo o desde lo alto subiendo a la torre del fuerte de Namutoni, del año 1903 y construido como centro de control contra la peste.
Por desgracia no vimos ningún animal, ni a esa hora ni después de cenar cuando nos acercamos a a la charca y esperamos un rato en los bancos que hay bajo un tejadillo. La verdad es que no tenía mucho agua y probablemente eso hacía que los animales buscasen otros waterholes.
Este día había sido raro porque era de tránsito, no esperábamos nada de él y más con el problema de los frenos, pero nos acostamos con la sensación de que había sido uno de los más especiales del viaje por imágenes que quedarían en nuestra retina para siempre.
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