viernes, 24 de marzo de 2023

Murano y Burano

Murano y Burano, con sus nombres similares que a veces nos hacen confundirlas, son las dos islas más famosas entre las próximas a Venecia. No en vano la primera de ellas es símbolo de la fabricación artesanal de vidrio mientras que la segunda, aunque ahora se la conozca más por sus casas de colores, tiene una tradición de encaje centenaria. 

Un día es suficiente para visitar ambas e incluso hay gente que incluye una tercera como Torcello o Mazzorbo. Nosotras con un peque preferimos ser conservadoras y nos centramos en ver las dos islas con calma.

 




Cómo llegar


Para llegar a Murano desde Venecia hay varias líneas (4.1, 4.2, 12 y 13) pero sólo la línea 12 nos conecta también con Burano y ésta sólo tiene una parada en Venecia, Fondamente Nove, en la parte noreste de la isla, lo que nos supone salir o volver de ahí obligatoriamente.

En nuestro caso fuimos andando desde nuestro alojamiento (teníamos unos 20 minutos) y allí cogimos el vaporetto a Burano directos y así hacer primero el trayecto más largo y parar en Murano a la vuelta.

El recorrido es casi 1 hora y la frecuencia aproximadamente cada 30 minutos (horarios aquí).

Desde el barco podemos disfrutar de las vistas, primero de la costa norte de Venecia (preferible para ello situarse en la parte de atrás) y después se pasa junto a la Isla de San Michele que acoge el cementerio con los restos, entre otros, del compositor ruso Igor Stravinsky. Tras parar en Murano continúa hasta Mazzorbo y la siguiente parada ya es Burano.



Con la misma línea 12 podemos volver a Venecia haciendo parada en Murano (en la parada Murano faro) o, una vez en ésta, regresar cogiendo otra como la 4 que nos deje más cerca de nuestro alojamiento, lo que nos sea más cómodo. El recorrido entre ambas es de unos 30 minutos y todas estas líneas están incluidas en la Tarjeta de transporte.

Burano


Tradicionalmente famosa por su encaje, son ahora sus coloridas casas las que captan toda la atención, consecuencia de las fotos en redes sociales que han convertido la isla en un lugar muy popular. 



Se dice que las pintaron de esos colores tan llamativos para que los pescadores pudieran reconocerlas cuando volvían de pescar entre la niebla. No sabemos si es cierto pero estéticamente queda muy llamativo.


La isla no es demasiado grande y se recorre fácilmente caminando en poco más de una hora. Los paseos junto a sus canales y los puentes de madera que los cruzan son quizá lo más turístico y en especial el Tre Ponti, desde el que se tiene la típica foto de la isla.




En estas calles, o fondamentas por ubicarse junto al canal, encontramos restaurantes y muchas tiendas de artesanía y souvenirs donde comprar algún recuerdo como encajes (sobre los que hay también un museo) o productos de vidrio fabricados en la vecina Murano. 


No pude resistirme, y como ya teníamos el imán tradición en todos nuestros viajes de la visita anterior a Venecia, los recuerdos en esta ocasión fueron detalles de estas islas.




 
Cerca de la plaza principal de la isla encontramos otra de sus peculiaridades. Y es que la torre de su iglesia está inclinada por un problema de asentamiento. Y curiosamente está dedicada a San Martín, nuestro pequeño aventurero. La iglesia es del s. XVI pero el campanario, de 53 metros de altura se construyó en 1703.


Además esta Iglesia de San Martín no tiene puerta principal de entrada, se accede por el atrio, otra rareza que la hace aún más especial.




Murano 


Si llegamos a Murano con la línea 12 al abandonar el vaporetto lo primero que encontramos es el Faro di Murano. Es un faro relativamente moderno, de 1934 y aún está en funcionamiento. 




Murano se compone de 5 islas conectadas por puentes. Lo ideal es recorrerlas caminando por sus calles y si nos interesa, visitar una de las fábricas de vidrio en las que se hacen demostraciones de su elaboración. Lo que no todo el mundo sabe es que estas fábricas se trasladaron aquí desde Venecia a finales del siglo XIII por edicto del Gran Concilio con el objetivo de reducir el alto riesgo de incendio que suponía tener allí los hornos, aunque las malas lenguas también apuntan que así se controlaba aquí a los maestros vidrieros impidiendo que se fueran y difundieran sus conocimientos que tanta riqueza traían a la zona.

Quizá la zona que más nos gustó, y también más turística, son los alrededores del Río dei Vetrai, el "canal" más concurrido de la isla y donde antaño se asomaban las grandes fábricas de vidrio. En sus orillas podemos encontrar, además de dichas fábricas, tiendas y restaurantes, varios edificios del siglo XVI, ya que en esta isla pasaban sus vacaciones los patricios venecianos.



El más antiguo que queda es el Palazzio da Mula, del siglo XIII, que muestra su fachada gótica con rosetones y el balcón que da al Canal Grande, a pocos metros del Ponte Longo y la Torre dell'Orologio.




Esta torre del reloj, con la misma función que la de Venecia (avisar de reuniones, peligros o ejecuciones) se completó en 1890 y está inspirada en la almenada del Palazzo Vecchio de Florencia y la Del Mangia en Siena. 



Respecto a las iglesias de la isla, sólo 2 funcionan aún como parroquias: la Iglesia de San Pietro Martire, del siglo XIV y rica en pinturas, y la Basílica dei Santi Maria e Donato, del siglo VII pero con forma actual desde el XI y un mosaico dorado de la Virgen hecho en los hornos de la isla. 




Nosotras paseamos por la isla y nos gustó mucho su tranquilidad frente a las multitudes venecianas, puede ser una buena escapada para coger aire. 



Para comer escogimos la osteria La Perla ai bisatei, un sencillo restaurante en la plaza Campo San Bernardo que no fue nada memorable pero comimos bien a un precio asequible (algo menos de 20€/persona) con carta no muy variada pero en varios idiomas, y un helado de postre en la Gelateria artesanale Murano que nos gustó mucho.





Y hasta aquí nuestras recomendaciones para visitar Murano y Burano en una escapada de día desde Venecia y completar así un viaje a esta ciudad de película italiana.


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