jueves, 7 de marzo de 2019

Día 5 Lofoten (20/02): Islas Vesterålen


El despertar del quinto día de viaje no pudo ser mejor. Tras la mágica experiencia de la noche anterior habíamos descansado y recuperado fuerzas y el día nos recibía con un cielo radiante y vistas excepcionales desde nuestra habitación. Nos sentíamos muy felices y afortunados de poder disfrutar de todo aquello y aunque a veces nos parece todo muy complicado es más sencillo de lo que creemos, es cuestión de prioridades, organizarse y lanzarse un poco a la piscina para tratar de hacer lo que nos gusta, sin darle tantas vueltas y sin pensar en el qué dirán.






Aún así el sol no nos podía engañar, fuera había temperaturas inferiores a los -10 ºC y para empezar el día con energía nos dimos un homenaje con un dulce típico que habíamos comprado el día anterior.

Poco después iniciamos camino sin saber muy bien lo que nos depararía el día.






Inicialmente nuestra idea era llegar hasta Andenes, la ciudad más septentrional del archipiélago de las Vesterålen, y habíamos reservado una habitación doble con Booking en Nordmela, pero al día siguiente teníamos previsto visitar el Polar Park en Bardu y las distancias en Lofoten no se tardan en recorrer lo que uno esperaría o lo que estamos acostumbrados en España. Además nos habíamos acostumbrado a tratar de ver lo máximo, quizá metidos en la dinámica de aprovechar lo más posible los limitados días de vacaciones, y nos dimos cuenta que era mejor no llegar a destino pero disfrutar más del camino.





Nada más coger de nuevo la King Olav road alrededor de las 10 de la mañana, tuvimos que parar por primera vez. Y es que, aunque ya la habíamos visto durante nuestro viaje de ida hacia el sur, la Lofotkatedralen es mucha catedral. Se la conoce así por su gran tamaño y es que la Vagan kirke fue inaugurada en 1898 reemplazando a una iglesia anterior de 1799 que se había quedado pequeña. De estilo neogótico, cuenta con espacio para 1200 personas, lo que la convierte en el edificio de madera más grande del norte de Noruega.



Pocos kilómetros más adelante encontramos la localidad de Svolvaer, capital del archipiélago. Como ciudad cuenta con multitud de servicios (como gasolinera y supermercado Kiwi que nosotros aprovechamos) y mucho ambiente, pero es además un lugar famoso para los amantes de la escalada, lo que no sorprende viendo las paredes de piedra que se alzan frente a ella. En esta zona encontramos también la mayoría de cuevas de Lofoten.



Y una de esas rocas es quizá de lo más famoso de Svolvaer, probablemente la hayamos visto en fotos de redes sociales decenas de veces, aunque sigo sin comprender que ahí pueda subir un ser humano...



Como nuestra primera parada del día, la siguiente era repetida. Sin ir más lejos nos había acogido la noche anterior siguiendo las luces del norte con sus caprichosos colores y movimientos.




Es el área de descanso de Austnesfjorden, con WC y un bonito mirador sobre el fiordo en el que destaca como si estuviera flotando la pequeña Sildpollnes kapell, reformada en 1960.





Este lugar seguía cortándonos la respiración y es probablemente uno de los que más nos gustaron de todo el viaje. Incluso yéndonos ya en el coche no podía dejar de mirarlo y hacer fotos intentando llevarnos un pedacito para siempre.



Como ese día no teníamos objetivos muy marcados se trataba de coger la King Olav road e ir haciendo kilómetros disfrutando de las vistas que ya desde el principio eran espectaculares, con los lagos y fiordos que bordeábamos cubiertos de hielo y nieve.





Aunque en la zona sur del archipiélago no habíamos tenido suerte con el tiempo hacia el norte encontramos días muy buenos. Con esto entendimos porqué recomiendan los alrededores de Tromsø  para ver auroras, ya que al parecer el tiempo allí es más estable.




Seguimos por la E10 hacia el norte bordeando el Parque Nacional de Møysalen para poco después entrar en la región de Vesterålen, el archipiélago vecino de las Lofoten pero mucho menos conocido. De hecho nos costó bastante encontrar información sobre esta zona y al final nos servimos una vez allí de los mapas y folletos que encontramos en el aeropuerto a la llegada para pensar un poco el recorrido.



Esta primera parte de la jornada deshacemos el camino andado el ya lejano primer día por lo que ya es más o menos conocido, pero lejos de resultarnos monótono nos despierta el mismo interés y nos sigue impresionando como al principio.




Abandonamos la King Olav road a la altura del Gullesfjord cambiándola por la carretera 85 que recorre la zona más meridional de este conjunto de islas.


Justamente a orillas de este fiordo, mientras paramos a hacer unas fotos, nos encontramos a un hombre con un trineo de madera transportando cosas, algo que en nuestro país sería poco probable ver y que podríamos pensar que es de película, aquí es de lo más cotidiano.




Poco después nos llevamos una grata sorpresa, en los alrededores del lago Langvatnet, vemos un alce en la ladera cercana a la carretera. Nos hace mucha ilusión cada vez que vemos un animal salvaje, aunque aquí sea bastante más común encontrarse con alguno por la baja densidad de población.




En algunos casos nos toca atravesar largos túneles sin poder disfrutar de las vistas mientras que en otros nos encontramos con sorpresas como bonitas iglesias de madera como esta junto a la carretera.



Al poco rato, dejamos el interior y las montañas para avanzar junto a las aguas del Sortlandsundet, acercándonos ya a la localidad de Sortland.



Esta zona nos gustó mucho, con el agua azul y las montañas nevadas tras la ciudad. Pensábamos que Sortland era un pueblo más pequeño pero ya se veía bastante grande y preferimos no cruzar el fiordo por el imponente puente que teníamos enfrente para no entretenernos demasiado. El puente conecta la parte continental con la zona donde está Sortland, un conjunto de islas bastante grandes pero islas al fin y al cabo.




Pasado Sortland el entorno se vuelve bastante más tranquilo y salvaje, encontramos menos población y al poco... nuestros primeros renos!!



Estaban ahí tan tranquilos en un campo entre la carretera y el fiordo. Realmente los renos en los países nórdicos son bastante comunes y se tienen como ganado, como aquí los caballos o las vacas, ya que fueron domesticados por los samis entre los siglos XVI y XVIII, pero para nosotros era de lo más exótico. De hecho aquí es una práctica regulada mientras que en Norteamérica, Groenlandia o Islandia se encuentran principalmente en estado salvaje.


Los renos son animales de la familia de los cérvidos (como los ciervos) que habitan en la tundra y taiga del hemisferio norte. Sin embargo es la única especie en la que ambos sexos poseen astas, en los machos de gran tamaño y muy ramificadas. Éstas se les caen en diciembre a los machos viejos, en primavera a los jóvenes y en verano a las hembras. Los domésticos tienen en general las patas más cortas y son más pesados que los salvajes.



Tras disfrutar un rato de ellos, que ni se inmutaron por nuestra presencia, seguimos avanzando rumbo al norte, cruzando pequeños fiordos como el Hognfjorden con la ayuda de puentes o bordeando otros como el Forfjorden.

Así llegamos hasta la zona de Buksnesfjord donde el agua helada se combinaba con la nieve dando lugar a curiosas formaciones.




Aquí las poblaciones escaseaban cada vez más y apenas veíamos cabañas independientes. Sin embargo la carretera seguía abriéndose paso a los pies de montañas escarpadas y campos cubiertos de blanco.




Habíamos barajado la opción de hacer una excursión con trineos de perros pero no encontramos mucha información, sólo un par de empresas en todo Vesterålen (Husky-Andoy y Villmarkssenteret) e implicaba dedicarle medio día al menos, lo que añadido al elevado precio (desde 1000 NOK/p) hizo que finalmente lo descartáramos y dedicáramos la jornada a disfrutar del paisaje.





Además tuvimos suerte y todavía encontramos más fauna salvaje, en este caso alces! Estábamos viendo más en un día que los 4 anteriores juntos :)



Los alces también pertenecen a la familia de los cérvidos como los renos, pero su población se vio muy reducida por la caza. Son de hecho los de mayor tamaño de la familia y habitan generalmente los bosques nórdicos. Están adaptados al frío gracias por ejemplo a una enorme nariz con gran flujo de sangre con el fin de calentar el aire antes de que alcance sus pulmones. Los machos y las hembras son aproximadamente del mismo tamaño pero los machos tienen un colgajo en la papada y astas de forma variada, habitualmente ser anchas y palmeadas. Viven entre 20 y 25 años y pueden alcanzar los 500 kg de peso.




Desde que dejamos atrás Sortland la carretera por la que circulábamos era la Fv82, pero la abandonamos poco después de pasar la localidad de Dragnes y cruzar Risøysundet para recorrer la costa oeste de Andøya, 58 km declarados Ruta turística nacional en 2012.





Los paisajes aquí siguen siendo espectaculares, predominando los azules del agua y el cielo en contraste con el blanco de la nieve.




Mientras avanzábamos por la costa oeste nos sorprendió pasar junto a una granja de llamas, definitivamente ese era el día de los animales. Las llamas son una especie procedente de Sudamérica, donde surgieron a partir de la domesticación del guanaco y se utilizaban principalmente para carne y lana aunque a veces también como animales de carga.



La isla en la que nos encontrábamos, Andøya es la más septentrional de Vesterålen y su población se concentra prácticamente toda en Andenes. Del resto, la mayoría está en la costa, por donde transcurren sus principales carreteras, y es que gran parte de la isla está surcada por una cadena de montañas que salen a poca distancia del mar y sirven de barrera con el interior.




En vista de que no había muchos lugares donde parar a comer decidimos hacerlo junto a una pequeña iglesia de madera y su cementerio antes de llegar a la localidad de Noss, aunque el fuerte viento no facilitaba mucho la tarea.





En esta costa oeste encontramos también varias playas, aunque no apetecía mucho darse un baño. Lo que sí vimos mientras comíamos fueron cisnes en una zona del mar resguardada cerca de donde estábamos.



El paisaje que recorremos durante estos kilómetros es totalmente diferente al que veníamos viendo estos días pero no por ello nos gusta menos, casi lo hace más atractivo. Sin tanta nieve daba la apariencia de estar ya bien entrada la primavera pese a que estábamos a mitad del mes de febrero.




Una de las zonas que más nos gusta es el paso de Bukkekjerka, con la carretera a pocos metros del mar y un islote con un pequeño faro sobre él. En este área de acantilados surcados por carreteras y caminos únicos podemos encontrar alcatraces o frailecillos según la época del año en que lo visitemos.



Hacia el fondo se veían montañas igual o más escarpadas al borde del mar y al final de todo se situaría la localidad de Andenes, famosa por el avistamiento de ballenas porque allí podemos encontrar varias empresas que hacen salidas en busca de estos bonitos cetáceos (desde 1000 NOK/p). No en vano tras ella se extiende el vasto océano hasta Groenlandia. También destaca por su faro histórico de 1859, el más alto del país, el Andøy museum, con exposiciones sobre la isla y la caza de ballenas y el Spaceship Aurora, un centro de visitantes acerca del espacio ya que en Andenes se encuentra curiosamente el Andøya Space Center, único centro espacial operativo de Europa que ofrece servicios a organizaciones como la NASA o la ESA y desde el que se han lanzado más de 1000 cohetes al espacio desde su apertura en 1962.
Además antes de llegar a Andenes está Bleik, cuya playa de arena fina de coral es la más larga de Noruega. 

Nos hubiera gustado llegar hasta allí, esta zona nos estaba encantando, pero el tiempo se nos echaba encima, las distancias en Lofoten y Vesterålen se tardan más en recorrer de lo que parece y habíamos cambiado de alojamiento por otro más al sur, cerca de Lødingen, para poder llegar al día siguiente al Polar park y regresar a tiempo al aeropuerto.



Seguimos un poco más hasta la población de Nordmela, pequeña localidad costera sin mucho más atractivo que sus casas de madera típicas y ahí damos la vuelta.




Hacia el interior el paisaje sí se parece más al que estábamos acostumbrados, aunque no por ello es menos espectacular. Es sin duda una región de contrastes.





Para regresar por un sitio diferente cogimos la carretera Fv976 a la altura de Nordmela, que nos permite cambiar de costa atravesando el interior con montañas y lagos helados.




Nos sorprende lo inhóspito del lugar, apenas nos cruzamos con coches ni vemos casas por aquí aunque desde luego el paisaje no puede ser más impresionante.






La costa este de Andøya en cambio no nos gustó demasiado y como estaba empezando a anochecer pasamos bastante rápido sin parar apenas.







Lo que sí se merecía no una, sino varias paradas, era el magnífico atardecer con el que acababa el día.





En fotografía, los minutos próximos a la puesta o salida del sol se conocen como horas mágicas.


En el caso del atardecer primero sería la dorada, entre 30 y 60 minutos antes del ocaso y en la que el paisaje toma tonos más cálidos, mientras que cuando el sol cruza el horizonte y hasta que se produce la oscuridad total se conoce como hora azul, por los tonos fríos que lo envuelven todo.






Por supuesto estas horas varían de un lugar a otro y a lo largo del año. Lo que no hay duda es que tanto el amanecer como el atardecer son los dos momentos mágicos del día y casi siempre compensan el madrugón o trasnochar y andar un poco a oscuras por disfrutar de la naturaleza en todo su esplendor.








Deshaciendo el camino recorrido horas antes durante esos últimos minutos del día no podemos evitar pararnos en varias ocasiones a inmortalizar el momento.



Al pasar Sortland, como ya estaba oscureciendo descubrimos una hilera de luces en la montaña que hay tras ella que nos llamaron la atención y es que al parecer allí hay una zona de esquí.



Con la noche avanzando y la luna haciendo acto de presencia pusimos rumbo a nuestro alojamiento de esa noche cerca de Lødingen, satisfechos por todo lo vivido esos días que por desgracia iban llegando a su fin.



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